En Psicoanálisis, las Apariencias NO Engañan...


Hace unas semanas, les pedí a mis compañeres de uno de los Grupos de Estudio que me honran en coordinar; que produzcan unos breves párrafos en relación a este axioma:

"En psicoanálisis, las apariencias no engañan..." 

En función de los aspecto sobre el registro-imaginario que venimos trabajando, engarzado a las cuestiones de topología sobre la Banda de Möebius y el Toro; estas conclusiones se enmarcan también en el contexto clínico donde entendemos que el Analista compra la Novela Familiar del Neurótico (o, como lo ha parafraseado Jacques Lacan, el Mito) y bajo la axiomática básica de nuestro campo lacaniano:

"La verdad tiene estructura de ficción".

En el campo de nuestra praxis, nos manejamos con ciertas premisas. Como digo habitualmente, si me posiciono desde Melanie Klein, escucho penes voladores, vaginas dentadas, pecho-bueno/pecho-malo; etc. Desde la lectura de Lacan; la apariencia por excelencia se llama Falo: puro meteoro, puro arco-iris; significante del deseo y del goce que porta la Estructura en su lógica religiosa de engarce al Otro. Pero -como se sabe- no hay Falo sin Significante; de ahí que la apariencia-vero sea justamente este elemento que Lacan trae de los Estoicos y que "engaña" al hacernos creer que tiene una identidad adherida a un significado -diría yo- bíblico: he ahí la religión-neurótica. Nuestra función como analistas es hacer letra. "La letra, que produce tachaduras, se distingue allí por ser ruptura, por consiguiente, de la apariencia que disuelve lo que hacía forma, fenómeno, meteoro..." [Sem. 18, s.12.V.71] La letra, la carta (en francés se escriben igual) sirve para romper la apariencia, para agujerear el semblante: de allí que el significante está en lo simbólico y la letra en lo real.

Por otro lado, es claro que no podemos olvidar aquí el patronímico de nuestro psicoanálisis ni menos aún no recordar que esa pura apariencia ha engañado a la medicina pero no al analista: se trata -obviamente- de la figura de lo histérico. Las apariencias no engañan quiere decir -entonces- que la histérica no [nos] engaña. Y es porque no engaña, que nos nos dejamos engañar. De allí que el semblante, la apariencia, esté ligado absolutamente a la problemática del deseo, del objeto, y del goce. En definitiva, de la falta-en-ser. ¿Y dónde se dirigiría el amor sino pues al semblante? ¿Qué sería el objeto-a sino más que pura apariencia?  De allí que J. Lacan escribe -en su vigésimo Seminario- la palabra "semblante" en el vector del Squema Triangular que une lo simbólico con lo real.

Si bien es cierto que no hay discurso que no sea del semblante; su inversa es importante notificarla: hay semblantes ("la naturaleza está colmada de ellos") que no son de discurso. Y al mismo tiempo recordar -como expresa J. Lacan en el décimo Seminario- que al ser el semblante un "darse a ver"; el acting-out es una figura clínica importante para solidificar la escena del semblante; de allí también su hermandad con la verdad y el saber. Por tanto, y una vez más, las apariencias no engañan al analista porque a partir de ella podemos acceder a la verdad; hermana del goce.

Sin más preámbulo, he aquí entonces el trabajo de algunes de elles. Y les comparto al final algunos párrafos del Seminario 18 que considero contextuales en el marco de este trabajo.

El neurótico padece de la castración al hacer(se) uso del lenguaje. Lacan menciona que “el sufrimiento es hecho, es decir, encubre un decir”. Como analistas nos comprometemos con un sufrimiento que tiene un lenguaje. No cambiamos oro por bronce, tal y como Alcibíades intenta con Sócrates. En todo caso, nos servimos de la apariencia con la cual el neurótico es hablado. Tomamos la letra del mito para leer con y desde la letra, si las apariencias engañan al analista, no hay analista, en todo caso hay inflación y no intervención del ($<>D).

Mauricio Rojo, México

La apariencia no engaña, pero no es sincera, no es sin-ser, no es sin (a), entonces ¿Qué es lo que no engaña en la apariencia? El lenguaje es la estructura con la que el analista produce y sostiene el dispositivo, esto implica que la apariencia es en tanto significación en tanto articulación significante, brilla lo suficiente como para no quedarse sordo ante eso, es decir, que lo que no engaña es que se puede leer, hacer corte, (a)ser, es decir, que lo que no engaña es en relación con el objeto y con la cristalización de la identificación en una identidad, que aquí llamo apariencia. Por otro lado, que la apariencia engañe, no es otra cosa que aquello de lo que estamos advertidos que no engaña, la angustia, pero en este caso ¿de quién?: del analista.

Ángel Pérez Benavides, México

A-puesto; desde los 4 discursos: Las apariencias no engañan porque es lo que se ubica en el lugar del Agente en el campo discursivo... lleno de certezas... Y el único discurso que no fuera del semblante seria del Analítico. Aforismos como "El Icc. Estructurado como un lenguaje” es Lacaniano / a-partir de la re-lectura y re-escritura del otro. También dudo si Las apariencias en forma de semblante no serán efecto de una identificación al Significante. Tonto, feo, genio, inteligente, etc. Lo no sabido que sabe. Ignoramos que sabemos… Una identificación al Rasgo Unario.

Agustín Park, Argentina

Yo lo apuntaría hacia la intersección entre simbólico e imaginario; en el -sentido-. En los "Universos del Sentido" diría Rodrigo Aguilera. Por un lado, el enlace simbólico (significante) y por otro el enlace de lo imaginario. "La" apariencia, como signo, sería; del sentido/imagen y del significante (de ahí entre simbólico e imaginario), del mito, de la anécdota, del simbolismo. Como la apariencia deja por fuera lo real, lo inconsciente... éste no cesa de escribirse y anticiparse para hacer obstáculo al cierre del discurso: a cerrar la secuencia infinita del símbolo-signo. Se presenta como un imposible que no deja de hacer marca al yo (ego) completo y plenamente mítico. El Otro mítico (A), Dios... lo significa en tanto ser, en tanto individuo producido por el mito, mito del Otro. Una ideología, un tatuaje, después una pulserita, hábitos-rituales, una identidad...todo un universo. El universo de la neurosis, del ego (moi).

Benjamin Buzali, México

¿Por qué Lacan dice que las apariencias no engañan y a qué apariencia alude? Si asumimos que esa apariencia es imagen, sólo basta con un espejo para mostrar qué tan fácil encontrarse a sí mismo en un retrato plano e invertido. ¿Será que lo que no engaña es la palabra? Mas lo que encontramos en la clínica es precisamente lo contrario: el neurótico sufre justamente por ellas. ¿Diremos que, si el jefe, la pareja, el padre o el amigo le dicen tonto, entonces es un tonto? ¿Qué significa ser tonto para él? Y ahí cabe la cuestión, más allá de recetas, prescripciones y garantías, ¿dónde se encuentra lo que no engaña? Más allá de toda pretensión de profundidad, en la superficialidad del discurso, en su texto mismo que no es sin su lectura —la lectura del analista— es donde podemos encontrar un suelo más o menos firme, donde las cosas no-son lo que aparentan.

Jorge González Fabiani, México

Estamos viendo topología... así que se me ocurre que en apariencia la banda de Moebius tiene una sola superficie dónde están (espacio topológico) al mismo tiempo el inconsciente y la consciencia. La banda no engaña; ya está todo ahí, en la superficie, lo que hace un analista es cortar, separar, dividir, equivocar Eso, y cuando pun(zon)túa relaciones de significantes, recién en ese momento aparece lo que engaña.

Pablo Bandeira, Argentina


Jacques Lacan / Seminario XVIII / De un discurso que no fuese del semblante, 1971

El abarrancamiento lo he preparado. Que esté incluido en la lengua japonesa -ahí prosigo un efecto de escritura, lo importante es lo que allí se ofrece como recurso, para dar ejemplo a lituraterrizar. Lo importante es que el efecto de la escritura permanezca atado a la escritura, que lo que es portador del efecto de escritura sea allí una escritura especializada, en esto, que en japonés esta escritura especializada puede leerse con dos pronunciaciones diferentes: oniomi- no estoy engañándolos con falsas apariencias- oniomi, así se llama eso, es su pronunciación en caracteres, en caracteres se pronuncia como tal diferentemente. En Kounioni de la manera que eso se dice en japonés, lo que el carácter quiere decir. Ustedes, seguramente, van a burlarse, es decir, que con el pretexto de que el carácter es letra, van a creer que estoy diciéndoles que en el japonés los restos del significante corren en el río del significado. Es la letra, y no el signo, que hace aquí apoyo significante, pero como no importa que otro, a seguir la ley de la metáfora de la cual he recordado, en este último tiempo, lo que ahí hace la esencia del lenguaje. Es siempre, por otra parte, que allí donde el está, este lenguaje, del discurso, que él toma lo que sea en la red del significante, y por consiguiente, la escritura misma.

Sesión 12/V/71

De un discurso que no sería de la apariencia. De la apariencia, ¿qué quiere decir esto?, ¿qué quiere decir en esto enunciado? De la apariencia del discurso por ejemplo ustedes lo saben: es la posición llamada positivismo lógico, es que si a partir de un significado para poner a prueba algo que zanja por si o por no, lo que no permite ofrecerse a esta prueba, he aquí lo que se define como no querer decir nada. Y con esto, uno se cree libre de un cierto número de cuestiones calificadas de metafísica. No es por cierto, lo que sostengo, sino hago notar que la posición del positivismo lógico es insostenible, en todo caso a partir especialmente de la experiencia analítica.

[…]

de un discurso que no sería de la apariencia sólo puede plantearse a nivel del artefacto de la estructura de un discurso. Entretanto, no hay Otro del Otro, no hay verdad sobre la verdad - [verdad de la verdad]. Una vez me divertí haciendo hablar a la verdad. Yo pregunto donde hay una paradoja, ¿puede haber algo más verdadero que la enunciación: yo miento?

[…]

El regateo que se enuncia con el término de paradoja sólo toma cuerpo si ustedes colocan el yo miento sobre un papel a título de escrito. Todo el mundo siente que no hay nada más verdadero que se pueda decir si llega el caso que yo miento. Es por cierto la única verdad que, si llega el caso, no será quebrada. Porque quien no sabe que al decir yo no miento, no se está para nada al abrigo de decir algo falso. ¿Qué decir? La verdad de la cual se trata cuando ella habla, aquella de la que he dicho que habla yo, y que se enuncia como oráculo, ¿quién habla? Esta apariencia, es el significante en sí mismo. Quién no ve que lo que lo caracteriza, a este significante, del cual respecto de los lingüistas yo hago este uso que los molesta ocurrió que aparecieron algunos que escribieron esas líneas destinadas a advertir claramente que sin duda Ferdinand de Sausurre no tenía de él la menor idea. ¿Qué sabe? Ferdinand de Sausurre hacía como yo: no decía todo. La prueba es que se encontraron en sus papeles cosas que él jamás quiso publicar. El significante que se cree es una pequeñez domesticada por el estructuralismo, se cree que es el Otro en tanto que Otro, y la batería del significante, y todo lo que yo explico. Desde luego viene del cielo porque soy un idealista, ¡dado el caso! - (si la ocasión se presenta) Naturalmente primero dije artefacto. El artefacto es, por cierto, muestra de todos los días - [nuestra suerte de todos los días]. Lo encontramos en casi todas las esquinas al alcance del menor gesto de nuestras manos. Si hay algo que sea un discurso sostenible, -en todo caso sostenido - [y no sostenido]-, el de la ciencia, especialmente, no es quizá inútil recordarse que partió especialmente de la consideración de la apariencia. ¿Qué es el comienzo del pensamiento científico, hablo de la historia? La observación de los astros, que es, si no es la constelación, es decir, la apariencia típica - [bíblica]. Los primeros pasos de la física moderna, ¿afuera de qué girar al comienzo? - [¿alrededor de qué eso gira al comienzo?]. ¡No, como se lo cree, de los elementos, porque los elementos, los cuatro, entiendo incluso agregarles la quintaescencia, ya son discursos, discurso filosófico, y de qué manera! Es de los meteoros. Descartes hace un tratado de los meteoros. Uno de los pasos decisivos, gira alrededor de la teoría del arco iris [y cuando hablo de un meteoro es algo que se define, se califica como tal, como una apariencia]. Nadie creyó jamás que el arco iris, incluso entre los más primitivos, era una cosa, que estaba allí, [curvada] apretada. Se lo interroga como meteoro. El trueno es el meteoro más característico, el más original, aquel del cual no se duda, que está ligado a la estructura. Si terminé mi discurso de Roma con la evocación del trueno, no es porque sí, por capricho. No hay Nombre-del-Padre que se pueda sostener sin el trueno, como todos saben muy bien, no se sabe de qué es el signo, el trueno. Es la figura misma de la apariencia. Es en eso que no hay apariencia de discurso, todo lo que es discurso sólo puede darse como apariencia. Y no se ha edificado nada que no esté en la base de ese algo que se llama el significante, que a la luz en que se los presento hoy, es idéntico a ese estatuto de la apariencia. De un discurso que no sería de la apariencia. Para que esta frase se enuncie, es necesario de manera que, este de la apariencia sea completable por la referencia de discurso.

[…]

Cualquiera que sea el enunciado de nuestro título de este año De un discurso que no sería de la apariencia, concierne a algo que tiene que ver con la economía. Aquí la apariencia, callaremos, a sí misma no es apariencia de otra cosa; se debe tomar en el sentido del genitivo objetivo; se trata de la apariencia como objeto propio a través del cual se regula la economía del discurso. [¿Diremos también que se trata de un genitivo subjetivo?] ¿Acaso vamos a decir que es lo que también sostiene el discurso? Aquí sólo debe rechazarse la palabra subjetivo, por la simple razón de que el sujeto no aparece más que una vez instaurada en alguna parte esa ligazón de los significantes, por la simple razón de que un sujeto como tal no podría ser producido por la articulación significante; un sujeto como tal no domina en ningún caso esta articulación, pero es, hablando propiamente, determinado por ella. Un discurso, por su naturaleza [hace apariencia], finge, como se dice que brilla o que es ligero o que es elegante - [que queda en el aire].

[…]

Abro la cuestión porque en verdad nada explica que la irrupción del discurso del inconsciente por más balbuciente que siga siendo, implique como quiera que sea en lo que lo procedía que fue sometido a su estructura. El discurso del inconsciente es una emergencia: es la emergencia de una cierta función del significante. Que existiese hasta aquí como insignia es precisamente por lo que se los he puesto en el principio de la apariencia. Pero las consecuencias de su emergencia, son lo que se debe introducir como algo que cambia, que no puede no cambiar porque no se trata de lo posible. Por el contrario es en tanto que un discurso se centra por su efecto como imposible que él tendría alguna posibilidad de ser un discurso que no sería de la apariencia.

Sesión 13/I/71

la apariencia no sólo es reconocible, esencial para designar la función primaria de la verdad, es imposible sin esta referencia calificar lo que forma parte del discurso…

[…]

La verdad no es lo contrario de la apariencia. La verdad, si puedo decirlo, es esta dimensión o esta demansión -si ustedes me permiten crear una nueva palabra para designar esos pliegues- esta demansión, ya se los he dicho, es estrictamente correlativa de la apariencia, esta demansión, ya se los he dicho, esta última, aquella de la apariencia, la soporta. [Algo se indica ahora acerca del ¿adónde quiere llegar? esta apariencia.] Es claro que la pregunta está bastante cerca, aquella -en tal caso- que me llego por vías totalmente indiscretas, a las que saludo si aún están hoy aquí- no se ofendan de que se las haya escuchado al pasar preguntarse meneando gravemente sus gorros, parece: ¿Es un idealista pernicioso?, ¿Soy un idealista pernicioso?. Me parece estar junto a la pregunta porque he comenzado -¡y con qué acento!- diré que al fin yo decía lo contrario de lo que tenía que decir exactamente, por poner el acento en esto: que el discurso es el artefacto. Lo que abordo es exactamente lo contrario, porque la apariencia es exactamente lo contrario de artefacto.

Sesión 20/I/71


Artes Visuales:

Dibujos sobre dos obras de

Jean-Baptiste P. Moliére [1622/73]

El Hipócrita y El Avaro


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