El tempo del Sujeto. Música y Fantasma.



Tal vez por haberse dedicado a la trasmisión musical en (con) niños -o quizás no sólo por eso, claro- es que Pablo Bensaya, además de ser profesor de armonía y contrapunto; pedagogo y compositor musical; es también alguien que ha sabido leer -más allá del pentagrama de papel- el alma (y estoy tentado a decir: el Fantasma) del Sujeto. Y cuando muchos músicos y docentes de música siguen empeñados en encontrar el punto justo ideal entre el metrónomo y la nota y la acción instrumental, el autor investiga y enuncia que existe el mito del metrónomo vinculado al "fuera de tempo".  Y entonces nos encontramos con un artículo contundente -poderoso- que me recuerda a otros docentes que, sin tener un saber sobre el psicoanálisis, entienden que  el  ”aprenzaje que falla” tiene más que ver con el fantasma (es decir: con la realidad de cada uno) que con cierta supuesta realidad anexa: teclas, teoría, cuerdas vocales, etc. En definitiva: que no hay cuerdas que fallen sino, ante todo y primariamente, si no existe una falla en el portador de ese instrumento. Simplemente, porque no hay realidad más que la del Fantasma. Es decir: que no hay tempo musical mas que el que es el tempo de la neurosis; y que este es el caso por caso.



Espero el lector disfrute de este texto que me lo entrega un analizante que también entiende esta problemática topológica anudada -vía sintomática- al deseo; es decir: a la castración. Y que tratando de desanudar algunos actos fallidos (por qué, por ejemplo, alguien se puede paralizar justo en el momento de una ejecución, o quedar mudo en el instante de pronunciar una palabra) se ha encontrado con este material de lectura. Por lo cual entiendo que podríamos reemplazar tranquilamente algunos vocablos para llevarlos a nuestro entendimiento Lacaniano. Como por ejemplo; donde dice “sistema nervioso” podríamos poner “fantasma”; y entonces parafrasear su sintagma de tal modo que se lea: “El origen no está en lo que hay que ejecutar sino en las relaciones del fantasma [sistema nervioso] con lo que hay que ejecutar, con quiénes hay que ejecutarlo y para quiénes hay que ejecutarlo. Para ser más simples, es una alteración de las emociones y no de la técnica musical (tratemos de ser sensatos, estamos hablando de músicos, no de principiantes).”

¿Será casualidad que el texto de Bensaya comience con la palabra deseo? Creo que no: porque se está tratando de analizar la Lógica del Fantasma. Y porque hay tanta relación entre la música y un reloj, como entre las matemáticas y la falta.

Repito -y creo no exagerar-: cuando un pedagogo, un maestro, un sujeto dedicado a transmitir algo, puede concluir en semejantes argumentos; está escuchando algo más que los sonidos. Está ensayando el acercamiento a  lo que Ingmar Bergman llamó -en paralelo con Jacques Lacan- el alma humana. Platón y Heráclito lo sabían. Y por supuesto Freud. Y a esta problemática del adentro y afuera del mundo, Heidegger la llamó “la casa del Ser”. El Heim, lo familiar; donde también -en una simple vuelta Möebiana- se puede encontrar lo UnHeimlich: lo Siniestro.

De allí que Pablo Bensaya pueda declarar: “En el mundo de las representaciones, tempo es vara, regla, norma, convención, acuerdo, puntualidad, aceptación, consenso. Está más cerca de lo cierto que de la culpa. Estar fuera es eso mismo, quedarnos en la antesala de determinado mundo. ¿Por qué ir tan lejos con algo que solo aparenta una carencia técnica? Porque una manifestación humana de la cual depende el ser no puede no poseer un grado notable de profundidad."

De este mismo hilo derivamos lo que venimos repitiendo desde siempre: primero el fantasma, después el Sujeto. Es decir, primero el Lenguaje. Es decir: primero la teoría/el juicio/el prejuicio incluso; después el experimento, la praxis, la acción. O, como suelo repetir a mis colegas: si leo y me posiciono desde Freud, escucho (y hago una clínica) desde Freud (y entonces creo en el famoso SuperYo malo y gozador, en el Padre pendenciero tipo Amadeus que viene a cobrarse su Deuda, etc.); si en cambio me formo desde los estudios de Melanie Klein, entonces mi clínica será Kleniana y escucharé penes voladores por doquier; si me formo desde Lacan, escucharé desde el discurso y no desde la pulsión; y por lo tanto es lo que se dice y no lo que dice el Manual (de Freud o de cualquiera)... Y si salgo de la facultad de Psicología, entonces vaya a saber desde donde escucho... Suelo reírme mucho cuando a este empeño a la no posición lo llaman eclecticismo. Mejor sería -sin eufemismo- llamarlo a la criolla: “no tengo la más puta idea de que se trata todo esto”.

Esta cuestión Lenguaje/Fantasma/Praxis -en ese orden- está en la “naturaleza” de todo Sujeto, y los grandes científicos siempre lo supieron. Nunca ningún Max Planck partió de Newton para llegar a sus hipótesis: aunque por supuesto no lo desconoció y hasta debió criticarlo. De allí que nuestro querido Albert Einstein pudo haber declarado en su pequeño gran libro “La física, aventura del pensamiento”: "Los conceptos físicos son creaciones libres del intelecto determinadas por el mundo exterior. En nuestro empeño por concebir la realidad, nos parecemos a alguien que tratara de descubrir el mecanismo invisible de un reloj, del cual ve el movimiento de las agujas, oye el tic-tac, pero no le es posible abrir la caja que lo contiene. Si se tratara de una persona ingeniosa, podrá imaginar un mecanismo que sea capaz de producir los efectos observados, pero nunca estará segura completamente de si su imagen es la única que los puede explicar. Jamás podrá compararla con el mecanismo real, y no puede concebir, siquiera, el significado de una comparación que le está vedada. Como él, el hombre de ciencia creerá ciertamente que, al aumentar su conocimiento, su imagen de la realidad se hará más simple y explicará mayor número de impresiones sensoriales. Puede creer en la existencia de un límite ideal del saber, al que se aproxima el entendimiento humano, y llamar a este límite verdad objetiva.”

Los dejo con el material; ojalá lo disfruten.

Marcelo A. Pérez
V - 2019
El tempo del Sujeto. 
Una introducción al Texto de Pablo Bensaya.

Artes Visuales: Robert Duchauffour / Francia.




Deseo reflexionar acerca del fuera de tempo, ese problema que lleva a
"perdernos" en la ejecución musical. Pretendo un marco de tipo general
para que inicialmente cada uno desarrolle los entrenamientos que crea
pertinentes a su caso particular. Intento plantearlo en términos
conceptuales para que de ello nazcan ideas alentadoras y fortalecedoras
del proceso de solución.

Es un mito el metrónomo vinculado al "fuera de tempo". Hay personas
que además de realizar estudios poseen un "olfato" para el tempo, otros,
espontáneamente, no. Están los que desarrollan esa habilidad con
esfuerzo y dedicación y finalmente un grupo que jamás lo logrará. Este
último es discutible, muchas veces se trata de músicos que se resignan o,
lo que es más común, caen en creencias absurdas que solo demoran el
camino hacia la comprensión de lo que les está pasando: el fuera de
tempo es un problema que debe ser tratado. Sí, es un problema que debe
ser afrontado para ser resuelto con propiedad y contundencia.
¿Suena a enfermedad? En términos sencillos lo es. El fuera de tempo
es a la ejecución lo que ciertas adicciones a la sociedad, no importa mucho
el paralelismo exacto, importa comprender que se tiene un problema. La
idea de "enfermedad" va a surgir cuando realizado el mismo trayecto de
estudio se adviertan resultados de control de tempo abiertamente
diferentes, no es ocioso marcar esto ya que podríamos pensar que es algo
a priori. Es el resultado de un estudio que no ha logrado penetrar ciertas
napas de la asimilación. No traumarse ni "perseguirse" por lo dicho es
fundamental, al contrario, debe proveer argumento necesario para
acometer sin mayor dilación un plan de recuperación.

Existen dos preguntas para comenzar el análisis. La primera es si
realmente el músico conoce, acabadamente, las figuras que debe ejecutar.
La segunda es si hace algo sistemático para evitar el fuera de tempo.
Muchos contestan que ambas cosas están bajo supervisión, que lo tienen
más o menos claro. La realidad es muy diferente. Si lo tuvieran tan claro,
no padecerían lo que padecen, es simple. La mentira no colabora. El
músico fuera de tempo debe trabajar en ciertas áreas mucho más que
otros, y no es que sepa menos, es una dificultad que se manifiesta en
música pero que no parte de la música. Veamos esto. El origen no está en
lo que hay que ejecutar sino en las relaciones del sistema nervioso con lo que hay que ejecutar, con quiénes hay que ejecutarlo y para quiénes hay
que ejecutarlo. Para ser más simples, es una alteración de las emociones y
no de la técnica musical (tratemos de ser sensatos, estamos hablando de
músicos, no de principiantes). ¿Gas, cuerda, edificio, tren? No, si fuera
para suicidarse habría otros asuntos musicales de mayor peso, por
ejemplo tener muy mal gusto y acierto para la armonía. Verdad es que las
emociones y la música (para el músico, claro) están casi en órdenes
idénticos y de allí que interfieran, en este caso, justo cuando uno no lo
desea; es típico el bajista o baterista que implora al cielo para que lo dote
de un metrónomo por corazón y le permita ser buen tiempista, lentamente
se acostumbra a lo poco, a lo mediocre, a pedir estar en tempo, nada más.
Más aún, se va volviendo menos persona cada día desde el momento en
que su propia valoración decae. El tema es que no se trata de sufrir, esto
es quitar sufrimiento a partes de la música que lo requieren mucho más. Es
decir que si uno logra no sufrir en esto porque todo está realmente
controlado, tendrá mayor capacidad para sufrir en cosas de elevada
profundidad, o al menos mayor que el fuera de tempo. No puede ser que
un músico esté tan pendiente de las garras del fuera de tempo que le
impida disfrutar normalmente lo que hace.

A través de la experiencia vemos que buena parte de los fuera de
tempo, los de tipo crónico, son pérdidas sistemáticas de la atención, o,
dicho de otra manera, es una atención colocada en el lugar incorrecto. Uno
se "pierde" cuando no advierte las señales, cuando quedaron fuera de
nuestro alcance. Como el sendero de miguitas del cuento, eran solo
efímeras marcas, distinto hubiera resultado con piedras de un kilo. En el
tempo ocurre algo de cierta similitud. Debemos aprender a colocar señales
y a concentrarnos en ellas. Y para colocar señales primero hay que
tenerlas. Todo este simbolismo lleva a elaborar la solución sobre bases
amplias, cada caso es diferente pero con puntos fundamentales en común.
Con lo planteado hasta ahora podemos listar elementos salientes e importantes:
 entender que...

 - se trata de un problema al que buscaremos solución
 - dicho problema está basado en un trastorno de la atención
- dicho problema nace de la emocionalidad y que se manifiesta en la
música
- algo nos pasa cuando intentamos canalizar la emoción a través del
quehacer musical; hay un impedimento, un bloque que deberemos quitar.

Ya con estos items podremos abordar un plan. A veces no es tan
importante el plan en sí mismo sino su cumplimiento ya que al ceñirnos a
una disciplina estamos autogenerando un estado de conciencia de tipo
permanente, sin locuras ni cosas raras, solo una situación de alerta que
cuanto menos queramos acordarnos estará actuando por nosotros de
manera automática, de eso se trata, de la instauración de mecanismos que
estén presentes de modo estable y duradero. Es igual, bastante análogo,
al que lo trae desde la cuna pero por vía de la reeducación, aquí
deberíamos decir educación, no hay opciones, si uno no lo trae, debe
fabricarlo y perder menos tiempo llorando su ausencia. Es malo despreciar
este tipo de rehabilitación pensando que jamás se llegarán a obtener
resultados tan satisfactorios como los venidos naturalmente, además de
caer en un error pernicioso, es una falacia ya que no podemos saber "lo
natural" en nosotros hasta despejar el problema que ocasiona la dificultad.
Es decir, traemos las mejores condiciones de tempo pero no todos
podemos manifestarlas con soltura.

Todo músico tiene alguna "enfermedad", algún problema que le es
gravoso. Los fuera de tempo, los sin oído, los sin armonía, los sin
composición, los sin comprensiones musicológicas, los sin desarrollo, los
sin tema, los sin interpretación... Cierto es que según el ámbito en el que
uno se mueva, importará más tener uno que otro pero quiero llegar a la
idea de que a todos nos falta algo, todos tenemos alguna dificultad que nos
disgusta. Muchos han decidido sobrellevarla, ya sea por resignación o
porque en lo que hacen no gravita, o simplemente porque sí. En otros la
cuestión no es favorable en virtud de que el padeciente está dentro de un
esquema que le exige solución inminente. Cada uno evaluará su caso. Lo
que vale, y vale oro, es darse cuenta que existen estos problemas y que
tienen "remedio".

***
Ya en un terreno práctico, los dos tributarios principales para salir del
fuera de tempo son el estudio y la sistematización personal. Tanto los
conservatorios como los profesores particulares, no nos aportan un camino
concreto para el aprendizaje del sentido real del tempo. Son ejercicios y
consejos de todo tipo pero que no incluyen acciones decisivas y razonadas
que preparen nuestro sentido del tempo. La explicación es bastante
sencilla: no hace falta. Y es cierto, para tocar bien una partitura no es
requerida nuestra capacidad del "dentro de tempo". Es posible que se
impartan ejercitaciones tendientes a reforzar el sentido rítmico pero no
pasan de ello, trabajo complementario pero sobre todo asistemático,
despreocupado completamente de actuar sobre un eventual problema.
Hacer el Hindemith completo no resuelve sino el sentido de relaciones
rítmicas, un fuera de tempo, justamente, además por ser músico, no tiene,
básicamente, una dificultad relativa. En el fondo nadie acepta, por
ignorancia, que el fuera de tiempo es una dificultad, inicialmente potencial,
que sustancialmente merece trabajo específico. Miles de músicos no
saben que la tienen solo porque sus actividades no pasan por su
necesidad de empleo. Tampoco hay tantos profesores que sepan
realmente desarrollar una praxis sobre ella. No es tan fácil como colocar un
pentagrama cifrado y pedir que nos acompañen sin perderse.

Nos perdemos porque no controlamos el fluido musical. Cada síncopa
o fraseo del otro nos hace trastabillar en medida inaudita. O tenemos que
improvisar y no podemos liberarnos por estar muy pendientes de la base
armónica. ¿Y qué hemos hecho para evitarlo o para formarnos en
mantenernos firmes? La respuesta es, lo vimos en la primera parte: nada.
Quien sabe a carta cabal que posee un fuera de tempo debe hacer de
su combate una bandera. Bien, acaso no sea lo más importante,
dependiendo del rol, pero debe dedicarse tiempo para su mejoramiento.
Un sentido rítmico se debe desarrollar insistiendo dentro de moldes
sencillos, la escuela progresiva a lo largo de la historia es un fracaso
rotundo, se cree que la adquisición es gradual con relación a la
complejidad de contenidos (si imparto 5 colaboraré en incorporar el 4 y
mucho más el 3, así es que me apresuro a trabajar el 6 para que el 5...
etc.), un olímpico absurdo que hace estar tan pendientes de la dificultad
que nunca terminamos de incorporar aquello que debemos. Sería penoso
que se entendiera que estoy en contra de la gradualidad en la complejidad
en general, solo hablo del fuera de tempo. Al grano. Usted coloca cuatro
acordes que cambian una vez por compás de cuatro cuartos y luego
improvisa sobre ellos. Ese es el nudo. ¿Porqué se pierde? Porque debe
aprender. No sabe. Eso no lo sabe su cerebro, o para estar más en línea
con lo que decíamos párrafos atrás: hay impedimentos que no permiten
que aflore su entendimiento rítmico.

El camino a recorrer es doble: 
mejoramiento técnico y un trabajo consciente sobre características de
nuestro temperamento que se relacionen con el no poder mostrar lo que se
posee (lo que se quiere mostrar). En este terreno debe entenderse que un
"trastorno de atención" merece toda la atención posible; un retraimiento o
ese sentirse menos que otros. Pero no sirve quejarse o contárselo
morbosamente a los demás, hay que actuar concretamente para
resolverlos, en el sentido de encauzarlos, nadie dice eliminarlos ya que ello
sería volver a la ingenuidad de cambiar para que nada cambie.
Lo técnico será trabajado no menos de tres veces a la semana. Con
los cuatro acordes tenemos para rato. Cuando hagamos algo arriba de
ellos: improvisación formal o tocar en un tempo diferente debemos 
concentrarnos en ambas cosas, esa es precisamente la dificultad. Esos
acordes deben sonar unos minutos para que podamos incorporarlos, luego
silenciarlos y dar comienzo a nuestra dinámica. Para recordarlos nada más
directo que "recordarlos", hay que escucharlos como si realmente
estuvieran sonando, y no dejar de escucharlos, allí tiene usted una
ejercitación poderosísima que le será beneficiosa. Arriba de ese recuerdo
debe hacer lo que sea: improvisar, tocar escalas... pero siempre
escuchando los acordes, como si tuviera una televisión encendida a la que
presta mediana atención. Un buen apoyo para no perderse es visualizar
los cambios de acordes, tal como los tocaría o cómo va su orden en el
cifrado del pentagrama.

¡Se da cuenta! Nada de esto había hecho. En todo caso quéjese si
luego de un año de trabajo sistemático no hay indicio de mejoría. Ni lo
sueñe, son efectivos si los hace. Para ganar a la lotería primero hay que
jugar. La mejora en la atención puede ejercitarse en cualquier momento.
Imagine que va viajando en un transporte público y piensa que entra a un
castillo. Véalo, recórralo, descríbalo, pero todo sin alejarse ni un ápice de
la narración y cada vez que se disperse oblíguese a volver. Eso es hacer
cosas concretas en bien de la propia atención. Es útil contárselo a su
terapeuta pero él no puede vivir por usted, el castillo es para una sola
persona.

Si uno de los aportantes para perderse es la falta de sentido formal,
salgamos a buscarlo. La insistente ejecución de obras sencillísimas, y
formalmente intachables, de lo contrario no sirve, mejora nuestro sentido
de la métrica, y ello ocurre porque no podemos referirnos a un fuera de
tempo que no sea respecto de determinados objetos culturales, podemos
aceptar algo así como un "fuera de tempo universal" pero regularmente es
casi indemostrable, lo concreto es que nos perdemos con ciertas obras o
géneros, tienen nombre y apellido, no hay un global en la órbita de la
práctica.

Una ejercitación efectiva para la mejora del sentido de lugar consiste
en ejecutar la melodía sobre acompañamiento desprovisto de objetos
accesorios. Allí nos ocuparemos en dar los valores tan precisos como nos
sea posible. Deberían montarse una veintena de obras que pasarán a
integrar el ajuar permanente de trabajo técnico. Sin ánimo tendencioso
recomiendo mis cantos infantiles educativos, que poseen los requisitos
apuntados, incluidos los acompañamientos amelódicos.
En nuestras prácticas cotidianas habrá que disponer de unos minutos
para el trabajo con el fuera de tempo, aun quienes no lo padecen, siempre
será beneficiosa su práctica consciente.

Todo lo que el músico haga para "no extraviarse" será bienvenido. El
ser humano es una unidad por más que lo estudiemos parceladamente. Si
no encontramos el camino en la música, que, finalmente, es una alta
expresión de nosotros mismos, es porque en otras zonas de nuestra
existencia ocurre lo propio, la música lo refleja, no lo origina. Teóricamente,
si corregimos "el impedimento", liberamos el devenir musical. ¿Es
realmente así? Todo indica que sí. No hay mayores oposiciones para
entenderlo de un modo muy diferente, cuanto menos, si tenemos algunos
impedimentos, sería dable resolverlos y luego, frente a una no mejoría,
jaquear el postulado. En este sentido, estaríamos desarrollando una
hipótesis.

Para no diluirnos demasiado, un impedimento es aquello que
hacemos "fuera de tempo", con cierta torpeza: falta de desenvoltura
cuando estamos en una reunión o vamos a pagar una factura al banco;
rigidez y no buen desempeño sexual; desubicación en ciertas charlas; y la
lista es tan extensa como queramos. En todos los puntos surge una
palabra; "timidez". Pues, la timidez es algo así como un fuera de tempo.

En el mundo de las representaciones, tempo es vara, regla, norma,
convención, acuerdo, puntualidad, aceptación, consenso. Está más cerca
de lo cierto que de la culpa. Estar fuera es eso mismo, quedarnos en la
antesala de determinado mundo. ¿Por qué ir tan lejos con algo que solo
aparenta una carencia técnica? Porque una manifestación humana de la
cual depende el ser no puede no poseer un grado notable de profundidad.
Se puede mejorar la percepción del tempo en tanto trabajemos
sistemáticamente en ello, delirando menos y haciendo más, con total
humildad y convicción. También, y si no lo he mencionado enérgicamente
hasta aquí es porque lo doy por descontado, debe elevarse el nivel de
estudios con profesores inteligentes y hábiles. La educación de adultos es
muy bien recibida por nuestro cerebro, no deberíamos descuidar el punto.
De todas maneras, la elevación de la capacidad general depende de reales
deseos de superación. Lo recomendable es comenzar desde el minuto
cero a leer más, informarse adecuadamente y sobre todo empezar a
derrumbar el yo con sus egoísmos ciegos que lo único que nos aportan es
más pesar y desdicha.

Tómese un año internamente. Póngase tiempos en el fuera de tempo.
Trabaje con usted mismo, sea sincero y vaya tranquilo, tiene todo el tiempo
del mundo dentro de la medida.

Pablo Bensaya
[ Argentina ]
Fuera de tempo, una 
alteración frecuente.
Sept / 2016
en facebook pablo.bensay

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