El malestrar es la Cultura

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El Malestar es la Cultura
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Trabajo para la publicación en:
Revista de Psicoanálisis
Universidad de Antioquia, Medellin, Colombia.

http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/revistaudea/issue/archive

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Tratándose del bicho-humano, sabemos que nada puede escapar al ámbito de la Cultura; es decir: el salto de la Naturaleza a la Cultura es imposible: el baño de la lalengua con el que el sujeto es hablado por el Otro, constituye –sin más- el doble vínculo que este tiene con la palabra: un modo para ser reconocido y un medio de goce. Un beneficio que no esconde su problemática: el Malestar es, sin duda, de la Cultura. Digamos sin preámbulos que es imposible excluir de este atolladero, al significante que a-nuda y crea la Realidad del Sujeto: el falo.

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Y si el Malestar es de la Cultura; esto quiere decir que es constitucional en el bicho-parlanchín, es decir que ese sello-de-origen producirá ipso facto una búsqueda permanente de un imposible potencial; de ahí que Sigmund Freud había declarado: “¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir, por su conducta, como fin y propósito de su vida? ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que en ella quieren alcanzar? No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla.”
[1]

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Por tanto, la felicidad no se lleva muy bien con la cultura; porque –justamente- la pulsión (que marca ese pasaje imposible a lo Natural) no se lleva muy bien con el equilibrio que puede lograrse entre el deseo y los ideales del sujeto. De ahí que el psicoanálisis viene a preguntarse cosas un tanto atípicas; como –por ejemplo- qué es lo que hace que –siendo la pulsión inhibida en su recorrido; esto es: siendo la sexualidad (infantil, es decir: neurótica del sujeto) perversa polimorfa, siendo el fantasma neurótico perverso por definición- qué lleva a un sujeto “querer” enamorarse (y “para toda la vida”) con otro cuya disparidad subjetiva le concierne. Es decir que la pregunta freudiana no es porqué la gente se divorcia, sino cómo explicar que se junten. Parece que la solución a través del Amor (que bien podríamos –en este punto- puntualizar con algo en el orden del goce) es una respuesta posible para lanzarse sobre esta plataforma paradójica.

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Unido a la problemática por el Malestar -y el Porvenir
[2] que lleva implícito- nos topamos (muro del lenguaje mediante: a-muro / a-mor) con el enigma de la felicidad. La demanda-de-felicidad está siempre en el horizonte de nuestra praxis analítica; por ello Lacan ha enunciado sin rodeos: “He ahí, entonces, lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra, en suma, en posición de responder a quien le demanda la felicidad. Demandarle la felicidad; él no puede olvidar que esto, ancestralmente, para el hombre, plantea la cuestión del soberano bien y que él, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No sólo lo que se le demanda, el soberano bien, él seguramente no lo tiene, sino que sabe que no lo hay; porque ninguna otra cosa es haber llevado a su término un análisis sino haber asido, reencontrado, haber chocado rudamente con ese límite que es donde se plantea toda la problemática del deseo.” [3]

.Como he expresado en otro lado, “…a Freud no se le escapa esta problemática (que tanta alusión hace no sólo en El Malestar… sino también en El Porvenir de una Ilusión) y a finales del siglo XIX propone una definición categórica y puntual, en una Carta a Fliess (Cartas a Wilhelm Fliess; Manuscritos y Notas 1887-1902; Carta 82. 16-1-98.), cito: “...Toda clase de minucias pululan por aquí; los sueños y la histeria se ajustan cada vez más limpiamente. (…)Hay que tomar las cosas como vienen y estar contento de que vengan. Te incluyo en ésta mi definición de la «felicidad» (¿o ya te la conté hace tiempo?). La felicidad es el cumplimiento diferido de un deseo prehistórico. He aquí por qué la riqueza nos hace tan poco felices: el dinero nunca fue un deseo de la infancia.” Definición que podríamos anexar a esta otra (Id. Op.Cit.; CARTA 107, 28-5-1899): “Ese hombre halló la felicidad cuando descubrió el tesoro de Príamo, pues la felicidad sólo es posible merced al cumplimiento de un deseo infantil.” (Las negritas son mías). Tenemos pues que el sentimiento de felicidad parece albergar algo en el orden de lo originario; de lo histórico, del re-encuentro. Genialmente, el maestro alemán nos regala esa definición mucho tiempo antes que escribiese Tres Ensayos…, donde ya nos vaticina que todo encuentro con el objeto es propiamente un re-encuentro.” [4]

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Ahora bien: como sabemos uno de los aportes del texto freudiano El Malestar en la Cultura, trata de la represión (sexual) que toda inmersión en la Cultura impone; es decir que por ser hablante, el sujeto –precisamente- goza, dándole aquí al concepto GOCE una aproximación superyoica bien conocida. Goce que, desde que el cacho-de-carne se corporiza (corpse / corpsificación) ingresa al cuerpo, aún más todavía: encore, en-corps. De aquí que todo goce implica a la pulsión que –por ello- es virtualmente de muerte.[5] De aquí también que la entrada del significante al cuerpo –como causa del goce- implica (a) la muerte, y estaba escrito en los griegos: soma (cuerpo) / sema (tumba). Es decir: “Vamos viviendo la muerte y muriendo la vida”.[6]

.Por tanto no sólo el amor y el deseo (que sin miedo podemos traducir como libido, ya que lejos está la cuestión energética de producir aquí un encuentro entre Freud y Lacan, dándole éste último categoría de órgano –Seminario XI- pero de órgano perdido, faltante; es decir de agujero vacante necesario para que la pulsión bordee y el deseo encapsule la estructura) sino también la muerte, construyen la misma arca en donde el sujeto ha puesto su ser. J. A. Miller lo resumen bien en un discurso oral pronunciado en Buenos Aires, cito:

.“El camino que seguimos es el que va del amor a la muerte. Esto es homólogo, es paralelo al propio camino de Freud. Piensen en el paralelo que establecí entre “Psicología de las masas…” y “El malestar en la cultura”, siendo la segunda la corrección, la complementación de la primera. “Psicología de las masas…” nos cuenta la pacificación y la unificación simbólica de los grupos humanos estables y homogéneos; es un canto al poder del significante amo. Freud nos muestra esto por medio de su concepto del Ideal del Yo. Este concepto está siempre presente para Freud cuando se trata de la teoría del amor: el amor no es sólo narcisista, ya que está condicionado por una dependencia. Así, los Estados no sólo son políticos, son amorosos. Un estado, un Estado que abarca un país, es un Estado amoroso. “Psicología de las masas...” es un canto al poder del significante amo en nombre del Ideal del Yo. “El malestar en la cultura”, al contrario, nos descubre que aquello que quizás puede funcionar en el ámbito pequeño de Freud estudió en ese otro texto no vale para la sociedad humana como tal; en este nivel encontramos el malestar, que se traduce exactamente como la permanencia, irreductible al significante amo, que Lacan llamo objeto-a. (…) El camino de Freud, de “Psicología de las masas…” al “Malestar en la cultura”, es un camino del amor a la muerte; desde la organización de la libido hacia la pulsión de muerte.”[7]

.Ahora bien; Malestar, Porvenir y Religión suelen poseer un isomorfismo evidente: sostenía Lacan que la religión, la ciencia y el arte son tres modelos por las que los sujetos intenta llenar el vacío que lo constituye. El 29.10.l974 –en Conferencia de prensa en el Centro cultural Francés- Lacan había afirmado que ante las perturbaciones de la ciencia, la religión estaría allí para dar sentido, porque “para eso fue pensada la religión, para curar a los hombres, es decir, para que no se den cuenta de lo que no anda”.[8] Eso que no anda, anda alrededor de un vacío. Sabemos que así como la Ciencia forcluye -Verwerfung- ese vacío, el Arte lo reprime –Verdrangung- y la Religión lo desplaza –Verschiebung-. Dentro de un marco más sociológico, Malestar y Porvenir se engarzan a lo Político. Cito: “Parecería que el psicoanalista, tan sólo para ayudar al sujeto, debería estar a salvo de esa patología, la cual no se inserta, como se ve, en nada menos que en una ley de hierro. Es por eso justamente por lo que suele imaginarse que el psicoanalista debería ser un hombre feliz. ¿No es además la felicidad lo que vienen a pedirle, y cómo podría darla si no la tuviese un poco?, dice el sentido común. Es un hecho que no nos negamos a prometer la felicidad, en una época en que la cuestión de su medida se ha complicado: en primer término porque la felicidad, como dijo Saint-Just, se ha convertido en un factor de la política.” [9]

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Como también podemos leer –vía Psicología de las Masas y Análisis del Yo- el mismo maestro Vienés podrá “corregirse” al entender que ni las grandes masas como las Fuerzas Armadas o la Iglesia pueden solucionar –a través del significante Amo y a partir del anudamiento producido vía Ideales- la pacificación o la cohesión amorosa de la humanidad. De aquí a su crítica al apotegma “Ama a tu prójimo como a ti mismo” hay un solo movimiento: si todo masoquismo es primario, si todo cuerpo está hecho para gozar; entonces esa declaración resulta harto más espantosa que imposible.

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Las preguntas que retoma Lacan, y que conciernen a nuestro dispositivo analítico frente al dolor de nuestros pa(de)cientes se reiteran en lo cotidiano: ¿Cómo se pasa de un goce mortífero a una ética del goce? ¿Cómo una época vive la pulsión? ¿Cómo transformar un síntoma en un sinthome? De Freud para acá intentamos dar una respuesta ética: hablando. Contra la demanda del analizante; el analista oferta ese verbo enigmático: Hable. Como sabemos, ni siquiera le pedimos que hable de él… ya se verá cómo el discurso lo envuelve, cómo es tomado por dicho hablaje. Pero ese “lo escucho”, ese “hable”, no puede estar por fuera de la transferencia ya que, como sabemos, es el analista quien tiene que causar a lo Inconsciente. Es decir: no hay inconsciente fuera del análisis. Justamente porque quien no se analiza no tiene inconsciente, y porque nuestro síntoma no es el mismo que para la medicina; es decir es siendo producido en el análisis; Lacan ha podido definir al síntoma de este modo: “La manera en que cada uno sufre en su relación con el goce, en la medida en que éste sólo interviene por la función del plus de gozar…”
[10]

.En el discurrir de su hablaje, el analizante –y sólo a fin de recuperar algo- algo pierde. Esa pérdida –vía fantasma, vía síntoma- es la plusvalía que Marx descubrió genialmente en el intercambio vincular, laboral y social entre un obrero y su empleador. De aquí que lo inconsciente sea –sin más- el trabajador ideal: nunca descansa, siempre puja por salir. De aquí que el discurso de lo inconsciente tenga como agente el significante Amo.

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La política del sinthoma –en nuestros tiempos coléricos cuyo malestar parece apoderarse aún más por la vía del capitalismo que hace del consumo hiperbulímico su pan nuestro de cada día- no puede estar pensada sin la política del objeto a; sin considerar en nuestro horizonte ese plus de goce inherente a la Cultura. En definitiva, una política subsidiaria en transformar la miseria neuròtica en desdicha cotidiana.
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El goce que pulsa al sujeto que golpea a nuestras puertas es ese real absoluto que lo divide y lo atrapa. Como he anunciado en otro lugar: “Este real, como sabemos, es también un imposible; es aceptar (como lo expresó Freud hace más de cien años) que la “desdicha cotidiana” es constitucional para el ser-que-habla; que también el sujeto está “sintomatizado” por el Malestar que su Cultura (le) produce y que si “Eso goza, entonces yo debo responder como sujeto deseante”. Estos movimientos con relación al goce (al sufrimiento, a lo que pulsa, a lo habrá que descifrar; en fin, a lo que Gardel & Le Pera pronunciaron: “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”) constituyen la dinámica en dónde cada singularidad posicionará su Falta-en-Ser, su vacío; su disyunción entre amor y deseo o su recorrido entre deseo y goce.” [12]
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Marcelo Augusto Pérez
Mayo - 2010.
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referencias bibliográficas:
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.[1] FREUD S.; El Malestar en la Cultura; Parte II; Obras Completas; Tomo XXI. Amorrortu, Bs. As., 1990, p.76.
[2] Me refiero, puntualmente, al texto freudiano El Porvenir de una Ilusión -1927- en Op.Cit. T. XXI.
[3] LACAN J.; La demanda de felicidad y la promesa analítica, Seminario. 7, clase 22: 22.06.60.
[4] PÉREZ M. A.; La altura de la felicidad. Un sentimiento en el orden del reencuentro. Artículo publicado en Diario Página/12, http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-115671-2008-11-27.html Buenos Aires, 28.11.08.
[5] LACAN J.; De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible sobre la psicosis, 1955. Escritos II, S.XXI.
[6] Este concepto está en Heidegger, pero también en Hegel y en Plotino.
[7] MILLER J. A.; Del amor a la muerte; Seminario dictado en el marco de las II Jornadas Nacionales del Campo Freudiano en la Argentina, Julio 1989, Teatro Astral. Publicado en: Conferencias Porteñas; Capítulo I: Lógicas de la vida amorosa. Tomo-2; Paidós, Bs. As., 2009, p. 59.
[8] LACAN J.; El triunfo de la religión. Precedido de Discurso a los Católicos; Paidós; Bs. As., 2005.
[9] LACAN J.; La dirección de la cura y los principios de su poder; Parte 4; Escritos II; Op.Cit.
[10] LACAN J.; Seminario XVI: De un Otro al otro. Cáp. II: Mercado del saber, huelga de la verdad; Paidós, Bs. As., 2008, p.38.
[11] Respuesta de S. FREUD a una paciente que cuestionaba qué puede hacer el psicoanálisis por el sujeto.
[12] PÉREZ M. A.; El síntoma en la clínica psicoanalítica; publicado en: Actualidad Psicológica; Nro. 331, Bs. As., Junio, 2005.
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