El Big Bang del Lenguaje


Los hablanseres somos, a este respecto, “siervos del lenguaje pero aún más del discurso”, nunca amos. Lacan lo sostiene de la siguiente forma:

Y también el sujeto, si puede parecer siervo del lenguaje, lo es más aún de un discurso en el movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el momento de su nacimiento, aunque sólo fuese bajo la forma de su nombre propio. [78]

Consecuentemente, he aquí el resultado principal de nuestra propuesta: el dolor, como todas las otras sensaciones, los afectos y los sentimientos, el sexo, el placer y el displacer, el amor y el odio, la voluntad, la vida y la muerte que admitimos, padecemos, disfrutamos, sufrimos, gozamos y anhelamos, son significantes, en el sentido que existen a causa y lo hacen bajo la forma dada por el registro significante y el discurso. 

No es que provienen del cuerpo biológico y la cultura los modifica, altera u obstaculiza; sostenemos que provienen absolutamente del orden significante y del Otro. No afirmamos que no “duela”, por ejemplo, el nervio de una muela dañada; pero que nos duela o no, cómo nos duele y cuándo, lo que sentimos como dolor, cuánto nos duele y qué significa ese dolor, –por ejemplo, que nos guste o disguste– no proviene del tejido nervioso afectado, y lo que proviene pura y exclusivamente de éste ya no podemos saberlo, es imposible inclusive colocando electrodos o escáneres en nuestro cerebro; lo que estos aparatos registren no coincidirá con la pasión de los hablanseres, ya que se ha interpuesto, en forma definitiva entre el nervio afectado y el cerebro, el Big Bang del lenguaje y el discurso.

No sentimos absolutamente nada, ni parecido, a lo que sucede en el mundo de los animales, ni siquiera las ratas o los monos. Si se dice que un animal, por ejemplo, un perro, ‘siente dolor’, ‘está triste’ o ‘está contento’; pero lo que siente –inclusive la idea de ‘sentir’– no es en absoluto de la misma especie de lo que sentimos nosotros como dolor, tristeza o alegría y no podemos saber qué o cómo es lo que un animal padece en relación a lo que nosotros padecemos; el término ‘dolor’ utilizado para los dos casos, sólo debería ser considerado como homónimo; lo mismo sucede para todo malestar, placer, satisfacción, apetito, etc. Si bien Lacan no llegó a articular en su enseñanza la teoría del Big Bang, sí distinguió absolutamente, en forma coincidente con nuestra propuesta, lo que proviene del cuerpo biológico de lo que lo hace del lenguaje, el discurso y el Otro. En un párrafo, destacable para nuestra propuesta, afirma:

Y de ahí que INSISTAMOS en promover que, fundado o no en la observación biológica, el instinto, entre los modos de conocimiento que la naturaleza exige de lo vivo para que satisfaga sus necesidades, se define como aquel conocimiento en el que admiramos el no poder ser un saber. Pero de lo que se trata en Freud [Trieb] es de otra cosa, ciertamente de un saber, pero un saber que no comporta el menor conocimiento, en cuanto que está inscrito en un discurso del cual, a la manera del esclavo-mensajero del uso antiguo, el sujeto que lleva bajo su cabellera su codicilo que lo condena a muerte no sabe ni su sentido ni su texto, ni en qué lengua está escrito, ni siquiera que lo han tatuado en su cuero cabelludo rasurado mientras dormía. [80]

Según Lacan: todos los conocimientos instintivos que aporta la naturaleza quedarán sin poder ser sabidos nunca para el caso del hablanser; por lo tanto la pulsión es un saber constituido por una articulación de significantes, que no podrá nunca ser conocido como algo natural.

(…)

No es que sostengamos que se puede vivir sin alimentos sólidos o líquidos, lo que afirmamos es que nuestro hambre y nuestra sed no son ni animales ni biológicos, son significantes; al menos es seguro que esto es así en la clínica psicoanalítica y en las ciencias afines. También en la cultura, especialmente en la nuestra, en la que existen tantísimos hablanseres con gravísimos problemas –tomando por caso los de alimentación, entre ellos las modernas pandemias de anorexia, bulimia y obesidad– que tan sólo por estar de moda y constituir verdaderas ‘enfermedades sociales’, se puede concluir que no se trata, en sus causas, ni de los cuerpos animales ni de las razones biológicas. Además, en todos estos casos, ¿qué sería “hambre”? [118]

Para las consideraciones sobre el sujeto y todos sus fenómenos específicos, proponemos el funcionamiento de un “olvido biológico”, a partir del cual, lo que nos parece que proviene o es originado en el cuerpo animal, en realidad es causado por el Big Bang del lenguaje y el lazo social del discurso; lo que hace que toda manifestación corporal sea significante, comporte significados e implique sentido, imposibles de ser definidos más que parcial y contextualmente. Nada de esto existe ni en la biología ni en la química modernas, en las que reina el más puro sinsentido, lo que, justamente, las hace, según Lacan, ciencias modernas en la acepción occidental de “ciencia moderna”. Cuanto nos duele o nos gusta, nos satisface o disgusta, ya no es del mundo de la naturaleza; pues lo que de éste provenía en “estado puro”, ha quedado olvidado para siempre. No afirmamos que las bacterias o los virus no enfermen nuestro cuerpo biológico, y que, consecuentemente, no sean la causa de infecciones y síntomas. Pero cuando tenemos que pensar en el malestar en la clínica, debemos hacerlo aceptando el Big Bang del lenguaje y el discurso.

Alfredo Eidelsztein
El origen del sujeto en psicoanálisis.
Del Big Bang del lenguaje y el discurso en la causación del sujeto
Fragmento.
En: El Rey está desnudo
Revista para el psicoanálisis por venir – N° 5
Buenos Aires, Letra Viva, 2012
Apertura. Sociedad Psicoanalítica, 2012.


Ref.:

[78] Lacan, J. (2008). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. Op. cit. p. 463.
[80] Lacan, J. (2010). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Op. cit. p. 764. (subrayado nuestro).
[118] En los días de la redacción de estas líneas se ha difundido una noticia más del mismo orden de las que venimos criticando. En la Escuela de Medicina de Yale, científicos preocupados por la epidemia de obesidad, descubrieron que en tal problema se trata de las neuronas que generan melanocortina. (“Descubren qué mecanismo cerebral lleva a comer sin parar”, Clarín, 6/9/2011) ¿Realmente se puede explicar una epidemia de época y de una determinada sociedad, mediante tal descubrimiento realizado en ratas? ¿Es que se debería admitir una epidemia de estas neuronas o de sus fallas, entre nosotros?

Artes Visuales:
Zachariah Johnsen

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