Modelo Geopolítico de País.







Mi cuerpo es real y goza, tiene sexualidad, política, reglas y desbordes, límites y deseos. Alguien me dijo que se erotizaba con el recetario, enhorabuena, pensé. (…) El monstruo nunca es presentado a la familia como probable padre o madre de los propios hijos. Afortunadamente nosotros, los monstruos, podemos ser madres o padres, circular, abortar no, tener pito y tetas, pero es nuestra responsabilidad.

Gabo Ferro
Entrevista en Suplemento Soy, Página/12, 11/2015, en relación a su último libro:
200 años de monstruos y maravillas argentinas, Bs. As., Beatriz Viterbo Editora.




Señor Ciudadano, usted que no es neutral y detesta a los tibios... ¿Qué me cuenta hoy sábado..?

Le cuento: Ver el programa de la Sra. M. L. (la última Barby viva de la Argentina -según mi critero-, con su cara de plástico histérico y sus posibles tetas fruncidas de rugosidad mortal: porque lo que cuenta obviamente es la buena y lúcida cara de sonrisa postiza) resulta –más allá de lo patético- un acto de alienación intelectual. Es como estar escuchando –al unísono- voces ecolálicas que nos repiten tenaz y fatigosamente ciertos enunciados conocidos: “la culpa es de la pesada herencia”, “este gobierno no sabe informar”, “hemos padecido doce años de autoritarismo”, “hay que dejarlos gobernar”, etc.

Pero lo peor no es ella con sus súbitos títeres que responden [ vía el odio al que llaman –en franca proyección- “la grieta a partir del conflicto del campo”  ] al imperialismo capitalista de fino páramo antisocial; sino –me parece- el discurso fascista que se sigue vehiculizando al ciudadano medio, con frases que no le pertenecen porque –de hecho- son de los ciudadanos de clase alta. (Clase alta no es el que tiene tres propiedades y dos coches, sino el que tiene tres empresas y dos yates.) No les pertenece pero tienen muchas ganas que sí les pertenezcan. Pongamos un solo ejemplo: “En la ciudad de Buenos Aires, cuando hay una movilización, se llega tarde a todos lados!”- Frase que la Sra. M. L. pronuncia sin que se le mueva un pelo; porque –obviamente- lo que importa es lo que le pasa a ella, no al cincuenta por ciento restante del país. Acá tenemos el vivo ejemplo no tan sólo del discurso vacío, de mentes huecas que nunca se preguntan por el prójimo y –sobre todo- por el que menos tiene, sino –ante todo- de una elocuente realidad del rico. Rico que -fantasma mediante- no puede escucharse: cuando hace menos de dos meses llegó el Primer Hombre de Occidente a Bs. As. también se paralizó el país, pero parece que ese era un motivo mucho más trascendente que un pueblo que se motoriza por una líder que fue –prevaricato mediante- imputada políticamente.

¿Y por qué no creerles que sus conflictos pasen por el corte de calles? Es clarísimo que su problema existencial es ese. ¿Cuál otro debería ser? ¿No poder pagar las expensas, o los sueldos de las dos mucamas, la cocinera y el chofer? He conocido personajes de este estilo, cuyo principal dilema cotidiano era si esa tarde de otoño iban a jugar al golf o a tomar el té al Hyatt; mientras los maridos estaban ocupados con sus amantes de turno que garchaban aparentemente mucho mejor que ellas. Porque –vayamos al punto- acá de lo que se trata –y no hace falta haber leído a Freud- es de lo mal cojido que están ciertos patéticos personajes de turno –hombres y mujeres-, títeres de las empresas que intentan gobernar al país.  Pero no son títeres de hoy. Siempre lo han sido. De hecho nuestra última Barby lo ha dicho alguna vez: “Yo no sé ni prepararme un té.”-  Resulta sorprendente cómo –vía identificación al rico- los ciudadanos puedan idealizar y embellecer a un personaje que ni siquiera sabe poner un saquito en el agua hirviendo. Claro, es pura imagen: y se trata –ya se sabe- de pertenecer…

Resulta que ahora –y esto es típico de quién no se hace cargo de nada- el problema viene traído de la mano del gobierno anterior. Y ese problema parece que es de mera corrupción global. Y caemos, entonces, en el “mundo feliz”, naif por definición, del que hablaba A. Huxley, y del que se apropia el discurso de la izquierda que –como nunca puede llegar al poder- tampoco conocerá la corrupción. Primero, no hay poder que no sea corrupto. El sólo hecho de colocar un solo familiar en un puesto de poder, ya es corrupción endogámica. Segundo, el poder corrompe y –ergo- la corrupción es inherente al poder. Tercero, suponer que un gobierno es más corrupto que otro es como suponer que una guerra es mejor que otra. La corrupción es corrupción. El mismo estilo naif de discurso lo encontramos cuando nos dicen que van a acabar con el narcotráfico. Son los mismos personajes que desconocen (¿desconocen?) que la clase media y alta sustenta su pirámide económica en base a obreros que se suben a un andamio o ganan diez mangos la hora sueldo. Les conviene vivir en esa cápsula surrealista, donde la pobreza no depende de ellos, y el pobre es pobre porque quiere. Incluso: porque nació pobre. Incluso: porque es genético. De ahí a sostener un discurso cuasi-científico que ampare la abolición (leáse: la muerte) de los pobres, hay un sólo paso. Son los mismos sujetos que creen que el Amor es perfecto, y por lo tanto una discusión en el vínculo, implica la mera destrucción de la pareja. O los que creen en espejitos de colores, en el Encantador Broadway o -lo digo sin anestesia- en la Inmortalidad. Es decir: los que no pueden aceptar el No-Todo: que la Castración los toma.

El discurso de la izquierda –por ejemplo- cree que los gobiernos en Argentina son y fueron siempre corruptos. No puede leer que también lo han sido en los países donde gobernó la izquierda, Cuba por ejemplo. El ejemplo de Cuba es admirable: una pequeña isla que le hizo frente durante largos años, a la primera potencia del mundo que apenas la distancian kilómetros. Pero en Cuba también hubo y hay corrupción. El problema no es ese. Eso sería tan pueril como pensar que todos los ciudadanos del mundo van a declarar lo que realmente ingresan/ganan: no hay país en el mundo donde esto suceda. Un móntate de economía negra siempre circuló por lo social. Las economías mundiales funcionan así porque el mundo funciona así. Es decir: porque lo único redondo, como dice un amigo, es el culo de una mina de veinte. Y a veces, ni eso. El problema ES qué tipo de geopolítica se pretende para que nos gobierne. Si queremos una política que beneficie a ricos, o una que ayuda a los más necesitados donde se distribuya la riqueza de modo más justo.

Cierro: el eterno, inmortal y conmovedor programa de nuestra última Barby viva, siempre bajó un discurso que pretende –vía imaginaria y engañosa- hacerle creer al pobre-pobre (que como diría Ma. E. Walsh; tiene la posibilidad de que la tele sea su ventanita) que los ricos piensan en ellos, y no sólo eso, sino –fundamentalmente- que toda la historia sociológica del mundo, habla sin más de los grandes beneficios que el capitalismo corrupto y enviciado de codicia, ha ofrecido a las masas expoliadas y desposeídas de los Derechos Sociales. Y esperen más: se viene el programa del argentino más inteligente. Conducido por el argentino más argentino. Jajaja… Sí: como decían en Esperando la Carroza: me río de todos nosotros… Prendete al canal del doce más uno, que hay que estar alegres porque logramos salir del Default! ¿Los buitres? Bien, gracias: esperando la carroña.

MAP
Pensar un modelo social.
IV - 2016
ARTE:
Jonathan Darby
[ Reino Unido, 1984 ]

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