Tragedia en un Acto









Sólo estamos de duelo por la persona por la cual podiamos decir "yo era su falta".
Jacques Lacan
 





¡Pero Mujer, olvídate de ese hombre, si es sólo un niño! ¡¿Y qué hace un niño sino más que llorar y gritar y pedir?! Y cuando no le das, ¡Zas! ¡Te rompe todo! ¡Un niño, mujer!


Pero no puedo.


¿Sabes qué pasa contigo, mujer? Pasa que ya se te olvida todo lo que te hizo, ¡qué poca memoria! Pasa que se te olvida cuando él te decia “dejame hacer el duelo, no me llames” y sin embargo siempre te volvió a llamar él mismo: ¡un mentiroso!  Se te olvida cuando le diste los anillos que tanto pidió y a los dos días, ¡a los dos días mujer! se te fue otra vez… un mentiroso sí, no tiene idea del peso de las palabras… un niño que nada puede sostener… ¿Qué idea puede tener de lo que quiere decir amar? ¿Y dices que quiere ser Maestro? Pero ¡mujer! Si para ser Maestro hay que ser como un Padre, ¿cómo piensas que una criatura puede ponerse en ese lugar? ¿Sabes que pasa, mujer? Se te olvida cuando te pidió que vayas a socorrerlo a una esquina -¿te acuerdas que tu ya estabas casi por dejarlo?- y te lloró media hora sobre el hombro y otra media hora más en las piernas mientras decidías quedarte con él esa noche porque, según me cuentas, pensabas que después de tanta angustia algo iba a modificarse... Olvídalo ¡mujer! Has perdido a un niño, no a un hijo, porque ningún hijo puede hacer lo que hizo esta criatura... Nunca te ha adoptado ¡mujer! Es un niño nómade, sin tierra... que siempre estará escapando...


Pero no puedo.


¿Sabes qué pasa contigo, mujer? Pasa que se te olvida cuando había prometido cuidarte,  antes de juntarte, que te decía que él te iba a cuidar todo el tiempo, y se te olvida que lejos de eso, mujer, te abandonó siempre y nunca le importó ni fecha, ni trabajo, ni lugar, ni nada… Y fuiste tu quien le limpió la misma mierda de su propio culo, como se limpia a un niño que llora y duerme… ¡Oye! ¿Ya se te olvida cuando le pediste faltar un día a su trabajo para disfrutar juntos unas minivacaciones, y te contestó que perdía el presentismo? ¡No se te olvide que cuando quiso faltar al mismo trabajo por haragán nomás y dormilón, le importó tres cuernos el presentísmo! Todo era así: ¡puro capricho! Si le decías ven, iba; blanco, negro; déjate esos anteojos, se los quitaba, levantémonos ahora antes que se vaya todo el mundo, pues naaaa: hay que quedarse…  un niño engreído… preocupado por su imagen… y demandando todo el tiempo con sus tira y aflojes... Un tío que se ha quejao de su ex porque le cerró una puerta; y sin embargo ha hecho contigo díez, ¡qué digo díez!, cien cosas peores..!


Pero no puedo.


¿Sabes qué pasa contigo, mujer? Tienes que recordar cómo hoy ves a tus otros novios, el tiempo todo lo cura; ¿recuerda con la pena que ves al primero cuando te lo cruzas, en su rol siempre encorvado, sin un duro en el bolsillo, con sus canas de pena siempre mendigando? ¿O cuando ves al segundo, atado y distraído con su capitalismo de viajes y copas, queriendo olvidar lo que no pudo ser, sediento de no haber podido beber el agua que alguna vez le mostraste para su espíritu? Así lo verás algún día: del trabajo a la casa y de la casa a la cama… Porque un hombre así no puede cumplir ni tu sueño ni el propio. ¡Mujer!, no lo dudes…  Ya se te olvidó también que ayer nomás lo viste en tu propio barrio caminando con su nueva adquisición y que tú agachaste la cabeza para no herirlo, cosa que hiciste mal ¡muy mal mujer!, tendrías que haberlo puesto en evidencia; y encima él, según me dices, te siguió con la mirada y tampoco te dio el saludo… ¿Se te olvida? ¿Pero entonces, qué? ¿Ya te olvidaste que te comparó con un desconocido, que no le importó tu desangre, tu angustia, tu desolación ni tu condena? A este hijo de su buena madre sólo le importa la suya, su propia condena, por eso te lo ha dicho clarito: nadie más víctima que él, nadie que se atreva a competir con su patética cruz, ¡nadie mujer!: ni tu propia madre.


Pero no puedo…


¡Claro que no puedes, claro! ¡Escucha ya mujer! Haz como si estuviera a tu lado entonces, total según me cuentas de soledad y vacío también vivías… Pero ten en cuenta que él, como buen niño que nunca pensará en el otro, hace ya su vida: los lunes una novelilla por tevé, los martes una comidita con su zoológico de siempre, los domingos a la swimingpool esa que llaman sauna, los jueves hay estreno: al cine pues… y así cada día… ¡Obvio!¡Sino el pobre se nos deprime..! Vaya caradurísmo… ¡Y tú no puedes! ¿Pero pudiste pelearla sóla cuando más lo necesitabas? ¿Pudiste desangrar en llanto sin tener su espalda ni su mano? ¿Pudiste bañarte en soledad mientras esparcías las cenizas alrededor de un nogal? ¡Y ahora dices que tú no puedes! ¿Y a él, cuándo le importó si tú podías? Pero ¡mujer! ¿De quién te has engualichao? Si nunca tuvo en cuenta nada, ni pudo levantarse media hora antes para traer un postre para una cena, ¡mujer! Y encima es capaz de mandarte un mensajito de esos para tu cumpleaños preguntando por tu madre… ¡Mujer! ¡Mujer! El amor no se recompone con un mensajito, con un ir y con venir, con entrar y con salir... ¡mujer! Y tú que guardas ese Rosario italiano… Le tendrías que haber dicho todo: ¡sí, todo! Que tu madre está muerta, que tu padre pelea por no morir de amargura y que tú… que tú no puedes, ¡claro que no puedes! terminar de matarte.


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La gallega fiel
Tragedia en un Acto.
31-mar-2013
ARTE:
Pablo Picasso
Tete de femme 


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