Mirar las estrellas...






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Estimado Marcelo. Alguna vez ya he abusado de tu gentileza y otra vez me gustaría afilar un tema recurrente en tus escritos: ¿por qué siempre decís que nos pasa lo que nos pasa porque nos la creemos? ¿No puede haber circunstancias en donde –por ejemplo- una persona quede viuda o simplemente su ex la deja por otra? ¿En este caso, cómo se aplica? ¿No hay un real en juego o todo se reduce a lo imaginario, al narcisismo? Por otro lado: ¿cómo se podría circunscribir –si existiese- ese real en función de la contingencia amorosa? Desde ya muchas gracias,  j.p.m. 
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Hola. Creo que en tus palabras está la respuesta. Todo amor es contingente, claro. Y siempre existe un real y la pulsión, goce mediante, enlaza su tour por allí; pero justamente “nos pasa lo que nos pasa” [y lo que nos pasa es que sufrimos, nos angustiamos, hacemos síntomas] porque no podemos aceptar esa contingencia. En mí país, no sé allá en Chile, se dice “creer que uno tiene la vaca atada”. Por eso perdemos amistades, parejas, trabajos… y por supuesto algo ganaremos ya que en toda castración hay un goce que se recupera. 
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¿Por qué alguien va a pedir aumento a su jefe? Porque cree que lo vale, sino no lo haría. Y en esa demanda ya hay una muerte que debemos aceptar: puede suceder o no. Toda muerte llega de sorpresa, es un acontecimiento que el sujeto no quiere concebir. (No está mal creérsela un poco; pero a veces creerse la gran estrella de la constelación, suele ser problemático.) Vayamos a tu ejemplo: la viudez. Claro: una muerte en lo real; pero el problema no es el azar o lo real; sino no aceptar que todo suceso es eventual: como la relación que Lacan escribe entre significante y significado que, a diferencia de lo que pensaba Saussure, quien decía que era arbitraria, la bautizó como contingente. La vida incluye la muerte; y “creer tener la vaca atada” o creer que uno vale más de lo que el otro está dispuesto a pagar; es pensar que esa contingencia es externa, es decir: que no hay finitud. Si esto no es narcisismo, ¿el narcisismo, dónde está?
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No hay movimiento, no hay Acto, que el sujeto haga que no sea por él: y a diferencia de lo que se puede pensar; el melancólico tirado en una cama por meses -o el que siempre se queja de esta vida que ha sido tan injusta con él-, tiene ese narcisismo más potenciado: cree que vale tanto que espera postrado que Alguien (el Otro de la religión, de la ciencia o del amor) venga para su salvación. De allí que Lacan llamó al suicidio, "cobardía moral". Aceptar la finitud no es sólo castrarse por el deseo y llevar el goce a un punto más ético (es decir, pasar de la inhibición a la acción); sino también, como decía el poeta, "arder sin quemarse".  Por eso, como pronunció M. Luther King: "Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita."   Y creo que era Van Gogh quien decía que nada sabía de la certeza, pero mirar las estrellas lo hacía soñar...  El problema es, volviendo, cuando uno siempre se cree la única estrella, es decir: el falo. 
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Para mirar, para escuchar, para tener un lazo con el otro, inevitablemente tengo que dejar de creer que soy el falo... Si leo un libro es porque me entrego a la voz del autor. Si escucho una música es porque me inclino hacia esa obra esperando que sea ella la protagonista. Si miro un cuadro es porque -como en la guerra- abdico mi armadura fálica y me rindo a sus colores. Como se ve: siempre obtengo un goce a cambio de cada renunciamiento. Saludos, map.


ARTE:
Vicent Willem Van Gogh
Holanda, 1853/1890


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