Traducción en Psicoanálisis
/ Fernando Castrillón y Thomas Marchevsky /
de
La revista Europea de Psicoanálisis - European Journal of Psychoanalysis
(journal-psychoanalysis.eu)
www.journal-psychoanalysis.eu/in-spanish/
La invitación a participar del primer número de la Edición en Español
con un tema que se me ha propuesto trabajar: la Traducción en Psicoanálisis.
Un honor para mí y felicitaciones por este nuevo Proyecto en nuestra lengua castellana!
MAP / 02-2023
La traducción en psicoanálisis
Resumen
El objetivo del presente escrito es demostrar la implicancia y el problema de la La Traducción en Psicoanálisis dentro del campo clínico. También la necesidad de entender -desde el marco teórico, pero también técnico- que la entrada del Significante al campo de lo Humano, marca inmediatamente el llamado Goce, que es el concepto del cual se apropia el Psicoanálisis y que -en función de un Saber, medio de Goce- genera un Síntoma. La finalidad del escrito es, entonces, marcar un eje entre la función del Significante, el problema del Síntoma (constituido por significantes) y la lectura del Analista que implica la traducción de una palabra, que el Analizante hace signo, a un significante, es decir: crear un real, a partir de lo simbólico. Sin esta traducción, es imposible la praxis del psicoanálisis. El Analista, en su función de lectura, está comprometido en dicha traducción -incluso generando muchas veces un forzaje sobre el texto-, sin esperar ninguna de las “formaciones de lo inconsciente” conocidas desde Freud. Puesto que lo Inconsciente es lo que se lee, en lo que se enuncia. O, para decirlo desde “L’étourdit” [J. Lacan; Beloeil, el 14.VII.72]: “Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”.
Técnicamente, llamamos significante a lo que se traduce.
Jacques Lacan / El triunfo de la religión
Cuando un lenguaje se extravía en otro, también el otro se pierde en el primero. Tal vez por eso cada palabra o signo debe volver a nacer constantemente en otra parte. El lugar de una palabra es siempre otro.
Roberto Jaurroz / Décima poesía vertical, 66
I
El objetivo del presente breve escrito sobre La Traducción en Psicoanálisis es demostrar la implicancia y el problema de la traducción dentro del campo clínico: ya hay muchos otros textos que hablan de la traducción en forma general y desde el ámbito de la lingüística.
Vamos a empezar diciendo que el Sujeto habita el Lenguaje. Jacques Lacan lo ha bautizado parlêtre que es un acrónimo entre parole, palabra-hablada o incluso discurso; y lettre, letra-carta y también remite a l’être: siendo… homofónico al Ser. Ya que no podemos hablar de Ser sino de Falta-en-Ser puesto que nuestra praxis se vincula a un dispositivo “clínico”. Por lo cual no hacemos filosofía (sino antifilosofía), ni lingüística (sino lingü(h)isteria), ni topología (sino topologería).
Entonces, si como parlêtre habitamos el Lenguaje, como el Lenguaje nos espera, las palabras no nos pertenecen. Son del Otro. Otro que no es nadie más que el Lenguaje mismo, y que -como nos recuerda Lacan- no habrá que suponer que alguien lo inventó o que es un instrumento, sino más bien que somos instrumento del Lenguaje, “juguete del pensamiento”, ya que tampoco pensamos, sino que somos-pensados. El Otro, con su existencia lógica, está corporizado en pequeños otros, nuestros semejantes; que también son hablados. De ahí que “Somos hermanos de nuestro analizante en la medida en que, como él, somos hijos del discurso.” [1]
Ahora bien: así como para el psicoanálisis del campo Lacaniano, la palabra que nos interesa es la hablada (puesto que primero hay que escucharla); también no es menos cierto que es en la escritura donde encontraremos el proceso de producción de un dispositivo de análisis.
Esa escritura es ya un modo de traducción de lo que se escucha. Lacan, citando a Michel de Montaigne, dirá: “La palabra es mitad de quien la dice, mitad de quien la escucha” que es lo mismo que advertir: “Usted puede saber lo que dijo, pero nunca lo que el otro escuchó.” He aquí que el Lenguaje sólo es mal-entendido y he aquí la fuerza operativa de nuestra praxis.
Ese mal-entendido es lo que conocemos -desde Lacan, ya que en Freud es otra cosa- como Lo Inconsciente. El autor francés prefiere traducir a Das Unbewusste como L´une-bévue cuya homofonía remite al equívoco, al tropiezo, a la torpeza. Falla que sólo puede ser leía, analista mediante. Dicha falla está enmarcada en otro concepto derivado de la enseñanza de Lacan: lo real. Es decir, entonces, que inconsciente, real, lectura y escritura, conforman un eje isomórfico. Cito: “es del lado de la escritura que se concentra aquello donde trato de interrogar acerca del inconsciente cuando digo que el inconsciente es algo en lo real.” [2] Y también, cuatro años después: “…no solamente lo Real puede soportarse de una escritura, sino que no hay otra idea sensible de lo Real.” [3]
Traducir implica primero una posición de lectura que produzca una escritura; y segundo, la cuestión que ubica al analista en la producción de un significante que [sea] soporte la letra. Para que podamos discernir y deducir esto es necesario un rodeo.
Primero entender que en la clínica psicoanalítica el analizante trae un texto para ser traducido; léase: interpretado. Esto quiere decir que es responsabilidad del analista operar sobre ese texto. Esto quiere decir que no podemos decir “el paciente no asocia” o cosas por el estilo… El analizante siempre nos trae el relato, de ahí a pensar el dispositivo al modo freudiano de homúnculo; eso es otra cosa. Para Lacan no hay inconsciente-homúnculo: de hecho, el analizante puede decir diez fallidos por sesión y si el analista no lee, no hay fallido. O -para decirlo mejor-: el analista no sólo tiene que escuchar (para después leer) sino que incluso tiene que provocar -o más enfáticamente: producir- el real que empuja al padecimiento y que es lo que conocemos como Goce. Este Goce es causado por el significante; de allí que -entonces- haya que traducirlo. Traducirlo implica -a la vez- trabajar con el equívoco; por eso Jacques Lacan dirá que lo inconsciente freudiano (Das Unbewusste) es la-equivocación (L´une bévue) jugando -como es habitual- con la homofonía. Y por eso mismo dirá que “Viene del futuro, del porvenir”: requiere un bucle lógico para poder producirse.
Para entender rápidamente de qué se trata en el dispositivo analítico hay que aclarar -aunque sea una verdad de Perogrullo- que se trata de hablar. Y se trata de hablar estupideces, es decir, estamos en el orden del “elogio de la tontería” o de la boludez, para decirlo a la criolla. Esto quiere decir que no operamos con las palabras de diccionario, porque justamente no trabajamos con signos, sino con significantes: con aquello que se escucha en lo que se enuncia afín de abrir el sentido, de ir al sin-sentido incluso, y de jugar con todas las formas de la semántica, de la gramática y de la sintaxis. Citamos: “Lalengua no tiene nada que ver con el diccionario, cualquiera que sea. El diccionario tiene que ver con la dicción, es decir, por ejemplo, con la poesía y con la retórica. No es poca cosa, ¿eh? Eso va desde la invención hasta la persuasión. Es muy importante, salvo que no es este aspecto justamente el que tiene que ver con el inconsciente. Contrariamente a lo que piensa la masa de asistentes, el inconsciente tiene que ver ante todo con la gramática”.[4] Y también, en la misma Conferencia: “Técnicamente, llamamos significante a lo que se traduce. Se trata de un elemento que presenta dos dimensiones: está ligado sincrónicamente a una batería de otros elementos por los que se puede sustituir, y, por otra parte, está disponible para un uso diacrónico, es decir, para la constitución de una cadena significante.”
Por eso decimos que el Significante está en lo simbólico a la espera de ser Letra; real. Ahora bien; para leer hay que realizar una operación doble: primero, despojarse del saber-sabido (“Lo primero que tiene que saber el analista es ignorar lo que sabe”); segundo, (a)postar a una intervención. Cito: “Conviene también considerar la ignorancia en el analista. El analista no debe desconocer lo que llamaré el poder de accesión al ser de la dimensión de la ignorancia, puesto que debe responder a aquel que, en todo discurso, lo interroga en esa dimensión. No tiene que guiar al sujeto hacia un Wissen, un saber, sino hacia las vías de acceso a ese saber. Debe comprometer al sujeto en una operación dialéctica, no decirle que se engaña pues, forzosamente, él está en el error, sino mostrarle que habla mal, es decir que habla sin saber, como un ignorante, pues las que cuentan son las vías de su error.” [5]
Justamente se trataría de llevar el discurso a un más allá. O, para decirlo mejor, de elongar lalengua, al igual que el cuello de jirafa de Juancito. Por eso la traducción tiene que ver, también, con llevar al analizante de la palabra vacía a la palabra plena, donde esté afectado el real y agujereado el imaginario; es decir, conducirlo más allá del semblante que lo fortifica. Cito: “En latín, el término translatio aparece inicialmente en el sentido de “cambio” pero también de “transporte”, tránsito bancario de dinero, injerto botánico, metáfora. Solo en Séneca aparece con la acepción de versión de una lengua a otra. Igualmente, traducere significaba “conducir más allá”. Recuérdese que también en la Edad Media se hablaba de translatio imperii como, precisamente de transporte, paso de la autoridad imperial de Roma al mundo germánico.” [6]
De algún modo estamos pretendiendo -en el dispositivo analítico- conferir al esclavo su palabra. Esclavo-neurótico, esclavo del Otro que lo goza y lo sintomatiza. Por eso, y no es una paradoja, la posición del analista debe ser de lectura-escritura; pero es el analizante quien traduce de cierto modo y ayudado por la intervención que a veces es forzaje y otras veces simplemente un subrayado, una acotación, una apostilla, o una referencia al texto del analizante. Demos la palabra al señor Jacques Lacan, en su primer Seminario: “El psicoanálisis es una dialéctica, y lo que Montaigne llama –en su libro III, capítulo VIII- un arte de conferir. El arte de Sócrates en el Menón, consiste en enseñar al esclavo a dar su verdadero sentido a su propia palabra. Este arte es el mismo en Hegel. En otros términos, la posición del analista debe ser la de una ignorantia docta, que no quiere decir sabia, sino formal y que puede ser formadora para el sujeto” [7] Y también en su vigésimo Seminario: “El analista, no podemos olvidarlo, es, por así decir, un interpretante. El analista juega, en efecto, con ese tiempo tan esencial que ya he destacado para ustedes en varias ocasiones, a partir de diversos sujetos del verbo –él no sabía, yo no sabía. Así pues, dejaremos indeterminado este sujeto, concentrándolo en un no se sabía […] si no fuera por esto, una enseñanza analítica, este mismo Seminario, podría concebirse como la prolongación de lo que ocurre por ejemplo en un control, donde lo que se aportaría sería aquello que ustedes saben, y yo intervendría tan solo para aportar algo análogo a la interpretación, o sea, aquella adición mediante la cual surge algo que da sentido a lo que creen ustedes saber y hace surgir en un relámpago lo que es posible captar más allá de los límites del saber.” [8]
La traducción -en el campo psicoanalítico- es traducción de un real que el mismo analista puntúa, provoca, produce… parafraseando a Paul Ricœur, sería traducir lo intraducible,[9] ya que el real es aquello que Lacan definió como “lo imposible”. Lo imposible de decir; hasta tanto no se hace posible; caso contrario sería inútil nuestra praxis. Citemos:
“Trabajo en lo imposible de decir. Decir es otra cosa que hablar. El analizante habla, hace poesía. Hace poesía cuando llega —es poco frecuente, pero es arte. Corto porque no quiero decir “es tarde”. El analista, él, zanja (tranche). Lo que dice es corte, es decir participa de la escritura, en esto precisamente: que para él equivoca sobre la ortografía. Escribe diferidamente de modo que, por gracia de la ortografía, por un modo diferente de escribir, sueña otra cosa que lo que es dicho, que lo que es dicho con intención de decir, es decir conscientemente, aun cuando la consciencia vaya bien lejos. Es por eso que digo que, ni en lo que dice el analizante ni en lo que dice el analista hay otra cosa que escritura.” [10]
Podríamos hacernos una pregunta clínica: ¿quién traduce en el dispositivo? Me explico: es cierto que el analista tiene la función de demandar la traducción del significante (valga el pleonasmo; ya que mejor sería decir: de transformar -vía traducción- una palabra en significante); pero la cuestión es esta: quien tiene que terminar -cerrar- la traducción -sin recordar nada, sino simplemente diciendo lo que se le ocurre- es el analizante. Ya que, si la traducción sólo dependería del analista, estaríamos traduciendo con nuestro fantasma. Esto no excluye el hecho de que el analista realice otros tipos de intervenciones que también son traducciones del texto del analizante, jugando con el forzaje polifónico como, por ejemplo: anagramas, elipses del discurso, hipérbaton, elongaciones de la lengua o simplemente -y nada menos- que realizar el llamado forzaje entre el lazo S1 y S2: “El saber es la consecuencia de que hay otro. Con lo cual hacen dos, en apariencia. Porque este segundo obtiene su estatuto, justamente, del hecho de que no tiene ninguna relación con el primero, de que no forman cadena, aun cuando yo he dicho, en alguna parte, en mis plumiferajes, los primeros, Función y Campo, eso no era tan boludo. Quizá en Función y Campo dije que formaban cadena. Es un error, porque para descifrar, fue preciso que yo hiciese algunas tentativas, de allí esa boludez. Incluso es lo propio del descifrado. Cuando se descifra, se embrolla. E igualmente es así como llegué, después de todo, a saber, lo que hacía. Descifrar. Es decir, sustituir el otro Significante por… por el Significante Uno. Aquél no da dos sino porque ustedes le agregan el descifrado. Lo que enseguida permite contar tres. Esto no impide escribir — lo hice—: S, índice 2, porque es así como debe leerse la fórmula del vínculo de S1 a S2. Es puro forzamiento. He aquí uno de los pilares del discurso analítico.” [11] Tenemos que recordar que el dispositivo en Lacan es topológico, y porque -a partir del Seminario R.S.I.- el S1 es punto frontera: pertenece al conjunto S2 (es decir, a la batería de significantes y es homogéneo al conjunto de esos significantes) y a la vez está en S1. El estado potencial del S2 deviene manifiesto cuando se produce el acto analítico, es decir: la lectura del analista. Por eso, en síntesis, así como Eso habla, la traducción no es ni de uno ni del otro. Mejor lo dicen los poetas:
“O tal vez sería oportuno cambiar la mano que escribe
y enseñarle a la otra mano nuevamente
el oficio del sueño de dibujar la voz,
el sueño de calcar la respiración oculta de las cosas,
de los dioses, los hombres y las cosas.
Enseñarle a la otra mano este oficio incurable
que apenas si ya nos pertenece,
porque se lo hemos contagiado al universo
y ya todo parece una escritura
o ya todo parece escribir.
¿Qué importa entonces si la otra mano
ya ni siquiera es nuestra?
Probablemente tampoco importaría
que nosotros mismos dejáramos de escribir” [12]
II
Vamos a agregar algo más a nuestra convocatoria sobre La Traducción en Psicoanálisis; que sería el aspecto más semántico, sin caer en los problemas de la lingüística, sino enfocando el problema en la clínica.
Hay que recordar, ante todo, que no se puede explicar el origen del Lenguaje; de allí que Umberto Eco ha denominado “ausente” a su “estructura”. Dice Lacan: “Otra cosa, entonces, es hablar del origen del lenguaje, y otra cosa hablar de su relación con lo que enseño, conforme a lo que articulo; el año pasado lo articulé como el discurso del analista. Porque ustedes no lo ignoran, la Lingüística comenzó con Humboldt, por alguna suerte de prohibición, no plantear la cuestión del origen del lenguaje, sin lo cual, desde luego, uno se extravía.”[13] Humboldt, pensador alemán tiene varios trabajos sobre traducción. Afirma que la lengua en sí misma no es una obra realizada (ergon) como lo es para Aristóteles, sino una actividad que se está haciendo (energeia).
Por otro lado, hay que subrayar que Lacan no fue Freudiano. Ergo: su clínica no es freudiana. La mayoría de los analistas que hoy surcan nuestras tierras son freudolacanianos. Creen que Lacan ha hecho una versión mejorada de Freud. Cierto que -en algunos tramos y seminarios- Lacan cita mucho a Freud y se pone bastante binario y anatomo-freudiano… No se entiende bien por qué lo hace; por qué -por ejemplo- en el seminario X habla tanto del Hombre y la Mujer, y de que la Mujer se posiciona distinta ante la Castración (aspecto bien freudiano donde la Mujer sería déficit del Hombre, falocentrismo mediante); cuando ya mucho antes -en el Seminario III- Lacan sabe perfectamente (incluso en sus escritos anteriores) que Hombre y Mujer, como Niño, Diabético, Adolescente, Gay, Abuelo, Hijo, etc. son todos significantes. Particularmente, como digo a veces en los Grupos que coordino, me subleva un Lacan tan genial y al mismo tiempo tan insistente en esta cuestión anatomo-freudiana donde la sustancia parece privar sobre la lógica.
Pero, insistimos, Lacan no fue Freudiano. Cito: “Todo el mundo se divierte: bien se ve que Freud no está de acuerdo con Lacan”[14] y también: “Freud pues, contrariamente a un prodigioso número de personas, de Platón a Tolstoi, Freud no era lacaniano.” [15]
Algunos autores -quizás porque no alcanza con ser abogados o traductores, es necesario entender que el psicoanálisis es clínica; o quizás porque están tomados por el saber freudolacaniano- consideran a Lacan como traductor de Freud, entre ellos, Irene Agoff. [16] Los freudolacanianos consideran esta posición como un “retorno a Freud” en relación a los postfreudianos que se habían apartado de él. Sí podría decir que Strachey lo traduce, o que López Ballestero lo traduce. Pero Lacan es creador de una nueva teoría psicoanalítica. ¿Toma conceptos de Freud? Sí, claro. Como toma conceptos de Winnicott o de Heidegger. Lacan no es un traductor de Freud porque los conceptos freudianos que reelabora los toma para despedazarlos, infringirlos, triturarlos como papilla para armar su hommelette; en definitiva: los toma para desligarse, emanciparse y para demolerlos, como ha hecho con el Signo Saussureano o con la Lógica Aristotélica. La devastación, la pulverización, que hace Jacques Lacan de la obra Freudiana, ya nos habilita para decir que nunca podría considerarse un traductor de Freud. A Lacan los únicos textos que le interesaron medianamente de Freud fueron los iniciales, los textos “lingü(H)istericos”: la Psicopatología…, el Chiste…, Die Traumdeutung. El resto (sobre todo a partir de la cosmovisión que produce Freud de su obra, y del agregado “traído de los pelos” de la pulsión como energía que comanda al sujeto a la muerte); a Lacan les parece un delirio. Por más que a los freudolacanianos les sigue pareciendo algo extraordinario. Creo que podamos decir que Lacan no tradujo a Freud por otra cuestión aún más precisa: Lacan no dice lo que dice Freud, ni de cerca. Empezando por la elaboración del concepto principal que manejamos en nuestra praxis: lo inconsciente, que es efecto de la lectura del analista.
Pongamos -por caso- el ejemplo paradigmático de cómo Lacan lee Lo Inconsciente [17] de Freud. Se podría decir que hace una nueva traducción de la palabra, sí. ¿Pero realmente eso es suficiente para decir que ha traducido a Freud? ¿No sería -eso- quedarnos con la hipótesis de que Lacan no hubiese podido existir sin Freud y de que Freud sigue siendo el parámetro? La clínica freudiana no tiene nada que ver con la clínica Lacaniana. Jacques Lacan se ocupó bastante en diferenciarse de Freud. En varios lugares de su obra incluso dice que Freud estaba equivocado. Por citar sólo uno: “Cuando digo retorno a Freud, digo lean lo que verdaderamente está escrito sin comenzar inmediatamente por tratar ver lo que es esa bola de algodón que se llama el inconsciente y de lo que se irradia algunas plumas que serían entonces lo consciente. No se hagan esquemas que reposan siempre sobre la idea de que hay una sustancia llamada alma que tiene su vida autónoma, pues es eso lo que no se puede impedir a la gente que piense, esto es que el alma tiene su vida distinta y uno está muy cerca de la idea de que es ella la vida, muy simplemente, que es ella la que anima al cuerpo. Se ha leído a Freud así, a saber, que el inconsciente es una sustancia.” [18] Cuando Lacan dice “se ha leído a Freud así” también está diciendo que esa es la pluma de Freud.
Me permito citar un fragmento de uno de mis exanalistas de control, Roberto Harari, en una de sus últimas obras: “…En psicoanálisis, tal como nos lo enseña la experiencia de la cura, no se trata del discurso, ni del habla, ni de la palabra, ni de la lengua, ni del lenguaje en tanto estructurado, ni del objetivo de relatar, ni de informar, ni del participar, ni del de actualizar, ni del de proseguir, ni –menos aún- del de descargar. ¿De qué se trata, entonces? De ponderar en toda su magnitud cómo lo que sucede de relevante en el hablaje del analizante involucra sus palabras fractalizadas, esto es, quebradas y entrecortadas, sus interferencias, sus vacilaciones, sus equivocaciones –que no son errores-, sus dudas, sus confusiones, sus detenciones a mitad de camino, sus tartajeos, sus tartamudeos, su trastrabarse, sus farfulleos, sus tropiezos, sus torpezas, sus murmullos, sus musitaciones, sus atoramientos, sus gritos, sus suspiros, sus contradicciones flagrantes más inapercibidas, sus inconsistencias entre distintos dichos o entre dichos y actos, la cadencia musicalizada de tales dichos, el contrapunto llevado a cabo de esa forma, las musiquillas tarareadas de manera queda en el momento del saludo inicial, la modulación de sus quejas, el timbre de sus enunciados, sus olvidos, sus recuerdos en apariencia inmotivados y nimios más viscosa y desconcertantemente recurrentes, sus creencias erigidas como verdades colectiva e incuestionables, en fin, lo “burdo” de lo que está a punto de enunciar.”[19]
Lacan nunca puede ser traductor de Freud porque su clínica no traduce la freudiana; la reemplaza directamente. La teoría del significante en Lacan -como siempre decimos- es un corte abrupto a la teoría freudiana. De hecho, hay tres grandes tramos en esta teoría, en Lacan. La primera está en La Instancia de la Letra; donde como sabemos Lacan indica que un Sujeto está entre el par significante S1 y S2. La segunda aparece por el Seminario XX, donde Lacan habla del Enjambre Significante (S1 hace cadena, etc.). Y finalmente el tercer tramo donde Lacan, a partir del Seminario XXIV, dice “me equivoqué” y enuncia que entre el S1 y el S2 hay “puro forzaje”. Esto último nos permite ir más allá de la traducción-esperable. Es decir: autoriza al analista a jugar -volviendo a la Instancia de la Letra- con anagramas, elipses, etc. En los ejemplos que vamos a viñetar aparecen estos forzajes. Creemos que el hecho de que haya forzaje no invalida los primeros conceptos lacanianos sobre el significante; La Instancia de la letra sigue siendo un texto valioso y potente como tantos otros iniciales. Recordemos que: “La histérica revela los trasfondos de eso. Los trasfondos consisten muy exactamente en esta cosa sorprendente de que hay en el hombre cierto nivel de fenómenos que no se pueden explicar más que por un medio de traducción. En el sentido literal de esto, no se trata de transposición, se trata de traducción, una traducción no puede existir más que a partir del lenguaje. Puesto que el sueño es un rebus, ¿qué es lo que precisamente puede querer decir eso, sino que, bajo las figuras del sueño, hay palabras?” [20]
Vamos a enunciar un par de ejemplos de traducción psicoanalítica en donde se observará la responsabilidad del analista para buscar en el texto la producción de la letra. Donde podemos entender que -en psicoanálisis- se trata de ir hacia lo trans-lingüístico, ya que la lingüística se detiene en la frase. Y de donde se desprende que lo inconsciente -en el campo Lacaniano- es un invento y no un descubrimiento: de allí que se podría decir que, si Freud fue el Cristóbal Colón del psicoanálisis, Lacan era el Américo Vespucio. Por eso no le decimos al analizante que recuerde, sino que invente; o que traduzca.
Viñeta-Uno
Cada vez que va a decir algo que lo divide, se ríe y se le quiebra la voz. La angustia previa a lo que va a decir, lo hace reír. Esto ocurre en muchas sesiones; entonces se lo interpela:
¿Qué será eso de reírte? Re-irte, si puedo decirlo así…
Y sí… Me voy…
Te podría preguntar adónde, pero mejor decime ¿de dónde?
De todas esas cosas que no me gustan… Esperá, se me vino un sueño: El diente de la izquierda se rompía y se iba para el diente, la paleta, de la derecha… lo llamaba la derecha. Eso.
¿Traducción?
¡Izquierda, la pasión, los deseos, el lado del corazón… Ah! ¡Mirá…! Te empecé a hablar hoy que me dolía el pecho, el corazón…
Parecería que ese lado es lo incorrecto, ¿qué pensás? Y la derecha llama a lo izquierdo…
Siempre es así, ya sabés…
Decime… ¿Por qué paleta y no diente? Hubo una rectificación ahí…
La paleta es más grande… son los dos que se ven… Cuando abro la boca y uno se ríe… Uffff… ¡Mirá vos! ¡Esta risa donde volvió a aparecer!
Viñeta-Dos
En la penúltima sesión habla por fin de lo que lo ahoga: sueña que hay una ventana abierta por donde entra aire; pero recién después de una semana nos aclara algo más: “no la aguanto más”. Se refiere a su pareja. Y al entorno de su pareja, adonde él fue a vivir hace años. Un entorno donde el mandato, los preceptos, las decisiones -que son órdenes- se constituyen a modo de evangelio, de doctrina religiosa. Su pareja le da órdenes, controla absolutamente todo, no lo habilita a decidir casi nada. Una pareja que “para colmo Marce, ahora maneja la empresa del padre…”
Abre la sesión recordando que tuvo problemas terribles de cervicales esta semana… Se le recuerda lo de ser-el-servil de ese entorno, discurso que siempre aparece desde el inicio del tratamiento. Entonces recuerda un sueño: Va por la calle acompañado de alguien, medio oscuro todo, y entran a un templo donde es necesario colocarse capucha, como en los ritos de los Masones. Y finalmente le cortan la cabeza a alguien que sospecha es un niño.
¿Por qué medio oscuro?
Ni de noche ni de día… En la media oscuridad aún algo se puede ver… Digamos: todavía no es del todo noche.
¿Acompañado de quién?
Era un tipo… ella, él -perdón-…
¿Qué pasó ahí, dijiste “ella”: por qué ella?
Bueno, porque ella es así, es él… fálica. Controladora. Castradora, es la que me acompaña a ese tipo de templo.
¿Templo, capucha, rito? ¿Traducción?
Lo religioso, la capucha es aquello que todos esconden, lo que no se muestra… Igual que su familia, todos se esconden, todos muestran una fachada.
¿Niño?
Era un rito de iniciación. Hace tres años me llevó mi pareja a conocer a su familia.
¿Traducción?
…Y eso fue claramente un rito de iniciación como lo viví; para pertenecer.
Dijiste que le cortan la cabeza a vos, perdón, al niño…
Ufff… ¡Mira lo que me vino ahora!: le cortan la cabeza, pero no en cualquier lugar, no debajo de la nuez donde generalmente te decapitan… ¿adivina dónde?
Supongo que en las cervicales…
Tremendo Marce.
Bueno, el sueño esconde también el deseo de dejar de ser-servil.
Viñeta-Tres
Se trata de un exanalizante cuya problemática con los ideales, el padre, el cambio de trabajo y de locación (de la ciudad al campo), lo tiene un poco confundido; máxime si consideramos su imagen ante los otros. Por ejemplo, él debería ser ingeniero (que es lo que estudió) y no capataz de su campo, por ejemplo. En esta sesión comienza preguntándose cómo no ser aburrido como un día lunes; y cuenta un sueño un poco extenso, pero -para simplificar y subrayar el aspecto de la traducción- digamos que, en uno de sus párrafos, enuncia: “…Yo debía acompañarlo porque tenía que afilar el cuchillo en la ciudad de Rosario. Pero sólo se lo podía afilar un coronel. Después aparece mi vieja que me tiene que decir algo, pero justo ahí suena el reloj y me despierto.” En lo que concierne a este párrafo (y después de aclarar que “Rosario” es una de las pocas ciudades que aún no conoce (es decir: lo que tiene pendiente), se le pregunta traducción de lo siguiente:
¿Coronel?
Lo primero que se me viene a la cabeza es el coronel Aureliano Buendía de Cien años de Soledad, mi libro favorito.
Hablame de él porfa.
Es un personaje que defiende lo que le parece injusto y termina siendo un revolucionario de izquierda quedando decepcionado del sistema. Lucha por lo que uno considera injusto a pesar de poder quedar decepcionado después. Es un idealista. Los gauchos buscan en el cuchillo el ideal.
¿Qué significa? Traducí.
No hay ideal… Acá, como analistas, nos permitimos un forzaje, ya que además el verbo que utiliza el analizante como acción funcional y vincular entre el gaucho y él, y el cuchillo es Afilar y esto podría introducir la letra del Goce, ya que él viene hablando de la familia.
Le digo: –“Afilar podríamos decir que connota a filiar, ¿no? Familia, digamos. Que es un punto ideal que te venís planteando… qué esperan de vos, que esperás vos de una familia… Cómo no ser aburrido y frío como un día lunes y defender los ideales como Aureliano Buendía.”-
Viñeta-Cuatro
Ella viene hablando de su abuela que falleció. Se angustia y relaciona ese vínculo con un verdadero lazo fraternal. Acto seguido dice que soñó que la abuela estaba descansando sobre una madera; y que ese sueño le angustió mucho pero no sabe por qué. El analista lee una palabra que convierte en significante y -a la vez- en letra (porque ahí entiende que el Otro goza) y entonces dice:
Madera… madre era…
¿Será por eso que angustia? Ella confirma y llora.
Viñeta-Cinco
El analizante viene hablando y dice que extraña a su padre muerto. Se le pregunta qué le trae ese extrañar; es decir, que traduzca. Lo primero que dice es que desde que su padre murió él comenzó a irse de pueblo en pueblo, viviendo de pensión en pensión sin siquiera un cuarto fijo, compartiendo michas veces con otros la habitación. Después de un silencio dice: “Soñé con un número, no recuerdo más que es el 1457”. Se le pregunta primero qué cree con esa cifra, pero dice lo que en general dirán todos: “ni idea”. Pero como la asociación no es libre, sino que depende del analista, se le interroga nuevamente:
¿Se te ocurre algo si partimos la cifra, con el 14 y con 57? Entonces piensa y dice:
Ahora que lo pienso a los 57 años, o 56, murió mi padre… Pero ni idea con el 14.
Entonces el analista puede traducir: Ah okey, ahora sí. Y el 14 es Un-Cuarto… Que no hay desde que murió tu padre.
Viñeta-Seis
El analizante viene diciendo que piensa mucho en cómo ser aceptado por los demás… que eso incluso a veces lo paraliza porque -obviamente- está implicada su imagen. Comenta que está conociendo una chica nueva, que apenas se hablaron por chat y que ayer soñó con ella. Pero no se acuerda absolutamente nada. Como dijimos, la asociación-libre no existe y la lectura depende del analista. Entonces el analista opera y pregunta: ¿Cómo se llama esta chica?
“Tamara”– Dice el analizante.
Ah, okey… T-amará. Ahora sí. Se ríe y entonces entendió que uno siempre sueña con uno mismo, que el sueño es lo que se lee en lo que se dice; y que todo discurso es autorreferencial.
Como se ve, el problema de la traducción -como dijimos de entrada- conlleva el problema del Significante. A su lógica y su textura. Y esto -en la clínica de Lacan- no puede desprenderse de la escucha-lectura del analista. Es decir, conlleva al problema de qué hacemos en psicoanálisis.
III
Como habíamos mencionado up supra, no era el objetivo de este escrito versar sobre otras cuestiones en relación a la traducción; ya que hay muchísima bibliografía al respecto. A tal efecto, me permito recomendar las siguientes, y especialmente el de Gárate & Marinas:
- Allouch, J. (1994); Letra por Letra: Traducir, transcribir, transliterar.
- Agoff, I. (2021); Palabras peregrinas. La traducción en las ciencias conjeturales.
- Assandri, J. (2011); El impostor, las tres lenguas y el analista.
- Baños Orellana, J. (1995); El idioma de los lacanianos.
- Cassin, B. (2014); Más de una Lengua.
- Cassin, B. (2019); Elogio de la traducción: complicar el universal.
- Gárate I. & Marinas J. M. (2003); Lacan en Español, Breviario de Lectura.
- Ricaer, P. (1996); Sobre la Traducción.
- Taillandier, G. (1986); Algunos problemas del establecimiento del seminario de Jacques Lacan. Littoral-1.
Sí entiendo necesario acotar la breve mención del problema de la traducción en la obra de Jacques Lacan, puesto que -como es obvio suponer- tiene consecuencias clínicas.
Podríamos decir -en el marco del cierre de este trabajo- que Román Jakobson -a quien Lacan cita y da preponderancia incluso mucho más enfáticamente que a Saussure- realizó sus aportes al estudio de la lengua y en su texto «On Linguistic Aspects of Translation» (1959) consideró que habría tres tipos básicos de traducción:
- Intralingüística. Es una interpretación de signos verbales mediante otros signos del mismo idioma, mediante utilización de sinónimos, neologismos, cambios semánticos o circunloquios que actúen con carácter explicativo. Advierte el autor que ningún sinónimo puede significar exactamente lo mismo que la palabra original, por lo que siempre hay que tener presente esa posible deficiencia de significado.
- Interlingüística o la traducción propiamente dicha, entendida como el traslado de un mensaje desde una lengua de origen a una lengua meta. Ejemplos: traducción especializada, literaria, audiovisual, transcreación, etc.
- Intersemiótica o «transmutación», como una interpretación de signos verbales —código lingüístico— mediante signos de sistemas no verbales —código no lingüístico—. Abarca desde las expresiones faciales y gestuales o las onomatopeyas, hasta los emoticonos en los mensajes de texto.
También podríamos recordar -como nos dice Irene Agoff (2021) en up supra– que no hay ciencia de la traducción; sin que esto menoscabe el hecho de que pueda haber traducciones en plural. Esto nos lleva a pensar que, en nuestro campo psicoanalítico, no hay metadiscurso; y -a la vez- un hecho que habría que tener en cuenta y que está relacionado con cierta ecolalia en nuestra praxis que es la siguiente: “para ejercer el psicoanálisis, es necesario analizarse”. Pues bien; nos dice la autora: “Sin embargo, cabe preguntarse si no sucede lo mismo con la traducción en filosofía, en lingüística y hasta en matemática. Ahora bien, traducir psicoanálisis, ¿exige haberse psicoanalizado? Mi experiencia como traductora de seminarios y otros textos de Lacan, así como de decenas de libros de sus epígonos, sumada a mi lectura de seminarios y textos de Lacan traducidos por otros, me lleva a responder de manera categórica: todo indica que el haber cursado un psicoanálisis y/o el haberse formado seriamente en su doctrina no garantizan el producir traducciones correctas.”[21]
Siguiendo a esta autora, podemos también puntuar algo que ella rescata de las terminologías en el marco de las traducciones. Se refiere específicamente a la importación de los conceptos, palabras francesas que Lacan emplea designativamente con vocablos usuales de su lengua o con neologismos.
Aquí se alude poco o nada a la sintaxis, y menos, a la gramática. Preguntándose si acaso la semántica atañe sólo a la terminología. -“Hurgar en la etimología de un vocablo lacaniano, adentrarse con pocos o ningún recurso valedero -pues los analistas no son, habitualmente, filólogos- en la laberíntica historia de un término de una lengua extranjera, acudir con ese fin a mediadores de todo orden -ciencias del lenguaje de diversidad inabarcable-con los que tampoco el analista tendría por qué estar familiarizado, trasegar glosarios de muy distintas disciplinas, seguir en sus vericuetos el pensamiento, en definitiva bastante unheimlich -en el sentido de lo no familiar-, de filósofos, lógicos del lenguaje, sociólogos e incontables otros especialistas con miras a resolver enigmas de nomenclatura, todo ello parece procurar a los traductores de terminología al menos la sedación de la buena conciencia. Y como no se habla de la sintaxis, como no se habla de la gramática, ¿qué se hace con ellas?: simplemente, se las copia.”[22]
Uno de los conceptos que ha sido trasliterado -si se puede expresar el término de Allouch- es de la Verwerfung. Cito a la autora: “una palabra no es un mero signo para un concepto, ya que un concepto no pue de llegar a ser, y mucho menos ser registrado, sin la ayuda de una palabra. Justamente, el argumento de esta Jornada menciona la lectura por Lacan del alemán freudiano Verwerfung. Lacan se vio llevado primero a traducirlo por retranchement y sólo después por un vocablo de muy restringido uso en francés, forclusión. A todo esto, en un libro de Claude Rabant publicado en castellano en 1993,’ se sostiene que, salvo el caso de “El hombre de los lobos”, en ninguna otra parte del corpus freudiano la palabra Verwerfung está utilizada con el sentido de “forclusión”. El término Verneinung da lugar asimismo a interesantes desarrollos que impiden, en francés y en castellano, aunque por diferentes motivos, traducirlo por un mismo vocablo en todos sus contextos de aparición. El alemán Verleugnung impulsó a Lacan a modificar reiteradamente su traducción francesa -sucesivamente, déni, désaveu, démenti-a lo cual podríamos añadir que incluso “freudianos” de otras observancias tampoco se ponen de acuerdo en este punto: el vaivén entre déni y désaveu es permanente.”[23]
Lo mismo se podría decir, por ejemplo, con otro de los vocablos utilizados por Lacan, donde juega con una serie de palabras transformadas en neologismo. Se trata de El Sinthome, que es una conjugación semántica entre Síntoma, Santo Tomás y Santo Hombre.
En la primera parte de este trabajo recordábamos el término Unbewusst y l’une becue. Siguiendo esta descomposición de palabras, esta transformación, nos encontramos con uno de sus títulos más generalmente vinculados a este tema de la traducción y la homofonía, que es el del Seminario 24. Cito: “Lacan no dudó en el Seminario siguiente a Le sinthome, […] redobla la apuesta por la homofonia y lo titula: “L’insu que sait de l’une becue salle à mourre”. Esto, gramaticalmente hablando, es una oración. Aunque difíciles de determinar a primera vista, se compone de sujeto y predicado. Sólo que, en francés, no tiene ninguna especie de sentido. Todos lo sabemos: el secreto del procedimiento es la homofonía. Pues la frase “suena” muy parecida a esta otra: “L’insuccès de l’Unbewusst c’est l’amour”. Es decir: “El fracaso del Unbewusst (del inconsciente) es el amor”. Aquí Lacan se vale de la homofonia por partida doble: dentro del francés y entre el francés y el alemán. En el primer caso, se vale de la homofonía que el inconsciente expone en sus manifestaciones; en el segundo, de la que la elongación entre lenguas le posibilitaría al inconsciente.”[24]
Este tipo de permisos y forzamientos en que Lacan se autoriza, nos recuerda que también Freud fue honesto con su lengua, el alemán, para conceptualizar algunas cuestiones. Por eso, no es lo mismo -para dar un solo ejemplo en su obra- traducir Trieb como Instinto o como Pulsión (historia de larga data entre las versiones de López Ballesteros y de L. Etcheverry); así mismo nos puede llevar a una mal-versión en la clínica los conceptos errados de traducción en la obra lacaniana. Otro tanto ocurre -en el campo de Lacan- con el concepto de Gozo, traducido como Goce.
El problema de la traducción en la obra del maestro francés, nos lleva a la pregunta por el establecimiento de su transmisión. Esta fue oral en su mayor parte. En 1966 publica Écrits (Paris, Le Seuil), y ya por ese entonces su discípulo -después yerno- Jacques-Alain Miller se encarga de correcciones y reescrituras. La divulgación que hace Miller de Lacan fue siempre controvertida. En 1973 Lacan acepta que Jacques-Alain Miller establezca también el texto de los Seminarios y -como se sabe- también lo nombra heredero único, responsable legal de dicho establecimiento oficial, así como de los derechos para su publicación, que quedarán en manos de la editorial Parisina Du Seuil.
Se conoce ampliamente cuales son los mayores reproches hechos a la figura de Miller en relación con esto; no sólo la demora en oficializar los textos; sino -básicamente- los errores de traducción en que infligen quienes se autorizaron a hacerlo. Además -en su mayoría- no contienen los diálogos que Lacan emprendía con sus colegas en dichos Seminarios; se han mutilados -y/o modificados- cientos de grafos, reseñas, acotaciones, etc. de los mismos; y también se han anulado clases donde intervenían otros colegas.
Esto, claro, sumado a los estilos de traducción (estoy tentado en llamarlos errores) totalmente divergentes a la letra original: el Seminario XX ya desde su título fue mal traducido, puesto que -en español- lleva tilde la palabra Aún: Encore se refiere a una homofonía con en-corps y “más todavía”, que -a la vez- connota a la cuestión del Goce.
Roberto Harari -quien fuese otrora uno de mis ex analistas de Control y con quien actualmente difiero en muchísimos aspectos conceptuales, técnicos y clínicos; pero que no dejo de agradecer su herencia teórica- tiene un breve escrito sobre los errores que contiene la traducción de este Seminario XX en la versión al español supervisada por J-A. Miller. Enumera 20, comenzando por el título del Seminario que -al estar sin tilde ortográfico- cambia el sentido. Dejamos acá la referencia para que el lector atento pueda: Harari R.; El Seminario XX de Lacan en castellano; Psicoanálisis in-mundo; Ed. Kargieman, Buenos Aires; 1994.
Bien: estos “antecedentes” creo que nos sirven para enmarcar y repensar el problema de la traducción como problema clínico. De allí que -como también expresamos siempre- las disciplinas parten de conceptos para llegar a la praxis. Así como no existe ningún ingeniero agrónomo que pueda medir un terreno sin estudiar (saber) antes conceptos de agrimensura; así como tampoco exista ningún médico que se acerque a su paciente sin haber estudiado antes conceptos teóricos; tampoco existe el analista que pueda encarar su praxis sin la teoría respectiva, al menos -claro- que haga cualquier cosa o simplemente escuche. Nuestra praxis no se limita a escuchar; sino a leer un texto, a interpretarlo, a traducirlo, y a agujerear el semblante para poder producir un Sujeto, una verdad en su trazo. Un Sujeto que se aleje de la Demanda del Otro que lo sintomatiza: esto que Lacan llamó Pulsión vehiculizada por un Saber, “medio de Goce”.[25]
Me permito finalizar con el poeta más lacaniano que he leído, y que hemos hecho mención en el epígrafe de este escrito:
“Hay fragmentos de palabras
adentro de todas las cosas,
como restos de una antigua siembra.
Para poder hallarlos
es preciso recuperar el balbuceo
del comienzo o el fin.
Y desde el olvido de los nombres
aprender otra vez a deletrear las palabras,
pero desde atrás de las letras.
Quizá descubramos entonces
que no es necesario completar esos fragmentos,
porque cada uno es una palabra entera,
una palabra de un lenguaje olvidado.
Y hasta es posible que encontremos en cada cosa
un texto completo,
un reservado y protegido texto
que no es preciso leer para entender.” [26]
Obras citadas:
Allouch, Jean. Letra por Letra: Traducir, transcribir, transliterar. Ed. Epeele, 1994.
Agoff, I.; Palabras peregrinas. La traducción en las ciencias conjeturales. La Cebra, 2021.
Baños Orellana Jorge; El idioma de los lacanianos. Atuel Ediciones, 1995.
Benjamin, Walter. La tarea del traductor. Ángelus Novus,1971.
Cassin, Barbara. Más de una Lengua. Fondo Cultura Económica, 2014.
—. Elogio de la traducción: complicar el universal. Cuenco del Plata, 2019.
Gárate I. & Marinas J. M.; Lacan en español. Breviario de Lectura. 2003.
Harari, Roberto. Manifiesto Realenguaje I. Palabra, violencia, segregación y otros impromptus psicoanalíticos. Catálogos, 2007.
Juarroz R.; Antología Esencial. Ediciones Continente, 2008.
Lacan, Jacques. Seminarios & Escritos. Ediciones Varias.
Ricœur, Paul. Sobre la Traducción. Paidós1996.
Taillandier, G. Algunos problemas del establecimiento del seminario de Jacques Lacan. Littoral-1, 1986.
Umberto, Eco. Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción. R. Mondadori, 2008.
Notas al final:
[1] Lacan, J.; Seminario XIX, sesión 21.VI.72
[2] Lacan, J.; Seminario XXI. Los no incautos yerran.
[3] Lacan, J.; Seminario XXV. El momento de concluir.
[4] Lacan, J.; Conferencia Hablo a las paredes, 1972.
[5] Lacan J.; Seminario I, sesión 7.VII.54.
[6] Eco, Umberto. 2008 [2003] Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción. Random Mondadori. p 304
[7] Lacan, J. Seminario I, sesión 07.VII.54
[8] Lacan, J. Seminario X, sesión 21.XI.62
[9] Paul Ricœur, Sobre la Traducción, 2005
[10] Lacan, J. Seminario XXV, sesión 20.XII.75
[11] Lacan J.; Seminario XXI, sesión 11.XII.73
[12] Juarroz R.; Undécima poesía vertical, 1988
[13] Lacan J.; Seminario XVIII, sesión 17.II.71
[14] Lacan J.; Seminario XVIII, sesión 10.III.71
[15] Lacan J.; Seminario XXII, sesión 14.I.75
[16] Agoff I.; Palabras peregrinas. La traducción en las ciencias conjeturales. La Cebra, Bs. As.; 2021.
[17] Me refiero al nombre de su Seminario: L’ insu que sait de l’une bévue que incluso tiene varias posibles lecturas homofónicas, como “El fracaso de lo inconsciente, es el amor” o “Lo inconsciente que sabe del equívoco”. Lo importante, sin embargo, es notar como el Unbewusste freudiano es para Lacan L´une-bévue.
[18] Lacan J.; Discurso de Tokio, 21.IV.71
[19] Harari R.; Manifiesto Realenguaje I. Palabra, violencia, segregación y otros impromptus psicoanalíticos. Catálogos, Buenos Aires; 2007.
[20] Lacan J.; Discurso de Tokio. 21.IV.71
[21] Agoff I.; Palabras peregrinas. La traducción en las ciencias conjeturales. La Cebra, Bs. As.; 2021.
[22] Ídem; Óp. Cit.
[23] Ídem; Óp. Cit.
[24] Ídem; Óp. Cit.
[25] Lacan J.; Seminario XVII, sesión 14.I.70
[26] Juarroz R.; Duodécima poesía vertical, 1991
Biografía:
Psicoanalista, residente en Buenos Aires, Argentina.
Posgrado en Filosofía U.B.A.
Creador del Canal y Blog PsicoCorreo.
Docente y Supervisor. Coordinador de Grupos de Estudio e Investigación en Psicoanálisis y Formalización Lógica.
Website: https://psicocorreo0.wixsite.com/psico
Fecha de publicación: 6 de febrero, 2023
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