Palabra y Ley

.Hola Marcelo. Agradeciendo tus videos que son de valiosa utilidad para mi formación, quería comentarte que soy psicopedagoga y me estoy formando en psicoanálisis; con todo lo que sé que el cambio en la escucha entre una profesión y otra lleva implícito; y quería preguntarte dos cuestiones en relación a tu artículo sobre el asesinato del niño en Miramar. Primero, ¿es posible que -en caso de ser el asesino- Julián fuese un neurótico o estaríamos en el campo de la psicosis? Y segundo, ¿qué lugar podría pensarse para la madre de este adolescente –supuesto asesino- cuando ella ¿deseó? un hijo que se encuadre dentro de lo que conocemos como la normalidad? Muchas gracias por tus aportes, Laura-



Hola. Voy a empezar respondiendo por el final. En tu pregunta hay un grave error técnico-conceptual que puede ser perdonado puesto que, como bien decís, estás saliendo de un campo y entrando en otro.  Si sabemos leer a Freud debemos entender que la MADRE no desea, estrictamente hablando, un HIJO: desea un FALO.  Esta simple distinción técnica es la base de toda la operatoria Edípica y la dinámica Castratoria que a posteriori se juega en la Estructura. 

Freud no pensó nunca que la madre es un ser angelical (al igual que el niño, a quien calificó –por la táctica de su goce- como perverso polimorfo) sino que la madre no sólo es alguien deseante de un FALO sino que –¡oh calamidad!- de un FALO que desea darle a su PADRE. Para no pecar de incestuosa, busca otro hombre al que conocemos como MARIDO que, en el mejor de los casos, también deseará.  Este deseo es doble: deseo por un hijo y deseo entre ellos: y esta dualidad no es poca puesto que debe jugar para que aparezca después un sujeto sujetado a la ley del deseo. (Como se sabe, hoy la ciencia ha incluso podido garantizar que una MADRE pueda tener su falo sin intervención de un hombre, sólo de un espermatozoide. Justamente aquì hay que ver cómo juega después la presentación de la Ley que la madre vehiculizará para no comerse al producto.)

Por tanto, hasta aquí, tenemos que el lugar de MADRE es un lugar de llegada; al igual que la posición de HIJO.  Como todo lugar humano, cultural: es decir, simbólico. Por lo tanto tener hijos-biológicos no asegura ni el lugar para la MADRE ni para el HIJO. El emplazamiento estará marcado por el significante y –no en último lugar- por el goce real en juego de los partenaires.   

Ahora: el lugar de HIJO –para la pareja- puede tener, como sabemos, una triple disyuntiva: como síntoma de los padres, como falo o como objeto. Si el HIJO queda como objeto-deyecto del Otro, la psicosis abre su campo. Si funciona como falo (que esto en la niñez es así y por eso Freud los calificó de perversos), entonces tenemos un sujeto que no puede acotar su goce en función de la Ley que la Castración debe enhebrar entre el real, el simbólico y el imaginario. Aquí tenemos entonces la perversión. 

Como se ve el tema es complejo porque el sujeto no nace, se hace.  Y este llegar-a-ser tiene implicado una lógica de goces dentro de la matriz del Complejo de Castración y en donde debemos incorporar (sumado a la tríada MADRE-NIÑO-FALO) el cuarto elemento: el PADRE. Que, por supuesto, también es un lugar que hay que saber ocupar y sostener y que -como dijimos antes- no necesita de un padre-imaginario para funcionar simbólicamente.

Aquí engancho a la primera pregunta de tu correo. Ante todo –sabemos- el psicoanalista no diagnostica  una Estructura sino en Transferencia: es decir, escuchando al sujeto. Incluso Lacan decía que el diagnóstico es “al final del tratamiento”.  Nosotros no evaluamos ni diagnosticamos a través de una conducta; de una mirada, sino de la escucha. Es decir que la primera baraja es la siguiente: un acto de locura no es –a priori- una Psicosis. 

Justamente lo que quise expresar en el escrito del caso de Miramar es que ningún sujeto está exento de cometer una locura, sobre todo respondiendo al Narcisismo imperante de rigor. Pero después habrá que evaluar qué tipo de Estructura subjetiva se juega.  Segunda baraja: dentro de este contexto –y con el riesgo ahora de dar una opinión personal más allá de la escucha psicoanalítica- hay enunciados que nos pueden llevar a suponer no una Psicosis sino una Perversión: el discurso de Julián parecería ser renegatorio: “Me había olvidado que moví el televisor…” – Sí: alguien podría argumentar: “El neurótico también se olvida”- Pero resulta que aquí tenemos otros datos: los investigadores han calculado en 35 la cantidad de veces que Julián les consultó (a ellos) para saber si ya estaban sobre la pista del asesino. Tenemos también la huella dactilar. Tenemos el dato que el perro de la casa (que según los vecinos “mete miedo”) esa mañana no ladró, por lo tanto quien entró y asesinó a el niño es del olfato conocido del perro (al igual que en el caso de La Plata).  Y tenemos un datos más: Julián tenía una deuda y la hipótesis policial de que él buscaba dinero para saldarla, no parece inverosímil. 

Algo más, para cerrar: hay que entender que los lugares simbólicos que cada sujeto está llevado a ocupar en el transcurso de su vida, deben construirse. Incluso el cuerpo –el imaginario que creemos tener de nuestro cuerpo y lo que creemos somos- es también una construcción. La nominación que da la Metáfora Paterna en torno a estas cuestiones –y a estos lugares que están vacantes (y donde la falta se juega)- es imprescindible desde aún antes del nacimiento de un niño. 

Por eso a veces resulta muy naif escuchar a los padres que están absolutamente arraigados en posiciones como “educar de la mejor manera a mis hijos”, “llevarlo a las mejores escuelas”, “hacerles que aprendan idioma y arte”, etc. etc. y -esto es claro que está jugado "con las mejores intenciones"- pero muchas veces no advierten que lo que se juega más fuertefunciona en un nivel muy arcaico y tiene que ver con el deseo de los dos partenaires (el deseo entre ellos dos, digo, para con ellos dos) que es lo que hará que un PADRE pueda poner Ley acotando el goce entre la MADRE y su producto. Sólo quien desea revela una falta: sin falta no hay deseo. Sin castración gobierna el goce.  Por eso Lacan decía que de un Padre se puede prescindir (de un padre gozador) a condición de servirse de èl (del padre que -habilitando- también realiza la interdicción del goce incestuoso).

Por eso no se trata ni del nivel universitario del sujeto, ni de los idiomas que domina, ni de los colegios por los cuales transita: se trata más bien de cómo fue deseado y cómo es amado (y/o gozado) en la relación parental y de cómo los padres se desean (y se gozan) entre ellos. La Ley escrita surje -justamente- para organizar, regular y ajustar, el goce mortífero del sujeto de la cultura. Cuando el sujeto no puede sujetarse a la Ley Simbólica, deberá atarse a la Escrita (que sin dejar de ser simbólica, es Universal y pretende delimitar la barbarie de nuestra civilización).

En el caso de Miramar quizás un goce sin Ley ha hecho que se desencadene una muerte,  “pensando/creyendo” que el Goce Absoluto es posible; es decir: que es posible no perder cuando se es sujeto de la cultura. 

En el momento que un sujeto realiza un acto de esta magnitud –y si no hay un delirio en juego- el sujeto "se cree" inmune de la Ley: esa creencia de inmunidad es propia de quien puede tener un YO extremadamente fuerte que –como todo YO sordo y ciego- obtura el deseo y hace pito-catalán a la Ley y/o de quienes "piensan" que -siendo el falo del Otro- existiría una incondicionabilidad ante ellos.

Y aquí es donde, otra vez, volvemos al meollo: la Palabra de un Padre –representante absoluto de la Ley que obviamente debe también vehiculizar una Madre- tiene que nominar y un hijo debe poder aceptar esta nominación para acceder –vía la falta- al deseo. En caso de que la hipótesis de que Julián sea el asesino del niño sea correcta; tenemos la dominancia del goce, más allá de toda Ley.  Saludos, marcelo pérez-  DIC/2011

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