Perversiones del Sistema Neoliberal: Una Mirada Clínica.
En el campo de los saberes, los científicos de la
salud, la sociedad y la conducta; psiquiatras, neurólogos, médicos, pedagogos y
sociólogos, se afanan en buscar y establecer las etiquetas que permiten ordenar
y clasificar los más recientes síntomas, con el propósito de calificar y
descalificar, estadísticamente, a quienes los padecen desde su propia
incapacidad de adaptación, su resiliencia en crisis, o su propio trastorno
intelectual o emocional; el mal, se les hará decir y argumentar a estos
profesionistas, son los sujetos y no la patológica estructura que los produce
en serie. De esta forma las resistencias y las oposiciones a las inhumanas y
antisociales políticas gubernamentales también encuentran clasificación y
tratamiento; oponerse a la lógica económicopolítico-ideológica de la sociedad
de los mercados, es mostrar perturbación o conflicto con la economía
globalizada, que ofrece como ideal a los consumidores posmodernos, consumirse
consumiendo en los mercados, en-drogados y endeudados.
“La deuda,
tanto privada como pública, parece representar hoy una gran preocupación para
los «dirigentes» económicos y políticos. Lejos de ser una amenaza para la
economía capitalista, anida en el corazón mismo del proyecto neoliberal; la
deuda es, ante todo, una construcción política, y el vínculo entre acreedor y
deudor es la relación social fundamental de nuestras sociedades, una técnica
securitaria de gobierno y control de las subjetividades individuales y
colectivas. Cada vez somos más deudores del Estado, de los seguros privados y,
en general, de las empresas, y para respetar nuestros compromisos se nos incita
a ser los «empresarios» de nuestra vida, de nuestro «capital humano». De ese
modo se reconfigura y se desquicia todo nuestro horizonte material, mental y
afectivo. ¿Cómo escapar a la condición neoliberal del hombre endeudado? Sin una
salida simplemente técnica, económica o financiera, debemos poner radicalmente
en tela de juicio la relación social fundamental que estructura el capitalismo:
el sistema de la deuda.” (1)
Para quien haya cerrado su espíritu y comprensión a
esta perspectiva, han de serle enteramente extraños e ininteligibles los
grandes problemas que en el psiquismo humano está gestado nuestro tiempo y, con
ello, en la estructuración de los lazos sociales. Los señores en el poder han
olvidado que la industria y la economía de mercado no son fines en sí mismos,
sino medio para asegurar a los pueblos y las naciones su subsistencia material,
el progreso y desarrollo que asegure y consolide los beneficios, radicalmente
humanos, de una más alta cultura. Donde la economía de los mercados es todo, y
los pueblos nada, comienza el dominio de un despiadado despotismo económico,
que no es menos desastroso en sus efectos que un despotismo político
cualquiera.
Ambos despotismos, económico-político, se fortalecen
mutuamente y son alimentados por la misma fuente. La dictadura económica de los
monopolios y la dictadura política de los Estados deshumanizados, se alimentan
de los mismos propósitos antisociales; sus directores procuran subordinar la
diversidad de expresiones de la vida de los sujetos, y de la sociedad, a un
modelo de producción y consumo unidimensional, globalizado, y constreñir la
vida de los seres humanos a las más diversas formas de interés y utilidad
rentables, a manera de mercancías. Mientras carezcamos de valor, como sujetos y
como sociedad, para oponernos a esta dirección que nos esta llevando,
irremediablemente, a agudizar la profunda catástrofe social; los derechos de
los ciudadanos, legalmente garantizados, perderán su más profunda humana
significación, y la confrontación brutal, entre unos y otros, como consecuencia
y síntoma de la más aguda pérdida de credibilidad en todo y todos, hará
implosión y saltará a la vista.
Necesario decir que el desempleo, la inseguridad
laboral, la pérdida de identidad, y la incertidumbre generalizada, ante el
desmedido avance de lo inmundo, generan angustia a la manera del más profundo
desasosiego e inestabilidad emocional. Para Freud: “Cuando no hay una
disposición particular que prescriba imperiosamente la orientación de los
intereses vitales, el trabajo profesional ordinario, accesible a cualquier
persona, puede ocupar el sitio que le indica el sabio consejo de Voltaire. En
el marco de un panorama sucinto no se puede apreciar de manera satisfactoria el
valor del trabajo para la economía libidinal. Ninguna otra técnica de
conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la
insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un
fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana. La posibilidad de
desplazar sobre el trabajo profesional, y sobre los vínculos humanos que con él
se enlazan, una considerable medida de los componentes libidinosos,
narcisistas, agresivos y hasta eróticos le confiere un valor que no le va en
zaga a su carácter indispensable para afianzar y justificar la vida en
sociedad.” (2)
Ciertamente el trabajo debiera ser algo parecido a un
punto de partida y de retorno productor de bienestar y seguridad social;
radicalmente diferente a la persecutoria pesadilla en la que ha sido convertido
por los megavoraces señores que administran el poder y el Capital. El
sistemático atraco de los derechos laborales y sociales, históricamente
conseguidos a través de la lucha sindical organizada, toda vez que el
sindicalismo y las organizaciones políticas han sido cooptadas y
desmovilizadas, no puede tener otro nombre que no sea el de genocidio gradual.
El goce que produce la explotación y el exterminio del otro, en quienes hoy
regulan e imponen las condiciones laborales, hace ver el sadismo en el que está
fundada la sociedad de los mercados. El sujeto de la producción, antes temido
como sujeto histórico, ha sido colocado, tal como los objetos al momento de
producirlos, en función de su fecha de caducidad, en el lugar del deshecho.
(…)
La carencia de límites que tan claramente se hace
patente en niños y jóvenes, acusados de padecer el Trastorno de Déficit de
Atención, solamente es una de las manifestaciones más visibles del
entallamiento de los límites de toda mesura y racionalidad que distingue la
lógica que funda la sociedad de los mercados y las ilimitadas operaciones de
corrupción realizadas sin ningún escrúpulo por quienes debieran gobernar en
beneficio de las mayorías. Sin la menor idea de lo que está empezando, las
instituciones educativas no advierten, y poco o nada quieren saber, de las
insuficiencias estructurales en la constitución subjetiva de sus educandos, manifiestas
a través de la carencia de límites y de principio de realidad; eso que se
nombra el TDA –trastorno de déficit de atención- y los síntomas que lo
caracterizan, dejan ver lo que no alcanza a taponar el medicamento, es decir,
las fallas a nivel de la estructura psíquica. Ahí donde el padre y la madre,
sacados de lugar en función de las exigencias de la sociedad de los mercados, y
sin suplencia, no ejercen su función y nada o poco les queda hacer para anudar
a sus infantes a los tres registros, algo en ellos se suspende y se muestra
inconcluso.
Jesús Nava Ranero
Neoliberalismo, Perversión Institucional y Trastorno de Déficit de Atención.
Extracto, Publicado en:
Errancia... La Palabra Inconclusa.
Revista de Psicoanálisis, Teoría Crítica y Cultura.
Número 15 / 2017
Universidad Nacional Autónoma de México.
Artes Visuales:
Otto Dix
[ Gera, 1891 / Singen, 1969 ]
1 Fragmento extraído de la reseña
realizada por Fumero Mauricio Renato, al libro de Lazarato Mauricio La fábrica
del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal Buenos Aires-Madrid,
2013, Ed. Amorrortu
2 Freud, Sigmund; El malestar en la
cultura; obras completas tomo XXI, Argentina, Ed. Amorrortu, pág. 80.