Goce, deseo, sin-sentido...
¿Se ha visto a algún animal que
pida dormir con la luz encendida o abrazado a un peluche?: la Cultura –y el
Sujeto emergente de ella- están fallidos. Es un hecho que se comprueba en
cualquier situación donde alguien necesita recurrir a algún artilugio
imaginario para cubrir su angustia. Fobias, obsesiones, histerias: todo
producto de la Cultura. Es decir: del lenguaje. Ningún animal lo pediría
sencillamente porque no hablan. Y por eso no tienen ni frío ni calor, y cuando
tienen que dormir, duermen; y cuando tienen que comer, comen. El lenguaje,
previo al sujeto, está agujereado. Y esto no sólo es un problema, sino que es
gracias a este problema, a este agujero del lenguaje, que es posible
aprehenderlo, es decir: tener un cuerpo.
El lugar de esa cultura,
simbólico por definición, viene entonces fallido. A veces sorprende escuchar a
analistas de larga trayectoria que sigan diciendo que lo real/lacaniano falla.
Escuchar decir, por ejemplo "mala
jugada de lo real" es no entender que lo real no tiene fallas –el animal es real puro-, sino que el problema
está en el lenguaje. En el software
del sujeto. Es el lenguaje el responsable que incluso el imaginario se altere.
Un sujeto construye su cuerpo a partir del lenguaje que le dona el Otro. Y esto
puede alterarse. Un neurótico muchas veces no se reconoce en el espejo. ¿Falla
el espejo? No, el espejo siempre fue el mismo; falla lo simbólico, la metáfora
paterna. Esto no sería un gran asunto si el sujeto, síntoma mediante, recurre a
un análisis y se pregunta por su falla. El problema es exactamente inverso:
cuando el sujeto cree que lo que ve en el espejo es lo que es. Es decir: cuando
el sujeto se la cree. Recordemos que la Psicosis es la estructura más característica saturada
de sentido: pensemos
en el paranoico que necesita darle sentido a todo lo que le rodea. Sentido, aquí,
viene junto a certeza. Por eso Lacan decía que está tan loco un sujeto que se
cree Rey como un Rey que se cree Rey.
Hablando de Reyes: al nudo
imaginario Lacan lo llamo "el reino
del sentido": el sujeto encuentra sentido con eso, pero –ni lento ni
perezoso- también lo llamó "la
imbecilidad": pensar que allí está la certeza fija al sujeto –títere del Otro- en una situación harto
más cómica que dramática: los semblantes histéricos
(maquillajes, tatoos, pelucas,
músculos, etc.) como todo exceso resultan ser una total caricatura del sujeto. Pensemos
como Facebook
es un prototipo actual de promotor de sentido de esa "debilidad mental" con la cual Lacan definió al parlëtre:
en esa plataforma el sujeto se arma y cree que, por ejemplo, un "me gusta" o un "nuevo amigo" lo hace un
poquito más fálico. Obviamente no todos son tan necios en pensar –a pesar de
utilizar Facebook- que una acción de
esas características lo promueven al cielo de los Dioses.
Los neurocientíficos nunca podrán
"corregir" la angustia postfacebook:
después de cerrarlo, a la camucha y a dormir con el velador encendido. El discurso de la Neurociencia, que cada vez se
acerca mas -quizás sin saberlo- al descubrimiento Freudiano, se apareja con el
discurso capitalista: ambos buscan un dominio yoico y, sobre todo, un dominio sobre los objetos con los cual el sujeto
interactúa. Por ejemplo: Internet es una interface
poderosa que hace creer que el sujeto puede tener dominio sobre el saber.
Es cierto que hay un bombardeo de conocimiento impresionante, pero el saber es
otra cosa. El saber que al sujeto le interesa –y por el cual goza- no es el que
ofrece google, facebook o el espejo con el cual se mira todas las
mañanas al cepillarse los dientes. Esos son, en todo caso, representantes de
engaños imaginarios. ¿Sirven? Sí, claro, ¿cómo que no? Pero el sujeto, a pesar
de eso, sigue buscando. Es decir: sigue deseando. ¿Por qué ni google ni la ciencia pueden solucionar
el problema del deseo? (Y tiro la primera baraja de estas lineas: el deseo es un
problema). Sencillamente porque a diferencia de lo que creen los neurocientíficos,
ni el lenguaje ni el deseo están adentro de un receptáculo (y mucho menos del
cerebro: en todo caso podríamos aventurarnos decir que tiene que ver mas con el
estomago o con los intestinos). El deseo, como el lenguaje, está afuera. Para
la neurociencia, el lenguaje es algo interno. Del mismo modo piensan los psicólogos
cognitivistas, incluso algunos creen que es un órgano.
Entonces: no se puede escapar del
lenguaje (nos espera incluso antes de haber nacido) ni del deseo. He aquí el
problema. El sujeto no tiene un deseo sino que el deseo lo tiene, lo domina. Google nos puede dar millones de
artilugios para calmarnos, pero a la larga no hace más que convocar a los
demonios del deseo porque cuanto más buscamos, más deseamos. [Y tomo el ejemplo
de google no sólo porque es moneda
usual recurrir a él si necesitamos algún tipo de información sino porque (adherido
al invento de la web) me parece uno de los recursos más funcionales de este
siglo.]
Para decirlo mejor: como no
podemos dejar de desear, no podemos dejar de buscar. El deseo, esencia de lo
humano –como nos recordó Spinoza-, hizo que el sujeto haya perdido toda
naturalidad con el mundo. Su fantasma
–blasón de su deseo- lo arma y es a partir de allí que el sujeto mira, escucha,
olfatea, ama. Por eso cada cual tiene una relación diferente con la pulsión escópica,
invocante, etc. Por eso no hay nada de natural en la mirada, en el amor o en el
comer. Si comer fuese algo natural, el humano (como cualquier animal-logrado) no dejaría de comer a
causa de transitar un duelo o no comería en exceso a las tres de la mañana, por
cuestiones de angustia. O –vayamos al
dormir- un sujeto puede incluso estar con insomnio durante meses, o (como
recientemente me comunicó un analizante) necesitar
levantarse a las cuatro de la mañana para ir a buscar a su amante por no
soportar la perdida. ¿Dormir, comer, beber? Nada natural. ¿Respirar? Tampoco:
un sujeto se ahoga en un lugar con aire. Técnicamente es imposible. Pero Freud
descubrió que hay una falla en la metáfora paterna y se la suple con la metáfora
fóbica.
¿Qué pasa entonces con la
neurociencia? ¿Por qué está tan en boga últimamente? No es por sus
descubrimientos (que en todo caso, como dije, dan cada vez más la razón a
Freud) sino –obviamente- por la mirada que el sujeto pone en ella, por el
interés -como propulsora y proyectora- que el sujeto tiene de poder zafar del
deseo: es decir, de la angustia.
El auge de ciertos avances hace
que el significante “ciencia” tome aún más aval social entre los neuróticos empecinados
en la certeza, en la respuesta justa, en revestir y obturar la barradura del Sujeto. Hay quienes creen –por ejemplo- que gritar
que “el psicoanálisis no es una ciencia” o “es una paraciencia” constituye una agresión para con los
psicoanalistas. En todo caso serán los seguidores de Mario Bunge quienes se
infatuarán con esos epítetos. A los analistas – y me permito generalizar con
los riesgos que eso conlleva - creo que nos tiene sin cuidado este rótulo; pero
no por ello seguimos investigando, criticando y formalizando la teoría. No toda ciencia tiene que ser exacta, el psicoanálisis es una ciencia del no-todo. Sobre todo porque no podría forcluir la verdad del Sujeto.
Algo parecido podría suceder al creer que el arte no es ciencia o la
ciencia no es arte y entonces que algo no está bien. El sujeto necesita
anclarse en algún significante. Lo cierto es que, como el arte y como la
ciencia, el psicoanálisis opera con un analizante que habla y un analista que
lee, porque la función del análisis es que el analizante pueda escribir algún nuevo significante (que lo
represente) en el orden de su historia. El arte no
existe sin la escritura: hasta podríamos decir que no hay Arte sino Historia de las Artes.
Es decir que para que exista el objeto
es necesario el lenguaje. No hay sujeto sin escritura, sin textura de la letra.
Quizás por eso Lacan se preocupó tanto en matematizar y topologizar al sujeto
de lo inconsciente. Si bien en 1975 declaró que no era una ciencia, todo nos
lleva a pensar en su afán por elaborar, vía simbolización, una estructura científica.
Nunca criticamos el valor de los
descubrimientos científicos que hacen que el avance de la calidad de vida de
los sujetos sea cada vez mejor. Pero desde el psicoanálisis sí criticamos el
discurso que pretende hacernos creer que alguna vez será posible dominar el
deseo o zafar de la Castración que nos toma: deseo y Castración -lo digo aunque
a algunos se le vuele la peluca- es lo mismo. El sujeto recula ante ellos,
porque -como ya se deberá estar intuyendo- aceptarlo y constituirlo como causa,
implica ipso facto un acto de
decisión. Es decir: de muerte. Por eso enunciamos que la ciencia forcluye la verdad. La verdad del Sujeto.
El otro día me preguntaron porque
siempre digo que la muerte es Castración. ¿Qué otra cosa podría ser? ¿Alguien
en este planeta ha vuelto de la muerte para decirnos qué es? La única
representación que tenemos de la palabra “muerte” es la castración. Si es un
lugar, o un momento, es un lugar de castración. Cientos y miles de sujetos
angustiados por la vida, nos recuerdan permanentemente que "morir un poco" (narcisistícamente, imaginariamente) es
el verdadero desafío ante el deseo. El tema es que hay una paradoja: la Castración no es sólo muerte, es lo que permite acceder al deseo. Morir para vivir, digamos. Lacan la define muy rápidamente en el Seminario III: Perder para Ganar. No dijo: perder para perder.
El sujeto ancla su sentido en el
imaginario. Y se ayuda de lo simbólico, del lenguaje, para constituir su
goce. Así como no hay goce por fuera del
lenguaje, habría también que recordar que el fin de un análisis no pasa por
rectificar los goces, sino, en todo caso por aceptar que el Síntoma
(condensador de ese goce) puede transformarse en un “saber-hacer-con”; es lo que Lacan conceptualizó con el Sinthome: que a-nuda al sujeto a su causa. Pensar que alguien puede anular su
goce con el objeto; es como pensar que los sujetos –después de un análisis- no
tienen más síntoma. El otro día un analizante (que también es analista) se
recostó en el diván y enunció más o menos estas palabras: “De la última sesión me fui chockeado. Porque vos dijiste que nadie va
al análisis porque es gordo, sino en todo caso por el problema que le puede
ocasionar su gordura. Y claro: yo salí de la facultad con todas las ideas bien
estructuradas; pensé que todo era una cadena: Ideal, goce, rectifico y listo.
Salí del final de Lombardi pensando que como analista iba a poder hacer una
dirección de la cura impecable… Pero vos me estás diciendo que rectificar el
goce es imposible. Y ahora estoy entendiendo la cuestión: yo, anclado en
Ideales, me engaño también con el ideal de la cura.” Pensar que el Saber -medio de Goce- tiene que ver con el fenómeno clínico es confundir la paja y el trigo. Tenemos que entender que un sujeto que declara -por ejemplo- "Tengo un problema con ser homosexual" no tiene ningún problema con eso; es como quien podría decir "Tengo un problema con ser heterosexual". En todo caso se le pregunta cuál sería el problema; pero los analistas tenemos que percatarnos que el problema no lo tiene con eso, sino con la imagen, es decir, con el Yo.
Quizás la
mayoría de los analistas van con su bandera de la “rectificación del goce” en
alta; pero ¿qué entendemos por eso? ¿Se puede hacer que un sujeto –con su goce
de elección heterosexual de objeto, por ejemplo- se transforme en homosexual al
final de un análisis? Obviamente no: pero quizás ese sujeto pueda pensar que en
su homofobia hay escondida un deseo reprimido que hace que corte ciertos lazos
por miedo a quedar capturado por él. Un fin de análisis implica una ruptura -parcialmente
dócil y digna- con el goce que lo mortifica a esa alineación: y se trata, harto
más que de rectificar un goce, de ubicar la posición de sin-sentido que tiene ese goce. El sin sentido es, paradójicamente, lo que le da mayor sentido a la vida de un sujeto. ¿Qué sentido tendría que
alguien en vez de dormir se vista y salga a las cuatro de la mañana a buscar a
su amante? Después de todo Lacan definió al GOCE como "lo que no sirve para nada" pero también ha dicho que "sin él sería vano el universo". Los sueños están colmados de sin-sentido.
Un analizante dice un fallido –o hace un olvido- y –vía su YO- no encuentra
sentido; pero la presencia del analista hace que ese fallido sea –como dictaminó
Lacan- el acto más logrado. Esta mañana un analizante (que hace tres días consecutivos
viene a sesión a causa de la angustia que lo invade porque su nueva novia
decide radicarse en Uruguay) me envió un sms diciendo que hace tres días se
estaba despertando a las 05.30 de la mañana. Le pedí que me diga con qué lo
asocia y enseguida se le pudo dar sentido a ese sin-sentido: es la hora en que él se despertaba hace un año, para
ir a trabajar donde otrora. Y esto ¿qué significaría según él? Que necesita recuperar a su
novia a partir de un nuevo trabajo que lo ubique en otra posición.
Como es obvio, el sin-sentido no es algo que el sujeto soporte de buenas a primera. El arte es un sin-sentido; pero gracias a él,
podemos también darle sentido a nuestra existencia. Un rinoceronte aislado en
un pantano no tiene sentido. Pero pintado sobre un lienzo, adquiere una
dimensión diferente. Tenemos muchos ejemplos de analizantes que comienzan a
anoticiarse de este cambio (de sentido) dentro del trayecto de su análisis. Doy
el último ejemplo de esta mañana: “Me
siento muchas veces como a distancia de mí mismo. Como sin sentido… Me
pregunto: ¿qué estoy haciendo? Separándome después de quince años, diciéndole a
mis hijos que estoy enamorado de una mujer 25 años menor que yo y que me voy a
ir a vivir con ella… ¿qué estoy haciendo? No me reconozco.”- Esta cuestión
de “verse” y de darse cuenta que “eso que veo en el espejo quizás no sea tan
así” al sujeto le sucede muy pocas veces en su vida: quizás en cada nacimiento,
es decir, cada vez que se confronta con la muerte. Es decir también: cada vez
que advierte que no hay certezas, que hay precarios semblantes y que no hay ciencia que pueda responder a la pregunta
por el deseo: deseo que –creo apropiado insistir- viene de la mano de la mismísima,
lógica e ineludible, castración.
Marcelo Augusto Pérez
El rinoceronte del sujeto.
[Goce y sin-sentido en la praxis
analítica.]
Julio, 2015
ARTE:
Alberto Durero
Elio Fidel Villate
Elio Fidel Villate
Salvador Dalí