Deseo y Defensa.








Ella dice:

No entiendo. Desde que comenzamos a proyectarnos juntos, lo único que hacemos es pelear. Estuvimos tres años bárbaros. No digo sin discutir, pero geniales. Viajes espontáneos: un día nos levantábamos con ganas de ir al río, y nos hacíamos toda la ruta y allá íbamos. Otro día queríamos ir a las montañas o al mar, y lo mismo.  Desde que dijimos de casarnos, de buscar una casa en común, e incluso de tener hijos, todo empezó a pudrirse... Por cualquier cosa discutimos... Voy a terminar creyendo eso que se dice en chiste: el novio tiene cara oficial, proyectos comunes con una, etc. El amigovio cero proyectos, por eso dura siempre... Sí, ya se que se vive el hoy, pero así no.

Los dichos populares, y aún más los que deben disimularse diciéndose en formato de humor, siempre tienen razón (por algo pasan y siguen pasando generacionalmente, como pura Verdad del genoma popular), y entonces caemos en la cuenta que también lo que se enuncia como asociación libre del conflicto, por algo aparece como conclusión. 
                               
Podríamos preguntarnos qué de la Verdad del Síntoma neurótico esconde la teoría freudiana. No es muy complejo el análisis. Vayamos infiriendo premisas que de paso sirven para responder a las mismas preguntas que suelen aparecer y que parecen que nunca se termina de comprender (debe haber algo del fantasma que pone la cola, o la pata, o su goce). Veamos:




1/ la angustia –que nos diferencia, al igual que la risa, de los animales- es -por definición- el "único afecto" que nos guía en la clínica. Es decir, para ir por autopista, que la angustia significa sabernos mortales, finitos, castrados. “Animal enfermo de muerte”- dirá Hegel. La angustia está en el comienzo, y en el final. Todo lo que el ser humano hace –vía su armadura yoica- es para apacigüarla. Empezando por amar, cuando puede y sabe sostener ese preciado don inconsciente.

2/ si hay angustia hay deseo. “La angustia es brújula de deseo”- Lacan dixit. El deseo es la otra característica netamente humana. Últimamente nos están haciendo creer –ayer salió una nota en un diario local de Buenos Aires- que existen robots similares a un niño de cuatro años. Un robot nunca será un humano por algunas cuestiones: primero, porque no se equivoca; es decir: no tiene fallido. Es decir –parafraseado a Lacan- no falla, no sueña, no ríe. Segundo: porque no se angustia. Tercero: porque no desea. Y hay más, pero es suficiente hasta acá.

3/ la defensa (siempre del Yo, armadura del fantasma) es siempre defensa contra la angustia.

4/ de (3) se desprende que toda defensa es defensa contra un deseo.

5/ de (4) se desprende que a) el deseo molesta al Yo y b) cuanto más deseo hay, mas me defiendo.

6/ de (5) se desprende que, por ejemplo, un "no" es un "no" pero tres "no" seguidos es un "si". Es decir: el Yo no puede aceptar un deseo que está a punto de emerger. Freud lo llamó en su artículo de 1925: "La Negación". Preferimos traducirlo, porque clínicamente es así, como "Denegación" , Die Verniening. Tiene incluso implicancias desde la filosofía existencialista.

7/ de (6) se desprende que la Denegación es un mecanismo neurótico defensivo y lábil (como toda defensa neurótica: por ejemplo el fallido) que informa al Analista que hay un deseo tan poderoso que el Yo no puede aceptarlo y preferiría postergar su encuentro. Es el encuentro con el Das Ding, con la (a)Cosa, con algo en el orden de lo Siniestro (lo No Familiar en lo Familiar).  A veces es mejor, pues, no insistir, sobre todo si tenemos a un analizante novato. Pero estamos advertidos por donde va la Cosa. Para que el fantasma no siga desestabilizándose, muchas veces dejamos pasar algunos puntos de inflexión en el discurso. Cuando el análisis avanza, pasamos de segunda a tercera y si la ruta lo permite, aceleramos a cuarta. El analista no debería jugar una carrera en medio de tantos obstáculos, después de todo el que maneja siempre es el analizante, y puede chocar fulero. Hay analistas que quieren "eliminar" los Ideales con que el analizante viene cargado (siempre obviamente del Otro) sin advertir que para eso, además de instalarse la transferencia, deberán presentarse cuestiones del discurso y de la realidad fantasmática del sujeto, que posibiliten ir dosificando la angustia y los movimientos que de ella se desprenden. No olvidemos que en el cuadro matricial construido por Lacan, la angustia figura como de "mayor movimiento" y "mayor dificultad". Paradójicamente, el sujeto al angustiarse se siente paralizado. No olvidemos tampoco que la característica del neurótico siempre es "no poder sostener lo que desea"- Nos dice que sí, le dice a su jefe que sí, le dice a su pareja que sí, le dice a la Vida que sí, y después todo es "no llegué a tiempo", "no pude", "no puedo", "no hoy", "no". Puede perder el trabajo por su goce, puede perder la pareja por su goce, puede perder incluso la vida, pero lo que no quiere perder es, justamente, su goce. Y, como también sabemos, si bien el goce está en la esquina opuesta al deseo, también -y sobretodo clínicamente- en todo goce hay deseo.

8/ de (7) se desprende, sobre todo del último párrafo, que la pareja en cuestión comienza a perder un goce. Quieren ganar otro. Pero también "saben" (lo inconsciente es un saber no sabido) que van a perder un deseo. Es decir, por ejemplo y para el caso, "el deseo de hacer un proyecto juntos", puesto que si lo realizan ya no hay deseo. Pero hay algo más: fantasmáticamente pueden quedar sujetos al siguiente guión: "Ahora no hay compromiso oficial, no nos debemos nada, y menos fidelidad. Si oficializamos esto, la cosa cambia. Y mi deseo?"-

9/ conclusión I: las peleas en cuestión de la pareja son la defensa contra el deseo que pueden estar marcando el advenimiento de un nuevo espacio y, por supuesto, de una nueva posición subjetiva, es decir, de un nuevo Acto. No hay Acto que no curse con angustia. Y no hay Acto que no sea el que va del goce al deseo. Por supuesto que las peleas siempre ponen de relieve al Falo; es decir, hay movimientos de poder narcisístico (a ver quién la tiene más larga) y de rivalidad imaginaria; competencia, alienación-separación, identificaciones y otros menesteres. Pero, para el ejemplo que tomamos up supra, es claro que –además y sobre todo- se trata de una defensa ocasionada por la impronta de un Acto en puerta.


10/ conclusión II: escuchamos todo el tiempo –no sólo de los sujetos en análisis sino también de amigos, parientes, etc.- cómo la fórmula proporcional se expresa en estas premisas: a mayor deseo, mayor defensa. Por eso si un amigo nos dice, por ejemplo y sin que nadie se lo haya preguntado: “no te vayas a creer que yo me voy a terminar enamorando de mi cuñada, sólo tenemos la mejor onda…” o “no es que quiera hacer tal cosa…” o “te afirmo y recontra-afirmo que somos sólo buenos amigos”; entonces nosotros podemos estar escuchando todo lo contrario. La cuestión de “mayor deseo, mayor defensa” la interpretamos así pero la leemos alrevés: primero nos aparece la defensa, y de ahí escuchamos el deseo. De allí que podemos suponer que un heterosexual homofóbico es un homosexual en potencia, reprimido; o que un resentido social que critica permanentemente el status de los ricos (y no hablo de la crítica a la disparidad y falta de equidad social) tiene su deseo puesto en ese punto. (Ya sabemos que es injusto pero otra cosa es estar permanentemente enjuiciando y reprochando ese estilo de vida. Da la casualidad que esos mismos sujetos -resentidos- admiran a determinados personajes y no se fijan en eso mismo que critican. Es decir: "los ricos" son una peste, pero un actor de Hollywood que tiene diez propiedades valuadas en diez millones de dólares cada una, no.)

Cerrando: hace un par de meses, una analizante expresó con mucho énfasis: “Yo nunca me podría enamorar de un tipo egoísta, que sólo piensa en su bienestar, que te abandona o no sabe sostener un vínculo más allá de las peleas y conflictos. Por eso de este tipo, mejor no. No. Definitivamente no.”- Y a los pocos meses ya estaba conviviendo con el susodicho. Otro analizante sentenció: “¿Qué me viene con romanticismo, darnos la manito, tocarnos los pies por debajo de la mesa en un restaurante, flores, paseos y esas pavadas? Yo ya perdí la ilusión, ya no creo en promesas y mucho menos en el amor… Qué amor, ni amor, ni amor…”  Poco después se terminó enamorando. 

Marcelo A. Pérez
Cuando el DESEO llama a la puerta, el YO se defiende.
II / 2016
ARTE:
Eivar Moya
[ Valledupar, Colombia, 1970 ]

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