D. H. Lawrence / Alberto Laiseca / Cuentos de Terror.
“Es una familia de clase media, acomodada, es el padre, la
madre, el hijo mayor, que es un niño llamado Paul, y dos nenas. Una familia muy
derrochadora de dinero, ¡eso sí!, sólo que un día se encuentran con que en la
casa siempre hace falta más dinero. Se quejan siempre, sobre todo ella, la
madre, y un buen día de esos, ocurre una extraña especie de milagro a la
inversa, de las paredes de la casa, se empiezan a oír voces que dicen: “¡Hace
falta más dinero!, ¡hace falta más dinero!, ¡hace falta más dinero!” Es como un
susurro, los chicos las escuchan, nadie dice nada, ni lo dicen en voz alta,
sólo lo comentan en susurros, pero el niño Paul, él sufre mucho las voces…”
Así comienza el cuento de David Herbet Lawrence, Caballito de Madera en el cual deberá subirse el niño Paul para poder ser escuchado y, consecuentemente, amado; y cuyo precio pagará con todo su Ser.
La complicidad de una madre, el discurso que baja directa o subliminalmente a su hijo, la cobardía que lo pone de blasón como prototipo fálico; hacen del cuento un verdadero ejemplo freudiano del goce que una madre devoradora puede perpetuar sobre un sujeto que ha quedado petrificado a su Demanda. En respuesta a ésta, no puede más que ofrecer todo su Ser.
D. H.
Lawrence conoció el matrimonio heterosexual, el amor homosexual, la
infancia de un pueblo minero, la pintura erótica y la tuberculosis que lo llevó
a la tumba. Aldous Huxley fue su defensor. Lawrence fue también el hombre que
sentenció que todo orgullo es una forma de egoísmo. La imagen, que dicho orgullo
preserva, está inscripta letra por letra en el cuento que nos relata Laiseca
para esta ocasión. MAP
Así comienza el cuento de David Herbet Lawrence, Caballito de Madera en el cual deberá subirse el niño Paul para poder ser escuchado y, consecuentemente, amado; y cuyo precio pagará con todo su Ser.
¿Es un horror el delirio? ¿O es un delirio el horror de una Demanda? La
madre y el niño constituyen la célula de este cuento acaso cuasi
autobiográfico. “Veré si puedo hacer algo”.- Anunciará la madre, y así
fue. Lo hizo. El cuento habla –de algún modo- de la responsabilidad de convocar
a los demonios del Averno (para recordar a Freud) y del drama que el sujeto
afronta al escuchar su deseo. Un drama que, como aquí, termina en tragedia.
“-¿Y por qué somos los parientes pobres, mamá?
-Bueno…-dijo la madre tranquila y amargada-, supongo que es porque tu padre
no tiene suerte.”
La complicidad de una madre, el discurso que baja directa o subliminalmente a su hijo, la cobardía que lo pone de blasón como prototipo fálico; hacen del cuento un verdadero ejemplo freudiano del goce que una madre devoradora puede perpetuar sobre un sujeto que ha quedado petrificado a su Demanda. En respuesta a ésta, no puede más que ofrecer todo su Ser.
El cuento de Lawrence es extenso y su redondez cíclica pretende, a mi juicio,
repetir el síntoma y la voz de la Demanda. Alberto Laiseca, con su modo criollo
y misterioso, lo hace sintéticamente amable y hasta simpático, para recurrir
como licencia poética al sigilo del enigmático final. La edición de este
capítulo pretende sin duda, a partir del Eco que se repite constante,
metaforizar el delirio pulsional que en la voz de la madre viene a
presentificar la tragedia de un niño que no sabe ya qué hacer para completarla.
Alberto Laiseca
[ Rosario, 1941 ]
Cuentos de Terror
D. H. Lawrence
[ Reino Unido, 1884 / Francia, 1930 ]
Caballito de Madera
ARTE:
Robert Gabri
[ Armenia, 1961 ]
Niño en caballo de madera.