Parásitos, SurCorea.



El mejor Plan es no tener Planes... Cuando para algunos la lluvia puede ser una bendición, otros quedan inundados en la carencia absoluta. Cuando algunos pocos pueden vivir alienados en la ostentación y la opulencia, otros -al mismo tiempo- viven sumergidos en sótanos donde apenas una ventana pequeña y rectangular los comunica con la calle -lugar donde un mendigo orina diariamente- como único paisaje de su hogar.

Bong Joon-ho es el guionista y director surcoreano que intentó plasmar la brutal disonancia social que el liberalismo global imprime sobre la sociedad capitalista. Liberalismo que no contempla a un Estado Benefactor pero que siempre cae en la ayuda del Estado cuando necesita salvar sus intereses: recordemos -por nombrar un solo ejemplo- la inyección de 700 000  millones de dólares del Estado de los EE.UU. para sostener a los bancos amenazados por la quiebra en el gobierno de Bush (que trasladó la anterior  presidencia de Reagan) duplicando la deuda pública a la llegada de Barack Obama.



“Parásitos” es la metáfora de la desigualdad social que el neoliberalismo produce y acrecienta. Con la sutil bifrontalidad que conlleva ese significante: ¿Quiénes serían los parásitos? ¿Aquellos que están al borde del sistema y necesitan vivir a costa de los ricos; o aquellos cuyo opulento y cotidiano consumo devoto y frenético constituyen el protagónico de la clase ociosa ya estudiada -entre otros- por el notable Thorstein Veblen y necesitan del proletariado? En última instancia se presenta acá la clásica disyuntiva sociopolítica y, no en menor grado, la estética antropológica con que la disparidad radical y la nula conciencia-de-clases que se atornilla en una sociedad que aparece ligada a la producción mundial y al avance tecnológico. No es casual que el director inicie su obra con una escena donde, en el tercer país mundial de mayores usuarios de Banda Ancha, no funcione la conexión a internet. Que es tambien un modo de expresar que el Bienestar no es para todos.

Una película cruda, con un guion acorde a un discurso donde la dialéctica Hegeliana Amo/Esclavo hace honor al título de la obra y nos invita a reflexionar sobre la siempre violencia de estratificaciones y meritocracias sociales donde el exabrupto, el exceso, la codicia y el desinterés por un reparto más equitativo de recursos y servicios; llevan a que los pobres se enfrenten con los pobres (hay una escena crudísima en la obra entre las dos familias de bajo recursos que se disputan una posición que creen merecer; y pensemos -por ejemplo- en los policías reprimiendo a maestros, en nuestro propio país) y -paradoja mediante- salga el carente de un sótano para terminar en otro, pero con mayor carencia.

Un película que también nos recuerda como se puede transformar el horror de una sociedad en una obra de arte. Irónico y grotesco discurso donde la pobreza misma termine siendo -harto más que víctima- culpable del armonioso statu-quo del patrimonio hegemónico de la clase alta.

Marcelo Augusto Pérez
La Ilusión de Pobres y Ricos
Sobre el Film:
Parásito
[ Bong Joon-ho, Surcorea, 2019]

Artes Visuales:
Juan Manuel Echavarría
[ Medellin, 1947 ]

El autor de las Fotografías expuestas aquí también ha sabido reflexar en arte su horror. Cito, de su Página:

Fue de niño en Medellín, Colombia, cuando oí por primera vez hablar sobre esos “cortes”: “corte de corbata”, “corte de franela”–mutilaciones que se le hacían al cuerpo humano y que yo algunas veces escuchaba por la radio o entre las conversaciones de mi familia. Estos “cortes” se practicaron en los años cincuenta cuando se desató la violencia entre conservadores y liberales en las zonas rurales de Colombia. Fue al investigar esa época que hoy se conoce como “La Violencia”, cuando leí sobre ese otro corte que desconocía: el “corte de florero.” En este “corte”, a la víctima se la degollaba y se cortaban sus extremidades para luego introducirlas en su torso como si este fuera un florero. Fue este primer recuerdo de la violencia política en mi país el que me movió, en 1997 a trabajar con huesos humanos y a recomponerlos en “flores”, una metáfora de estos “cortes”.

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