El Síndrome de Procusto




                                                    “Nunca al colegio, siempre la vida 
                                              y las mañanas del sol aquel...”
                                                       
                                                     "Pato trabaja en una carnicería" 
Moris



  Procustes muere de igual modo que ha matado. Teseo lo acuesta y va aserrando su cuerpo hasta que su tamaño coincida con el mismo lecho de Procustes quien, durante mucho tiempo, ha prodigado el mismo tipo de tortura a sus huéspedes circunstanciales. Algunos eran aserrados por demasiado largos, otros descoyuntados a mazazos por demasiado cortos. Cosas de griegos mitológicos, ¿puros cuentos tal vez?

  Si el viejo Procustes, posiblemente hijo del mismo Poseidón, no hubiera sido asesinado por Teseo, el gran celador de la ley, como decíamos, sería imaginable ver su última morada en la Argentina –puro capricho, nada más– en nuestro vernáculo penal de Ushuaia en la década del treinta, con Santos Godino, por ejemplo, y otros muchachos de los que escapan a la clínica binaria.

  Un inédito Procustes, quizás porteño condenado al sur, gustoso del malevaje, ensangrentado, oscuro, perverso.

  Lo posiblemente cierto es que la edipización, Teseo en este caso, siempre gana, a fuerza de penas de muerte, venganzas, fármacos, electroshock, cárceles y otras reclusiones más o menos simbólicas. Cuesta un poco incluir algunas, sino muchas, instituciones educativas, en estas reclusiones (¿incluimos o no incluimos? ¿Será esa la cuestión?)

  Incluye sin demasiada piedad simbólica, eso pareciera, el músico y pedagogo canadiense Murray Shafer. Cedemos la palabra:

  “Para el niño de cinco años, la vida es arte y el arte es vida. La experiencia es para él un fluido caleidoscópico y sinestésico. Observe jugar a los niños y trate de delimitar sus actividades por las categorías de las formas de arte conocidas. Es imposible. Sin embargo, en cuanto estos niños ingresan en la escuela, el arte se vuelve arte y la vida se convierte en vida” y más adelante completa la idea diciendo que ese momento del principio de la escolarización constituye “la experiencia más traumática de la vida de un niño pequeño”

  Siguiendo con el disparate de la proyección local, es imaginable un Procustes “resocializado”. Es solo un ejercicio de imaginación. Obviamente que como reza la doxa no hay mejor bombero que el que fue incendiario; entonces juguemos a que…

  Dale que…
Procustes es ahora un maestro de arte en la disciplina que se quiera imaginar. Obviamente se ha vuelto más “teseísta” que Teseo, pero continúa fiel a sus técnicas. Es ahora un profesor, el lecho su recurso didáctico, lo demás pedagogía pura, instituida, incuestionable.

  En su intento brutal pero menos sangriento, el viejo anfitrión del Ática devenido en “enseñante” sigue “encarnando verbos”, o intentando hacerlo. Las obras de sus discípulos son demasiado cortas o demasiado largas, listas para la sierra o para la maza. La encarnadura debe ser perfecta, a la altura de las circunstancias que el verbo propone.

  Falta un dato: parece que Procustes, según versiones no confirmadas, tenía en su albergue mitológico dos catres de distinto tamaño. A simple vista, como buen “inanalizable”, signaba el destino exacto para su víctima, vale decir, el lecho que no sería adecuado, o mejor dicho, el lecho que sería adecuado para el mismo goce de nuestro Procustes. Luego, simplemente, era tiempo de “operar”.

  El verbo nunca se encarna, la estructura nunca se adecua; no hay cuerpo que venga bien. Entonces ya estaríamos al borde la herejía.
Queremos decir que este texto estaría al borde de la herejía: verbos que se encarnan.

  Héresie (homofonía francófona del RSI (Real, imaginario y simbólico de Lacan). Tomamos este “buen orden” de los tres registros del libro de Isidoro Vegh, Las intervenciones del analista por instalar también, y precisamente, el significante “analista”. No quisiéramos sin embargo inferir de modo categórico la existencia de “analistas procusteanos”, pero hay rumores: la gente habla, igualito que en el tiempo mítico de Teseo y Procustes.

  Entendemos, creemos poder entender que este texto se está “yendo de madre” –o de Padre– pero como ese mismo entender nuestro garantiza su edipización, seguimos: Teseo es asesinado por Licomedes o tal vez haya muerto en un accidente, nunca queda claro. El asesino serial, el encarnador de verbos, el guardián de la edipización no ha resucitado. Procustes, contrario sensu, pareciera que sí.

  Si enseñar es “poner en signo”, ¿será ese signo el lecho –o los lechos– de Procustes? No lo sabemos. De todos modos y para no aceptar recostarnos en el lecho de nadie, o de casi nadie, un neologismo volverá a poner en riesgo la estructura corta o larga que alberga este texto: “procustear”.

- Recuéstese, tranquilo. Lo escucho.

  Hay maestros procusteadores capaces de romper producciones de estudiantes delante de todo un curso, por ejemplo, en escuelas de artes visuales; capaces de decir a un futuro compositor que presenta sus primeros bocetos: “olvide esto, no tiene futuro” en algún “conservatorio” prestigioso.

  Hay maestros procusteadores que instalan su goce en la raíz compartida de profesor y profeta, “procustean y futurizan”, “saben” quién tiene talento y quién no.

  Hay, finalmente, o pareciera haber, analistas siempre dispuestos a llenar de sentido común la falta, a no dividir, a poner en juego asuntos contratransferenciales al estilo Procustes, con la sierra o la maza, herramientas indispensables del sentido común. ¿Inhibidores profesionales?
Hay, pareciera haber, divanes que son el lecho de Procustes.

  Unos y otros parecen ser agentes de la inhibición, dicho a la freudiana. Luego, como salidos de la posada de Procustes, hay estudiantes que esconden su producción bajo su cama, justo del tamaño de sus pinturas, y analizantes que recortan su neurosis a un discurso negador, “dado de alta” que no puede habilitar el amor que permita que el goce condescienda al deseo.

  Mientras tanto, en algún bar del bajo porteño, Teseo y Procustes se toman un café, es invierno en Buenos Aires y dos catres de distinta medida van percutiendo sobre el carro de un viejo cartonero.

Juan Trepiana
Divanes de Procustes
Texro Publicado en El Sigma, Portal Web de Psicoanálisis, 2019.
http://www.elsigma.com/columnas/divanes-de-procustes/13634


Imagen*: tomada de https://de.wiktionary.org/wiki/Prokrustesbett#/media/Datei:Prokrustes.jpg
Representación caricaturizada de una cama de Procruste de la revista satírica alemana Berliner Waspen del 30 de agosto de 1878 Título: “Prokrustes”. Firma: [Bismarck:] "Como veo, la libertad es un poco demasiado grande - queremos que sea para su satisfacción (Él le corta las piernas.)


Bibliografía

Chemama, Roland. Diccionario de psicoanálisis. Amorrortu editores, 2010
Freud, Sigmund. “Inhibición, síntoma y angustia”. Amorrortu, 2003. Obras Completas.
Graves, Robert. Los mitos griegos volumen I. Alianza Editorial, 1998
Schafer, R. Murray. El rinoceronte en el aula. Ricordi, Buenos Aires, 1984
Trepiana, Juan. Didáctica obscena. Autores de Argentina, 2018
Vegh, Isidoro. Las intervenciones del analista. Letra Viva, 2017

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