Facebook y Psicoanálisis










 


El Muro de Facebook y el Psicoanálisis


"Sin darme cuenta me encerraron fuera del mundo."
Constantino Cavafis

“Me preguntas para qué llevo arroz y flores.
Arroz para vivir y flores para tener una razón para vivir.”
Confucio




En su obra de 1975, La institución imaginaria de la sociedad, el filósofo Cornelius Castoriadis (creando el concepto de imaginario-social) aportó elementos suficientes para entender el contexto socio-histórico ligado a lo antropológico-psicoanalítico. El sujeto no puede estar sin un otro; pero –además- no puede estar sin un Otro que no sólo le diga quién es, sino que le diga para quién desear; ya que es la manera que tiene de posicionar su YO. Cuando Confucio pronunciaba la frase del epígrafe nos estaba recordando que el Otro le pone el ramo de flores al sujeto; y sabemos que no es casual que Jacques Lacan utilice justamente las flores (y el florero vacío) para representar -en su Esquema Óptico- la construcción del imaginario, cuerpo agujereado en su vasijamiento de origen (M. Heidegger y la vasija del alfarero).  Porque Jacques Lacan siempre supo –como poeta que era- que las flores dan la razón de la vida; que la vida, sin flores, no alcanza.  Dicho florero aparecerá –del otro lado del Espejo Plano (del Otro)- como conteniendo unas flores que son sólo virtuales.  El cuerpo se completa, entonces, en una construcción –instancia- virtual. El cuerpo, como el amor, es virtual. Pero exige la mueca de lo real y se compromete a partir de dicho guiño.


Justamente por eso, el YO (proyección imaginaria del cuerpo) es fuente de desconocimiento y podemos formular con J. Lacan que engaña; y entonces comenzar diciendo que "el Muro del Facebook" es puntualmente un Muro para comunicarse: es decir, una Pared. Y esto no parece un gran descubrimiento. No nos parece loco que la mayoría de los sujetos que pasan sus horas en "el Muro" (incluso llevando dicho Muro en los celulares respectivos) se ubican en ciertos perfiles caracterizados por un vacío que no pueden cubrir ni con su trabajo ni con sus pasatiempos ni con nada; como tampoco nos parece paradójico que cuando estos mismos sujetos se enamoran, suelen perder interés por dicho Muro. Tampoco esto es un gran descubrimiento, ya que el susodicho Muro estaría funcionando igual que cualquier otro mecanismo de defensa; y –como sabemos desde Freud- toda defensa es contra la angustia.


Pero la crisis de vacío es antigua y compete, en mayor o menor medida, a todos los sujetos. Justamente porque no hay un sólo sujeto que pueda "sobrevivir" sin la mirada (que no es la visión) del Otro, sin la voz del Otro. (Mirada y Voz son los dos objetos pulsiones que Lacan alinea con el deseo; mientras que lo Oral y Anal los confronta con la Demanda. De todos modos, veremos que deseo y Demanda van de la mano.) De ahí que muchos sujetos aún contando con el vasijamiento del soma no producen el abrochamiento pulsional respectivo (algunos analistas hablarán de una cierta protopulsión autorizados por Lacan que ha hablado de protosujeto). Son sujetos donde el Otro no puede guiarlos; no puede ofrecerse  como Espejo Plano –incluso diríamos como Florero Vacío- para contener las flores que ya están marchitas desde el origen. (Por eso también, cuando hablan, hablan en tercera persona: todavía están atravesando la primera fase del Espejo: “El nene esto… el nene aquello.” Sabemos también que esta construcción gramatical es típica de la construcción psicótica.)


Pero lo que pretendo en estas líneas es dar un simple rodeo no sobre los sujetos atornillados al Muro (ya que estos no serían más que sujetos adictos y mi intención no es versar sobre adicción alguna), sino sobre aquellos que utilizan el Muro de vez en vez; que creo son los más interesantes para analizar. Interesantes porque uno podría preguntarse cuál es el móvil que lleva a un sujeto, sólo a veces, a escribir algo en el Muro. Haciendo la salvedad que no se analizarán tampoco los Facebooks destinados a plataformas laborales: es decir aquellos donde el sujeto ni siquiera pone su rostro, sino que lo utiliza únicamente como dispositivo para mostrar su trabajo; puesto que -en estos casos- el Facebook no es más que una Página con fines de producción laboral. Por lo tanto, en extensión, tampoco están en mi análisis los Muros donde se “cuelgan” objetos-de-oferta ofrecidos al otro social: objetos (también para otro) que pueden ser un escrito –como este que se postea en una Blog-.


Presento mi tesis que de tan obvia me avergüenza, pero –en fin- la vergüenza es parte de este imaginario del que estamos versando: en el Muro del Facebook, el sujeto escribe para otro sujeto al sólo efecto de ser leído por un tercero. Desarrollo brevemente esta idea que, insisto, no es demasiado jugada; sino más bien obvia.


Más allá de ciertas incapacidades de cada sujeto (desarrollar una intimidad erotizante con sus objetos de vínculo; es decir, sublimar en producción su pulsión sexual) y más allá de la obsesión por exhibir permanentemente los frutos de su cotidianidad, lo interesante es percatarnos del por qué de dicha vuelta pulsional: el Darse a Ver; el Mostrarse para un Otro. Un Otro que, según mi tesis, no es precisamente "ese" al que se escribe.


Hay, en el Muro, una suerte de copropiedad de la imagen. De hecho vamos a invertir los términos conceptuales y técnicos de Lacan por un instante. Sabemos que pensamos y soñamos con Palabras, no con Imágenes. Pero la paradójica intervención del Muro Virtual hace que -tal como cualquier Espejo- se inviertan los términos: las Palabras son tratadas como Imágenes. Y, como se sabe desde el arte pictográfico hasta la fotografía, toda Imagen es construida para un Otro, para ser vista. Esta copropiedad social -y muy a pesar de que el sujeto propietario inicial la rechaza ("No te metas en mi facebook", por ejemplo), es la base de todo Muro. Estamos en el orden de la Verniengung freudiana: "No vaya a creer que es mi madre"; ergo: el analista escucha que es su madre. Esta "Negación", que en términos clínicos es "Denegación", hace también a la verdad del vínculo entre los sujetos del Muro; verdad que es la falsedad: "Te digo lo que en realidad quiero decirle (mostrarle) a otro...". 


Y digo que mi tesis es tan obvia que cae de maduro que si un sujeto quisiera, intimidad de la palabra (poesía de la palabra) mediante, decirle algo exclusivamente a otro sujeto; directamente lo haría por otros medios (texto de celular, llamada, visita a su casa, carta, etc., porque aún si pensamos que hay sujetos que nacieron en la Era Facebook y que quizás ni conocen la existencia de un teléfono; no podemos guiarnos por este argumento ya que, como sabemos, Edipo tampoco sabía. Es decir: “Yo no (lo) sabía” no es una excusa: por eso la Ley no reconoce a un sujeto que pasa en rojo un semáforo con el argumento del “Yo no (lo) sabía”.) El Muro ha sido pensado para que el sujeto a-mure su deseo; y su deseo es deseo de otra cosa: todo deseo es metonímico.  (Hoy un colega de grupo me decía: “Fijate que es tan así, que si alguien quiere realmente escribir para ese otro, lo escribe en tercera persona o en impersonal: Triste día hoy. Se utiliza a otro para escribirle a un tercero. Si yo quiero decirle algo a alguien no veo porqué tendría que publicarlo. Y si lo publico o bien no se lo quiero decir a ese, o bien lo estoy enunciado camufladamente.”)


El problema acá es la gran confusión neurótica: la Demanda. Gresca típica en la que todo neurótico cae. Y -como toda Demanda- es inconsciente; de ahí el principio de Denegación: "...Me dices que vas a Cracovia para hacerme creer que vas a Lemberg cuando en realidad vas a Cracovia" (Freud), es decir: lo más "humano" como la huella propiamente falsa. Es decir: la histérica manera de decirlo. De aquí que en los Muros la Imagen (y la Palabra) siempre muestra a un tercero: "Para que haya histeria es necesario tres"- nos recordaba Lacan. Sabemos que el FALO, ese intermediario especial significante del deseo, funciona aquí en términos muy básicos: "Mirá todas las ciudades que recorrí", "Mirá cuántas cosas que comí el fin de semana"; "Mirá todas las minas que me levanté este mes"; "Mirá, mirá, mirá...Mirá que falito que tengo y qué largo que es..."


Esta fascinación histérica por De-Mostrar (demostrar que tengo amigos, que los quiero mucho, que "los amigos de mis amigos son mis amigos"; demostrar qué no sólo tengo una relación sino qué linda es mi pareja; demostrar qué nuevos artefactos compré para mi casa; demostrar lo humilde que soy y entonces expongo mi rostro escondido atrás de un arbusto; demostrar lo "modelito" que soy y entonces expongo mi perfil con una pose sugerente, etc.) es el principio, como sabemos, del maridaje entre el deseo y la palabra. La asíntota que se produce entre lo Verbal y lo Sexual; adquiere -Muro mediante- una connotación no sólo de fascinación en el imago-social; sino de imprescindibilidad. Si no soy para el Otro, ¿qué (quién) soy? Como se sabe, en el enamoramiento esta respuesta encuentra sostén; de ahí que -como ya dijimos- en esta etapa, el Muro suele caer.


Tan obvia es mi tesis que el Muro, es decir la Pared, es por definición el objeto que limita, que separa. Tan obvio que todo Facebook que se precie tiene en su presentación, cuando el sujeto se loggea, una pregunta harto más psicoanalítica que informática: "¿Qué estás pensando ahora?"- Bien: la regla freudiana de Asociación Libre que todo analizante debería respetar en lo posible, pasa por ahí. La diferencia que un análisis confronta al sujeto con su vacío, con su falta, con su castración; mientras que al responder la Demanda del Muro me ubico preguntándole al otro -y no al Otro- por mi deseo: la pregunta apunta de imaginario a imaginario, de YO a YO, y apunta de tal manera que cuando el sujeto la responda en el Muro, inmediatamente espera la respuesta del Otro; es decir: espera su Garantía. En una entrevista de Hanna Waar a Jacques-Alain Miller sobre qué nos enseña el psicoanálisis sobre el amor; el analista francés respondió: "Nos ilumina sobre su mecanismo: el amor se dirige hacia aquel que creemos que sabe sobre nuestra verdad. El amor te permite pensar que esta verdad será amable, agradable, cuando de hecho es casi imposible de soportar… Verdaderamente amar a alguien es creer que al amarlo obtendremos una verdad sobre nosotros mismos. Amamos a aquel que res-guarda la respuesta de nuestra pregunta: ¿Quién soy Yo?...” (http://www.lacan.com/symptom/?page_id=263)


Como alguna vez escuché, Facebook trae la pregunta por el amor: ¿Qué busco en el amor? El problema es buscarlo sólo desde la imagen, anulando la confrontación con lo real: la imagen no posee, a diferencia de la Voz (que por eso es superyoica), el hueco real que se transmite al hablar; a pesar que un analista –cara a cara con el analizante- pueda “escuchar” huecos de la imagen. Por eso el amor se dice –los amantes tienen que pronunciar el famoso performativo- y, como música que es, al amor se (le) responde escuchando: cuando no se puede responder a la Demanda (de amor) con el Gesto (de amor) surgen los problemas. Y el gesto-de-amor no es tangible; de ahí el famoso apotegma: “lo que vale es la intención”. Por eso cuando el amante se levanta a las tres de la mañana a buscar lo que la amada demandó, sale a la puerta, se fuma un pucho y vuelve sin nada, la amada igual se tranquiliza. Esa nada no es lo importante. Pero lo importante es dar la nada (la falta, la castración).


Jacques Lacan -en la clase del 23 de noviembre de 1960 de su Seminario Sobre La Transferencia- nos recordó: “Hay dos cosas que señale en mi discurso pasado que he observado a propósito del amor, y se las voy a recordar. La primera es que el amor es un sentimiento cómico… La segunda cosa que quería decir, ustedes lo verán, que encontraremos a cada instante, y que nos servirá de guía, es que el amor es dar lo que no se tiene.” El amor es asumir la castración: por eso se trata de dar la falta, de dar la castración, no de dar bienes tangibles. El Muro -en su afán de De-Mostrar a un Tercero mi Ser-en-el-Mundo con respecto a un Segundo- reniega de la falta radical y el sujeto queda engañado, como en el chiste de Cracovia, postergando el enigma central.


Si el amor está entre lo cómico y la falta, es porque no se trata, justamente, de informar, sino de gozar. Cuando el sujeto a-mura palabras, frases hechas, informaciones cotidianas, etc., se desvincula del medio gozoso con que la palabra afecta al cuerpo. Y aquí -justamente- está la cuestión. La Pared es contra el cuerpo. Lo que el sujeto no quiere ex-poner es su cuerpo: de ahí la histeria concomitante. Por eso también tienen éxitos los lugares como el Crussing o los Puti-clubs, donde los sujetos -creyendo que ponen el cuerpo- en realidad lo esconden; porque si el cuerpo está desvinculado del Habla, no es más que un cacho-de-real. No es casual que en dichos lugares (e incluso en pubs y boliches) la oscuridad sea usual. El sujeto no se conforma con ir a un espacio de anonimato, sino que encima busca la oscuridad para tener un no-vínculo. Pero como no se puede desvincular totalmente del Lenguaje (pretensión harto más naif que volitiva), después surge la angustia.


Umberto Eco había dicho hace una década que el celular era la manera más bonita de no comunicarse. Creo que se quedó corto. No había aparecido aún el cúmulo de redes sociales imperantes. El Muro del lenguaje no es suficiente para un sujeto que quiere otro Muro aún... para que el cuerpo espere, el deseo-decidido se postergue, y el encuentro que anuda los tres registros lacanianos (real, simbólico e imaginario) se produzca con el otro que, oh casualidad, también tiene sus tres registros esperando, también habla.


Para lo que creo que mi tesis serviría, a pesar de lo obvio, es para pensar que el Muro -lejos de crear un desencuentro directo con el sujeto a quien se dedica el pictograma- pretende un encuentro camuflado y metonímico con un tercer sujeto. Por eso, como dijimos up supra, no es casual que la búsqueda inconsciente del conflicto (la búsqueda histérica camuflada) pase por enunciados tales como “No quiero que lo chequiés” o “No investigues mi clave”- No vamos a descubrir ahora, clínica mediante, que los grandes conflictos se disparan porque uno de los dos partenaires ha dejado sin querer el mail abierto, los mensajes de sus amantes en el celular, y yerbas parecidas. Y acá volvemos sobre la pregunta por la castración, es decir, por el amor: ¿A quién le hablo? ¿Qué pretendo con mi fallido? ¿Qué soy y para quién? En fin… cuestiones que pueden llevar al sujeto, saltando el Muro, a un analista.



Marcelo Augusto Pérez
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