Lacan & Shakespeare


En el Seminario la Angustia, Lacan afirma que “... se pueden tomar todos los préstamos que se quiera para tapar los agujeros del deseo, como los de la melancolía –ahí está el judío que sabe un montón de cosas sobre el balance de las cuentas y que al final demanda la libra de carne, creo que ustedes saben lo que estoy citando.”  [1] Lacan está citando aquí, obviamente, a El mercader de Venecia de Shakespeare, a propósito del extraño contrato, hecho a modo de broma, entre el prestamista Shylock y el mercader veneciano Antonio, por el cual este último se compromete a saldar sus deudas de dinero con a pound of flesh, una libra de carne extraída de aquella parte del cuerpo que al acreedor le plazca. Los agujeros de la melancolía y del deseo, son los de Antonio, quien al comienzo de la obra ignora por qué está tan triste [2], y que por amor a su amigo Basanio, contraerá una deuda a favor de él.

De la libra de carne al objeto causa de deseo

Lacan sostiene que no es azaroso que Shakespeare haya atribuido a un personaje judío el tema de la libra de carne como pago por una deuda: [3] “Es que, en efecto, ninguna historia escrita, ningún libro sagrado, ninguna Biblia, para decirlo con todas las letras, más que la Biblia hebraica, sabe hacernos vivir la zona sagrada donde se evoca la hora de la verdad, que anuncia el encuentro con el lado implacable de la relación con Dios, con esa maldad divina que hace que siempre sea con nuestra carne con la que debemos saldar la deuda.” [4] El tema de la circuncisión en el judaísmo es un buen ejemplo de lo que Lacan afirma, ya que hace presente la relación esencial que hay entre el objeto a y la separación. Se trata del corte de una cierta parte del cuerpo, que se convierte en simbólica del objeto a como resto inasimilable de la operación de alienación del viviente en el Otro.

Dice Lacan: “en el cuerpo hay siempre, debido a este compromiso en la dialéctica significante, algo separado, algo inerte, algo sacrificado, que es la libra de carne.”  [5] La entrada de lo simbólico en lo real del cuerpo del infans pone en juego una pérdida corporal, algo no integrado ni integrable a la ecuación falo = niño. La identificación primaria al falo como objeto del deseo del Otro produce un resto real inasimilable a la misma operación simbólica que lo produce. Antes de esa entrada del lenguaje, no le falta nada al cuerpo, y sus orificios no son fuente de ninguna pulsión. La entrada de lo simbólico introduce el corte que funda los bordes del cuerpo y al objeto como falta. A partir de lo cual los agujeros corporales van a constituirse como bordes en los cuales la pulsión encontrará su fuente y hará su recorrido en torno de la falta de un objeto parcial. [6]

(...)

Si Antonio quiere contraer una deuda con Shylock, es Shylock quien le va a hacer notar que ya está de antemano en deuda con él. Pero se trata de una deuda que no es de dinero sino una más radical: una deuda de reconocimiento en el campo de lo humano. Antonio hace alarde de que él no presta a interés, pero que por amor a su amigo va a salir de sus hábitos cristianos para aceptar las condiciones de préstamo de un judío. Shylock le argumenta defendiendo su práctica comercial, mientras Antonio se muestra fastidiado de tener que tratar con alguien que califica de “demonio” y lo apura para cerrar el trato de una vez. Shylock en cambio está más interesado en las cuentas no saldadas previas a esta demanda de dinero. Le recuerda que en el pasado lo ha maltratado y escupido públicamente por su condición de prestamista: “... pero parece ser que ahora tenéis necesidad de mi ayuda; venís a mí y me decís: “Shylock, tendríamos necesidad de dinero”. Y me lo decís vos, vos, que habéis expelido vuestra saliva sobre mi barba y me habéis echado a puntapiés, como echaríais de vuestro umbral a un perro vagabundo. Pedís dinero ¿qué debo contestaros? ¿No debería responderos “¿es que un perro tiene dinero? ¿Es posible que un mastín os preste 3000 ducados?”. O bien, inclinándome servilmente, y, en el tono de un esclavo, con el aliento retenido y una humildad de susurro, deciros así: “Arrogante señor, habéis escupido sobre mí el miércoles último; me habéis arrojado con el pie tal día; en otra ocasión me llamasteis dogo, y por todas esas cortesías, ¿voy a prestaros tanto dinero?”.  [14] La interpelación a Antonio a que salde esta cuenta con él –que no es ni más ni menos que la cuenta no saldada de Occidente con los judíos: a saber, el derecho de los judíos a existir, a ser reconocidos como humanos y a sostener su diferencia en tanto judíos- interpelación justa y condición de posibilidad para poder realizar cualquier pacto, deuda o don, encuentra en Antonio como respuesta un renovado rechazo. Hay en Antonio –como en todo el Cristianismo occidental- un repudio al reconocimiento de una deuda no saldada con ese otro íntimo, ese extranjero que es al mismo tiempo lo más próximo, lo más prójimo, que es el pueblo judío. Antonio responde como un fascista: “Me dan ganas de llamarte otra vez lo mismo, de escupirte de nuevo y darte también de puntapiés. Si quieres prestar ese dinero, préstalo, no como a tus amigos, pues ¿se ha visto alguna vez que la amistad haya exigido de un amigo sacrificio de un estéril pedazo de metal?, sino préstalo como a tus enemigos, de quienes podrás obtener mas fácilmente castigo si faltan a su palabra”. [15]

Este rechazo a aceptar a Shylock como prójimo y persistir en considerarlo un perro despreciable, proponiéndose Antonio mismo como un enemigo a quien eventualmente castigar si no llega a pagar su deuda, sella el destino de ambos en torno de una relación especular de odio y venganza.

Shylock le dice: “¡Vaya, mirad cómo os amostazáis! Quisiera hacer pacto de amistad, ganar vuestro afecto, olvidar los ultrajes con que me habéis mancillado, subvenir a vuestras necesidades presentes, sin tomar algún interés por mi dinero, y no queréis escucharme; mi ofrecimiento es generoso”. Shylock se las va a arreglar para que el acuerdo comercial sea de tal modo que al mismo tiempo ponga en juego la otra deuda que persiste en no ser saldada. Ya que se trata de una deuda de vida y de reconocimiento de lo humano en el otro, propone que si no paga a los tres meses la deuda de dinero -dinero que le presta sin interés- tendrá que pagar con “una libra exacta de vuestra hermosa carne, que podrá ser escogida y cortada de no importa qué parte de vuestro cuerpo que me plazca”. Dicho lacanianamente, se trata de que pague con la castración.

Cito a Lacan: “No podemos sino sorprendernos una vez más, en este punto, ante el increíble genio que guió a aquel que llamamos Shakespeare, cuando fijó en la figura del mercader de Venecia la temática de la libra de carne. Viene muy bien para recordarnos que la ley de la deuda y del don ... no le debe su importancia a ningún elemento que podamos considerar como tercero, en el sentido de un tercero exterior –intercambio de mujeres o de bienes, como lo recuerda Levi-Strauss en sus Estructuras elementales- sino que lo que está en juego en el pacto no puede ser y no es más que la libra de carne, que debe ser tomada como dice el texto de El mercader, de muy cerca del corazón.” [16] Donarle a alguien, intercambiar con alguien, estar en deuda con alguien. Las tres figuras requieren de la puesta en juego de la falta y su circulación. Lo cual supone otorgarle al otro la dignidad de prójimo: es porque atribuimos valor al otro y lo reconocemos en su existencia y en su valor como un semejante, que donamos al otro un lugar fálico e ingresamos en el circuito de intercambio de palabras y de bienes. Por eso lo que está en juego en el pacto con el otro es siempre la libra de carne que se paga para acceder el campo del deseo.

(...)

En todo caso, el encuentro con Antonio y Basanio le muestran a Shylock que Antonio es capaz, por amor, de ceder una parte de sí mismo. Contrariamente a la lectura que hace Melenotte, Porcia no destituye la libra de carne de todo carácter concreto. De haberlo hecho, sería otro el final de la obra. Por el contrario, Porcia concretiza la libra de carne, degrada el objeto de deseo al campo de la demanda, y al hacerlo vuelve a la libra de carne materialmente inalcanzable en su extracción. Su imposibilidad de extracción se vuelve práctica, y no lógica. Pero si Porcia, como dice Melenotte, le indica que el posible acceso al objeto de Shylock está cerca del corazón, es que ella está advertida de qué se trata lo que desea tras su demanda. ¿Cómo podría no estarlo, justamente ella, que ha sido el objeto de la prueba de los tres cofrecitos?

Cito aquí a Lacan: “Decimos “es tu corazón lo que quiero y nada mas”, con lo que se pretende designar la esencia de tu ser o tu amor. En esta fórmula, como cualquier otra metáfora de órgano, el corazón debe ser tomado al pie de la letra; funciona como parte del cuerpo... El uso metafórico, siempre vivo, de esa parte del cuerpo para expresar lo que, en el deseo, va más allá de la apariencia se explica porque la causa ya está alojada en la tripa y figurada en la falta. Hay una obsesión por la tripa causal… En el cuerpo hay siempre, debido a este compromiso en la dialéctica significante, algo separado, algo inerte, algo sacrificado, que es la libra de carne.” [21]

Eduardo Laso
El mercader de Venecia
Extraido de:
Aesthethika. Revista Int. De Est. E Inv. Interdisciplinaria
Sobre subjetividad, política y arte.
Volumen 3 / Número 2
Septiembre 2007
El Arte ante la Catástrofe
Copyright de Aestethika.org. Copiado con permiso de los Editores
Artes Visuales:
Grabado xilográfico | 1870 | Ánonimo.
Bassanio y Shylock
El Mercader de Venecia (Shakespeare)



Referencias:
[1Lacan, J.; Seminario X: La angustia; Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 138
[2“… cómo he adquirido esta tristeza, tropezado o encontrado con ella, de qué sustancia se compone, de dónde proviene, es lo que no acierto a explicarme. Y me he vuelto tan pobre de espíritu, que me cuesta gran trabajo reconocerme”, Shakespeare, W.; Obras completas, Aguilar, Madrid, 1951, pág. 1049.
[3La fuente literaria de donde sale el tema del contrato leonino, es El tonto de Giovanni Fiorentino. Allí, el acreedor despiadado que exige de su deudor una libra de su carne es el mercader cristiano Paolo Secchi, y el judío Samson Cesena es el deudor acosado.
[4Lacan, J.; ob. cit., pág. 238
[5Lacan, J.; ob. cit.
[6En alusión a San Juan -que coloca en el principio al Verbo, y emplea la figura “comer el libro”, que Lacan toma como metonimia- dice “Cuando comí el libro, no devine sin embargo el libro, como tampoco devino carne el libro. El libro me deviene si me permiten decirlo. Pero para que esta operación pueda producirse, y ella se produce todos los días, hace falta que yo pague algo…. Ese algo se llama goce. Esa operación mística la pago con una libra de carne. Ese es el objeto, el bien, que se paga con la satisfacción del deseo” (Seminario 7, clase XXIV)
[15Shakespeare, W.; ob. cit., pág. 1056
[16Lacan, J.; El Seminario. Libro X: La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 238
[17Shakespeare, W.; ob. cit., pág. 1057
[18Lacan, J.; El Seminario. Libro X: La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 238
[19Lacan, J.; Seminario X: La angustia, pág. 239
[20Melenotte, G-H.; “Revelación: locura de Shylock”, Sustancias del imaginario, Epeele, Buenos Aires, 2006, pág. 213 y siguientes
[21Lacan, J.; ob. cit., clase XVI (traducción de la Escuela Freudiana de Buenos Aires)

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