Niñez & Neurosis: el duelo por el falo








En el análisis con niños (y con sus padres) se suele escuchar una constante que obsesiona a los primeros y preocupa a los segundos : los videojuegos.  Mientras los chicos –obviamente- no se cuestionan la causa de dicha obsesión, los padres regresan siempre a la misma pregunta : ¿Por qué juegan tanto con la computadora a esos videos de guerras o de ataques y enfrentamientos ?  Bien : la respuesta que intento dar quizás es más para mis colegas que para los padres ; puesto que la respuesta a los padres sería en realidad una pregunta que retome el tema.

Pensemos : ¿Qué puede capturar a un chico –más allá de las imágenes que no es poca cosa- en esos juegos ?  Pensemos nuevamente : ¿De qué sufre un niño, así dicho a grandes rasgos ? Un niño sufre de un duelo. Un duelo que está en pleno trabajo y debe desencadenar en otra etapa : la adolescencia y luego la adultez. Acaso la niñez sea sólo eso : el tránsito –vía duelo- de una transformación. Sólo que –en el mejor de los casos- suele ser un duelo tamizado por juegos que lo camuflan. ¿Por qué ?  Un niño –si está sano- rompe, destruye, construye, abre significantes nuevos, en fin : crea.  ¿Con qué objetivo ? Seamos freudianos : el de la investigación sexual y el de poder separarse del Otro.  ¿Qué busca investigar ? La respuesta (el sentido) por su vida : poca cosa, ¿no? Separarse del Otro es todo un problema porque implica ipso facto que el Otro ya no le va a aportar (todo) el sentido a esa respuesta.  Esa respuesta tiene como eje el falo ; y la encontrará dentro del marco del fantasma que terminará de constituirse en la siguiente etapa. ¿Y qué quiere decir esto ? Que -en definitiva- de lo que sufre un niño (y un sujeto adulto neurótico también, puesto que la neurosis es infantil y un niño no es más que el representante corporizado de la infancia) es de no poder dejar de ser el falo del Otro.

Volviendo a los videos-juegos : ¿Qué se observa cuando nos detenemos a ver a un sujeto impregnado adentro de esas maquinitias ?  Lo mismo que cuando un adulto se encuentra inmerso en las maquinitas de un Casino, o cuando va a la cancha no ya a disfrutar plácidamente un encuentro sino a gozar con la competencia, a transpirar la camiseta –como se dice-.  Siempre se encuentra lo mismo : la irrupción del narcisismo en su más elevada escena : verificar quién la tiene más larga : si « mi equipo » o el del otro : si el otro o yo.

¿Qué responde un niño si se le pregunta –y se le tiene paciencia de que entienda nuestra pregunta- qué es lo que lo cautiva de esos juegos ? Puede responder algo en función de la imagen pero no por la imagen en sí sino por el significante que esconde esa imagen : personajes de héroes y villanos ; tras lo cual si se profundiza en la pregunta, responde por lo general « Poder ganarles » o –en algunos casos más severos- « Matar o morir ». Poder vencer, pues. ¿Quién puede decir que quien ve un partido de fútbol o una carrera automovilística, lo hace sin esta premisa fálica ?  Seguramente muy pocos : aquellos que pueden verlo desde un  lugar estrictamente profesional (y siempre el fantasma está en juego de todos modos) o aquellos que ya sabios y viejos, han pasado muchos duelos, "no necesitan separse ya de casi nadie" y han trocado esa pasión narcisística por algún otro significante.   Esto quiere decir que –como bien expresó Freud- la sexualidad está entronada en el sujeto absolutamente siempre o –como bien subrayó Lacan- toda significación es fálica. Puesto que, como se deduce, toda pasión es del significante.  Y la inscripción fálica, como sabemos, introduce el significante al cuerpo.

Uno podría decir que cuánto más sano es el niño, más necesitará separarse y –por ende- más necesidad de competitividad fálica habrá en juego. El tema es cuando este mecanismo se traslada a edades más avanzadas de la adolescencia o en el sujeto adulto.  Se deduce también que en el niño el narcisismo está a tope y esto tiene una lógica anexa : el YO está constituyéndose y requiere de este trabajo de Alienación-Separación.  Esto también se observa en los análisis con adultos donde –transferencia mediante- la agresividad del analizante es usual ya que –instalado en el eje imaginario- no busca más que separarse del Otro que lo goza vía su síntoma.  El tema es que –como también sabemos- los actings no son el mejor modo ; lo que se busca es que el analizante hable.

Justamente en este punto podríamos anudar el juego compulsivo a los videos o a cualquier adicción : el autismo centrado en ellos, implica un goce autoerótico que anula toda posible vinculación con el « hable » ya que el sujeto, lejos de vincularse con otro sujeto, lo hace con una máquina que sólo lo puede desafiar en forma recurrente.  Ese goce desafiante del niño (o del neurótico) renueva hora a hora la Demanda del Otro vía pulsión : y ahi volvemos a la creencia del sujeto de que es el falo del Otro. 

La « ventaja » que producen los videos-juegos en comparación con otros juegos donde también puede ponerse en práctica la competitividad (como el ajedrez), es no sólo la captura de la imagen y sus dispositivos anexos (sonidos, colores, etc.), o el ritmo (el tono violento con que fluyen las mismas) sino que también siempre está la posibilidad de un plus : y ahi la pulsión garantiza su tour.  Ese plus es diferente a renovar un tablero de ajedrez donde hay un partenaire que también habla. Ese plus es un regalito que la computadora ofrece en donde el sujeto se engaña pues cree que « una vuelta más » puede ser la vencedora. Y de hecho muchas veces lo es ; hasta la nueva vuelta : puesto que de lo que se trata es del tour y no del reposo ; y el sujeto sabe que repetirá, al menos que un nuevo goce le habilite abortar con este otro. 

Los juegos modernos permiten que el sujeto interactúe con otros sujetos ; pero el mecanismo es el mismo : se trata de tenerla más larga y de destituir al otro como parlêtre : lo importante no es que hable, sino que pierda. Puesto que si los dos hablan, el conflicto aparece.  De allí que los niños se caracterizan por su baja tolerancia a la frustración y viven en un mundo idealizado donde –no es que se huye al conflicto- sino que el conflicto directamente se re-niega.  Recordemos que la frase típica freudiana para definir la re-negación de la castración se dice : « Sí, lo sé, pero aún así no me importa ». Un niño no puede sostener más que su YO, y la forma de sostenerlo es afianzándose permanentemente en él.  Por eso –como sabemos vía el adulto- cuánto más se defiende uno, más inseguro se encuentra : cuánto más niega, más afirma.

Algunos analistas dicen que el niño sólo es responsable de jugar. Yo agregaría : si el adulto puede ser responsable de soportar su falta (y la del niño) e ir indicando que antes y después del juego hay que lavarse los dientes o hacer la tarea.  No es simple conductivismo. Es transmisión de un discurso que habilita pero también advierte sobre el conflicto inherente a la vida; o -como se dice habitualmente- no hay rosas sin espinas. Es Ley simbólica que intenta hacer un sujeto de la Cultura, aún con lo que –Freud dixit- implica su Malestar.


Marcelo Augusto Pérez
/ Junio – 2012 /



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