Psicoanálisis, Capitalismo & [Des]Colonización
“…al nivel del discurso del
Amo, lo que yo les he llamado, hace un rato, el significante – Amo, es eso, es
de lo cual me ocupo por ahora: hay Uno. (…) ... es decir al
significante que viene después... después que el Uno funciona: él obedece. Lo
que es maravilloso, es que para obedecer es necesario que sepa algo. Lo propio
del esclavo, como lo explicaba Hegel, es saber algo. Si no supiera nada, no
valdría la pena manejarlo.”
Jacques Lacan,
Conferencia Milano, 12.V.1972
"¿Qué es
el robo de un banco, comparado con su fundación?”
Bertolt Brecht, La ópera de tres
centavos, 1928
"El explotador nunca le dice al explotado como lo está explotando."
Jean-Luc Godard.
En las desoladas auroras del
neoliberalismo, Jacques Lacan dicta una conferencia en 1972 donde presenta -y
aparentemente es un hápax legómenon - un quinto discurso que pareciera
contradecir la etimología misma del término: un dis-curso que no haría
lazo y cuya característica central sería la formulación de un dispositivo que
incita a responder al Goce del Otro, a través del consumo y del desconocimiento
de ciertos límites. Algunos gustan de llamar a esta operación como "el
imperativo super-yoico”. Se dice habitualmente que el amor no entra en esta
lógica, ya que el [no]discurso del capitalismo deja afuera la dimensión de la
falta, tratando de taponarla. ¿Será por eso que Lacan coloca el ramillete de
flores en el Modelo Óptico como metáfora del “dar lo que no se tiene”?
El enamorado no puede más que dar una flor, porque dar lo que se tiene
es el símbolo del capitalismo en lo que todos los sujetos estamos metidos,
muchas veces más de lo que creemos.
Ahora bien: el capitalismo no es uno sólo. Como el Psicoanálisis
que es múltiple. Así como podemos hablar de un psicoanálisis Kleniano u otro
Lacaniano, también podemos hablar de un capitalismo donde se produzca materia
prima nacional y funcione una economía que beneficie a ciudadanos locales y no
a unos pocos oligarcas que llevan su dinero al exterior; u otro capitalismo
perverso como -por ejemplo- el que ha llevado al genocidio amerindio. Como
decía Eduardo Galeano: “se llevaron el oro y nos dejaron la Biblia”. O
también el capitalismo Fordista, me refiero a Henry Ford y a su antecedente
Taylorista; un capitalismo de producción masiva, de montaje, de fetichismo de
la mercancía, un capitalismo financiero, etc.; ejemplo clarísimo de
masificación y cosificación.
Es cierto que el Psicoanálisis nace en el seno de la pequeña
burguesía y es un fenómeno del modernismo. Claro. Igual que el Marxismo en el
mundo, o el Peronismo en Argentina: son fenómenos modernos de una sociedad
industrializada, eso no quiere decir que no pueda ser una herramienta de
subversión socio-histórica-antropológica, u otro modo de pensar la política.
Paréntesis: mi posición -sólo a modo de ejemplo rápido, ya que poco
importa- no es antiburguesa; es en todo caso, de una burguesía y de un
capitalismo donde el problema no sea el capitalismo per se (porque es
como decir que el problema es el martillo) sino la desigualdad que genera. Creo
suponer que el marxismo nunca pensó en una sociedad donde no haya
gente que gane más dinero que otra; el tema es la redistribución de la riqueza,
donde se produzca materia prima, una economía social distributiva, y no la timba
financiera. Es decir: una descolonización del capitalismo. Ahora claro: el
capitalismo no es ninguna panacea tampoco como se pretende muchas veces
argumentar; pero el argumento aún más falaz es pensar que el discurso del
capitalismo que formuló Lacan, no Foucault, por cierto, no pretenda leer el
taponamiento de la falta que el neoliberalismo -en una sociedad
hiperconsumista- sostiene.
La especie de oda al rescate de la particularidad por parte del capitalismo
(como si la aplicación de la norma no fuera exclusivamente en función de la
producción) es una maniobra cínica o naif.
En una hermosa obra
sutilmente melancólica que Ernesto Sábato dedicara a la memoria de su padre
(“Hombres y engranajes”, 1951) el poeta escribió: “El capitalismo moderno y
la ciencia positiva son las dos caras de una misma realidad desposeída de
atributos concretos, de una abstracta fantasmagoría de la que también forma
parte el hombre, pero no ya el hombre concreto e individual sino el
hombre-masa, ese extraño ser ya todavía con aspecto humano, con ojos y llanto,
voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca maquinaria anónima.
Este es el destino contradictorio de aquel semidiós renacentista que reivindicó
su individualidad, proclamando su voluntad de dominio y transformación de las
cosas. Ignoraba que también él llegaría a transformarse en cosa.”
También en Milano, y también
Lacan, enunció: “En fin, es después de todo lo más astuto que se ha hecho
como discurso. Pero no está menos destinado a estallar. Es que es insostenible.
Es insostenible... en un truco que podría explicarles... porque el discurso
capitalista es ahí, ustedes lo ven. Una pequeña inversión simplemente entre el
S 1 y el S..... que es el sujeto... es suficiente para que esto marche sobre
ruedas, no puede marchar mejor, pero justamente marcha demasiado rápido, se
consuma, se consuma tan bien que se consume.”
Este discurso es tratado por
el Maestro Francés como una variante particular del discurso del Amo, pero que
tienen características particulares derivadas de la inversión del S1 y S
barrado. El capitalista hace semblante de Amo. Dice: “Algo locamente astuto pero
destinado a estallar. (…) Algo que se consuma tan bien que se consume.”- Es
decir que este discurso no es como los demás en el sentido de que no produce un
auténtico lazo social, sino que más bien lo disolvería. No sé si coincido
plenamente en esta lectura de mis colegas: creo que el capitalismo sí hace
lazo. Parte este discurso -como el de la histérica- de un Sujeto barrado, que
se dirige al Saber de un otro para que produzca objetos conformes a sus
demandas.
Los significantes Amos han caído, y esta caída va a disfrazar la castración. El Amo queda oculto, escondido: pero a la vez da continuidad a la circulación del consumo. Este rechazo de la castración es el elemento
fundamental de este discurso sobre el que ponen énfasis muchos autores. Roland
Chemama (El goce, contextos y paradojas 2008) dirá “…Gozar hasta el
fin, hasta consumirse”; Slavov Žižek (En defensa de la intolerancia,
2008) dirá que “el otro pierde su espesor, y el sujeto queda ligado al
dispositivo o al objeto de consumo”.
Al discurso del capitalismo
se le responde con el discurso del objeto o del analista, donde
la falta comanda -desde el lugar del Agente- la operación del lazo en lo que
Lacan llamó “mis pequeños cuartos de movimientos”. Por eso este
discurso, el del analista, se le podría llamar -como alguna vez escuche- “Discurso
de la Singularidad”: y por eso el discurso capitalista no sería
precisamente metáfora de lo subjetivo. En todo caso confundir al Sujeto con el
Individuo, en este caso, sería un pequeño fallidito que nos remite a pensar al indi-viso
como producto mismo de este goce egoísta donde el otro no cuenta, o -mejor dicho- es contado para descontarlo.
Por otro lado, emparentar el
discurso capitalista con lo moderno y -transitivamente- con la libertad; es
otro movimiento falaz. La libertad como
idea social -ya sabemos que en términos psicoanalíticos eso no existe por la
determinación de la alienación al lenguaje-; no es patrimonio de un supuesto
liberalismo. Y muchas veces, como expresó alguna vez Peter Sloterdik, encubre
un modo de explotación. Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli
-por nombrar algunos- eran liberales, hijo de la revolución francesa. Pero no
vayamos a creer que -por ejemplo- Belgrano fue sólo el creador de la bandera argentina;
sería un recorte histórico lamentable y escolástico: él tenía clarísimo cómo
poner límites a los poderes económicos foráneos y la función del Estado; y
darle flujo a la mercancía nacional y salir del modelo agro-exportador.
El problema es no pararse en un supuesto cuerpo neutro-liberar y
seleccionar los aspectos técnicos convenientes para despolitizar el concepto:
eso es camuflaje de una operación estratégica, típica maniobra del
neoliberalismo donde Civilización y Barbarie de Sarmiento suele ser un
buen modelo arquetípico. Como me decía un colega ayer, y cito textual de su
Twitter: “Hablar desde el "librepensamiento", la
"objetividad", la "neutralidad" y el
"apoliticismo" siempre fue la mejor herramienta del status quo para
enmascarar sus intereses. "El explotador nunca le
dice al explotado como lo está explotando" dice Godard. De ahí su
eficacia simbólica.”
Lo otro -y más en nuestra Praxis- es suponer que puede no haber acto que no
sea político, o que puede haber una neutralidad del individuo: eso es ya una
posición. Y obviamente una de las más cómodas. Suponer neutralidades es como
suponer que todo es igual. O como decía Alejandro Dolina: “Para
quienes dicen todos los políticos son lo mismo, les contesto que para
un analfabeto todos los libros son iguales.”
En nuestro campo psicoanalítico, creo que la neutralidad se transformó en
una de las peores interpretaciones que se hicieron de ella: paradójica cuestión
puesto que, si partimos que hay Otro gozador, y si partimos que el analista
encarna una posición donde porta-la-palabra y esa palabra tiene
consecuencias en el dispositivo (y estoy diciendo que la cura no se produce
porque el analizante habla, sino porque el que habla es -y debe ser- el
analista) entonces no se entiende eso de la famosa neutralidad al estilo IPA
donde no puedo colgar un cuadro por miedo a que al analizante no le guste. Por
supuesto que ningún psicoanalista le va a decir al analizante si se tiene que
separar o casar o decorar su casa con piso flotante; pero creo se está pensando
en una neutralidad que no puede ser tal porque la encarnadura del Otro exige
que el dispositivo funcione así.
De aquí llegamos a que si todo es libertad (libérate, sé feliz, vos
podes, etc.) se plantea una paradoja más: responsabilizar por el goce del
Otro al padeciente es negar que lo inconsciente y su Saber lenguajero
esté por fuera: hay homúnculo y usted es el responsable de llevarlo en el
cuerpo. Es lo mismo que suponer que las crisis económicas no son políticas
y no perjudican la vida de los ciudadanos.
Como comenta Jorge Alemán (Soledad:
común. Políticas en Lacan, 2012) el proyecto emancipatorio podríamos
pensarlo como un “saber-hacer-allí” con la división, con la brecha, con
lo que él llamó “la Soledad”. Ya sabemos que la colonización no siempre es
externa; y también sabemos -incluso lo ha trabajado F. Ferenczi- cómo existe
una identificación con el agresor; cómo el colonizado -en una especie de Síndrome
de Estocolmo- no siente egodistónico eso que lo cosifica. Esa fascinación por ciertos significantes
(que tanto Coca-Cola como ciertos discursos del Norte -o de Paris- nos
venden) sabemos que terminan en una colonización y en un cautiverio ominoso. En
Argentina hemos tenido hace poco un gran ejemplo cuando las clases populares y
la clase media -que incluye obviamente a los policías o los médicos que hacen
guardias de cientos de horas en hospitales públicos- decidieron votar
-capturados por el imaginario y adoctrinados de odio- a los empresarios más
poderosos que constituyeron, desde siempre, el núcleo de la riqueza
concentrada. Al mejor estilo de lo que Jean Paul Sartre llamaría “la
negación de la negación del negro”; creo que sintetiza muy bien esta
problemática, aquella prudente declaración de Frantz Fanon cuando expresó: "Estamos tratando
de entender por qué al negro de las Antillas le gusta tanto
hablar francés.” (Piel Negra, mascaras blancas, 1952).
Me parece que pensar a la polis
fuera de la política es como seguir soñando un idealismo cuasi nihilista en
donde se enmascara el rechazo a una realidad que nos responsabiliza: no es
cierto que el pobre es pobre porque quiere, y cada ciudadano -porque justamente
esa es la idea de Otredad- es responsable -en mayor o menor medida- por la
construcción social de la realidad. Podríamos recordar el famoso sueño “Padre,
¿no ves que ardo?” y pensar que el soñante despierta porque no puede
soportar el real imposible, despierta para no quemarse; de allí que como cantaba
ese viejo lema hippie: “la realidad es para aquellos que no pueden soportar
el sueño”.
Me parece -finalmente- que
la oportunidad pasa por inventar otra forma de hacer política, sin seguir
fascinado con los significantes del Otro -del Otro de Paris, por ejemplo-; y
creo que tanto en Psicoanálisis como en la Vida; tanto en lo Simbólico como en
el Agujero que lo delata; la neutralidad peca muchas veces de pasividad, y eso
es un modo incluso de referirse a la libertad, cuando no a la meritocracia,
cuando no al individualismo.
Marcelo A. Pérez
Psicoanálisis, (Des)Colonización,
Capitalismo.
VI – 2021.
Artes Visuales:
Diego Rivera
[ Guanajuato, 1886 / México DF, 1957 ]