Narcisismo & Duelo

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Reproduzco aquí parcialmente –omitiendo los asteriscos al pie de párrafos, que por supuesto no son para nada dignos de omisión- estas magistrales líneas de Héctor Yankelevich que ponen en evidencia no sólo la nueva manera de pensar las psicosis y la forclusión (que existe en cualquier estructura) y los astillamientos yoicos (especialmente en las neurosis narcisísticas) sino el modo en que el Otro –vía fantasma- goza al Sujeto o –para decirlo más exactamente- cómo el Fantasma de cada Sujeto se construye en base a la dialéctica de ese goce: por eso todo fantasma es masoquista. Este fenómeno (que con Freud se descubrió en la clínica y con Lacan hemos podido axiomatizar) es la consecuencia del tercer tiempo pulsional o, como Roberto Harari gustaba de traducir el artículo Freudiano, de “un niño ES siendo pegado”. Es decir que el “agobio” del sujeto (y también -biunívocamente- de lo que goza; es decir: queja - sufrimiento y goce) tiene su origen en un fantasma perverso (de ahí también que solemos escuchar que “los perversos actúan el fantasma”); y depende, sin más, de cómo fue Amado en su constitución subjetiva.

Estas líneas –que recomiendo obviamente completar con el texto de origen- demuestran muy claramente cómo ciertos Sujetos no pueden elaborar sus duelos –quedan totalmente inhibidos- y cómo ese mecanismo llega desde el modo en que (se) fue Amado y como consecuencia de no poder renunciar a ser el falo que ese Otro pide para su agujero vacante.

Así mismo detalla cómo en las patologías narcisísticas, el Amor Imaginario no puede –justamente por inhibirse ante su propio Espejo- transformarse en Amor Simbólico: es decir, pasar de ser el Falo a ser Objeto y producir la Metáfora Amorosa. Esto no es –obviamente- producto de otra cosa sino de la falla en la Metáfora Paterna y -como se sabe- el Sujeto queda a merced de una inhibición (para crear, para trabajar, para amar, etc.) que no es casualidad que muchas veces curse con una fobia que, como sabemos, es también dejar congelado –inhibido, “en el museo”- al síntoma. (El tema de la fobia no está en el texto pero me permito deducirlo en mi lectura, sin olvidar que tanto Narciso como Fobos están paralizados o huyen frente al deseo).

En un párrafo por demás elocuente, H. Yankelevich nos pone en evidencia cómo los Padres suelen invertir la posición conveniente de la dialéctica edípica; y utilizan al Hijo como soporte –como tapón- de su(s) falta(s): es decir renegando de su propia falta y tapando la carencia-sexual (deseante) entre ellos. (¿No se lee aquí un mecanismo perverso muy típico en el neurótico? Es decir: sí, lo sé: pero igual... Incluso, podríamos argumentar, esa cuasi-perversión suele estar subrayada por un exceso de Dones que -como sabemos- no hacen a la función Paterna/Materna; no es casual que estos Padres -aún a pesar de Dar tanto- sean clínicamente Carentes. El poder fálico -he aquí la arista perversa- es inversamente proporcional a la función de los partenaires que incluye -ante todo y como Yankelevich lo menciona- sus respectivos goces sexuales que suelen estar ociosamente inactivos.)

El artículo completo se encuentra en el libro editado por Homo Sapiens “Del padre a la letra” (Bs. As., 2003) publicado como “La Todestrieb, el Otro Goce, la función fálica” y en el texto citado a pie de párrafo.  (Vale la pena leerlo las veces que sean necesarias para poder captar que, a partir del primer “trauma” –es decir la Identificación de lo real al Otro real-, el cacho de carne es transformado en un cuerpo a partir del Amor del Otro.)

He aquí entonces algunos párrafos que selecciono que, como toda mutilación, tiene los agujeros que alteran sin duda la poética del texto: / MAP /



La larga cura analítica de varios pacientes permitió revelarnos –a ellos y a mi- que el sufrimiento fundamental que padecían no residía tanto en sus síntomas –formaciones del Inconsciente definidas por Lacan como el sufrimiento de una verdad cifrada por el goce- sino en un sufrimiento, a veces insoportable y en una angustia menos relacionada con la señal de alarma que con la crueldad de la Hilflosigkeit. Un permanente desamparo, una existencia hundida en el sin socorro o inhibiciones en el trabajo y en la vida develan una necesidad de producir un fracaso, real o imaginario que, aún parcial, constituye una verdadera firma. Esta modalidad de satisfacer al superyó, aunque no la única, no es sino una consecuencia del modo en que han sido amados.

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Siguiendo a Freud a partir de su escrito de 1919 sobre “Las neurosis de guerra”, nos permitiremos introducir en el campo de la clínica lacaniana la categoría de neurosis narcisistas, como formando parte y no opuestas a las neurosis de transferencia, aunque sus modalidades difieran.

Estas neurosis se caracterizan también, tal vez sea su signo distintivo, por una importante presencia ya sea de fenómenos de sensitividad, sin por ello que un fenómeno elemental, alucinatorio o delirante revela una psicosis paranoica, ya sea la permanencia cierta de un estado depresivo –un duelo nunca elaborado- entrecortado o no por estados que la semiología psiquiátrica denominaría “hipomaníacos”, ya sea un esfuerzo inconsciente y generalmente sin éxito para salir de la inhibición.

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Ahora bien; este texto valioso en más de un aspecto, permite hacer la ecuación entre una “carencia”, un “rechazo”, una cualidad ausente en el amor –recibido del Otro- que denomina Versagung y los traumas psíquicos –o reales- que el sujeto no cesa de inscribir en su cuerpo o en su psiquismo a lo largo de la vida. Como si la protección (dado que la “defensa” primera viene del Otro) que faltó en su momento, se volviera –con el tiempo- un verdadero peligro, ya que el sujeto, al buscarla, no hace más que hallar en el otro que busca, el doble de aquel o aquella que fue, antaño, la fuente y el origen de esta Versagung, ese primer engaño, no del amor, sino en el amor. Quien no ha recibido realmente amor simbólico, siempre se engaña (trompe) a sí mismo en el equívoco (tromperie) que es la naturaleza misma del amor imaginario. Porque busca amor esencialmente para restañar sus heridas, cuando, en general, amor es lo que permite sobrestimar al otro simplemente para encontrar en él una causa de deseo. Podemos entonces hacer una primera distinción: el sujeto narcisista ubica la cuestión del ser a nivel de su yo, quien no lo es, lo hace a nivel de su objeto.

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El tercer tipo de trauma, que aquí postulamos, se origina cuando los padres, en lugar de ser el soporte del niño, quien puede utilizarlos para constituir su propio aparato psíquico y separarse luego de ellos, hacen del niño su propio soporte. Aquí no adviene his majesty the baby, en el sentido que toda madre o todo padre fantasea un porvenir prometedor para el niño, del cual tendrá que hacer el duelo; sino que es el niño quien cumple esa función de apoyo –anaclítica-, con la madre primero, ya que el padre está imposibilitado (sea por ser incapaz él mismo, sea porque la madre no puede siquiera recurrir a él) de ofrecer al Otro esta posibilidad. (…) Allí donde la madre hace uso del niño cual espejo en que se contempla en su radiante maternidad, allí donde el padre se sostiene en su autoridad sólo con el niño por carecer de ella en las cosas de la vida, al utilizarlo ambos como espejo, comprometen su lugar: el de otorgar un soporte imprescindible a la función del espejo, que se verá indudablemente afectada. En efecto, cuando la mujer reemplaza la feminidad por la maternidad y el hombre, la masculinidad por la paternidad, el sujeto se encontrará en una situación traumática, por carencia del verdadero amor que es el que vehiculiza tanto la significación como el marco de la función fálica.

Su narcisismo no podrá no padecer esta organización, siendo el falo lo que da consistencia a lo imaginario. (…) Una pareja parental que no se desea, no goza sexualmente, no muestra los signos velados pero inequívocos de su mutua satisfacción, no otorga la armadura fálica ni al varón ni a la niña, porque al obtenerla ellos del niño, no se privan, a veces, de recordarle la deuda de la vida, y a menudo no pueden no dejarlo caer, dejando así tanto a la niña como al varón, en busca de una nada, objeto apasionadamente buscado que ningún pensamiento permite pensar.

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Así, la pregunta de la neurosis narcisista va a ser “¿Qué es Yo?”, en lugar del consabido “¿Soy hombre o mujer?” de la histeria, o el “¿Estoy vivo o muerto?” de la neurosis obsesiva. En el grafo, a la pregunta del deseo del Otro “¿Qué quieres de mi?”, contestará “¿Qué soy?”

(…)

El duelo fundamental no sólo es el duelo de lo que los padres no han sido, sino también del objeto que uno ha sido para ellos. Tal es el duelo que la neurosis narcisista no logra hacer. (…) La neurosis narcisista nos confronta a una neurosis con un niño en el diván.


HÉCTOR YANKELEVICH
Acerca del otro trauma
EN: El psicoanálisis como experiencia
Coloquio de Buenos Aires, Varios Autores.
Colección Convergencia; Letra Viva, Bs.As., 2004.
ARTE:
Matías Pérez
La caída de un lápiz ejemplar
Soy dibujante
Una charla divertida

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