Amor y Pulsión

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Hola Marcelo: Con respecto al posteo "Lo Absurdo del Amor"; tenemos con el grupo una pregunta más: vos decís que el Amor no es Pulsión, pero estuvimos viendo que Freud dice que el Amor es sexo sublimado... No es, en definitiva, una sublimación pulsional? Disculpá nuevamente nuestra insistencia, pero queríamos que nos quede más claro esto... Un saludo cordial; Isabel.
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Vamos a decirlo así: lo primero que debe aparecer en el cuerpo del sujeto (donado por el Otro) es la Pulsión; de la mano del Deseo. En una primera instancia el Otro (en este caso, la Madre, el Otro-imaginario) GOZA del infans: un goce un poco particular porque debe querer comerselo sin tragarlo... ese goce -vía el deseo, vía la metáfora paterna- va a transformarse en AMOR a condición de que ese Otro no sólo no se lo coma, sino que mire (y escuche) hacia otro lado (otra voz, otro significante). Esto quiere decir, en términos del Modelo Òptico, que el AMOR hará desalojar al infans del fondo del espejo esférico. Ahora: todo esto, obviamente, tiene que ver con la pulsiòn... pero no es la pulsiòn, puesto que la pulsiòn es algo de lo real, del goce, mientras que el amor tiene que ver más con lo simbòlico, con la palabra, con el don...
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Cuando Freud dice que el amor es sublimaciòn (sexual) (y por otro lado mucho de lo que dice Freud podemos refutarlo desde Lacan porque no podemos pedirle al genio de Freud más de lo que nos regaló en toda su poderosa obra) por supuesto que es parcialmente cierto: pero aqui entramos en otra disyuntiva. Primero, las pulsiones no se subliman (como muchas veces repetimos sin saber què estamos repitiendo) puesto que la pulsiòn siempre se satisfache. La sublimaciòn es -voy a decirlo así- parte de la represiòn. Y la represión -no en el sentido patológico del síntoma sino en el sentido más lato: por ejemplo la Atención o la Labor cotidiana de cada uno de nosotros- es ya un plus que la pulsiòn dejó en su haber para seguir en su tour alrededor de la falta. Esa falta que la pulsiòn bordea, el amor -vía el YO, vía narcisísticamente- la recupera a partir de la presencia imaginaria de un otro... El amor, entonces, necesita del partenaire: la pulsiòn no. La pulsión es acéfala ("No hay Sujeto de la pulsión"-repetirá Lacan) y -paradójicamente- autoerótica por definición: hay gente que cree -como dijo alguna vez Isidoro Vegh- que si se va al campo la pulsión deja de golpear... pero eso es bien neurótico-naif... Lacan -en el Seminario XI- tiene una clase (la nro. 15 si no recuerdo mal) dedicada a lo que se llamó "Del Amor y la Libido": lectura que te recomiendo.
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Pensemos que la pulsión siempre oprime al sujeto; el amor -por decirlo así- lo libera. De ahi a la transferencia, a nuestra praxis, hay un sólo paso: por eso no entiendo cómo ciertos analistas (más Papistas que el Papa) insisten en que al paciente no hay que demostrarle que se los quiere... es una burrada total puesto que la transferencia (imaginaria, en este caso) sigue siendo un motor del tratamiento: el problema es que esa demostraciòn no desborde hacia fluctuaciones pasionales y se instale (de parte del analista) una transferencia en lo real... ahi el analista irá a controlar a su analizante con otro analista... como ya sabemos. Como decía el Maestro francés: "No es que nosotros, los analistas, no tengamos pasiones... Pero a lo único que le podemos llamar Abstinencia es a no demostrar esas pasiones frente al analizante." El psicoanálisis es la cura por la palabra y la palabra es lo único que debe prevalecer en un dispositivo. La histérica le ha "enseñado" a Freud que la neurosis significa falla y que esa falla tiene que ver con el amor que el Otro no pudo suplir.
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Pensemos que así como es mentira que el analista no trabaja muchas veces con su Fantasma; tambièn es una estupidez creer que no trabaja con su pulsión acuesta... Tanto para èl como para el analizante, la pulsión siempre està... Que un paciente nos tenga que esperar cinco minutos en la puerta porque nos demoramos con otro paciente; es ya parte de nuestro fantasma, de nuestra neurosis y de nuestra pulsiòn. La pulsión es lo primero que uno encuentra en nuestra praxis, dirá Lacan- y yo agregaría: Y lo último con que tenemos que luchar. El Sujeto siempre está en desafío con los golpes del goce... Por eso el amor, lejos de ser pulsión, es -al igual que el deseo- una defensa contra ese goce. El problema, y aqui está el núcleo neurótico, es que el amor necesita del otro y cuando dos sujetos se relacionan... bueno: como ya sabemos, empiezan los males-entendidos... Lacan llamó a esto: el muro del lenguaje. El lenguaje es un muro: le mur / l`amure; el amor es un muro, tambièn hace de muralla... la paradoja del lenguaje es tambièn eso: nos otorga el sentido de la vida pero nos produce el Malestar que es la Cultura. No nos sirve para comunicarnos sino para que empiecen los problemas... Un saludo, marcelo pérez.-

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