Deseo e Histeria: hermanos de la insatisfacción.


Los sujetos -como aprendimos de Freud, vía el famoso sueño del salmón ahumado- escapan ante su deseo. Por eso el goce de la Gran Neurótica por Excelencia, nuestra tan querida histérica fundadora indiscutible del psicoanálisis, es tener un deseo insatisfecho. De hecho -y por definición- un deseo es siempre insatisfecho. Si se logra no es más un deseo. Por eso decimos que la histérica es freudiana por definición. Esto no implica que un análisis intente conciliar al sujeto con su deseo, por eso hablamos de deseo decidido en función de la escritura, de la inscripción, que el analizante pueda hacer a partir de su trazo, de su división, con su letra. Y entonces, ¿por que el neurótico no desea caer en su deseo? Justamente -y no es un trabalenguas- para seguir deseando. Y esto ¿para qué (le) sirve? Para varias cosas.

En primer término -como dijimos y repetimos- para quedar insatisfecho. Y esto no podríamos resumirlo a un mero acto masoquista; deberíamos circunscribirlo al hecho capital de que conciliarse con un deseo (vamos a decirlo a la criolla: realizar los sueños) implica ipso facto decidir, es decir: actuar. El verbo actuar no es un significante que deberíamos tomar con liviandad. Todo Acto implica angustia. Todo Acto implica aceptar la Castración, es decir: una pérdida. Nos confronta con ideales y con el hecho capital -estudiado incluso por los filósofos- de la famosa Culpa. De ahí que Jacques Lacan ha dicho que no hay sujeto sin culpa (cuando el neurótico acepta su división, también esta tramitando la culpa: “somos culpable de lo Real”. Todo Acto implica hacerse cargo de la palabra plena, porque obviamente si se trata de palabra vacía, no hay Acto. Si un sujeto no atraviesa el Acto con angustia, no hubo Acto alguno. Ir a bailar todas las noches para levantarse una mina, no es un acto. Huir no es un acto. Cortar una sesión cuando nada le pasó al analizante, no es un acto. (Eso que ahora está tan de moda: el analizante viene y dice "tuve un sueño terrible"- el analista dice "terrible"- y corta la sesión. Una reverenda infatuación.) Todo acto implica ubicar en el lugar del agente del discurso, al (a). Por eso Lacan dictó un seminario que lo llamó El Acto Analítico. Se trata de ubicar la falta y hacer algo con ella. Ir a boliche -para la mayoría- no es un acto, ir a encarar puede llegar a serlo, porque ahí el sujeto tiene que castrarse. 


Pero la gente prefiere por lo general salir del boliche con los famosos apotegmas de endoso al prójimo: “Ninguna mina me da bola” o “Ningún hombre me encara”.  Lo mismo sucede con el dispositivo del Chateo. Queda pues para mañana la realización del hoy. ¿Se escucha la insatisfacción (del deseo) como pivote del mecanismo histérico? Encarar en un boliche, o concretar un encuentro por Chat, implica riesgo, incertidumbre, incluso falla. Siempre el acto es sin garantía. Puedo tartamudear, puedo temblar, puedo inhibirme cuando quiero decir algo, puedo decir una incoherencia que no coincide con imagen. Como diría nuestro genial Oliverio Girondo, puede salir de mi boca “torta frita con sapo hervido” en vez de un “que bonit@ es usted”. De allí que toda defensa es defensa contra un deseo, si podemos equiparar, sin que se espanten muchos por esta ecuación, deseo = angustia. Es defensa contra la angustia. De allí que Lacan enunció que la angustia es brújula, es lo que no engaña. ¿Brújula de qué? Del deseo. Si un analizante dice “yo no sé para qué hablo de esto si me angustio, y si es mejor no hablar…”- nosotros escuchamos que habla porque hay un deseo en juego allí. Sino no habla. Es decir: habla de eso porque justamente eso angustia.

Como ya sabemos, lo que engaña es el significante. El sujeto dice “te odio”, pero se queda regulando. El sujeto dice “andate a la mierda”, pero no puede dormir en toda la noche. Entonces como vemos el pecado es  caer-ante-el-deseo: no es que el sujeto no odie o no quiere mandar a la mierda a su pareja o a su amigo, pero la represión funciona a manera de facilitarle alojamiento al YO que, de otro modo, debería castrarse, hacer emerger el sujeto-del-deseo, y confrontarse con la angustia. Por otro lado: es el fantasma el condensador del goce. Y si el fantasma vacila, entonces el sujeto se angustia. ¿Cómo se sostiene un fantasma? Es en el fantasma en el lugar donde se realiza el deseo. Es decir: se sostiene con la falta. Atravesar un fantasma implica pasar por la angustia y decir “te amo” en vez de decir “te odio”.  Por eso una vez un analizante contó que le escribió un texto a su ex, diciendo: “Te odio. Te extraño.”- Es una manera de caer con un artilugio poético. De caer, de aceptar la falla, para no ser un caído. El recorrido de un análisis intenta que el Sujeto encare su deseo. O, como dirá Lacan: “el análisis puede ser capaz de hacer un ateo viable, es decir alguien que no se contradice.” (J. Lacan, Entrevistado por alumnos de la Univ. de Yale 24 de noviembre de 1975 Publicado en Scilicet Nº 6/7, 1975).

Marcelo Augusto Pérez
Nuestros escurridizos y contradictorios Neuróticos.
[ O el deseo en su mutis por el foro… ]
VI / 2018
Artes Visuales:
Isidro R. Esquivel
[ México, 1982 ]

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