La herencia de un padre...



Roque Ramiro Wilde siempre se obsesionó por los coches antiguos. Especialmente los europeos. Pero en sus últimos veinte años, esa obsesión se trasformo para él en un enorme fetiche e incluso en una pesadilla. Había quedado viudo hacía treinta años, sin hijos. Nunca volvió a estar con mujer alguna. Pero no podríamos afirmar que no volvió a enamorarse. De hecho, lo seguía estando. Rotunda, radicalmente enamorado. Rara, respetuosamente enamorado. Risueña, realmente enamorado. Enamorado con rabia, responsabilidad, riesgo, ronroneo y rudeza.

Había consultado a un médico que, a la vez, le recomendó un psiquiatra que, a la vez, le recomendó un analista que, a la vez, le recomendó que se asocie; no sin antes tranquilizar su cruel pesadilla.

-¿Y desde cuándo le sucede está obsesión Don Roque?

-Treinta años… Desde que murió mi esposa.

-Todos tenemos algún tipo de obsesión, no es grave. Pero me gustaría saber por qué para usted se ha transformado en una pesadilla…

-Los primeros años era sólo diversión. Comencé a comprar autos antiguos para mi colección, los guardaba en un galpón especial que mandé construir. Los coches antiguos siempre me gustaron. Tuve libros, estampillas, sellos, de autos antiguos.

-Ajá…

-Pero un día, quizás más o menos diez años después de coleccionarlos, me di cuenta que esa diversión no era sólo pasatiempo.

-Ajá…

-No sé cómo fue, pero una mañana decidí venderlos todos.

-Ajá…

-Todos, excepto uno.

-Uhmm…

-A partir de ese momento, me di cuenta que lo mío era algo profundo, una profunda devoción por ese en particular…

-Ah…

-No es casualidad –creo- que me haya quedado con el que siempre usaba para salir por el pueblo. El que más cuidaba. El que me preocupaba demasiado porque siempre esté bien lustrado, ¡el mejor lustrado!; que si anunciaban mal tiempo por supuesto no lo sacaba… Después me di cuenta que era por algo. Amor. Ese algo se llamaba amor. No merecía él estar entre los otros: no era uno más. Yo no quería un harem. Lo quería a él. Amor doctor.

-Puede llamarme Augusto.

-Por él, doctor Augusto. Sólo por él podría yo llegar a dar mi vida. ¿Se da cuenta? Esto no era una simple obsesión. Los días que llovía, y él quedaba solitario y frío en el garaje, yo no podía dormir. Comencé a tener las primeras pesadillas… ¿Por qué él debería dormir sólo? Si yo lo amaba como a nadie. ¿Por qué habría de abandonarlo?

-Uhmm…

-Con los años me di cuenta que había algo en su fisonomía, en su carrocería, en su estilo, muy poético… no se ni ya cómo decirlo, porque me avergüenza. Primero pensé que era su color. Pero era todo. Cuando uno está enamorado, no puede decir qué cosa exactamente es la que lo enamoró, ¿verdad? Es un todo. Entonces me tranquilicé. Pensé: no es por partes que lo quiero. De hecho lo quería igual si un día se queda sin un farol, o el tapizado se desgasta con el tiempo (porque por supuesto no le haría una estética, él es así: original); o lo seguiría amando si un día no responde a mi pie y la marcha disminuye. Amor. El amor es así doctor Augusto.

-Ajá… ¿Y de qué color es su coche?

-Negro. El no color. El negro es el no color. El universo es negro.

-Ajá… Le gusta un color que no es un color. ¿Y qué marca es su coche antiguo?

-Phanton Segundo Continental. 1935.

-…

-Rolls Royce.

-Ah… Inglés.

-Por supuesto. Negro e inglés.
-Caro…

-Ciento sesenta y cinco mil liras. No tanto como medio millón de euros que podría pagarse por un Drophead moderno. Pero mi amant… mi coche no vale por su precio. Por otro lado, nunca tuve problemas económicos. Mi gran pesadilla es esto que le cuento. Me dieron también mucho dinero cuando vendí el resto de mi colección. Pero mi dinero lo dono a comunidades de emergencia.

-Estuvo a punto de decir ¿amante?

-Me da vergüenza decirlo, pero sí. Es mi amante.

-No se preocupe. Entiendo la metáfora. Pero no puedo entender aún porque amar a un hermoso coche antiguo, lo trae a un analista.

-¿A usted no le parece anormal que yo no pueda tener otro más que ese? ¿Y viva desesperado por si le pasa algo a punto tal que ya ni puedo sacarlo a pasear pero tampoco puedo tener otro? Tener un Phanton 1935 de amante no es problema. El problema es tenerlo como único amante, que yo sólo pueda pensar en él todo el tiempo...

-Claro, entiendo… Casi se podría decir que no es metafórico sino que es su amante verdadero.

-¿Quién habló de metáfora? Usted, no yo.

-Cierto.

-…

-¿En qué piensa?

-La frecuencia de las relaciones han bajado un poco últimamente porque me siento aturdido por esto, cada vez más; pero hemos tenido un muy buen…

-¿Relaciones?

-Sexuales, doctor.

-¿Usted hace el amor, digamos, con su coche?

-Por supuesto. No me imagino un amor tan pasional, tan exclusivo, tan perfecto; sin un buen sexo. Sepa disculpar que un viejo de casi setenta le hable así; pero los viejos aún tenemos erección…

-Erección… Sí, claro.

-Esta es la parte que mas me cuesta decir, la de mis pesadillas… Porque si sólo fuese amor platónico… pero yo no soy tan… fóbico como para amar y no entregarme; tan histérico como los jóvenes de ahora, como para calentar motores y nada… Y mi… amante… responde siempre. Él siempre está. Siempre. De hecho… creo que siempre me pide más.

-¿Cómo… Digamos… Cómo hacen el amor?

-No por estar viejo voy ahora a hacerme el pacato y ya que lo dije, le contaré. Le diré que siempre fui un romántico. No me gusta ponerla y listo… Eso sería una perversión.

-Ponerla…

-Sí, sí. Eso me parece de machista. Mi Phanton Continental no se lo merece.

-Ajá…

-Por lo general sucede en el atarceder, después de mi té. Inglés, por supuesto.

-Ajá…

-No me gustan los… polvos… matutinos. Pero la caída del sol después de un Earl Grey Tea es perfecta para hacer… hacernos… el amor. Lo lleno de caricias, de mimos… Le paso muchas veces un liquido especial aromatizado con pomelo que también a mi me gusta. A veces eucaliptus, a veces vainilla. Y así… entre caricia y caricia… lo vamos haciendo.

-Ajá…

-…

-¿Qué sucede? ¿Por qué se detuvo?

-Es que me avergüenza decirlo, pero tengo que hacerlo. Antes era diferente. Ya no tengo las mismas ganas… no lo hago con la misma frecuencia… son muchos años… Su caño de escape sigue intacto, pero…

-¿Caño de escape?

-Claro. Por ahí lo penetro. ¿Por donde sino? Bueno… en realidad a veces, muy pocas en estos años, puedo empezar por abrir a penas la ventanilla y ahí penetrarlo lentamente; pero el coito más importante es por atrás.

-…

-Eso. Así es la cuestión.

-…

-El psiquiatra me dijo que al no estar descompensado ni tener delirio, no era conveniente medicación, por eso me derivó a un analista. Yo –de todas formas- no quiero medicarme por impotente. Quiero que reaparezca mi deseo y esa son mis pesadillas… Porque le tengo que dar un dato importante: hace un año apareció un amigo lejano y se mudó a tres cuadras y me visita frecuentemente…

-¿Entonces?

-¿Mire si a mi phanton continental se le ocurre echarle el ojo? Nooo. No deliro, es broma, eso sí es metáfora. Pero mire si a mi amigo se le ocurre un día hacer el amor con él...?

-A ver, Don Roque. Usted no tiene problemas por enamorarse de un coche.

-No.

-Ni por coger por atrás con ese coche.

-No. Claro que no. ¿Acaso la gente no tiene coito anal?

-Ni por que no pueda reemplazar su coche por otro.

-No. Lo amo sólo a él.

-Okey… Sus pesadillas son, digamos, por celos y porque ha disminuido su coito.

-Nadie en el mundo hasta hoy me ha comprendido como usted, Augusto.

-Ah…

-Mecafilia.

-¿Perdón?

-Mecafilia. Me dijo el psiquiatra que es mi problema. No sé que me quiso decir. Yo igual no creo en rótulos y supongo que un analista tampoco, ¿verdad? He leído algo sobre cómo trabaja un analista… Yo no sé si mi problema se llama A o Z; lo que quiero es ver cómo recupero mi capacidad… deseante con él. Los dos merecemos estar bien. ¿No le parece?

-Ah, claro. Bien. Bien. Hay un par de cosas que me llaman la atención Don Roque. ¿Por qué será que desde que murió su mujer usted transformó su vida erótica en esto? ¿Y por qué será que no puede cambiarlo por otro? ¿Y por qué debe ser negro, por ejemplo?

-El amor es ciego, doctor. Usted seguramente ha elegido miles de miles de mujeres para penetrarlas, pero sólo unas pocas para hacerles el amor… Si yo le preguntase ¿y qué ha hecho que esas sean tan particulares, tan únicas? Vaya a saber usted que me contesta, pero no sé si podrá saber qué ha sucedido que su estómago se inunde de mariposas como cuando mi Phanton Continental y yo nos miramos en esos momentos de extrema soledad, y nos sentimos únicos y acompañados en este desolado mundo… Mientras una cancha se inunda de fanáticos para aplaudir un partido de fútbol, mientras un pueblo grita a un político en una plaza colmada, mientras los teatros se llenan de clientes y los cafés de bohemios y los subtes de empleados mecanizados, y las librerías de poetas… yo y él hacemos el amor en el silencio de nuestro hogar. Y esa es mi poesía… Mientras las ballenas y los tiburones gritan en ayuda del petróleo que los contamina y de las chimeneas de los barcos; mientras los ricos mueren de amor y los niños pobres entran corriendo a un bar y toman desesperadamente un puñado de pan y se lo ponen en la boca como única comida del día; y uno los ve con las piernitas sucias, los pies cansados, la mirada perdida; él y yo somos felices. No es poco en este mundo horrendo… No es poco. Somos felices como antes yo lo era cuando ella estaba a mi lado…

-…

-Mi mujer siempre vestía de negro. Siempre. Y sus ojos eran negros. Negros y enormes… Muy grandes, infinitos ojos negros… Como el cielo. Yo la miraba y miraba todo el cielo… Era como cerrar los ojos e imaginarme el único mundo posible de habitar.

-…

-Perdón por mis lágrimas.

-Hay muertos que debemos enterrar…

-Lo sé, pero…

-¿Por qué 1935?

-¿Cómo dice?

-¿Por qué su rolls royce es de 1935?

-Me gustó ese, no sé. No sé por qué me gustó…

-Me refiero por qué ese año. ¿Qué piensa si yo digo 1935?

-…

-¿Si?

-Perdón que llore… Es el año que murió mi padre. Yo tenía diez años. Él amaba los Rolls Royce. Era un auténtico dandy. Todavía veo sus fotos y pienso ¿cómo pudo un hombre así haber vivido en un mundo tan corrompido? Mi madre me puso Roque y él me puso Ramiro. Siempre respeté tanto a mi padre... Él, por supuesto, nunca mezcló su trabajo con su familia, por eso nunca tuvo tiempo de alzarme en sus brazos. Mi madre siempre me tuvo entre sus... acunado... digamos. Mi padre... Quién sabe que hubiese pasado con mi vida si mi padre me hubiera permitido acariciarlo alguna vez; decirle... que quería jugar con él... Pero su trabajo... Gracias a su trabajo hoy yo puedo tener mi Rolls Royce. Nunca tuve hijos por eso: son un trabajo jaja... Una madre no puede con todo...  Los Wilde eran familia de un linaje importante. Después nos mudamos al pueblo y ahí conocí a mi difunta mujer. Ella era bailarina. Hermosa, siempre con sus brazos en alto, sus piernas ondulando en el aire…

-Rolls Royce: Roque Ramiro.

-Doctor. Hay algo peor que mis celos y que la visita de mi amigo. En realidad lo que más me preocupa no es eso.

-Ajá…

-…

-¿Qué está pensando?

-No, nada… Me quedé en algo que dije antes… De mi mujer… Bailarina… Claro…

-¿Claro qué?

-Ahora que lo pienso: lo que más me gusta de mi Rolls es su ícono. Su símbolo.

-¿Qué símbolo?

-Emily. The Spirit of Ecstasy. Es una pequeña mujer inclinada con sus brazos extendidos sosteniendo una tela, al viento… Éxtasis… Vuelo. Velocidad. Representa la pasión secreta entre el creador de la revista Cars, Lord Montagu de Beaulieu y su secretaria, Eleanor.

-Ajá…

-El ícono y yo hemos tenido momentos de mucha lujuria. Me avergüenza decirlo. Frotamientos, besos, caricias… Eso me volvía loco antes. Después, quizás porque me enamoré de su totalidad, pasó a segundo plano. Un simple fetiche, todos los tenemos…

-Sí, sí. Claro. Algunos les gustan rubias, otros con tetas bien angulosas, otros la prefieren altas, otros con ojos celestes… Fetiches... A usted le gustan con los brazos al viento, bailando…

-Bueno, ahora que usted habla en femenino, le tengo que decir que ahí vuelvo a mi verdadero problema. Y es justamente por eso… sólo por eso… que no puedo gritar este amor de tres décadas, este amor que me quema…

-¿Cuál sería entonces el problema, Roque?

-No es ella. Es él. Es un phanton continental. Es “el” coche, no “la”. Yo soy homosexual, doctor.

-…

-¿Me entiende, Augusto? Un amor así, treinta años en secreto. Como la pasión de Lord Mantagu y Eleonor. Sin poder gritarlo, ni siquiera murmurarlo. Un volcán en erupción continúa, pero sin poder decirlo ni a mi mejor amigo. Yo-soy-homosexual. Terrible. Si mi padre estuviese vivo..! Es hoy la primera vez que lo digo. Y creo que decirlo ya me ayudó, perdón por mis lágrimas.

-Entiendo. No se preocupe. Bueno… Siempre hay tiempo para todo… Usted ahora pudo.

-A usted sí, doctor. Pero ¿cómo lo digo a mi gente que soy homosexual?
-Quizás haya otros temas que ver primero… Me quedé pensando en el éxtasis. En el vuelo… en la velocidad que usted quizás, tal vez, esté perdiendo con los años… Puso todos sus sueños en su coche...

-Noooo. No es eso lo que me duele. Nooo. Es… Bueno… Quizás también eso.

-Claro. Es entendible, Roque. Quizás hace treinta años, desde que murió su esposa, comenzó a perder el vuelo… Habría que buscar, más allá de los rótulos, el modo de recuperar un poco la altitud. Todos queremos ser Alguien, o algo, para otro; a veces el precio que debemos pagar es mucho, y no se trata de billetes.

-Entiendo. Sí, claro. Ese es el nombre de mi dolor: tristeza. Me siento en baja, sin erección. Sin pasión. ¡Tiene razón! ¡Y yo que le estaba echando la culpa a la homosexualidad!

MAP
Espíritu de falo.
[La herencia de un padre.]
I / 2016

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