Discurso Amoroso

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Amar y estar enamorado tienen relaciones difíciles: puesto que, si es verdad que estar enamorado no se parece a ninguna otra cosa (una gota de estar-enamorado diluida en una vaga relación amistosa la colorea vivamente, la hace incomparable: sé de inmediato que en mi relación con X…, o con Y…, por más prudentemente que me contenga, existe el estar-enamorado), es verdad también que en el estar-enamorado existe el amar: quiero asir ferozmente, pero también sé dar activamente.
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El mundo somete toda empresa a una alternativa: la del éxito o el fracaso, la de la victoria o la derrota. Protesto desde otra lógica: soy a la vez y contradictoriamente feliz e infeliz: “triunfar” o “fracasar” no tienen para mi más que sentidos contingentes, pasajeros (lo que no impide que mis penas y mis deseos sean violentos); lo que me anima, sorda y obstinadamente, no es táctico: acepto y afirmo, desde fuera de lo verdadero y de lo falso, desde fuera de lo exitoso y de lo fracasado; estoy exento de toda finalidad, vivo de acuerdo con el azar (la prueba que las figuras de mi discurso me vienen como golpes de dados). Enfrentado a la aventura (lo que me ocurre), no salgo de ella ni vencedor ni vencido: soy tràgico.  (Se me dice: ese tipo de amor no es viable. Pero ¿cómo evaluar la viabilidad? ¿Por qué lo que es viable es un Bien? ¿Por què durar es mejor que arder?)
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Roland Barthes
Fragmentos de un Discurso Amoroso
Siglo XXI / 1982
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