La obra del No-Leonardo Da Vinci






La pintura, como todos saben, ha sufrido con el paso del tiempo los avatares de un extraño y desfavorable destino. Al estar realizada sobre yeso seco, la obra comenzó a descamarse tras su finalización. Durante los siglos XVIII y XIX se llevaron a cabo intentos  infructuosos de restauración  y conservación. Pero eso fue apenas el comienzo. Una larga seguidilla de infortunios marcaría para siempre el destino de esta extraordinaria obra.

Durante el transcurso de la guerra, las tropas de Napoleón utilizaron la pared para realizar prácticas de tiro, y en 1943 los bombarderos lograron arrancar el techo de la habitación, dejando la pintura a la intemperie durante varios años. También hubo varias inundaciones acaecidas en Milán que contribuyeron al deterioro de la obra, y la incorporación de una puerta en la sala en 1652, cercenó los pies de varios personajes del mural. En 1797 un ejército francés utilizó la sala como establo, deteriorando la obra aún más. Y en 1943 los bombardeos aliados pusieron su grano de arena en el progresivo deterioro de la obra. Después de todo, en 1977 se inició un programa de restauración y conservación que mejoró notablemente el mural, pero gran parte de lo que era la superficie original se ha perdido para siempre.

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La Última Cena es la única Pintura Viviente que existe en el mundo. La única pintura de la historia de la pintura que “se sigue pintando y seguirá pintándose hasta el fin de los tiempos”, como un palimpsesto vivo y refrescante. Porque siempre va a estar allí cayéndose, desmoronándose, destruyéndose, y al mismo tiempo, reconstruyéndose y re transformándose en “otra pintura”, pero manteniendo siempre la inconfundible esencia de la “pintura original”.

Es como si estuviéramos viendo el mismo cuadro de Leonardo pero como si no fuera de Leonardo, o como si estuviera su imagen levemente alterada y la viéramos creyendo que es la obra de Leonardo, cuando en realidad es la obra del “no-Leonardo”, algo así como:  “La obra de Leonardo que se niega a ser de Leonardo”.
Algo parecido a lo que ocurre con la imagen del televisor cuando se perfecciona la tecnología y se ve con más nitidez los colores y las formas. Pero con la imagen de esta sublime pintura no sabemos si la vemos mejor que cuando su creador la pintó, con sus trazos y colores originales. Nos engañamos a nosotros mismos creyendo que estamos viendo el genio de Leonardo cuando sabemos perfectamente que es la obra del Antileonardo (el demonio encargado salvar la obra de Leonardo, destruyéndola).

Hugo  Cuccarese
Extracto del artículo publicado en su blog:
ARTES VISUALES:
Salvador Dalí
[ Figueras, 1904 / 1989 ]
La última cena

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