lo último que se pierde...

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"La verdadera fórmula del ateísmo no es Dios ha muerto (Nitschze) -pese a fundar el origen de la función del padre en su asesinato, Freud protege al padre-, la verdadera fórmula del ateísmo es Dios es inconsciente". Jacques Lacan

Quien es portador de la fe, suele no ser responsable de su Acto, sobre todo si el mecanismo en juego implica el abandono de su Ser en pro de un Destino aleatorio o de la Suerte está echada.

Veamos: alguien puede tener fe hoy y reconfirmar mañana que esa fe le posibilitó superar obstáculos y poseer lo que ahora tiene: felicidad. Pero resulta, nuestro narcisismo siempre nos hace acomodar las cosas según nuestra óptica, que al poco tiempo las cuestiones cotidianas empeoran y empeoran cada día más. Quien es portador de la fe no puede pensar que es porqué sí. Debe seguir teniendo fe al menos para justificar(se). Debe pensar que Así Alguien Lo Quiso. Debe ser un genuino religioso: un auténtico religioso también se precia de su legítima acción sin preguntarse más, el dogma es así: va por la calle, ve a un mendigo pidiendo monedas y ¿qué hace un legítimo religioso? Nada, puesto que su razonamiento lleva la marca del Así Alguien Lo Quiso: ayudarlo implicaría desautorizar -destituir- la Razón de Ese Alguien.  Un verdadero religioso hasta deberá razonar: es una suerte que sea así.   La fe engendra esa táctica de misteriosa áurea que bordea tanto al dogma como al Destino. Así Alguien Lo Quiso quiere decir que por algo Ese Alguien dictaminó que la suerte cambie: ante todo para poner a prueba al sujeto ante la misma fe. Después, para sostenerla.


Ahora. En psicoanálisis la suerte es un factor que no cuenta cuando uno habla: excepto que uno pueda banalizar la cuestión y decir: “tuvo suerte en que se le escapó un fallido” pero eso sería no creer en lo inconsciente.  Si creyésemos en la suerte –y en los movimientos circulares de los planetas que dictaminan nuestro destino- no creeríamos en la responsabilidad de cada analizante ante su Acto. Pero podemos darnos un permiso de imaginación y decir que la fe es al dogma lo que el deseo es al psicoanálisis. Ahora: el deseo no es algo natural, genético. Nos viene del Otro. Estamos tomados por el deseo: el deseo tiene al sujeto. Y aquí radica el problema puesto que el sujeto cree que –cual zanahoria- el objeto está por delante y en realidad lo toma (a él) por detrás. Los objetos que el sujeto pone por delante son meras pantallas para engañar(se) pero el deseo lo toma desde el vamos.

Un análisis serviría, y sin ánimo de simplificarlo todo, para no escaparle a ese deseo que nos sigue y nos determina y para realizar un cambio de discurso: del tengo fe porque la suerte existe y algún día estará de mi lado, sólo hay que esperar que suceda al me responsabilizo por mis actos. El neurótico –religioso per se- escapa ante la responsabilidad porque el dogma siempre es más cómodo: no hay preguntas, es axiomático. Y porque responsabilizarse implicaría analizar el narcisismo que lo ha llevado no sólo a no poder castrarse y culpar a la suerte de su destino, sino –muchas veces lo más hiriente- a aceptar que el Otro también carece de garantías; o –en palabras de Lacan- que no existe. El saber del Otro (que el neurótico le supone, llamemos a ese saber: ciencia, padre, astrología o como se quiera) está anclado en su síntoma. Y el neurótico nunca quiere perder: la fe en la suerte (la creencia en un Otro sin barrar) es lo último que el neurótico desearía no perder. Ahi se ve desmoronado y por eso -angustia mediante- recurre a un analista: porque el Otro le ha fallado permitiéndose desear como otro.  Como en el film animado de Jacques Tati, el Otro es un ilusionista que siempre debería tomar al Sujeto de la mano para acompañarlo en la creencia de que nunca le faltará esa garantía fantasmática y -justamente por eso- tan real.

Termino con un clásico chiste de la parroquia analítica: Un hombre que cree ser un grano de cereal es llevado a una institución mental donde los médicos hacen todo lo que pueden para convencerlo de que no es una semilla sino un hombre. Cuando el hombre se cura y es autorizado a dejar el hospital, vuelve inmediatamente temblando de miedo. Afuera hay una gallina y tiene miedo de que se lo coma. "Pero mi amigo -le dice su médico- si usted sabe bien que no es un grano, sino un hombre". "Claro que yo lo sé -responde el paciente-, ¿pero lo sabe la gallina?" Como concluye Slavoj Zizek: “El tratamiento psicoanalítico reside precisamente en esto: no basta con convencer al paciente sobre la verdad inconsciente de sus síntomas; el inconsciente mismo debe ser llevado a asumir esta verdad.”

marcelo augusto pérez
Abril, 2011.
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Arte:
Fotogramas del film:
El Ilusionista
Jacques Tati / 2010..



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