Honorarios & Deseo de Analista
El deseo de analista no es lo mismo -como se sabe- del deseo
de la persona del analista. El deseo de analista debe estar encausado bajo la
premisa de analizar, casi un deseo heroico por lo imposible de su acto.
Imposible porque -justamente- la persona del analista le hace obstáculo. La
persona del analista no deja de ser un neurótico tan sediento de amor -y de
dones de su analizante- como toda histérica.
En relación con los honorarios de la persona del analista;
hay una relación íntima con la mezcla y confusión de los honorarios del
análisis. El analista nunca puede confundir valor con precio. Por lo tanto, no
se trata de enunciar “cobro mucho porque mi trabajo vale mucho”; sabemos
que eso es totalmente banal. Tampoco se trata del razonamiento inverso que
muchas veces discurre entre colegas que recién se inician: “no me siento
seguro de lo que valgo, por tanto…” La puesta en acto -y en forma- del
valor de las sesiones -en la singularidad del caso, pero siempre con cierto “piso”-
conforma una operación más del análisis.
Incluso -muchas veces- se cobra -es decir: el analizante paga- por otros
medios no monetarios: la espera, el corte de sesión, etc.
Cuando el analista se dispone a realizar un cambio en los
honorarios, también evalúa algunos aspectos del discurrir del analizante. Si un
paciente -por ejemplo- está comentando en sesión su dificultad para organizarse
con el dinero ahora; cuando hace un tiempo gastaba más pero se organizaba mejor;
o si comenta que le cuesta sostener lo que desea -por dar dos ejemplos de la
última semana- el analista puede hacer una maniobra que tenga en el horizonte
estos discursos sin olvidar -claro- la cuestión estructural histérica y la
consecuente desviación entre el objeto causa y el objeto pulsional, es decir:
la Demanda del y al Otro.
De lo que se trata en un dispositivo es que se analice, es
decir; que funcione el Discurso donde opera el S1, significante Amo de lo
Inconsciente. Muchas veces recordamos a Lacan en su enunciado “Cuando se ama
no se analiza”. Lo que busca el analista al hacer una maniobra del estilo
de subir honorarios -cuando no lo hace por la sencilla razón de que también es
un ciudadano que consume- es separar el objeto pulsional -en el fantasma
histérico de taponar la falta del Otro- de la distancia que lo separa de la
misma cuestión amorosa-fálica. El analista no debería pisar el palito -neurosis
mediante- cuando el analizante -en la misma sesión- le regala tres sueños, dos
fallidos y un olvido. Y no es que no se vayan a trabajar estas cuestiones;
aunque muchas veces también se puede decir “hoy no trabajaremos los sueños”
y rechazar “…porque no es eso”. Al
contrario: el analista debería aprovechar para advertir a su analizante que “no
se trata de completar…” sino de elaborar la relación con la falta. Y en ese
movimiento, puede enunciar -por ejemplo- “vamos a ajustar un toque los
honorarios, lo hablamos la próxima” sin aclarar ni siquiera cuánto. ¿Por
qué? Porque no se trata de guarismo alguno; y es tan así que el analizante
puede conectarse con la angustia aún sin saber siquiera si le vamos a
incrementar en un dólar o en treinta. Justamente ahí reside la maniobra, sobre
todo cuando en esa misma sesión el paciente pudo haber enunciado: “quiero
que este análisis me sirva para aceptar perder algo… por lo que estimo deseo.”-
Es decir: justamente cuando el analista le devuelve su mensaje en forma
invertida o -como también nos recordaba Lacan- la pregunta por el Che Voui?
del Diablo enamorado de Cazotte; o -lo que es lo mismo, ya más en una segunda vuelta-
“¿podrás sostener lo que deseas?”
Ya sabemos que el analizante bajo transferencia hará lo que muy bien sabe hacer e hizo durante toda su vida: demandar. Por eso Robarto Harari hablaba del "discurso del pedigüeño". Con ese discurso -bajo esa posición- el analizante no hace más que engordar su Yo: "...amar es -esencialmente- desear ser amado." Como expresó Rodríguez Ponte: "Quien va al encuentro de un analista, lo hace por principio de la suposición de que no sabe lo que tiene, y ahí está la implicación del inconsciente: un "él no sabe" fundamental. Ahora bien, si lo que lo trae al comienzo es un "no sabe lo que tiene", al final del análisis encontrará no un tener, sino una falta."
Si en el comienzo está el amor; el recorrido de un análisis debería poder vincularse a la falta: el deseo es una dialéctica que se produce vía la lectura del analista. Aprovechar la transferencia -como amor al Saber- es también colocar un Sujeto a ese Saber. Y producir al Sujeto -sabemos- es responsabilidad y maniobra del analista. Así como Sócrates supo derivar a Alcibíades y dar su palabra a Diótima; el analista debe quedar advertido que no es con él ni es a él al que están dedicados y destinados tantos Dones: más bien él hace que Eso funcione, que Eso hable; pero como sabemos "si quieren encontrar el mayor engaño, búsquenlo en el amor..." El analista forma parte del Síntoma y de lo Inconsciente, por tanto también de la complicidad que puede ocasionar la maniobra neurótica de su analizante. Mientras que el Yo tapona el agujero -y el amor es su vertiente más engañosa-; el Sujeto emerge a través de la angustia y de la vacilación, para que el análisis vuelva a encontrar -en sus vueltas en ocho- la producción de nuevos significantes y de la letra que lo justifica. Pero para eso el analista tiene que estar en (a), es decir: en posición no-fálica; que es lo mismo que decir: aceptar que tanta adoración y tantas ofrendas de su analizante no sean un pequeño gran artilugio histérico para hacerle pito catalán a su causa y embaucar al analista en el entrañable y siempre mimosón lazo amoroso.
Marcelo A. Pérez
Honorarios y deseo de análisis
XI.XX
Artes Visuales:
Fernando Di Francesco