El Otro y el Puerco Espín
“Nadie entiende la mecánica cuántica, sin
embargo puede uno acostumbrarse a ella, como sucede a menudo con las relaciones
humanas.” [1]
E
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l aparato psíquico es un modelo con el que Freud nos dio a conocer la
lógica y la funcionalidad del sistema pensamiento (consciente-inconsciente). Aquí
nos interesa trabajar con dos de sus propiedades: la energía y el rasgo unario.
El S1 es la dimensión singular del rasgo unario. Una invariante funcional, que
representa al sujeto…ante otros sujetados.
La energía, el impulso o trieb, es un quantum imaginario.
La intuición, dice que si los analistas prestamos atención al escuchar
podemos saber quién es el que viene en nombre del Otro. Nada más lejos de lo
que se verifica en la clínica. ¡Y en la vida social! Porque es la observación lo
que produce al objeto. Es que el otro, o sea el Otro, es nuestra creación. Nosotros
lo creamos al “medirlo” con nuestro S1 (como “Wilson” en el Náufrago), y luego,
al verlo, al ver nuestra propia imagen, que retorna del otro, sustancia real,
el del apoyo anaclítico, el otro circunstancial, actual, no nos reconocemos.
Cada vez que creemos conocer a alguien –incluso en términos bíblicos- es
nuestro S1 el que interactúa con el S1 del otro y de esa relación cada uno obtendrá,
como conocimiento del otro, una
mésalliance, que es sólo aquello que su rasgo ha podido captar. La más elemental
experiencia lo confirma. Nadie sabe quién es el otro. Uno nunca sabe con quién
está. Salvo que se conozca bastante bien. Es la verdad. Porque no hay
más realidad, para cada uno, que la construida con la capacidad de “producir”
realidad que posee el S1. En este sentido podemos decir que todos somos
cuánticos. Al menos en los aspectos que estamos considerando, funcionamos como
los objetos cuánticos. Tanto es así que, si nos desean, colapsamos.
Por el momento, desestimamos las críticas de los físicos por este juego
de correlaciones con pretensión de analogías. Con no contarles, estamos bien. Y
nos autorizamos a usar de un modo algo amañado sus conceptos. Porque solo examinamos
modelos explicativos para comprender los fenómenos que estudiamos. Al fin,
ellos presentaron el modelo de Rutherford, que es una bolita orbitada por otras
bolitas más pequeñas ¡Cuando nadie jamás vio un átomo! Pero era un “modelo”, a
semejanza del sistema planetario. Y los astrónomos no se enojaron. Entonces, concédenos
Señor, tu indulgencia, que según Sancho, la misericordia es lo mejor en estos
casos.
Vamos a hablar del espín, que es lo que nos interesa, porque es una
propiedad física de las partículas subatómicas, por la cual toda partícula
elemental tiene un momento angular intrínseco de valor fijo. Es una propiedad
de la partícula como lo es la masa o la carga eléctrica. Como el aparato
psíquico, que tiene su energía y su rasgo. Pero ¿qué es el momento angular?
El momento o “momentum”, es el empuje que resulta de una fuerza. Si
queremos tener una apreciación sensible recordemos por ejemplo la fuerza que
tenemos que hacer con el freno de nuestra bicicleta para detenerla. O el empuje
que lleva un tren. Es un trieb.
Ahora veamos qué es el momento angular. Ya no se trata de una
masa que se traslada en línea recta, como nuestra bicicleta. Estamos considerando
un cuerpo celeste, que tiene su masa y gira a una velocidad constante. En este
caso, el momento angular va a estar dado por el vector que representa a la
fuerza (masa por velocidad) que puede medirse sobre su eje.
En
una partícula atómica (falsa bolita) el espín es esta dimensión. Y, como en los
planetas, tiene la característica de ser constante. Entendido esto y para no ser menos que Rutherford, imaginemos
que cada uno de nosotros es un planeta que gira sobre sí mismo –es un giro
narcisista-, y a la vez recorre el espacio orbitando a otros, que es lo que
sabe hacer para existir. Así funciona la sociedad. Como distintos sistemas
planetarios, todos conectados por las fuerzas de atracción y repulsión que
ejercen unos sobre otros. El amor, el odio, y la belle indifférence. Y como el
espín, el S1 es la fuerza resultante de todos los movimientos que históricamente actúan en un
sujeto. Es una invariante funcional. Nunca cambia. Aunque como al espín,
también se lo puede direccionar, pero… diría que es más fácil con el espín.
La parte triste de este intento de analogía o semblanza o simple
parecido imaginario, con pretensión de modelo explicativo, es que Freud dijo
que cuando las condiciones de origen no son propicias, difícilmente se alcance
la felicidad y seguramente se las arreglará uno para encontrarse con las bolitas
más adecuadas. Para pasarla mal, claro.
De ahí entonces que el espín es puerco. Es un puerco espín.
Dicho de otro modo, el goce conlleva siempre algo puerco, que es aquello
que fue fracaso, imposibilidad, en la vida de los formadores del sujeto y que
para este se constituyeron en imperativo categórico (esta es la parte “Otro”
que inventamos). Aquello que se dice que es “por tu bien”, pese a toda la argumentación
ética, moral, religiosa, ideológica y amable, siempre es un mal negocio. Un
pésimo negocio. Perdemos nuestros mejores años y consagramos nuestros más
nobles esfuerzos a esa falacia. Y ya, cuando viejos, vemos sin remedio que
nuestros ideales –o sea los del Otro, que no existe pero no nos deja- se
desmoronan. Para entonces notamos que nada hemos hecho por nuestra felicidad. Y
pensar que el sol brilla en lo infinito y el mundo es tan pequeñito. Y la vida,
tan corta…la verdad ¿Para qué...?
Beno Paz
El puerco
espín
Une interprétation quantique de la question
Autre
Artes Visuales:
Victor Hugo Azeta
[ México, 1974 ]