Desde la Masturbación al Amor...











En las Conferencias de introducción al psicoanalisis, Freud remarca que "las primeras fobias de situación de los niños son la fobia a la oscuridad y a la soledad". La fobia nace de noche en ausencia del reflejo o cuando falta el eco de una palabra -que también, a su manera, refleja-: "Hay más luz cuando alguien habla" (Freud, Conferencias.., T xvi).  Desde que no tiene el apoyo de la visión, el niño puede temer que la oscuridad lo absorba y que él devenga lo que siempre le ha demandado su madre: el objeto de ella, su falo. Esta es la primera consecuencia de la angustia de castración materna. La oscuridad y la soledad nos enfrentan al vacío del Otro y, en estas circunstancias angustiantes, comienzan las practicas masturbatorias: el onanismo descarga la omnipresencia de este incesto latente. (La fobia de la soledad trata de evitar la tentación de la masturbación solitaria, Freud: Inhibicion, sintoma y angustia.) El temor de la oscuridad tiene la extraña consecuencia de provocar la erección y la masturbación. Podría decirse que la imperiosa erogeneidad del pene o del clítoris se impone para afirmar que el cuerpo no es el falo. La masturbación es un movimiento de Resistencia y de protesta. El cuerpo dice "no" jugando la parte contra el todo, emprendiendo, de alguna manera, una lucha del pene contra el falo. Es una manera de decir: "No, yo no soy tu falo, puesto que tengo un pene". El goce angustiado que resulta de la masturbación no alivia nada pues a la descarga sobreviene de inmediato la amenaza de una recaída en la nada de una identificación fálica, de tal suerte que la masturbación debe recomenzar casi inmediatamente. A veces desenfrenada, la excitación solitaria llega a ser asi una modalidad de la supervivencia. Masturbarse es más precisamente masturbar al doble de uno, otro si mismo atrapado en el reflejo, con lo cual la copulación engendra la caida en el abismo.  El cuerpo se debate contra si mismo en una suerte de masturbación del doble que lucha contra la aniquilación. Su excitación quería oponerse a la caída en el espejo. Este frenesí del onanismo, a veces, continúa siendo un hábito en el adulto y puede prolongarse en la mastrubación ante el espejo o en masturbaciones de a dos que pasan por un modo de hacer el amor. La potencia de ese alivio masturbatorio, que no tiene explicación en ninguna necesidad genital, precede de lejos el erotismo y exige un esclarecimiento.

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La pulsión enloquece al cuerpo y lo impulsa hasta el desborde masturbatorio, pero esta actividad la déjà siempre insatisfecha. ¿Cómo va a poder aliviarse, negarse a si misma, hacer algo para calmarse? Entre sus destinos posibles, tratará de apoderarse de otro cuerpo a falta del propio.

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El amor se perfila desde el primer momento de la pulsión de dominación cuando un sujeto se despoja de si mismo a favor de la persona a la que toma. Por efecto de esta inversión de posiciones, el objeto se subjetiva y el amor puede instalarse en su falta. Avatar de la libido, el amor se presenta primero como ese destino de la pulsion que se apodera del cuerpo del otro. (...) El amor por alguien pone en el mismo saco y metamorfosea el dominio de la voz, de la mirada, de la piel, etc.

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El prójimo, de quien nuestras pulsiones esperan un desahogo, nos es disimétrico: es más grande que nosotros, encarna un "yo ideal". Más grande, más bello, nos imanta y lo amamos, mientras no lo execremos para exorcizar su dominacion. Un aurea alucinatoria nimba a la persona amada a causa de ese tránsito de la pulsion. ¿Quién no conoce esa dimension irreal del amor, tan enceguecedora que metamorfosea al amado/a hasta volverlo irreconocible, por lo menos mientras dure la pasión?


Gérard Pommier
¿Qué quiere decir "hacer" el amor?
Extracto del Cap. 2
Ediciones Paidós, Bs. As. 2012


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