La propia imagen: ese único compañero fiel.


En psicoanálisis ciertos temas son no sólo de apariencia incoherente sino sobre todo antipáticos, porque nuestro Yo -vía Negación- no puede aceptar de buena gana que los actos que hacemos son por uno mismo, por nuestro narcisismo que nos comanda, e incluso quiere demostrar(le) al prójimo lo bondadoso que puede ser en las acciones que ocultan a veces, cuando la cosa se pone pastosa, cayendo -vamos a decirlo de entrada- en una posición perversa del más arraigado polimorfismo infantil donde sólo importa tenerla más grande.

Hace unos días hablando con un colega, me decía que su ex pareja es una niña violenta, sorda, refractaria al análisis, que no acepta la Ley (es decir el ”No”), que cree que se puede todo; en fin: una bebé caprichosa que sólo demanda y no sostiene nada. Más allá que le comentaba como cada uno de nosotros coloca su narcisismo en esos personajes (y ellos en nosotros obvio) y que deberíamos estar advertidos de por qué nos seducen tanto este tipo de sujetos; también le comentaba que tuve una experiencia análoga no sólo con una ex pareja sino con un ex -como decirlo- un ex colega. Si se puede llamar colega a un psicólogo que se cree analista y que hace cosas de bebé mal criado.

Resulta que he decidido cortar el vínculo con el susodicho [como para mostrar una carta digamos que mi tope narcisístico llegó al máximo frente a su egoísmo y su afán de poner su falta en el otro] y resulta que su fantasma perversoide de niño fálico no le permite aceptar la falta y a pesar de haber sido bloqueado en el wassap, sigue llamando y hasta ha pasado y decidido tocar el timbre de mi casa: todas acciones típicas y violentas de un sujeto q no acepta la Ley. Uno tendría ganas de atender la llamada y putearlo, una onda así: “Déjate de romper las pelotas hijo de puta me tenes harto, narcisista del orto, bancate el no… etc, etc.”; pero eso sería entrar en su imaginario y ni siquiera vale el esfuerzo.

Lo preocupante es que este tipo de personas terminan atendiendo pacientes, nunca se analizan y hasta se nombran analistas avalados por títulos de posgrados que eso sí no tienen ningún problema de pagar; porque -claro- el egoísmo es así: todo para uno, nada para el otro. Posiblemente el personaje en cuestión no sabe como seguir sosteniendo la mentira ante su novia o ante su familia (digo: si es que suponemos que nadie sabe aún que yo he roto el vínculo) y quiera rectificar el curso de los hechos. Lo cierto es que, sea como sea, lo que no soporta no sólo es el NO sino sobre todo la castración de su imagen. Y este es el punto al que quería llegar.

Siempre es por imagen, es decir: por narcisismo, que los sujetos se movilizan. Como le decía en diálogo a este otro colega: suerte que yo no me la creo (demasiado) sino podría pensar que me llama por mi, porque me quiere o me extraña. Me llama por él. Como todos hacemos todo: por uno. Y como es un personaje tan narcisisticamente grave (como la ex novia de este colega), ergo no se banca su división. Y no sólo no se la banca sino que encima -he ahí la perversión- la coloca en el otro que sería quien debería pagar por su goce.

Lo mismo sucede en aquellas parejas que se separan diez, veinte veces y uno de los dos miembros suele llamar al otro para retomar la relación. El que levanta quince veces el teléfono puede suponer (fantasma de víctima mediante) que él o ella es el sacrificado, el que se castra, el que cede, el que siempre llama. En realidad se castra, cierto, pero por él. Por eso cede cuando se angustia o cuando le conviene a su imagen. Nadie lo hace sino por uno. De allí que podemos entender también la enunciación de Jacques Lacan cuando dice que “el goce es la castración”.

En definitiva: nada de altruismo, nada de creer que el otro se desvive por nosotros y nos ama tanto que no puede dejar de llamarnos o vernos. De hecho cuando se siente ofendido ahí se termina todo y resulta que ya no necesita llamarnos: su orgullo -su imagen- ha ganado.

Creer que los sujetos se mueven, se vinculan, aman, por y para el otro, es psicología de cafetín. “Si quieren encontrar el engaño más claro búsquenlo en el amor”- Lacan dixit. Es decir: amar es esencialmente desear ser amado. De hecho no amamos a ningún otro: nos amamos en el otro, que no es lo mismo. Por eso todo duelo quiere decir solamente esto: extraño lo que fui con (y en) el otro.

Los sujetos se movilizan por ellos. Se castran por ellos. Cuando el neurótico comprende esto, creo que comprende gran parte del esquema social en que se mueve y serviría de mucho para poder entender cómo se enlazan las relaciones. “Hago todo por vos!” o “Sólo soy una madre abnegaba” o “Trabajo todo el día para que ustedes estén bien”- son enunciados que no hacen más que esconder lo hipócrita patético y cínico del mas arraigado narcisismo ciego y sordo. Claro que por algo el mensaje viene del Otro en forma invertida. En ese secreto discurso se oculta también la frenética manía neurótica de perdurar en el otro, de sostener el status quo y de creer que uno sigue siendo imprescindible.  Si esto no es narcisismo, el narcisismo ¿dónde está? Por eso si un análisis no toca estos mecanismos -y es una de las cuestiones que aprendí supervisando con el ya fallecido filósofo analista Guillermo Maci, siempre es bueno agradecer a nuestros maestros- no toca nada.

Recurrir al otro es siempre una Demanda. Se lo busca por uno, porque es evidente que el otro tiene algo que salda en uno. Porque es obvio que uno completa su imagen en y con el otro. Porque es claro que uno aloja su narcisismo allí.  Recurrir cuando el otro pone un limite, o se harta, o deniega o simplemente dice “estoy ocupado” o “no me interesa” es el fundamento que está en el principio de toda Verleugnung  Freudiana: “lo sé, pero aún así no me importa.” Mecanismo que ya Freud nos anunciara en 1927 al versar sobre fetichismo y perversión y que  los neuróticos suelen poner en juego más de lo habitual y que -como lo bautizó una vez una analizante- es la “conchudita” que sale de vez en vez desde el núcleo más nodal de nuestro Ser.

Marcelo A. Pérez
Si me llamas se que te extrañas…
[ La imagen a la altura de nuestro falo.]
XI / 2018


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