Deseos, ideales, saberes y costumbres...

















Trato de articular con estas líneas algunas dudas comunes que me preguntan por mail y por el canal de Youtube, aprovechando para agradecer los mensajes a todos, esperando sepan disculpar que no me es posible responder siempre: digamos, estoy barrado, ustedes entienden.


Últimamente me preguntaron cuestiones ligadas a la función de la universidad en la praxis analítica y a las cuestiones con el saber y con el conocimiento teórico. Y sobre todo con la cuestión instituida de los examenes.

El Saber no es una cuestión tan simple de definir en términos lacanianos, incluso ya podríamos decir que hay una implicancia inmediata con la Verdad y con el Goce (Lacan dirá que en esta triada hay discontinuidad e incluso una disyunción entre Saber y Goce; el Saber ocupa el lugar de la Verdad en el discurso del analista, de los cuatro propuestos por Lacan, al que agregará después el discurso del Capitalismo.)

Me parece que la cuestión por la cual se me interroga apunta más al fantasma neurótico de pensar que el Otro, pongamos la Universidad o cualquier institución de enseñanza -incluido un grupo de estudio-, pueda garantizar cubrir una falta estructural. De hecho, y por eso, la gente que recién se recibe se angustia y tarda largo tiempo en ejercer: descubre que el Otro estaba barrado, que no garantiza nada. Ahora, por ejemplo, con la era del Facebook o de la Blog, uno puede creer que si escribe en el muro una poesía o un cuento, se transforma en escritor. Y no estoy diciendo que las Redes no sirvan, pero pueden engañar: es diferente un escritor que publica en un Face para mostrar o promocionar su obra, a alguien que por el sólo hecho de mostrar cree que es escritor… ¿Cuántos sujetos hay que tienen dos o tres oficios universitarios y sin embargo si uno le pregunta qué es, qué hace, puede responder "tengo una concesionaria de coches" o "diseño sitios webs". ¿Se entiende? Por eso hay muchísimos médicos psicoanalistas que no funcionan como médicos, ni obviamente medican. 

Las instituciones de enseñanza engordan el síntoma de cada sujeto que puede ser, por ejemplo, el de una inhibición: "cuando me reciba de licenciado en letras, voy a publicar mis escritos" como si no supiéramos que ni Borges ni Kafka se recibieron en ninguna universidad. Y no estoy hablando de genialidades simplemente, sino de la posición que el deseo ocupa en el sujeto: como el sujeto es atravesado por su deseo y puede sostenerlo, independientemente de cualquier muro. Y el muro que más amuralla es el lenguaje, que nos viene del Otro; por lo tanto de los Ideales del Otro. Por eso el sujeto sufre, tiene ideales, inhibe sus deseos, etc. ¿Se ha visto alguna vez a una abeja dudar sobre el objeto que necesita para vivir y satisfacerse? ¿Se ha visto alguna vez que un conejo dude si es un conejo? Sin embargo nuestros queridos neuróticos vienen y nos cuentan "no se sí quiero ser médico o escritor…" o "no se sí  soy mujer porque todavía no pude ser madre…"  El problema es de lenguaje, por eso tenemos pulsión, y por lo tanto de significación.  Para alguien ser hombre puede querer decir subir el Aconcagua, para otro darle el primer asiento a una embarazada en el bondi.


El problema con el psicoanálisis es el problema que tiene el analista con esta causa. Sobre todo los que están contaminados de universidad, postgrados, etc etc. ¿Cómo se puede llevar a un consultorio (donde se trabaja en cuatro dimensiones y donde entre el analista y el analizante opera sólo el vacío) los métodos o los usos y costumbres o los vicios que alguien trae de una universidad? Lo escuchamos a veces en los grupos de estudios... "Hoy no voy porque tengo un examen en la facultad."- ¿Qué pensar de alguien así que dice, a la vez que quiere formarse como analista? Incluso si alguien falta a su laburo por un examen en la facultad. Y aun suponiendo que su deseo también es su trabajo, o recibirse; lógico: pero está cometiendo entonces dos faltas, no una. En cambio veo más honesto que un tipo me diga "en mi laburo todo el mundo se toma veinte días por exámenes, así que yo me tomó tres y me voy a la pileta..."

Por ejemplo, el otro día una colega me comentaba que una analizante le avisa que no va a la sesión porque en el trabajo le obligan quedarse a ver el mundial de fútbol. Entonces: uno puede aceptar este tipo de sintomatología si es en un analizante (e incluso cobrar la sesión para demostrarle que algo habrá que perder y que no hay obligación de hacer nada sino comprometerse con la palabra) porque el analizante justamente nos paga por el inconveniente que tiene con esa palabra, la del Otro y la suya propia (que es mitad del otro), pero en sujetos que dicen que quieren ser analistas (y más allá que obviamente no van a dejar de ser neuróticos) esto es todavía más confuso. Es como escuchar a un pintor que enuncie: si no tengo un atril, no puedo pintar.

La universidad -como cualquier institución-, entonces, lleva esa marca: se ve claramente que un alumno es alguien que tiene que dar examen. Y el tema no es sólo eso: porque ya se sabe que eso es así, sino que va a postergar su deseo por el examen del Otro. Que el Otro, con su mirada, priva ante su deseo. Es decir, es claro que si alguien se toma días de exámenes es porque esto está instituido desde Otro Social; y entonces habría que preguntarse qué quiere decir en función de mi traza. ¿Qué pasaría si no lo hago? ¿Qué pasaría si en vez de un ocho saco un seis o si desapruebo? Y por ejemplo: ¿Si desapruebo, es porque no me tomé dos días más para repasar? O ¿Si lo hacen todos, por qué yo no lo voy a hacer?

El problema del deseo es justamente un problema porque los Ideales, el Otro, se interponen y el sujeto ya no sabe bien qué hace o qué dice con sus enunciados. Por eso los analistas hacemos preguntas tontas; como por ejemplo: ¿Y qué pasa si te sacas un cuatro en un examen?  Es interesantísimo las cosas que aparecen a partir de este tipo de cuestiones. El sujeto puede quedar advertido, por ejemplo, que no va a la universidad por el deseo de ser psicólogo, sino para ser amado en función de la calificación que el Otro le otorga. O –pongamos- cómo el sujeto necesita el Aval de la nota para poder asegurar su deseo. 


 

Nuestra sociedad es un sistema que nos entroniza en esta dialéctica ideal/deseo, por eso este ejemplo de “dar exámenes” es bien significante: tengo el deseo de ser analista y de apostar al vacío, pero falto al grupo de estudio donde me formo como analista porque el ideal del examen, del Otro, me dice que si estudio un par de cositas más durante un día abstraído (concentrado como un equipo de fútbol al que se le prohíbe no se qué tipo de desgaste hormonal) posiblemente me saque dos puntitos más en la nota de dicho examen. ¿Se entiende la dificultad que implica el Saber, el Goce y la Verdad, sobre todo en el laburo con el analizante, donde hay que separar el ideal del objeto? Creerse que alguien que obtiene un “diez” es un Maradona en lo suyo, o que porque se sacó una nota baja es un idiota, es bastante parecido a creer que porque un “amigo de facebook” me dice que soy un genio escribiendo yo me crea que lo soy. En todo caso tendrían que evaluarme escritores o colegas. Y aun así esa evaluación hay que contextualizarla y no creérsela del todo: en las casas-de-estudio hay muchos factores que juegan en la evaluación que hace el docente.

Germán García en sus conferencias en Tucumán decía que "cuando la universidad agarra algo es porque está muerto", por eso un Picasso, un Lacan o un Sócrates no salen de la universidad. (Lacan estudió en la universidad medicina, pero no es ese el Lacan del psicoanálisis.)  Se ve aquí también como se presenta el problema del saber y la verdad (Lacan tiene un artículo que se llama “la ciencia y la verdad”) y del goce y el deseo.



Marcelo A. Pérez
Deseos, ideales, saberes y costumbres...
Junio - 2014
ARTE FOTOGRÁFICO:
Peter Cakovsky
Dina  Bova
Final Toto

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