Dogmas

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No creo en rebaños.
Creo en tu voz.
No creo en velatorios para vivos.
Creo en el dolor de tu muerte fecunda y constante.
No creo en la mano que coquetea con el pelo
Ni creo en el maquillaje de la máscara del espejo adúltero.
Creo en tu lágrima cuando acaricia tu párpado de ánfora
Y en el acantilado del hueco que la angustia perfora en tu carne.

No creo en matar horas examinando los lingotes financieros
Del periódico cosmopolita de la ciudad de hierros.
Creo en el mar que acaricia de salitre mis hombros cansados
Y en los médanos de tus pupilas que me bañan con espuma.
Y en la luna de tu voz que de noche pacifica el crepúsculo.

No creo en citas.
(Como decía Cortázar, quienes la precisan suelen ser quienes

Oprimen desde abajo el dentífrico o
Quienes necesitan papel rayado para escribir.)
(Como decía Borges, un encuentro casual es ya una cita.)
Creo en atravesarnos con el candil de la mirada
En perfumarnos con un abrazo espontáneo, sin teatros.
En leer el texto que tus labios recorren cuando me observan.

No creo en géneros:
Ni musicales, ni literarios, ni sexuales, ni culinarios.
Creo en escucharte como a un concierto barroco
En beberte como a un Cabernet rígido y maderoso
Y mientras te huelo y tu aroma me arranca bravura
Creo en mi vuelo que me derrama en nubes escarlatas.
Creo en comerte como un guisado bien ajengibrado y carnoso
O como un durazno recién capturado de su húmedo tallo calado
Para desvanecerme entre tus encías de fuego.

No creo en premios ni en colaciones ni en cortejos fúnebres
Ni en emblemas ni en bautismos de aguas sagradas
Ni en púlpitos de demagogias ni en próceres ni en castigos.
Creo en transpirar ideas y exhalar bocanadas de montañas
Y en fumarse habanos de pasiones
Y que el rhum del humo circular se cuelgue frío
Por el cuello del sordo cadáver de la estadística.

No creo en salvadores de Patria alguna
Ni en ceremoniales ni protocolos
Ni en coches negros de matrícula blanca
Ni en caudillos victimizados por libritos escolares
Ni en héroes de remera adolescente.
Creo en tu palabra que busqué entre tinieblas
Y en la Patria de tu despojo engarzada al destajo cotidiano
Y en los símbolos de nuestra selva púrpura junto al río callado
Y en el desasosiego lacerante a contraviento
De quienes obligados por la impunidad del poder
Y marginados por los conjurados en feudos
Crecen como herejes desterrados en arcilla salitrada.


No creo en jugar al matrimonio feliz
Ni en viajar acaudalados de rutina
Ni en dormir cada uno por su lado
Ni en comprar la lápida de los eternos incurables.
Creo que el óbito es constante y nadie compra su destino.
Y creo que la eternidad está en el instante
En que puedo decirte te amo.
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