Falo: Ese Nombre Maldito
Quem quer dizer o
que sente
Não sabe o que há de dizer.
Fala: parece que mente...
Cala: parece esquecer...
[Quien quiere decir lo que siente
No sabe qué decir.
Habla: parece que miente
Calla: parece olvidar...]
Fernando Pessoa
Desde hace años vengo diciendo que la idea de Lacan de haber
denominado -en las Fórmulas de la Sexuación- Lado-Hombre y Lado-Mujer
o Lado-Macho y Lado-Hembra; no fue muy acertado ni simpático de
su parte. Pero no me cabe duda que Lacan sabía que heredaba -y quiso patrocinar
de algún modo- un binarismo freudiano y que lo que escribió fue una lógica no
precisamente en el orden de la categoría sexual sino lingüística y de que
conocemos como Goce. Ese legado, nace de
un usufructo vinculado al Creador -podríamos recordar que Lacan fue bastante
más católico que lo que se cree-, tradición que sin duda quiso preservar en
honor a ese Padre que nunca dejó de amar y de criticar (me estoy refiriendo a
Freud) y tiene como operador conceptual un vocablo quizás no menos inoportuno
que carnal: el Falo.
Descreo de las palabras con mote: no creo que “falo” sea más
sexual o lujurioso que “rojo” o “espada” más filosa que “guerra”; excepto en el poema, no creo que "terciopelo" sea más dócil que "satén". Descreo incluso de las
“malas” o “buenas” palabras; justamente porque hay un significante en juego. Si
yo expreso: “Que hijo-de-puta Maradona como pateaba al arco”; lejos de
una mala-palabra estoy enunciando un elogio enaltecido.
Pero -en este tren que nos convoca en nuestro cotidiano
“renovarse es vivir” y en afán de creer que podemos cambiar algo; me permitiré
proponer algunas alternativas para darle otro color al problema.
¿Por qué no llamar al Falo con algunos vocablos culinarios;
ya que está muy cerca -como expresó Lacan- del apetito? Por ejemplo: perejil
(“el perejil de mamá”), banana (“el banana del barrio”), chinchulín
(porque chorizo y morcilla no da), zapallo (“flor de zapallo”) ¿O por qué no
utilizar algún vocablo en el rubro de la ferretería? Como, por ejemplo: perno,
engrampadora, clavo (esclavo o incluso ex clavo; con cabeza/sin cabeza), serrucho,
taladro o tornillo (este último nos permitiría incluso incorporar del Lado-Hombre
al Tornillo-Cautivo y del Lado-Mujer la Arandela como significante de la
castración: en-castra/no-encastra.) O
-en otro rubro como el de los juguetes-: trencito (en honor a la Klein),
cometa, patito-de-goma, teddy-bear, alfil (Lado Rey/Lado Reina) y -siguiendo la
metáfora ajedrecista- por qué no también peón.
Bromas aparte, creo que la letra PHI tiene una relación
directa con el número de Oro, y con antecedentes griegos más allá de lo erecto:
su raíz protoindoeuropea bhel quiere decir “inflar” (e incluso
“florecer”) y me parece que sigue siendo un buen sarcasmo para representar la
infatuación yoica en la que el sujeto se instala cuando -falo mediante- no
puede más que serlo todo para el Otro. Nuestro latín también lleva cierto aire
a hinchazón: flare quiere decir “soplar” y ese soplido es -creo- un modo
de inflación constante que el sujeto necesita inhalar para percibirse
inspirado.
Esto sin olvidar que -como nos legó Lacan en su Seminario 3-
el falo no es más que un arcoíris; un simple meteoro. Quizás llamarlo agalma -objeto
agalmático- no hace más que confundir un poco con su otro concepto de objeto
@. La cuestión -me parece- es doble:
primero, entender que, sin ese operador estructural, no es posible levantar -al
menos hasta lo que yo sé- una praxis y una teoría psicoanalítica. Y después, recordar que como decía Baruch
Spinoza “la palabra perro no ladra”, justamente porque de lo que se
trata es de la barra que separa el significante del significado: no hay
relación-sexual (o -como quieren algunos: relación-textual) porque esa barra no
hace más que recordarnos -Lacan dixit- que “la palabra basura no huele mal”.
Marcelo A. Pérez
El Falo como Operador de la Estructura
Ese Nombre Maldito...
I.XXI
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