Hubo un tiempo...















Nos aferramos. Nos sujetamos tenaz. Nos refugiamos en la esperanza. Volvemos a rozar lo que otrora nos acarició. Abrimos un cajón y, de pronto, nos encontramos con una foto oxidada... Y una leyenda que reza: "juntos…"  y pensamos que no existe verbo que pueda salvarnos de la finitud. Y otra foto más: la de una pareja que festejó sus bodas de oro, y ahora reposa ocre con los bordes erosionados por la muerte, entre expedientes y manchas de humedad. Y abrimos un libro y encontramos una dedicatoria, y pensamos que las palabras no alcanzan...

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Y nos volvemos a aferrar como alma fósil a dócil piedra que pensamos sin degradación ni azotes… Y seguimos atrapados a pequeños entes:  esa cuchara o ese tenedor que alguna vez compramos de a dos, en alguna plaza de antigüedades… Y bebemos con la taza que un día nos regaló la esperanza de un hijo que ensamble ese proyecto imposible… Y dormimos abrazados a preguntas sin colores. Y sin querer, al pasar por algún rincón trivial de la casa, advertimos algún objeto hasta entonces insustancial, y nos percatamos entonces de la presencia de la ausencia.

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Una pluma nos retiene en el pasado; a veces un florero vacío que nadie -ni siquiera nosotros mismos- se preocupa en decorar; a veces nos aferramos a un reloj o una pipa… O a un dibujo que antes de una partida, en algún aeropuerto, alguien esbozó con una leyenda: "fly me to the moon".  Pero las nubes atascan la luna y el verbo volar se empeña a un recuerdo velado. El hierro es el destino del candado. Pero nuestra piel no busca el acero sino la brisa; no busca lo áspero sino lo suave. Pero frágil es el vidrio que bordea lo incorpóreo.
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El vacío lleva al nudo que la lágrima en la garganta zanja. El otro deja su marca, hace huella... y  somos ese significante hueco, que el estilete graba. Y no podemos entender, a veces, que nos estábamos aniquilando y que hoy, de algún modo, intentamos renacer. Y recordamos un pensamiento: "¿Nos separamos porque nos matamos o nos matamos al separnos?"   Y pensamos entonces que no hay nacimiento sin muerte...   Un músico se aferra a un bandoneón que su madre le comprara a un precio de catorce cuotas. Y con ese instrumento construye su vida.
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Un pintor se aferra a su oreja, pero no a un pincel.  Un médico se aferra a un deber, entonces decide matarse. Un poeta se aferra a sus ideas; y con ellas es fusilado una madrugada en Granada. Un lector se aferra a estas líneas. Y decente, dignamente, las deja ir...
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tiempo fósil
Casi Agosto del 2014
Dibujo:
Josh Keyes
Despertando

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