el silencio

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La palabra es el lugar donde se encuentran la
manifestación de la realidad, el ser de la vida,
y lo que nosotros captamos de él, de ella.
Encuentro entre el don y la recepción.
(La lluvia y el cuenco.)

El ser se abre, se abre rebasándose: manifestándose.
La palabra lo recibe, lo recepciona,
(Como vida y existencia.
Poesía y poema.
0 amor y lo amado...
Siempre hay un halo que rebasa,
un nimbo de dolor.
Un testigo de lo imposible.
Y su anverso: es sólo de un lado del cuello
que nos clavan los colmillos.)

También lo delimita, pero es en esa delimitación
donde se manifiesta, se dice al hombre en la forma
en que el hombre puede decirselo a sí.
Finitamente.
(Humanamente: finitud prefiada de infinitud: dolor.)
Como un océano que se derramara en un cáliz.
Desborda, pero no se pierde. El desborde señala.
A veces arrastra.
También recuerda.
En la palabra el silencio calla, diciéndose.

Hugo Mujica
El silencio de la nieve cayendo sobre la nieve
Flecha en la niebla
Editorial Trotta, Madrid, España, 1997.

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¿Qué es ese grito? ¿Quién escuchará ese grito que nosotros no escuchamos, sino el que impone ese reino del silencio, ese que él escucha subir y bajar en este espacio a la vez centrado y abierto? Parece allí que ese silencio fuera, de alguna manera, el correlativo que distingue en su presencia, de ese grito, de toda otra modulación imaginable. Sin embargo lo que es sensible, es que el silencio no es el fondo del grito, no hay una relación de guestalt. El grito parece provocar el silencio, si anulándolo es sensible que él lo causa, lo hace surgir. Le permite tener la nota, es el grito quien lo sostiene y no el silencio. El grito hace de algún modo apelotonarse al silencio en el impasse mismo donde brota, para que el silencio se escape de él; pero ya está hecho.

Cuando vemos la imagen de Munch, el grito está atravesado por el espacio del silencio sin que él lo habite. No están ligados ni por ser conjuntos, ni por sucederse. El grito hace el abismo donde el silencio se precipita.
Esta imagen es donde la voz se distingue de toda cosa modulante, pues es el grito lo que la hace diferente hasta de todas las formas, las más reducidas del lenguaje, es la simplicidad, la traducción del aparato puesto en causa. Aquí la laringe (larynx) no es más que siringa (syrinx).

La implosión, la explosión; el corte, falta.

El grito allí, nos da, quizá, la seguridad de ese algo donde el sujeto no aparece más que como significado de esa abertura (béance) abierta anónima, cósmica, marcada en un rincón de dos presencias humanas. La ausencia del otro se manifiesta por el hecho que el pintor lo ha elegido dividido en forma de reflejo, indicándonos esa alguna cosa fundamental que es la que reencontramos en el enfrentamiento, en la unión, en la sutura de todo lo que se afirma en el mundo como organizado.

(…)

El excelente artículo escrito por el hijo de Fliess compañero del autoanálisis de Freud Robert Fliess, denuncia de un modo correcto lo que es del silencio, en lo que nos explica: ese silencio es el lugar mismo donde aparece el tejido sobre el cual se desenrolla el mensaje del sujeto; es allí donde el nada impreso deja aparecer lo que es de esta palabra y lo que es de ello; esta es su equivalencia con una cierta función del objeto a.

(…)

La presencia del silencio no implica que no haya uno que hable. Es allí que el silencio toma eminentemente su cualidad. Si ocurre que aquí yo obtenga un silencio, no excluye que antes de ese silencio, tal o cual, se aplique a mezclarlo con tal reflexión más o menos arrojada.

El silencio forma un lazo, un nudo formado entre algo que es un instante y algo que es hablante o no, el otro. Es ese nudo cerrado que puede resonar cuando lo atraviesa y hasta lo agujerea el grito.

En alguna parte en Freud, está la percepción del carácter primordial de ese agujero del grito .

Es a ese nivel que él lo articula y que aparece el Nebenmensch (semejante).
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En ése agujero infranqueable, marcado en el interior de nosotros mismos y al cual no podemos más que aproximarnos apenas. Ese silencio es quizá el modelo así dibujado, y lo han sentido por mí, confundido con este espacio cerrado por la superficie y de la cual ella misma, y por ella misma, es inexplorable, que hace la estructura original, que trato de figurarles al nivel de la botella de Klein.

Jacques Lacan
Seminario XII
Problemas cruciales para el psicoanálisis
Clase 12: 17 de marzo de 1965.
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Occidente nos enseña que el ser se disuelve en el sentido y Oriente que el sentido se disuelve en algo que no es ni ser ni no ser: en un Lo Mismo que ningún lenguaje designa excepto el del silencio. Pues los hombres estamos hechos de tal modo que el silencio también es lenguaje para nosotros. La palabra del Buda tiene sentido, aunque afirme que nada lo tiene, porque apunta al silencio: si queremos saber lo que realmente dijo debemos interrogar a su silencio.
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Hay dos silencios: uno, antes de la palabra, es un querer decir; otro, después de la palabra, es un saber que no puede decirse lo único que valdría la pena decir. El Buda dijo todo lo que se puede decir con las palabras: los errores y los aciertos de la razón, la verdad y la mentira de los sentidos, la fulguración y el vacío del instante, la libertad y la esclavitud del nihilismo. Palabra henchida de razones que se anulan y de sensaciones que se entredevoran. Pero su silencio dice algo distinto.
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La esencia de la palabra es la relación, y de ahí que sea la cifra, la encarnación momentánea de todo lo que es relativo. Toda palabra engendra una palabra que la contradice, toda palabra es relación entre una negación y una afirmación. Relación es atar alteridades, no resolución de contradicciones. Por eso el lenguaje es el reino de la dialéctica que sin cesar se destruye y renace sólo para morir. El lenguaje es dialéctica, operación, comunicación. Si el silencio del Buda fuese la expresión de este relativismo no sería silencio, sino palabra. No es así: con su silencio cesan el movimiento, la operación, la dialéctica, la palabra. Al mismo tiempo, no es la negación de la dialéctica ni del movimiento: el silencio del Buda es la resolución del lenguaje. Salimos del silencio y volvemos al silencio: a la palabra que ha dejado de ser palabra. Lo que dice el silencio del Buda no es negación ni afirmación. Dice otra cosa, alude a un más allá que está aquí. Dice Sunyata: todo está vacío porque todo está pleno, la palabra no es decir porque el único decir es el silencio.

Octavio Paz
Notas sobre el silencio
Los signos en rotación
Círculo de Lectores, Barcelona, España, 1971.

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