El barco que no navega hacia el deseo.



Los poetas saben resumir en pocas líneas lo que por décadas el psicoanálisis viene pregonando: que el neurótico huye de su deseo. Freud lo bien pensó en el “sueño del salmón ahumado” o “de la bella carnicera”. Lacan lo llamó “metonimia de la falta-en-Ser” o “el goce de la histérica”: tener un deseo insatisfecho. Así es como se define un neurótico. Un neurótico no analizado, un neurótico desamarrado que no puede elaborar –culpa mediante- la definición de lo que lo causa y hacerse cargo de ello. Un neurótico que por sostener su imagen –o, a la criolla, su orgullo- es capaz de renunciar a su mismo deseo. Deseo que se le presentifica -como en el film ya analizado: A Monster Calls- como una verdadera odisea a navegar. 

Ese neurótico vive en un barco; como Novecento; el personaje que Baricco nos creó para que ilusionemos que estamos leyendo una sátira. Pero el drama del personaje no prescinde de un autor que ha pasado por el diván y que conoce perfectamente el goce por el cual el sujeto queda capturado. En las paradoja de su letra hallamos que el dispositivo creado para navegar le ha servido al protagonista para anclarse en un pantano musical pero libre de riesgo; y excluirse así de la Vida.

En esta concisa declaración creo que el autor coagula perfectamente –como solo los poetas pueden hacer- la magnitud de la odisea neurótica, que no sólo el Sujeto paga con su Castración –de la cual cree zafar- sino con todo su cuerpo, síntomas mediante. Párrafo que creo es la metáfora misma del personaje y de toda la Obra, condensada en breves y elegíacas palabras.

En última instancia, un análisis trata de que el Sujeto quede advertido de los peldaños que va descendiendo dejando atrás sus sueños más anhelados; y de poder modificar algo en ese orden: goce que –por demás y en stricto sensu- se ampara en la Pulsión de Muerte que no es más que la (mala) respuesta del Sujeto frente a Demanda del Otro.

Marcelo A. Pèrez
-III/17-




Ahora intenta comprenderme, hermano. Intenta comprenderme si puedes
Todo ese mundo en mis ojos
Terrible, pero hermoso
Y el miedo que me hacía retroceder
El barco, de nuevo y para siempre
Pequeño barco
Ese mundo en los ojos, todas las noches, de nuevo
Fantasmas
Podrías morir si los dejaras actuar
Las ganas de descender
El miedo a hacerlo
Así te vuelves loco
Loco
Tienes que hacer algo, y yo ya lo he hecho
Primero lo imaginé
Después lo hice
Cada día, durante años
Millones de momentos
Un gesto invisible y lentísimo
Yo, que no fui capaz de bajar de este barco, para salvarme me bajé de mi vida. Escalón a escalón. Y cada escalón era un deseo. A cada nuevo paso, un deseo al que decía adiós.

Alessandro Baricco
[ Turín, 1958 ]
Novecento. Fragmento.
Ed. Anagrama, Barcelona, 2015. Pag. 75
Artes Visuales:
Jeannie Lynn Paske

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