Poemas / Julio Llinás
en busca de la alondra.
La oveja con ruedas,
el caballo de lechero,
el oso negro de la tía Blanca,
el tíovivo con música,
la locomotora alemana
y hasta el fonógrafo infantil
con aquella marcha espantosa
norteamericana.
Lo rompes todo,
le dice su padre.
Todo lo rompes,
le dice su madre.
Busco la alondra,
dice el niño.
Y, claro está, pasa el tiempo.
Y el niño, que ya esta crecido,
busca la alondra en los campos,
en las bestias, en los libros,
en las mujeres.
Y todo lo destruye
en busca de la alondra.
Se ha convertido
en un hombre rodeado
de juguetes rotos,
de libros inútiles,
de mujeres destrozadas.
Hasta que llega el momento
en que se hace viejo
y camina por las calles,
distraídamente,
buscando siempre la alondra.
Pero una tarde, empuña
su bello Colt 38
y se pega un tiro.
Entonces,
de su cabeza ensangrentada
sale volando la alondra.
Es lástima que no haya
nadie para verlo.
Cada mañana
camino
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quince cuadras
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hasta el Café
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de la Gloria
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en el que nadie
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me aguarda.
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Y quince cuadras
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de vuelta,
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hasta mi vieja
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casa
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de San telmo.
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El gallo canta
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a mediodía
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alrededor
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del novecientos
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de la calle Piedras.
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Mi Dios!,
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me digo,
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igual que cuando
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había
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un planeta con vida
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en mi cabeza
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y la fragancia
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de la hierba
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recién segada
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se apoderaba
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de mis sueños,
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como esos
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bálsamos de Oriente
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que hacen bailar
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a las musas
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entre árboles
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de carne.
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Acaso nada
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importe más
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que la belleza
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que mana
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de una pluma,
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pienso.
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Mi amiga
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Guillermina,
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que conoce
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el arte
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de no pensar
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en nada,
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afirma
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que el pasado
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no existe.
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Yo opino
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en cambio
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que sólo existe
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el pasado.
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Nos
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llevaríamos
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mejor
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de no ser
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por eso.
Julio Llinás
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La alondra
Cada mañana
Artes Visuales:
Rommana Brunnauer
[ Salzburgo, Asutria. ]