Algunas Consideraciones... Psicoanalíticas



"Se da uno cuenta de que es el cierre del inconsciente es el que da la clave de su espacio. (...) 
Este demuestra también el núcleo de un tiempo reversivo, muy necesario de introducir en toda eficacia del discurso; bastante sensible ya en la retroacción sobre la cual insistimos desde hace mucho tiempo, del efecto de sentido en la frase, el cual exige para cerrar su bucle su última palabra. El nachträglich (recordemos que hemos sido el primero en extraerlo del texto de Freud), el nachträglich o après-coup según el cual el trauma se implica en el síntoma..."

J. Lacan; Posición de lo Inconsciente
Bonneval, 1964.


Muchas ideas psicoanalíticas venimos repitiendo desde hace decenas de años y no nos damos cuenta no sólo lo qué estamos diciendo sino, sobre todo, por qué será así y no de otro modo.  Creo que poner en discusión estas cuestiones, es parte de comenzar a desarticular al Autor-de-Turno y de poder básicamente enlazarnos de otro modo con nuestras operaciones en la praxis que sostenemos. Pero no sólo en la praxis, sino con nuestras relaciones entre pares; es decir: que el vínculo entre colegas no se reduzca a un simple diálogo coloquial en el muro imaginario, sino a un discurso lógico “sin palabras”: único modo de hacer ciencia.

Varios son los conceptos que vengo trabajando en los últimos años. Y he tenido la fortuna de encontrarme -en los pasos de esta vida- con colegas que no sólo me acompañan en estos debates, sino que con su afecto y amistad logramos construir una discusión que no implique confrontación de personas, sino de ideas; ni mucho menos resentimientos.  Uno de ellos es mi maestro Beno Paz que me ha ayudado mucho en relacionarme con la ciencia-psicoanalítica. Vinos y mariscos mediante; nuestras charlas han girado mucho sobre estas cuestiones del discurso-lógico. Cuestiones en donde han surgido dudas y sorpresas: extrañezas de parte de ambos al abrir temas que parecían cerrados a perpetuidad.  Otro de los colegas es Félix Morales quien me ha incentivado siempre a que escriba -parece que lo escrito tiene una fuerza más contundente- de cosas que vengo repitiendo en grupos o charlas pero que no las he pasado al papel. Y con quien también discutimos mucho sin alterar la relación que se construye.  Lo mismo me sucede con Juan Manuel Martínez con quien creo nos respetamos y queremos y que no perdemos oportunidad de debatir las cuestiones que siguen al pie del cañón.  Y ni hablar de quienes me honran con colocarme en lugar de plus-uno; es decir: a mis discípulos, con quienes inevitablemente -y siempre- uno sigue aprendiendo y cuestionándose. Es a ellos, en definitiva, a quienes nos dirigimos los más viejos; son ellos -decidida y absolutamente- quienes heredarán nuestras torpezas y -en el mejor de los casos- nuestros hallazgos.

Acusando recibo de una de estas demandas afectivas; es que intento producir estas breves líneas para ir desglosando un poco en qué andan mis ideas últimamente.

Hay una verdad de Perogrullo q se desprende de solo observar el enlace Bruniano de tres -más conocido como el nudo Borromeo- de Lacan: no hay uno sin el otro.  Es poco entendible por qué, entonces, la mayoría de los analistas sigue pensando lo real independientemente de lo simbólico. Como algo que está afuera, allá, vaya a saber adónde, y que sucede incluso sin que lo simbólico intervenga. Ejemplo: me tropecé con una piedra: ¡ahh lo real! ¿Será porque Lacan habló del tropiezo? No lo creo, puesto que fue quien enunció que “…una curva cerrada es lo real revelado” (Sem. IX, 30.05.62). Si bien es cierto que en el Seminario I Lacan coloca lo real y lo imaginario al mismo nivel; y en el Seminario XIV el montaje es diferente; lo cierto es que no solo lo real no es sin lo simbólico, y obviamente sin el imaginario, sino que, además -como venimos sosteniendo desde hace años- es el analista quien debe producirlo o -para no pecar de enfático- quien lo provoca.

Siguiendo este trayecto de colegas que -algunos sin saberlo- acompañan nuestro recorrido; me he encontrado en los últimos días con una grata sorpresa. Leyendo un texto de Alfredo Eidelsztein -en realidad conferencias hechas textos- he encontrado la misma idea. Y digo con sorpresa porque no creo seamos muchos los analistas que pensamos así. De hecho, cada vez que enuncio públicamente estas cuestiones, me encuentro con caras de sorpresa; esos rostros que dicen: “este tipo está muy loco”. Por suerte parece que hay más “locos” y eso sosiega y hasta estimula. Tampoco importa quién lo dijo primero; se dijo: y de eso que se dice lo importante -creo- es que no quede olvidado. 

Así como para el análisis un Toro es al menos dos: no hay Síntoma ni inconsciente por fuera de su Interpretación o lectura; así también (a modo de abrazo tórico) lo real se inventa. Es la operación del analista que lo puede provocar. Por eso tampoco trabajamos con "la represión": concepto freudiano que para nuestra lectura no es más que defensa del analista.

Cito de A. Eidelsztein, en pág 164 de la edición del 2018 de su libro “La Topología en Clínica Psicoanalítica”: "...lo real es algo que se engendra, que adviene en función de cierta operancia de los significantes; y está operancia de los significantes supone la conducción del análisis, es decir, es producto de una maniobra." Maravilloso.

Hace años también que vengo trabajando sobre está otra ecolalia que se repite: el deseo es metonímico. Y vengo diciendo que si esto fuese así no tendría mucho sentido nuestra praxis. No estoy afirmando que no hay resto indecible -incluso eso sucede con la Demanda- sino que “no todo deseo es metonímico”; que hay “acto-de-deseo” como expresa Eidelsztein; que precisamente se produce por la inmixión de Otredad propia de la Estructura. Precisamente los toros enlazados -generatriz de uno, directriz del otro- hacen que el análisis no sea un mero espacio donde la infinitud cargue las tintas de un nihilismo loco que a veces no produce más que sujetos apáticos que creen que el fin-de-análisis es no saludarse en el ascensor. Cito de página 182: “…en la clínica lacaniana, no se establece el deseo porque se piensa el deseo como metonímico, como indecible, y justamente “lo neurótico” consistiría en querer decirlo.”   El abrazo-tórico implica que entendamos al deseo vinculado al dispositivo; al igual que el Síntoma. Por eso no es lo mismo entender el análisis como un dispositivo topológico que como un simple lugar de consulta. Eso es lo que quiere decir Lacan cuando habla de “histerizar” el discurso, como bien lo aclara Eidelsztein en ese texto. Si el deseo es su Interpretación, es claro que no puede estar ligado a una cadena infinita. Cito de página 129: “…les propongo que la dirección de la cura está orientada a que el sujeto recupere, mediante el acto, la vía de su deseo, articulándose más y mejor al Otro -en especial, al deseo del Otro-.” [Las negritas son del propio autor]. Por eso tenemos que tener muy claro que la demanda necesita al menos dos bucles significantes -tóricos- para poder construir una hipótesis de trabajo. Como digo siempre: nadie concurre a un analista porque se quiere divorciar. Si se quiere divorciar, se divorcia.  Mismo ejemplo da Eindelsztein: si el paciente dice “vengo porque me quiero separar”, uno bien podría decirle: “¿y por qué no se separa?”, primera vuelta. Con lo cual se llega a la conclusión que no viene porque se quiere separar. El paciente ingresa al análisis con un fantasma, cierto: pero no es el que Lacan escribe del lado izquierdo del Grafo del deseo; es precisamente el Mathema de la pulsión que lo lleva a interrogarse y que lo angustia. En todo caso, saldrá por el otro lado, con el otro Mathema. Cito finalmente de A.E., página 174: “…el advenimiento del sujeto de deseo es justamente aquel que es capaz de medio-decir lo que desea…”

Esto también nos lleva a otro de los temas que vengo desarrollando en los últimos tiempos: el analista no sólo produce el real, sino que es el responsable de establecer el Síntoma, es decir: cuál es la apertura de análisis que cree leer en el trazo del paciente. La ecolalia “el analista forma parte del Síntoma” quiere decir eso; absolutamente nada más. Sin olvidar que todo síntoma requiere de un “ritornello” de los significantes, de la letra: estribillo -repetición- que no quiere decir más que lo real es siempre el encuentro “con lo mismo”. El bucle tórico -del significante- criba lo real.

Es decir: el analista tiene toda la responsabilidad para autorizar una apertura de análisis y colocar en el horizonte el cierre. Hay cura, hay alta (independientemente de que el paciente se vaya cuando guste porque obviamente nadie lo ata) y eso depende estrictamente del analista. "A lo real hay que hacerle la contra"- expresó Lacan en La Tercera, pero claro: primero hay que localizarlo con la lectura del trazo en las coordenadas que soportan al Sujeto, Sujeto que no es más que un agujero en la Banda de Möebius. Ese agujero es un corte -no un tijerazo, sino un corte con un "punzón", el mismo que se escribe en el Mathema del Fantasma-. Y -por supuesto- eso depende de la operación del análisis; por eso -como también decimos- el paciente no se cura porque habla sino -en todo caso- por cómo -y qué- se le habla; es decir: por la operación que hace el analista. Es por esta misma razón que no hablamos ya de "formaciones de lo inconsciente" al estilo freudiano. No las hay simplemente porque toda la sesión se debe leer como un sueño.  Y dependerá de la puntuación de ese texto que lo inconsciente, el Saber del Otro, se invente hablando, y en el cierre de las vueltas dichas.

 

Marcelo A. Pérez

Algunas consideraciones...

II.XXI

Artes Visuales:

Maurits Cornelis Escher

[ Holanda, 1898/1972]

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