Maestro Ignorante y Emancipación
El secreto de los buenos maestros: a través de sus preguntas guían discretamente la inteligencia del alumno, muy discretamente, como para hacerla trabajar, pero no al punto de dejarla librada a sí misma. Hay un Sócrates que duerme en cada explicador. Y es necesario ver con precisión en qué el método de Jacotot —es decir, el método de los alumnos— difiere radicalmente del método del maestro socrático. Sócrates, por medio de sus preguntas, conduce al esclavo de Menón a reconocer las verdades matemáticas que están en él. Hay allí, tal vez, el camino de un saber, pero de ninguna manera el de la emancipación. Al contrario, Sócrates debe llevar al esclavo de la mano para que este pueda encontrar aquello que ya estaba en él. La demostración de su saber es al mismo tiempo la de su impotencia: nunca avanzará por su cuenta y, por otra parte, nadie le pide que lo haga, sino para ilustrar la lección del maestro. Sócrates interroga a un esclavo destinado a seguir siendo esclavo.
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Comencemos por tranquilizar al contradictor: no se convertirá al ignorante en un depositario de ciencia infusa, sobre todo de una ciencia del pueblo que se opondría a la de los sabios. Es necesario ser sabio para juzgar los resultados del trabajo, para verificar la ciencia del alumno. En cuanto al ignorante, él hará menos y más a la vez. No verificará aquello que el alumno ha encontrado, sino que haya buscado. Juzgará si ha prestado atención. Ahora bien, basta con ser hombre para juzgar lo realizado en el trabajo. De la misma manera en que el filósofo "reconoce" las huellas de un hombre en las líneas de la arena, la madre sabe ver "en los ojos, en todos los rasgos de su hijo, cuando realiza un trabajo cualquiera, cuando muestra las palabras de una frase, si presta atención a lo que hace"". El maestro ignorante debe exigir a su alumno que le pruebe que ha estudiado con atención. ¿Es poca cosa? Consideren entonces que esta exigencia comporta para el alumno una tarea interminable. Consideren también la inteligencia que puede brindarle al examinador ignorante: "¿Qué le impide a esa madre ignorante, pero emancipada, comprobar que cada vez que pregunta dónde está Padre, el niño muestre siempre la misma palabra? ¿Quién se opone a que tape la palabra con su dedo y pregunte: cuál es la palabra que está debajo de mi dedo? Etc., etc." Imagen piadosa, receta de abuela... Así se pronunció el portavoz oficial de la tribu explicadora: "Es posible enseñar lo que se ignora es una máxima doméstica más" . Se responderá que la "intuición materna" no ejerce aquí ningún privilegio doméstico. Ese dedo que tapa la palabra Padre es el mismo que está en Calipso, la oculta o la artificiosa: la marca de la inteligencia humana, la astucia más elemental de la razón humana, la verdadera, la que es propia de cada uno y común a todos, esa razón que se manifiesta de manera ejemplar allí donde el saber del ignorante y la ignorancia del maestro se igualan y demuestran los poderes de la igualdad intelectual. "El hombre es un animal que distingue muy bien cuando aquel que habla no sabe lo que dice [...] Esta capacidad es el vínculo que une a los hombres"".
La práctica del maestro ignorante no es un mero recurso que le permite al pobre que no posee tiempo ni dinero, ni saber, llevar a cabo la instrucción de sus hijos. Es la experiencia crucial que libera los puros poderes de la razón allí donde la ciencia ya no puede brindar ayuda. Lo que un ignorante puede al menos una vez, todos los ignorantes lo pueden siempre. Porque no hay jerarquía en la ignorancia. Y el hecho de que tanto ignorantes como sabios puedan por igual es lo que podemos llamar el poder del ser inteligente en cuanto tal.
Ese poder de igualdad es, al mismo tiempo, de dualidad y de comunidad. No hay inteligencia allí donde hay agregación, costura que liga una mente con otra. Hay inteligencia cuando cada uno actúa, narra lo que hace y brinda los medios para verificar la realidad de su acción. La cosa común, ubicada entre dos inteligencias, es la garantía de esta igualdad, y esto en dos sentidos. Una cosa material es, en primer lugar, "el único puente de comunicación entre dos mentes". El puente y el pasaje, pero también una distancia mantenida. La materialidad del libro mantiene dos mentes iguales a la misma distancia, mientras que la explicación es la aniquilación de una por la otra. Pero también la cosa es una instancia siempre disponible para su verificación material: el arte del examinador ignorante es "conducir al examinado a objetos materiales, a frases, a palabras escritas en un libro, a una cosa que él puede verificar con sus propios sentidos". El examinado siempre es deudor de una verificación a libro abierto, en la materialidad de cada palabra, la curva de cada signo. La cosa, el libro, excluye a la vez la trampa de la incapacidad y la del saber. Por eso el maestro ignorante podrá en este caso ampliar sus competencias no para llegar a verificar de esta manera la ciencia del joven instruido, sino la atención que este dedica a lo que dice y hace.
Pueden incluso por este medio prestar servicio a alguno de sus vecinos que se encuentre, debido a circunstancias ajenas a su voluntad, obligado a enviar a su hijo al colegio. Si el vecino les solicita verificar la ciencia del pequeño colegial, no se sentirán incómodos ante este pedido, aunque no posean estudio alguno. ¿Qué estás aprendiendo, mi pequeño amigo?, le dirán ustedes al niño. Griego. ¿Qué? Esopo. ¿Qué? Las fábulas. ¿Cuál sabes? La primera. ¿Dónde está la primera palabra? Es esta. Dame tu libro. Recita la cuarta palabra. Escríbela. Eso que has escrito no se parece a la cuarta palabra del libro. Vecino, el niño no sabe lo que dice saber. Esto prueba que no ha prestado atención al estudiar o al indicar lo que pretende saber. Aconséjele estudiar, volveré y le diré si aprende el griego que ignoro, que ni siquiera sé leer."
De esta manera, el maestro ignorante puede instruir tanto al sabio como al ignorante: verificando que busque continuamente. Quien busca siempre encuentra. No necesariamente encuentra lo que busca, mucho menos lo que se debe encontrar. Pero encuentra algo nuevo para relacionar con la cosa que él ya conoce. Lo esencial es esta vigilancia continua, esta atención que no se debilita sin que se instale la sinrazón (dominio en que el sabio se destaca tanto como el ignorante). Maestro es quien mantiene a quien busca en su camino, en donde él es el único que busca y no deja de buscar.
Jacques Ranciére
[ Argel, 1940 ]
El maestro ignorante.
Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual.
Capítulo II / La lección del ignorante.
El Maestro y Sócrates.
El poder del ignorante.
Artes Visuales:
Carlos Alonso
[ Tunuyán, Mendoza. 1929 ]