Psicoanálisis: Buzones que nos Vendieron a los Analistas.


Comparto con ustedes esta charla distendida que tuvimos en Buenos Aires con Juan Manuel Martínez hace unas semanas. Decidimos hacer un diálogo lo menos técnico posible enmarcado en la problemática que tuvimos y tenemos los analistas en relación a repetir ecolálicamente teorías / argumentos / frases hechas de nuestro oficio, sin la pertinente pregunta de rigor. Es decir, lo que en criollo básico entendemos por “Comprar Buzones”.

Está claro que nadie los compra sino para acomodarse a un Discurso Otro y defenderse así del malestar que provoca la pregunta por el Horror al Acto. Es decir: la pregunta por el deseo que siempre atemoriza, por no decir: horroriza.  Sin duda también hay un sostén de religiosidad anexo que creo ni los mismos analistas advierten en este mecanismo. Escuchar de colegas –y no tan jóvenes- argumentos como “(Porque) Lo dijo Lacan” es inconcebible en un campo como el nuestro donde se supone que hay que romper el sentido (del síntoma y del discurso anclado en la religión del Otro) y darle al sin-sentido un estatuto ético.

Siempre repetimos que no hay Técnica psicoanalítica sin Ética: bien; creo que la pregunta que hace que nuestra praxis pueda pensarse seriamente como una Ciencia, es justamente la pregunta primera de toda filosofía: ¿Por qué? ¿Cuándo empezó esto? ¿De dónde surge? Es decir, la pregunta que rompe los Buzones que supimos concebir. Porque no hay Ciencia sin contrastabilidad; en el orden de poder verificar no sólo en la empiria sino en la fórmula los argumentos que heredamos de los Maestros. Muchas veces expresar que el Psicoanálisis no es Ciencia sirve para amoldarse al status quo y seguir inercialmente en la ecolalia del Mercado. Por eso –como decía la otra vez a colegas de un Grupo de Estudio- si alguien dice “…Ah yo no sé, lo dijo Lacan, me lo enseñaron en la Facultad…” en realidad esconde un metadiscurso que reza así: “Como no es Ciencia hago lo que quiero y no necesito preguntarme ni argumentar nada.” Y después nos quejamos cuando un tal Mario Bunge –en su ya casi cien años de existencia- nos sigue criticando a los analistas porque hacemos cualquier cosa. Hay un punto en donde el epistemólogo tiene razón: los analistas no nos pusimos a pensar seriamente sobre el campo científico que compete al campo  Lacaniano –que se aparta ipso facto de Freud- y que necesita de preguntas que rompan el sentido coagulado del Otro. Así tal cual lo ponemos en Acto con nuestros Analizantes.

Y conste que estoy hablando de los analistas lacanianos que trabajan, que investigan, que son serios en sus cuestiones, que respetamos muchísimo. Ni hablar de los que se dicen "analistas" o del resto de nuestros colegas psicólogos que hacen y dicen cualquier cosa en el consultorio: desde levantar a upa a una paciente porque está angustiada y llora, hasta recomendar libros de autoayuda todo el tiempo. No: de esos ni siquiera  nos preocupamos; sólo nos da pena por los pacientes que pagan y creen que ese cócktel de recetas los puede ayudar a resolver su nudo neurótico que les produce malestar. Pero, de todos modos -y como decimos en esta Charla- no estamos hablando de efectos terapéuticos que también pueden tener otros modelos vivenciales: tocar el piano, dibujar, andar en sulky. Estamos hablando de seriedad y de respeto por la división y el dolor que el analizante trae articulado en su discurso. Porque creo firmemente que dar un Recetario de Vida es directamente tomarle el pelo y creernos que nosotros -que tendríamos la posta- también poseemos la Verdad Existencial.

Hay muy pocos analistas en Argentina que trabajan desde la investigación y desde el abordaje con perfil de Ciencia. Confieso que he tenido mis propias negaciones porque he también comprado los buzones respectivos del Dogmatismo. He tenido además discusiones con un colega amigo que siempre ha defendido fervientemente la posición del Psicoanálisis como una Ciencia; y que por la misma razón fue "excomulgado" en su Doctorado en la Universidad Pública. Y confieso finalmente que este cambio de posición no fue sin cierta resistencia a mis propios principios; pero -al mismo tiempo- con la aventura de encontrarme con nuevos desafíos.

No estamos diciendo que el Psicoanálisis adquiera estatuto de Física Clásica: de hecho ese es el modelo Freudiano del que Lacan se aparta. Ni tampoco renegamos del Padre porque ya sabemos desde el ABC de nuestra enseñanza que no se puede comparar un paradigma con otro y que no es menos Galileo o Newton porque después llegó Einstein. Estamos formulando que deberíamos darle a la Ciencia un lugar más generoso para que aloje al Psicoanálisis. Y eso dependerá de los analistas: a ningún otro profesional de ningún otro oficio le podría interesar nuestro campo que –por otro lado- cada vez está más reducido en los pocos países del mundo donde existe; y creo que –entre otros factores que por supuesto incluye el Mercado Capitalista, los Laboratorios con su tendencia a tapar el síntoma vía Demanda del paciente, etc.- una de las razones es esta que estoy versando. Las resistencias que tienen los colegas para aprovechar esta oportunidad quizás única y última que tenemos en nuestro campo es directamente proporcional al miedo de abordar los textos más “matemáticos” y “topológicos” de Lacan. Encuadrar al Psicoanálisis en el ámbito científico no es reducir al Sujeto a un Manual; sino todo lo contrario: es darle estatuto de Sujeto a la persona que nos visita. 

El analizante nos enseña mucho más de lo que creemos, porque: primero con resistencia y negación, después con risa (que es el primer indicio que la ficha está cayendo) y después con un "uffff" o un "sí, cierto: triste pero cierto" o "sí, tal cuál! No lo había pensado pero...", nos dice sesión tras sesión que no necesitamos de la tomografía computada para convalidar lo Inconsciente. Pero sí necesita él mismo del Otro (del Analista) para poder entender su fallido, su surco, su división: porque nadie sueña sino para un analista. O -mejor dicho- no hay ninguna posibilidad que un sueño signifique algo para ESE Sujeto, sino es contado frente a un analista. Leáse sueño, fallido, olvido, o síntoma orgánico. Sólo con un analista el analizante puede pasar -como hace poco expresó uno- de decir "tengo un grano en el oido" a "tengo un gran No en el odio" y de entender que ese grano se vincula a negar su deseo e incluso al vínculo con su padre. Quiero decir con este simple ejemplo: un grano es un grano, pero no es un grano en un diván. Lo mismo con un sueño o un lapsus. Después de todo en el síntoma orgánico está toda la verdad del Sujeto: es decir, en su falla.



En otro orden más personal, aprovecho para citar lo que expresé hace poco en el Muro de Facebook de mi colega Juan Manuel en relación a los elogios para conmigo de los generosos lectores donde vuelvo a repetir la misma cuestión que nos atañe a los analistas:

Ante todo agradezco a Juan Manuel y a todos Ustedes la generosidad de sus palabras que no creo merecer. (…) Me parece que es necesario que los analistas nos juntemos para seguir dialogando sobre problemáticas teóricas que influyen directamente en nuestra praxis que después de todo es lo importante para ayudar al pa(de)ciente. Más allá -digo- si existe o no existe un Superyo, por ejemplo. Creo que hay muchos psicólogos disfrazados de analistas que creen que poniéndose unos anteojos negros en la playa Mediterránea y abriendo una cámara ya pueden hablar de cualquier cosa. Y claro que pueden: el tema es que me da la sensación que no han leído a Lacan y se dan el lujo -vía ecolalia y alineación del discurso de un Otro- de confundir -por ejemplo y entre otras barbaridades- los Nombres del Padre con la Función Paterna…  (…) Es impactante como se está vendiendo cualquier verdura en nombre de Lacan. Nos da mucha pena (me permito pluralizar porque creo que Juan Manuel Martínez también piensa igual) por la gente que inocentemente y con sus mejores intenciones y/o con su pasión por entender a un autor tan difícil, compran sin más este tipo de discursos. No estoy afirmando que alguien tenga "la verdad" pero de ahí a cometer errores conceptuales y técnicos hay un sólo paso y es muy iatrogénico para nuestro oficio y para el tratamiento del paciente. El Campo Lacaniano no es el Campo Freudiano. En las Escuelas y en las Universidades se sigue leyendo a Lacan desde Freud. Traspolando conceptos e incluso no entendiendo que no hay nada energético en Lacan y que es el Lenguaje el que marca un antes y un después del paradigma del maestro Francés. Por ejemplo: Leer la pulsión sin incluir el matema que Lacan creó para ello o incluso saber q existe ese axioma y aún insistir sobre la cuestión de la fuerza o la energía es pura Metafísica.

Tenemos que discutir criterios pero para eso es necesario abandonar Egos y hacernos preguntas que nos cuestionen. Que nos lleven a otras preguntas para poder entender qué hacemos en la praxis; es decir: dejar de repetir como loros. Quiero decirles -en definitiva- que sean críticos. Que no compren tan rápidamente. Que no se dejen apabullar y capturar por la imagen y que lean mucho y siempre se pregunten. Esa fue la idea que nos llevó a grabar el nuevo video… Para que no sigan comprando los mismos buzones que hemos heredado nosotros y sostenido durante años.


Lo más surrealista de todo esto es que hoy día la mayoría de los analistas -fundadores de Escuelas, autores de sendos libros, llamados a exponer en Congresos internacionales- no sólo siguen comprando Buzones sino que están dormitando adentro de ellos; y ese es el verdadero ataúd que paraliza el progreso de una disciplina.

Un ariete es un arma de asedio originada en épocas antiguas –dícese que en Oriente- usada para romper las puertas o las paredes fortificadas. Durante las campañas del segundo Imperio asirio fue el sistema más empleado para batir los muros de una ciudad. El término ariete proviene del latín arietis, que quiere decir carnero. La palabra buzón deriva de bozón, es decir: de ariete. Como toda paradoja encuentra su lógica en aquello que en criollo reza así: “...más pretendes esconder, más lo pones en evidencia”; o lo que es lo mismo la metáfora que Edgar Allan Poe –vía su Auguste Dupin- empleara en su Carta Robada.

Ojalá los seres parlantes dejemos de ser carnero del Otro y nos atrevamos a derribar nuestras propias murallas yoicas que –obviamente- no son más que la defensa ideal que nos aleja del deseo. Eso no es nada más ni nada menos que subjetivizarnos. Pero para eso hay que aceptar que uno está agujereado; que tiene una falta y que ningún Otro puede ser garantía de nada. A fuerza de no poder perder algo, el neurótico termina perdiendo lo que “más desea” y obviamente quejándose luego; esa es la lógica fálica: todo o nada.

Un afectuoso abrazo a todos los lectores en estos tiempos que corren donde los buzones no sólo abundan en nuestro oficio sino en todo territorio humano..!

Marcelo A. Pérez
2018
Artes Visuales:
John Dykstra

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