El contrato perverso



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Estimado Marcelo Pérez: agradeciendo los videos que tanto nos ayudan a quienes queremos entender aún mejor las cuestiones tan difíciles de Lacan; y sobre todo quienes como nosotros –reducido grupo de estudiantes en San Lucas, Chuquisaca- no tenemos ninguna posibilidad de acercarnos a él más que a través de la Red. Nos permitimos preguntarle algo en relación a las Estructuras; específicamente a la estructura perversa. La pregunta es muy puntual y no queremos sacarle su tiempo. ¿Cuándo, según su criterio, podemos considerar que estamos ante un caso de perversión manifiesta, es decir: clínicamente hablando? Muchísimas gracias nuevamente, un muy cordialísimo saludo. A. David Ruiz.
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Antonio: la respuesta no es sencilla porque –como todo lo que atañe al psicoanálisis- no puede desvincularse de la ESCUCHA del sujeto. Voy a tratar de simplificarla, según mi criterio como vos decís pero considerando la lógica lacaniana. Esta lógica es, como se sabe, la del fantasma. Y aquí empieza el primer problema porque el fantasma del neurótico, por definición, es perverso. Pero veamos: si hablamos de ESCUCHA, también podríamos incluir al Analista (es decir al Autre/Otro) que –vía transferencia- recibirá el discurso del Analizante. ¿Y por qué incluirlo? Me parece porque, justamente, es en el Otro (y en el otro) donde se percibe, se escucha, cierto discurso perverso orientado –como toda perversión- a otra finalidad y cuya otra-finalidad yo la resumiría como aquella que pretende angustiar al partenaire. Pero aquí hay ciertas cuestiones que podríamos remarcar… No siempre la angustia (al otro) se manifiesta tan claramente; sino todo sería muy fácil. A ver: cuando Lacan analiza la perversión de André Gide; no lo hace en función de su homosexualidad sino en el contrato, en el vínculo que tiene con su mujer.
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Vayamos a un ejemplo cotidiano: una paciente –que hace años tiene relaciones sexuales con su pareja sólo esporádicamente- relata que no puede desprenderse de ella porque debe mantener el status quo (comodidad económica, bienestar social, hijos, imagen, etc) y porque, en el fondo, su pareja lo comprende, lo quiere, lo protege, etc, etc. Y acota que, entre ellos, se sabe –porque también se habló- que se puede tener relaciones extra-maritales a condición de una sóla cosa: ninguno de ellos puede permitirse enamorarse de otro/a; es decir: mientras haya sexo -pero sólo sexo-, está todo bien.
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Bien: a poco andar, uno escucha que esa “su pareja” es un sujeto manipulador que –vía su narcisismo- pretende obturar su falta tapando la del otro. Pero también es cierto que la paciente, anclada en ese goce (y no sólo sin tener sexo sino con consecuencias de graves síntomas en el cuerpo –parálisis, alergias, psoriasis-) entra en ese juego y queda atrapada en el discurso (del otro) y en el suyo propio; ya que justifica su necesidad de seguir en la pareja con otras cuestiones que aparecen: longevidad del vínculo, viajes en común, etc.
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Bueno: este es un ejemplo del MODO de GOCE en común de los dos sujetos; que es muy probable no demanden un análisis hasta tanto uno de ellos decida cortar ese modus operandi y el otro –vía la angustia- desestabilice su fantasma y quede con la falta de su lado. Que es el caso que sucedió acá: ella decide dejarlo (y al poco tiempo desaparecen los síntomas corporales e incluso comienza a bajar de peso, obesidad que a ella la tenía muy preocupada) y él, con la falta de su lado, queda átonito (imaginemos un fantasma obsesivo de oblatividad y pseudoaltruismo como se puede desestabilizar cuando ya el otro no ocupa el lugar de la falta) y comienzan entonces una serie de agresiones y rencores que el obsesivo, especialista en sostener la Deuda y en ir en busca de Venganza, no reconoce y se ciega ante su propia trampa.
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Tenemos muchas películas que hablan de todo esto: se me ocurre algo un musical: Moulin Rouge donde -vía el discurso perverso de quien con el dinero cree poder manipular el deseo de la dama- se instala un goce que lleva a la mujer -que ya padece una tuberculosis- a la muerte. Es decir: no tenemos que pensar a la perversión como un escenario sádico-masoquista o cosa por el estilo: primero que esa relación no es -nunca podrìa ser- complementaria. Como dice Lacan: si el masoquista dice "pegame" el sádico, si es verdaderamente sádico, dirá "no". Es decir que cuando el lenguaje se interpone no hay complementaridad, sino suplemento. Por otro lado estas escenitas no son más que juegos por lo general de neuróticos a la hora del dispositivo sexual; pero no hablan obviamente de la estructura... Puede ser un neurótico o un perverso... En cambio la violación o el dominio sobre una víctima real; eso que se manifiesta con angustia -como la angustia de la paciente que no podìa zafar del vínculo- eso si corre para la versión perversa.
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Conclusión, aunque no definitiva –obvio-, es que la estructura está en el discurso y no solamente en pequeñas acciones con tonos perversotes típicas de nuestros neuróticos cotidianos… Es decir, para ser bien Freudianos: “Lo sé, pero aún así… no me importa.” En nuestro ejemplo: “Ya sé que tienes las piernas paralizadas, ya sé que tenemos sexo cada muerte de obispo, ya sé que no podemos ni besarnos porque no nos calentamos; pero –aún así- seguiremos unidos hasta que la muerte nos separe.” Esto es Freud puro: “Sé que mi mamá no tiene pene; pero aún así…” y se llama Renegación de la Castración.
Un cordial saludo! Marcelo.-


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