Medicina y Psicoanálisis.



Los psicólogos -y los médicos- inventaron el estrés, el síndrome de hiperactividad, el ataque de pánico, los rótulos del DSM-V y tantos otros nuevos fenómenos del cuerpo. Y no es que estos síntomas no existan, pero no son más que significantes; como día, noche, hombre, gay, mujer, niño. La Ciencia -como sabemos- coloca significantes al real. Alguien puede suponer que podemos saber realmente de que se trata la cosa… hasta cierto punto es así, pero sólo parcialmente. Por ejemplo: diciendo que un sujeto de sexo anatómico masculino es un Hombre, podemos saber sobre la generalidad gramatical de los Hombres, pero no sobre el sujeto Juan. De hecho, para ser estrictos, en términos poéticos y  psicoanalíticos, ni siquiera podemos saber qué es un Hombre .

El conjunto de reacciones producidas por los sujetos a nivel del cuerpo, donde el cerebro parece no tener mayor control que el riñón o un tobillo, se conocen como emociones. Los psicólogos son especialistas en estudiar emociones. Tanto que han creado la psicosomática, para decirnos que hay algunas emociones que alteran el cuerpo. Los médicos no tuvieron más remedio que darles la razón porque millones y millones de pacientes atendidos por guardias, no hacían más que manifestar corporalmente emociones reprimidas. En mi clínica psicoanalítica se recuestan en diván –semana tras semana- muchos analizantes que ofician de médicos. Todos –y no por nada se analizan- expresan cotidianamente que sus pacientes –que recurren a ellos con problemas gástricos, dermatológicos, respiratorios, etc.- deberían recurrir a un analista porque –como expresó alguna vez uno de ellos- “…me hablan de problemas del culo y no se dan cuenta que son todos problemas emocionales.”-  Y –por supuesto- no estamos negando que la emoción no ancle síntoma en el cuerpo  pero un colon irritable o una cardiopatía –y los especialistas lo saben- es una construcción que hace el sujeto. Muchos psicólogos aún no advirtieron esto. Nos reímos un poco en algunas reuniones de colegas cuando comentamos cómo ciertos alumnos muy predispuestos a seguir “sacándose díez después de recibirse”  no hacen más que repetir ecolálicamente –y defensivamente- lo que el discurso Universitario les ha programado para su chip de formación.

Por eso no podemos menos que ver con admiración y hasta con orgullo algunos discursos médicos que prevalecen hoy en nuestra sociedad. Ya hay médicos que, sin usar terminología psicoanalítica, entienden y estudian el mismo fenómeno clínico. Por ejemplo tenemos al valiente Dr. López Rosetti, clínico y cardiólogo –que cita a Ivonne Bordelois (poetiza argentina que estudió los fenómenos de la palabra en el cuerpo –a la que ya citó mucho el Dr. Paco Maglio (antiguo infectólogo y después no por nada antropólogo que acaba de fallecer recientemente-) y que nos recuerda que la infelicidad viene por no poder vivir el hoy y pensar en el futuro - y que se anima a decir que en los animales no hay cardiopatías; y que en uno de sus libros sentencia: La emoción decide, la razón justifica. Sin embargo Sigmund Freud lo dijo en otras palabras 200 años antes: primero lo inconsciente. Que es desde donde decidimos. Es decir: más pensamos, menos actuamos (de esto los obsesivos pueden dar cátedras). Como le digo a menudo a los analizantes: las decisiones las tomamos -en el mejor de los casos- con el corazón, y muchas veces con el culo.

Pero lo que ni médicos ni psicólogos ni psicosomatistas ni homeópatas pueden entender es que las emociones nos dominan no por tener 4 millones de años de herencia, sino porque primero está el Lenguaje  que nos divide. Es decir: los animales no se emocionan porque no tienen lenguaje, ergo: solo tienen reacción instintual. Es decir: que la emoción es estrictamente cultural. Las investigaciones del sistema límbico no son nuevas. Pero ningún médico puede decir abiertamente -no está en su campo- lo que investigó y sentenció Jacques Lacan: es el significante el que determina al Sujeto. Solo por la pasión del significante es que podemos ser seres padecientes, sufrientes. Sólo por el significante es que podemos enfermar. 

Algunos psicólogos, que lucen su titulo con medalla de oro en las paredes de su correcto consultorio, aún no lo entienden. Porque, al igual que el buen constructo alumno universitario, están mas preocupados por qué preguntar o qué hacer que en la Atención Flotante, único requisito -conjunta y unísonamente a la Asociación Libre del analizante- que postuló Freud para que el analista aplique en su dispositivo. Incluso están tan preocupados en seguir sacándose diez, que escriben y escriben y escriben lo que el analizante dice sesión tras sesión; cual dictado soberano de vaya a saber qué estricto mandato escolar.

Las intenciones e hipótesis del Dr. Rosetti son muy meritorias: por supuesto no mayores a las de nuestro Maestro Sigmund Freud que ha revolucionado el paradigma médico. Pero creo -en lo particular- que se está sobredimensionando su talento pedagógico e incluso técnico. No es curioso que lo idealice quien escribió el prólogo de su libro pero pienso que habría que ir más despacio y analizar muchas de sus intervenciones que por supuesto un set televisivo no da para dicho acto.   Parece, según el Dr. Rosetti, que ahora el Súper-yo Freudiano "son los lóbulos anteriores que tenemos adelante y atrás de los ojos." No lo criticamos, es médico. No tiene por qué saber ni entender que el Super-yo es la figura (lenguajera) del goce mortífero, es decir: de la Demanda del Otro a la cual no se puede responder. Es decir: que la pulsión nada tiene que ver con lo biológico, ni mucho menos con lo energético. Y que lo biológico ha quedado perdido -abajo del espejo cóncavo del Modelo Óptico- y no precisamente en el Paleolítico Inferior.

Llegamos pues al fin a un corolario necesario: Nadie ama, nadie vota, nadie estudia, nadie hace nada, por cuestiones racionales. Es decir: es lo inconsciente –el discurso del Otro- que nos determina. Y –como nos recuerda los Doctores Freud y Rosetti- la razón apenas sirve para justificar nuestras acciones.



Dos economistas -Daniel Kahneman y Vernon Smith- han ganado el Nobel en el año 2002 por trabajar el tema de la emoción en el momento de que el sujeto debe tomar decisiones y por haber integrado aspectos económicos al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre. Cuando lo dice un médico o un economista parece que tiene otra fuerza que cuando lo dice un psicoanalista. Porque, lógicamente, el psicoanálisis es el elogio de la charlatanería, y parece que no se justifica la charla del Sujeto frente a la soberana Ciencia, las tomografías computadas, etc. Nunca dijimos que el estrés no exista, o que no exista la disfonía o la inflamación de los ganglios. Sería como negar el sol. Pero el psicoanálisis descubre que tras eso síntomas está el componente emocional de un sujeto. Elemento que no sería nada sin el previo lenguaje que lo ubica como ser deseante. Es decir que la emoción no existe sin el significante que es previo a la construcción del cuerpo.

Es decir: lenguaje, sujeto de deseo, síntoma. No definimos una emoción biológicamente, sino lenguajeramente. Ha llegado a ser síntoma porque el lenguaje construyó un cuerpo erógeno más allá del biológico y entonces tramitó el significante al soma. Un soma no es un cuerpo. Es solo su parte biológica-evolutiva. El cuerpo, para el sujeto, se construye a partir del lenguaje e incluye el registro simbólico e imaginario. Los agujeros del soma son, en nuestro cuerpo, zonas erógenas, bordes pulsionales desde donde el significante traza su periplo. Un cáncer -o una disfonía- gira en un borde pulsional cuyo exceso de goce agujereó al registro simbólico del sujeto: el lenguaje no subsume su sexualidad. El goce, es decir: la satisfacción de la pulsión, es un elemento de la cultura. Los animales no sabemos si gozan -dirá Lacan- porque no podemos preguntárselo.- Lo que en realidad no podemos -suponiendo la hipótesis de su goce- es preguntarle por qué gozan. Por lo tanto, no lo hacen, ya que para gozar -además de inconsciente- es necesario un Otro que posea la mitad de su objeto perdido y es necesario la Palabra que asegure que allí se ha instalado una Demanda y un Deseo.  Goce viene de Usufructo, nos recordará Lacan en su Seminario XX. Y aquí entramos a la problemática del Incesto y del Parricidio; únicos dos deseos que realmente se cumplen: el resto, mutis por el foro. Pero bueno, esto ya es tema para otra oportunidad, donde podamos desplegar mejor el concepto de deseo, que define per se al Sujeto y que ningún discurso científico puede abordar no por imprudencia sino porque está alejado de la mismísima intervención que la Ciencia puede hacer sobre el trazo del ser que habla; hiancia que lo divide para siempre en la Verdad que lo constituye.

Marcelo A. Pérez
El Significante domina.
-El Lenguaje es condición de lo Inconsciente-
18 – VI -2017
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Justyna Kopania
[ Varsovia ]

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