Analista que conviene al Síntoma del analizante.


Hace poco leí un cartel que rezaba: “La dimensión de tu drama es directamente proporcional al tamaño de tu ego.”  Me pareció simplemente genial.  Tiene relación con algo que suelo repetir a los analizantes cuando preguntan por qué les pasa lo que les pasa: “Por creérsela.”-  Y hay otra frase que pulula por ahí que también creo muy acertada: “Cada uno tiene lo que se merece”. Es decir: la pareja, los hijos, el analista, el Gobierno, que se merece.

Veamos. Cuando en los Grupos de Estudios hablamos y leemos sobre Estadio del Espejo, Narcisismo y yerbas anexas, todos parecen entender de qué se trata; pero –claro- sólo con la teoría no se hace una tortilla. Y siempre -para hacer una tortilla y como decia Lacan- algo hay que perder. Se necesita muchas veces pasar por un diván –por un buen diván- para analizar un poquito la posición fálica. Sobre todo de gente que se dice que es analizada. Y obviamente, después tenemos la otra vereda: los analistas con los que este tipo de analizantes construyen un vínculo perfecto, al estilo de las parejas que se viven peleando y que uno sabe que son el uno para el otro.

Es muy divertido (por no decir triste) como en lo teórico los colegas pueden entender mucho pero se borra con el codo lo que se intenta escribir con la mano. Es decir: como no hay inteligencia que pueda ante la neurosis, ante el fantasma o, para decirlo exactamente: contra el afán de ser el Falo.

Digo en lo cotidiano. Veamos dos ejemplos justamente relativos a un Grupo de Estudio. Una colega enuncia que no tiene inconveniente de que se incorporen nuevos integrantes a condición de que no sean “amigos de otro amigo que curse conmigo”- Semejante afirmación “totalmente hiperlógica” según el mismo enunciado, se argumenta como sigue: “…porque si los tengo que putear por algo, por ejemplo, no podría hacerlo porque son amigos de mi amigo.”- 

Esto que suena como un disparate -desde varios puntos de vista- tiene su lógica en la dinámica fálica. Vamos a las incongruencias primero: a) en primer lugar: ¿por que subestimar a los otros? b)  ¿Por qué no podría alguien, en todo caso, discutir un tema teórico sin necesidad de putear? c) ¿por qué podría afectar al amigo que su amigo enuncie una opinión en contra de otros terceros amigos? d) Y si así fuese: ¿cuál sería el problema de enojarse con un amigo o con un amigo de un amigo?

Es que no se trata de nada de estas cosas. Se trata, como se aprecia en seguida, no de que yo pueda putear a otro sino de que otro pueda putearme a mí. El problema no es afectar a otros, sino -todo lo contrario- que otros puedan afectarme a mí: es decir: de que mi imagen quede afectada.

Analicemos la posición infantil, es decir: neurótica: de lo que se trata es de preservar el lugar de Falo, y de sostener a un Padre solo para sí: que en este caso sería el Coordinador del Grupo. Si hay otros que están en mi entorno conocido (supongamos en mi Facebook) y esos otros también están en el mismo Grupo de Estudio, mi posición puede tambalear: ya no es el otro el que pueda decir algo y yo putearlo, sino que soy yo el que quizás pueda no animarme a decir una estupidez. Imagen. Encima –reitero- con la axiomática canibalística: Mi Padre/Madre no se comparte. Son los mismos neuróticos que, extremo egoísmo mediante, no pueden compartir al (A)nalista.

Es decir: cuando se supone algo así como “¿qué mejor que recomendarle mi analista a alguien que quiero mucho (y que por algo lo sigo eligiendo), o mi profesor de estudio?” en realidad tenemos esto otro: “Mi analista no se comparte, en mi grupo de estudio no entra ningún conocido de conocido, etc.”  Egoísmo cuasi perverso o –como dice una amiga: jodidos estos personajes-: a condición de que se preserve la endogamia totémica y que la imagen no decaiga y que nadie de los conocidos pueda suponer su falta (de saber o de lo que sea); el neurótico es capaz de perder hasta lo que dice son sus amigos. Son los mismos sujetos capaces de imponerle normas a sus propios analistas. Y de sostenerse en esos análisis justamente porque esos “analistas” responden a disparates como estos.

Siguiente ejemplo. Hace unos años, en otro Grupo ocurrió algo similar. Se incorporó un integrante que –vamos a decirlo con una metáfora futbolera- sintió que estaba en “inferioridad de condiciones” especialmente frente a uno de los cuatro o cinco que cursaban con anterioridad. ¿Qué pasó? Pasó que este nuevo integrante empieza a ser síntoma: falta al grupo, etc. Pero en este caso se analizó rápidamente el punto narcisíco que se jugaba ahí ya que el colega lo habló en su análisis. Porque –como enuncié antes- el problema, creo, no es del totalmente del neurótico. Siempre vamos a encontrar sujetos demasiado creídos. El gravísimo problema es que no hay un verdadero Analista detrás de estos supuestos analizantes que dicen tener uno. Y es cierto: lo tienen pero, como dijimos, porque les conviene alguien que no toque su goce.

Como me recordaba un colega de Perú, y cito de memoria: "Que triste que alguien pierda tiempo y dinero pensando que está haciendo un análisis y en realidad se está defendiendo. Está yendo a un analista para ocultarse. Para ocultarse dentro de lo que le conviene: al analista para no perder al paciente y lo que le conviene al paciente para no enfrentarse a su deseo que tanto miedo le puede dar."- He aquí el pivote central que deberíamos entender los analistas para poder apuntar el hilo justo en el pequeño agujero de la aguja que debería atravesar el Yo: el neurótico es siempre capaz de abandonar su deseo (estudiar con quien quiere, por ejemplo) en pro de sostener su imagen; puesto que ya de por sí su deseo le pesa, asi que qué mejor excusa que sentirse ofendido o dañado o cualquier yerba que le moleste a su Soberano Yo, que es el verdadero His Majesty The Baby Freudiano.

Por otro lado, estos ejemplos demuestran una vez más que en cualquier Grupo humano se juega –elección de Amo mediante- la competitividad fálica. Como digo a veces: mejor sería que se pongan a leer lo que se suponen que pagan por; y se dediquen menos a medírsela con el semejante. Porque podemos llegar a la conclusión entonces –y esto sí que no es un disparate pensar- que están pagando para falicisarse y no para incorporar saber. Igual que esos analizantes que pagan años y años y años para darle ellos consejos y normas a sus analistas.

Por ejemplo –y con esto cierro-: hace poco recibí en una primera y única consulta a una persona que había pasado por algunas psicoterapias. [No me asombra que no haya querido continuar después de que le realizara la primera entrevista.] Cuando habla de una de sus “ex analistas” dice que ésta un día le prohibió que siga en terapia porque la paciente no le avisó ni consultó previamente a la profesional que se iba a realizar una operación de párpados. La terapeuta la “saca de análisis”, la paciente entra en un síndrome depresivo y un poco después vuelve, ya medicada. Lo loco no sólo es lo que hace esta supuesta Analista, sino lo que sigue pensando esta paciente de ella: sigue creyendo que es bárbara y que esa terapia le súper sirvió. Se podrá imaginar el lector qué tipo de terapia ha hecho: obviamente, esa que vitaminiza el Ego y que después –sugestión mediante- deja al paciente en un estado de necedad directamente proporcional a la estupidez y falta de clínica y tacto del profesional interviniente.

Pero insisto en este punto: es el neurótico que se dice analizado quien paga a un analista sordo, coartado y necio para seguir afianzando su Ego y seguir siendo amad@ a condición de no analizar absolutamente nada y de perdurar en un vínculo ideal Madre-Niño. De allí que cuando el analista toca realmente el goce, el analizante -siempre tan astuto- decide abandonar. En fin: artimañas del neurótico para zafar de la angustia y de la pregunta por su deseo. Y para seguir constituyéndose como el Falo (“el salame”) de mamá.

Marcelo A. Pérez
Cada analizante tiene el analista que se merece.
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Artes Visuales:
Eduardo A. Santellán
[Haedo, Buenos Aires; 1951 / 2011]

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