Creérsela: todo el problema del Neurótico.








Hola Lic. M. Pérez. Lo leo desde hace años. Sus clases me parecieron de las pocas en  nuestra praxis que he presenciado (en su caso sólo por videos) que pudieron acercarme a la obra de Lacan –tan encriptada a veces- y que pude salir airosa, con ganas de más y más. No me había pasado antes con ningún otro analista. He entendido conceptos a los cuales les había dado vuelta antes sin poder terminar de cerrarlos. Además de felicitarlo (…) quería preguntarle algo. Leí muchas veces en su blog en relación con el Narcisismo, y –específicamente, el egoísmo humano-. Me ha pasado que muchas veces he caído en la trampa de confiar o de creer en palabras como “sos lo que necesito”, “sos perfecta para mí”, “no podría vivir sin ti”, “sos tan tan tan linda”, etc. Pero al menor problema, el portador de dichos epítetos, ha terminado huyendo, sobre todo –con un desalmado narcisismo, diría- en los momentos más difíciles, donde nunca pude contar con él. Mi pregunta no apunta al porqué de este narcisismo puesto que ya lo he entendido bastante con sus clases y escritos; ni siquiera apunta al porqué un sujeto puede pronunciar esos enunciados y después hacer todo lo contrario; sino –principalmente- por qué yo me los he creído… ¿Hay algún axioma psicoanalítico, en donde pudiéramos agarrarnos a la manera de hacer un principio axiomático de esto? Mil gracias Maestro, un gran saludo. Eugenia L. L.




Hola Eugenia. Aprovecho a postear este (tu) mail y agradeciéndote tus palabras hago extensivo los saludos de estos últimos meses de muchos colegas que (también vía facebook) me alagan con sus expresiones de cariño. Muchos, como vos, me suelen llamar Maestro. No me canso de aclarar que es un significante que me queda absolutamente grande.

Respondiendo a tu pregunta; y como ya he escrito mucho –como bien decís- sobre esto, trato de ser hiper sintético: las relaciones entre un sujeto y otro operan vía un Fantasma. No hay manera sino de percibir la realidad. De hecho, como digo siempre, si yo escucho como psicoanalista Lacaniano, es porque previamente me formé en la enseñanza de Lacan, y no alrevés. Por lo tanto: primero escucho con mi fantasma. Lo mismo para todo. La realidad es fantasmática. El otro día un colega de México me preguntaba algo referido al tiempo. El tiempo es fantasmático, como todo: de allí que las horas son interminables cuando uno está aburrido, por ejemplo; y pasan velozmente si uno está enamorado. Ni hablar de la temperatura, o la percepción espacial. Sin el fantasma nada puede ser percibido. De allí que el psicótico tiene, al tener una alteración fantasmática, una realidad diferente al neurótico.
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Entonces; con respecto a tu cuestión: por la misma razón que vos le podés creer a un sujeto, es que el sujeto al decir lo que dice lo dice “de buena fe”. Eso no reniega de lo que Lacan expresó alguna vez: “El sujeto no sabe lo que dice cuando habla”  ¿Qué es lo que le juega una mala pasada? Su YO, claro. Que es falseador, ficticio, mentiroso, netamente imaginario: cáscara, pura envoltura ilusoria, ¿o por qué creés que Lacan trabajó el Estadio del Espejo para explicarlo, y el Modelo Óptico? Dos significantes del puro engaño virtual: Espejo y Óptica. De allí que el sujeto siempre va “de la insuficiencia a la anticipación”, no sólo el infans, sino todo neurótico que es un niño en potencia. Por lo tanto: el fantasma se construye vía el Edipo y la Castración. El fantasma, con su vertiente imaginaria, es lo que podríamos decir que es el YO: La comunicación no existe, dirá Lacan: Le hablo a quien no es de lo que no sé.  Si en un análisis, el analista no pone mano (manoseando sería el significante) al YO del sujeto, no puede llevar a cabo el tratamiento de modo psicoanalítico, puesto que solo a través del narcisismo con que opera, el sujeto produce el goce que lo mortifica. El narcisismo es siempre eso: me creo un tigre (algunas una gran tigresa) pero soy apenas un gatito indefenso. Puro espejismo. De allí que el texto de Lewis Carroll sea un ícono de la literatura fantástica, para el psicoanálisis.
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En definitiva: nos creemos las palabras del otro porque son las que nos ubican narcisistamente (en ese espejo). Por eso todo el problema humano –no exagero ni un ápice con esto que digo- es creérsela. De allí que Lacan ha criticado toda su vida las terapias que apuntan a engordar el YO que, “como tal, es puro síntoma”. De allí también que nos enamoramos de los mismos significantes que después nos van a separar, porque nos enamoramos de algo puramente fantasmático. El real opera desde otro lugar. Nos peinamos, nos perfumamos, decimos que somos Gardel o Maradona, pero terminamos sin poder sostener incluso lo que más desearíamos. De allí que los sueños terminan por lo general en eso: pura quimera. Interpretarlos en un análisis muchas veces ayuda a confrontarse con la travesía del deseo. Pero no todos soportan la angustia concomitante o las palabras simplemente les ruedan, resbalan, en el mar imaginario que resiste a toda simbolización. De allí que -muchas veces- mejor tatuarse que cuestionarse: lo que no puede responderse con lo simbólico, se marca en el cuerpo imaginario. O mejor echarle la culpa a la fobia, a la mamá o incluso al mismo deseo, tan antipático a veces, y tan fiel y cabal. Cordiales saludos, MAP.

Arte:
Alice Through the Looking Glass
[ James Bobin, 2016. Productor: Tim Burton ]

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