Lacan, odioenamoramiento y la rata en el laberinto...










La relación del ser con el ser no es la relación de armonía que desde siempre, no se sabe muy bien por qué, nos adereza una tradición en la que Aristóteles, que no ve en ella más que goce supremo, confluyen con el cristianismo, para quien es beatitud. Esto es prenderse en la aprehensión de un espejismo. El amor es quien aborda en el encuentro al ser como tal.
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El amor que aborda al ser, ¿no surge de allí lo que hace del ser aquello que sólo se sostiene por errarse? Hablé de ratas hace poco, era eso mismo. No por nada se eligió a la rata. Se eligió porque con ella es fácil hacer una unidad: a la rata se la errata. Ya me di cuenta en una época en que tenía conserje, cuando vivía en la rue de la Pompe: aquel hombre nunca erraba una rata. Las errataba todas. Tenía por la rata un odio igual al ser de la rata.
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Abordar al ser, ¿no estriba en esto lo extremo del amor, el más grande amor? Y el más grande amor —es claro que no lo descubrió la experiencia analítica, su reflejo se percibe muy bien en la modulación eterna de los temas sobre el amor— el más grande amor acaba en el odio.
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Ya está, los dejo.
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JACQUES LACAN
Seminario XX: Aún
En Edición de Paidós / Bs. As. 1981
Última Clase: 26/jun/1973
Título de la clase: "la rata en el laberinto"

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