Sordera o Egoísmo

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Ya dijimos varias veces que la imagen ( la representación fantasmática que cada sujeto tiene de cómo (creyó que) el Otro lo construyó / lo deseó ) es el soporte narcisístico por excelencia.  ¿Qué se escucha diariamente en nuestra praxis? Que los sujetos no pueden resignar –como diría Borges- el culto de esa imagen por cosas que incluso dicen que desean o que aman. 

Las histéricas –por ejemplo- que no gozan sexualmente -pero igual demandan tener hijos- son capaces de ofrecer todo su Ser al Otro a costa de abortar su deseo y de transformarse –incluso- en “La Señora de…” o en una "perfecta madre" o "ama de casa". Los obsesivos –por otro lado- pretenden controlarlo todo, no sufrir pérdida por ningún lado, pero se les escapa la liebre y terminan siendo impotentes o eyaculadores precoses o se les va toda la vida rumiando cómo alcanzar su deseo; en fin: lo que se escucha es que el sujeto en general pretende afianzarse y controlar la pérdida de su YO pero se impotentiza cada vez más: es decir, cuánto más vemos a un sujeto afianzado en el imaginario, más podemos estar seguro de su mecanismo defensivo. Como digo siempre: podemos tener varias piezas dentales careadas; podemos tener úlceras, podemos tener una vida totalmente desdichada en varios ángulos; pero no nos olvidamos de salir peinaditos y con el mejor perfume francés. Es más: si no es el peluquero de siempre podemos llegar a desestabilizar el fantasma: el imaginario domina. Eso sí: después vemos los almohadones tirados en el piso de cualquier living y decimos: “Qué tipo desprolijo”-  

De aquí también que en los vínculos, la impronta imaginaria recae inmediatamente en forma de agresividad; porque –en el fondo- la imagen (de lo que uno cree ser para el Otro) es lo que se está defendiendo.  Entonces se lucha para ver quién es mejor, quién es más bueno, quién es más inteligente o simplemente, quién es el más salame de mamá.  Porque, en definitiva, lo que se desconoce es que uno no puede salir de la posición fálica y aceptar que teniéndola más corta (que otros) muchas veces se puede ser más feliz que teniéndola más larga (que todos). Sobre todo si esa felicidad conlleva escuchar al propio deseo.  

Tenerla más larga (o creer tenerla más larga: porque en realidad es pura fantasmagoría, ya que incluso siempre habrá un Uno -un plusuno- que la tiene de hecho más larga) es lo que con Freud conocemos cómo no poder superar el Complejo de Castración.   Como se ve, todas creencias en el campo de la ficción: por eso Lacan decía “La realidad tiene estructura de ficción”; y por eso Freud desarrolló el concepto de fantasma.  Todo queda en la naif fantasía neurótica de creérselo. Por eso a veces decimos en psicoanálisis que “lamentablemente” los padres siempre tienen razón. Cuando uno escucha decir al analizante: “Mi padre siempre me dijo que era un soberbio, un pedante” o “Mi madre siempre me dijo que era un loquito” o “Mis padres siempre me dijeron que soy –cual hijo mayor- el más responsable”; lo que el analizante desconoce es que ese axioma –en el cual se infatúa- es el que le entorpece el camino hacia su dinámica deseante; porque lo paraliza en ser ESO que (èl cree que) el Otro ha deseado para él.  Atravesar un fantasma es justamente reformular la frase y sacar el “lamentablemente”: Los padres tienen razón, a veces. Porque también están fallados.  Ahora, y aquí el tema, el neurótico tapa esa falla cumpliendo esa axiomática; es decir: dandóle siempre la razón al Otro. Esta "razón" es la razón de la existencia del fantasma mismo: el fantasma se constituye para darle "comida" al otro: el sujeto es -pues- comido -absorbido- por el Otro; de allí que el fantasma tiene estructura perversa: hacerse comer; por ejemplo.

Repito aquí algo que ya contesté no hace mucho en otro posteo: El infans no puede más que alienarse a este Deseo: no sabe (no puede saberlo puesto que pierde su instinto desde el momento que nace) lo que desea.  Este saber lo va a encontrar en el Otro y lo va a construir en el FANTASMA que es la Respuesta que elabora para responder a esa Demanda: de ahi que un psicoanálisis intenta ATRAVESAR -ir en travesía a través de- ese fantasma en el que el Sujeto cree ("se la cree") para ser amado: es decir, lo que conocemos como no poder dejar de ser el falito (de mamá). Acá el tema se complica porque -como se ve- no todo depende del Otro: el Otro pudo bien renunciado a tragarse al infans y habilitarlo, pero el Sujeto no va a resignar de buen modo querer ser su bocadito, es decir: el neurótico no puede dejar de ser -como decía Masotta- "el salame de mamá". ¿Y esto qué quiere decir? Quiere decir que a partir de aquì domina el narcisismo del Sujeto. Es decir: la imagen que el Sujeto cree ser para el Otro: se construyó para el Otro.   Justamente por eso las estructuras engrampadas en un YO absolutamente fortalecido (esos Sujetos que suelen enunciar: "yo hago lo que se me canta y punto" o cosas por el estilo donde parece que están superadísimos y en realidad están alienadísimos) son muy refractarias al psicoanálisis que pretende, desde el vamos, dar un hachazo al YO para que el Sujeto salga "un poco menos creído" del personaje que se construyó para el Otro.  Por eso estos Sujetos pueden durar muchísimo en terapias-yoícas donde se vitaminiza el yo; donde el terapeuta encima enuncia frases como: "Claro, usted debe hacer lo que quiera; sea libre..." o "Usted es hermoso, inteligente, talentoso, un poeta en fin..."  Y no es que en el curso de un análisis no se intenta incentivar al analizante o darle un voto de confianza -incluso hasta a veces de modo irónico para que se advierta lo falso que es el YO-; pero la tonalidad y el modo de enunciar eso tiene que ser con mucho cuidado porque el neurótico enseguida cae en creèrsela nuevamente.  Por eso, como siempre digo, cuando se sale del consultorio, el sujeto se arma rápidamente.

Esta "armadura yoica" pretende, desde luego, ocultar al bebé que todo neurótico lleva adentro: un bebé llorón, "pedigueño" -como decía Roberto Harari-, un bebé caprichoso, creído en su falsa omnipotencia o en su virtual espejismo; un bebé que no puede sostener demasiadas cosas porque -es oportuno recordar- los niños son -Freud dixit- perversos polimorfos: y una de las características fundamentales de la perversión es hacer pito-catalán a la Ley; es decir: tratar de evitar a Un Padre.  Ese pito-catalán se emparenta con el mismisimo narcisismo -que aquí toma su forma más egoísta- en dónde -como todo niño- el sujeto sólo puede pensar en él sin pensar en las consecuencias de sus actos ni en la figura del otro.  La otra vez una analizante comentaba: "Yo no tenía ningún problema con que mi pareja no trabaje, pueda terminar sus estudios, progrese y bueno... si algún día nos tenemos que separar, qué va a ser... es la vida: yo lo haría con gusto, así como alguna vez mi ex me ha ayudado a mi.  El problema ¿sabe cuál es? Que detrás de eso no escucho resonancia, sólo veo egoísmo, ningún mínimo esfuerzo en pensar en el otro; y encima -cuando discutíamos- se daba el lujo de violentarse y creer que estaba en todo su derecho de que yo no exiga nada...Yo me preguntaba: este tipo, ¿quién se creerá que es? ¿A quién le ganó?"-   Creo que este comentario resume dos cosas: cómo en todo vínculo se juega la Demanda -vía narcisismo, obviamente, del cual por sí ya es dificil ceder y mucho más si del otro lado no hay resonancia o si no se es un obsesivo fuerte con la manía de la oblatividad en el haber de su cuenta- y la otra cuestión es la imposibilidad de pensar que cambiar al otro es factible: el otro a veces cambia; pero muchas veces no cambia ni siquiera por su propio deseo. Por lo tanto habría que poder dar sin esperar demasiado, ceder por el sólo hecho de beneficiarse en alguna ganancia: como decía Lacan -definiendo la castración- perder para ganar; pero el neurótico se define -justamente- porque siempre espera algo más: el don de amor. Y en caso de que pueda dar sin esperar (cosa totalmente falsa por definición ya que el mismisino altruísmo es siempre por el mismisimo narcisismo de poseer) incluso estaríamos ante un rasgo -como dije- de oblatividad maníaca; o una sobreadaptación poco recomendable. 

Como digo siempre, no se puede pretender -por ejemplo- que una madre absolutamente egoísta (que toda la vida pensó sólo en ella) trate a su bebé como un bebé: la única bebé es ella; y salir de ese fantasma -y consecuentemente soportar la falta y comenzar a modificar el rol- no es tarea fácil para alguien que sigue creyendo ser el falito de mamá. Por eso -y cada vez más- se escuchan discursos en dónde la Madre no puede asumir su Maternidad porque está anclada en ser Su Majestad el Bebé.  Al igual, obviamente, que un padre que no puede asumir su Paternidad por ser él mismo depositario de una neurosis que lo lleva a enfrentarse imaginariamente con sus hijos a quienes trata como hermanitos o amigos o simplemente competidores del mismo objeto agalmático.

Aceptar la Maternidad -o la Paternidad- sin caer nuevamente en pensar que es la única opción posible para el sujeto (es decir, sin recurrir a ser Mujer u Hombre y habiliar(se) otros goces) es tan problemático cómo no poder dejar de ser un Bebé escandaloso y consentido. En ambos casos -egoísmo mediante- se cae en "hacer la suya" sin escuchar al otro. Y aquí pervesión -sadismo y venganza- y narcisismo son congruentes porque también el egoísta intentará recuperar su goce anulando y angustiando al prójimo.  La axiomática rezaría así: El otro no importa, hay que anularle su imagen porque es mi imagen la que debe prevalecer por sobre él.  De allí que escuchamos que las agresiones más potentes recurren a frases como: "Te voy a romper la cara", "Te voy a destruir, no te van a conocer", etc: siempre lo que está en juego es la imagen de uno por sobre la del otro.  Y el sujeto -muy inocentemente por cierto- cae en situaciones dónde cree que agrediendo (la imagen del otro) va a lograr la caída o la angustia del paretenaire.  En realidad es primero la angustia (del vacío, de la falta) lo que hace que el sujeto recurra a estos mecanismos imaginarios; que -por supuesto- no siempre son de agresividades tan puntuales: a veces tienen forma de montajes escénicos como -por ejemplo- recurrir a comprarse un coche más grande que el vecino, hacerse un lifting o ir al guimnacio para lucir los músculos y no para beneficiarse con la elongación de estos. Mientras tanto, el deseo: mutis por el foro.  

Como siempre volvemos al tema central: no aceptar que hay Un Padre que dicta una Ley; no sujetarse a la ley de la castración.  Obviamente, como siempre decimos, ese sujeción debe hacerse en trueque por otro bien (de goce). Pero lo que el siempre recurrente y ciego egoísmo no puede escuchar es que de todos modos se pierde.  Claro que el neurótico prefiere perder en nombre de su Ego que perder en nombre de su Deseo y del otro.  Por eso la masturbación es, lejos, el "mejor" método -ficticio, obviamente- para (pretender) quedarse con todo y anular el lazo lenguajero con el otro que -absolutamente siempre- implica castración. Porque, como sabemos, el lenguaje es un muro; y el a-muro lleva al a-mor. Y el amor sin castración no existe. Excepto, claro, el amor a sí mismo: es decir, el sordo autoerotismo que no crea conflicto con vínculo alguno. Por eso Lacan lo ha bautizado como "el goce del idiota". Por eso donde priva el goce, no hay castración.


marcelo augusto pérez
noviembre - 2011

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