Cuestión de Preferencias

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-En los fogones de Paysandú, el Mellado Iturria cuenta sucedidos. Los sucedidos sucedieron alguna vez, o casi sucedieron, o no sucedieron nunca, pero lo bueno que tienen es que suceden cada vez que se cuentan.
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Este es el triste sucedido del bagrecito del arroyo Negro.
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Tenía bigotes de púas, era bizco y de ojos saltones. Nunca el Mellado había visto un pescado tan feo. El bagre venía pegado a sus talones desde la orilla del arroyo, y el Mellado no conseguía espantarlo. Cuando llegó a las casas, con el bagre como sombra, ya se había resignado.
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Con el tiempo, le fue tomando cariño. El Mellado nunca había tenido un amigo sin patas. Desde el amanecer, el bagre lo acompañaba a ordeñar y a recorrer el campo. A la caída de la tarde, tomaban mate juntos; y el bagre le escuchaba las confidencias.
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Los perros, celosos, lo miraban con rencor; la cocinera, con malas intenciones.
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El Mellado pensó ponerle nombre, para tener cómo llamarlo y para hacerlo respetar, pero no conocía ningún nombre de pescado, y ponerle Sinforoso o Hermenegildo podía caerle mal a Dios.
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No le quitaba un ojo de encima. El bagre tenía una notoria tendencia a las diabluras. Aprovechaba cualquier descuido y se iba a espantar a las gallinas o a provocar a los perros:
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-Comportesé- le decía el Mellado.
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Una mañana de mucho calor, que andaban las lagartijas con sombrilla y el bagrecito abanicándose a todo dar con las aletas, el Mellado tuvo la idea fatal:
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-Vamos a bañarnos al arroyo- propuso.
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Y allá fueron.
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El bagre se ahogó.
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Eduardo Galeano
Sucedidos/1
El libro de los abrazos

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