El Costo de la Sesión de Análisis



El Costo de la Sesión de Análisis es un tema que siempre trae aparejado otros temas. En el video del colega Juan Manuel Martinez que les presento vamos a poder escuchar -en una sinopsis ajustada pero creo muy acertada- esta cuestión que tanto preocupa a colegas y pacientes. A los primeros porque -sobre todo en los comienzos de sus prácticas- no pueden establecer un parámetro de honorarios o porque a veces se preocupan si el analizante quiere pagar menos o a veces más de lo que se le establece. A los segundos, porque el paciente coloca en los honorarios cuestiones vinculadas a su esquema libidinal, a su deseo, y al mercado capitalista que lo toma y le establece condiciones que nada tienen que ver con el dispositivo topológico transferencial que se despliega en un análisis.

El problema más común es que el paciente piensa que paga por una sesión con horario fijo (sea 30 minutos, sean 50). Incluso muchas veces pueden llegar a entender que no es así: en mi país, el psicoanálisis es bien conocido, buscado y establecido como método psicoterapéutico con mucha fuerza y por lo tanto la mayoría de las personas saben de qué se trata la cuestión, incluso el analista no necesita siquiera informarle que la sesión cancelada fuera de un tiempo lógico se cobra igual; porque hasta el argentino más dormilón conoce estas cuestiones establecidas que, de todos modos y siempre, es el caso por caso. Sin embargo aún sabiendo que el analista puede cortar la sesión de acuerdo a cierta escansión en el discurso, el paciente (como buen neurótico) no se lo banca o, en todo caso, puede bancarse un corte pero después de un tiempo, llamémosle “prudencial”, que -según cierto fantasma- no debería ser tan corto. Esto, que desde el punto de vista lógico es totalmente ilógico e irónico (un corte es un corte y el tiempo del neurótico es lógico y no cronológico: incluso el tiempo es fantasmático), es un punto que se repite como queja porque el sujeto no se banca su división y vuelve a necesitar armarse (vía su Yo) y volver a percibirse integrado; con los fenómenos anexos antes y después del caso; como por ejemplo el fantasma socializado de que “a menor tiempo menor eficacia” o “a mayor tiempo más contenido/información”. Incluso el fantasma derivado “no voy a pagarte por quince minutos”.

Explicarle a un paciente (aún aunque ya lo sabe) que no paga por un tiempo establecido, es materia fútil: el analista tendrá que sostener y soportar la Demanda que, obviamente es siempre de amor. Y aquí entramos al otro problema que el video de Juan Manuel Martínez específica perfectamente. Idéntica situación sucede cuando el analizante tiene que esperar en el pasillo o en la calle porque su analista aún no ha terminado con el paciente anterior. Los fantasmas anexos (“es mi tiempo y lo está ocupando otro” , “me está robando tiempo”) están siempre vigentes. Lo que el neurótico no  puede establecer en su lógica es que  el discurso capitalista (del cual se ve tomado por) está justamente en el otro extremo del discurso amoroso que es, oh casualidad, de lo que habla permanentemente en un análisis cualquier sujeto: primero porque no le habla a cualquiera, sino a Otro que elige y acepta a voluntad; segundo porque todo converge allí vía la Demanda a ese Otro elegido. Y esto es lo que los colegas (más que los pacientes) deben entender para no entrar en imaginarios tales como “se enoja conmigo”: ¡obviamente! ¿Y con quién sino? Tenemos que entender que el dispositivo de análisis no es un artificio como otros. La relación con el analista no es igual a la que tenemos los sujetos con un odontólogo o con el verdulero. De allí que a veces se corta el discurso, de allí que a veces el analista puede desatornillarse de su sillón e ir a visitar a un hospital (o a una muestra de arte) a un analizante, de allí que no se establecen honorarios fijos para todos; de allí que el depositario de todas esas cuestiones es (y debe ser) el analista.

Esto no excluye el hecho de que el analista pueda hacer escuchar a cada analizante las cuestiones -volviendo al título de este texto- que se plantean con los honorarios. Que nunca tienen que ver con el dinero en sí : después de todo, una persona que puede pagar 8 también puede pagar 10 y muchas veces son esos 2 puntitos de diferencia que hacen a toda la dramatización del tema. Y no puede ser casualidad que las personas que más pueden pagar (que tienen mayor poder adquisitivo) sean las que más se quejan o demandan. Esto se juega muchísimo en la neurosis histérica que queriendo -vía inconsciente- impotentizar al Otro y demandarle amor permanentemente (“quereme igual aunque te pague menos porque en mi fantasma yo soy muy especial y diferente a otros y/o porque soy la preferida de Papá (¿y cómo no serlo del analista?) y/o porque todo me cuesta en la vida”) no percibe que en realidad está estableciendo un valor muy bajo para su deseo (que obviamente le da terror formular) de allí que las histéricas que más protestan por los honorarios (de analistas que obviamente ellas buscaron; nadie las llamó) son las que justamente despliegan un discurso bastante neutro y vacío donde casi nunca se implican, donde les cuesta hablar (es decir: pagar por el goce con su castración) y -por lo tanto- son las que no pueden percibirse divididas. Esto también puede ser usual en la neurosis obsesiva: el obsesivo (siempre tan acomplejado por su tiempo/trabajo) de inmediato realiza la ecuación dinero=tiempo y precio=valor y también cae en el engaño de pensar que se trata de un problema financiero; cuando en realidad toda su problemática es económica: ganar sin perder. Y aquí volvemos a nuestra ya conocida vinculación con el Falo. Narcisismo mediante, lo que el neurótico de ley no concibe es atarse a la Ley. A la Ley de la castración. De allí que  -ni lento ni perezoso- prefiere endosarle la falta al analista: que la castración la pague el otro.

Aclaremos, creo que no está de más, que no siempre se trata de una queja por honorarios altos: algunas veces el analizante quiere pagar más de lo que se le pide. Y esto se centra en la misma cuestión fálica. Soportar la falta (quedando en deuda en este caso) es el núcleo de toda la problemática neurótica.

Estas vicisitudes ponen de manifiesto siempre ese real imposible que el análisis roza y que mientras al analista lo coloca en el banquillo para poder sostener la Demanda, al analizante lo deja en mitad de camino puesto que lo único que se logra es postergar el acto, defenderse contra el deseo: después de todo la neurosis no es más que la estrategia para ello. Muchas veces se trueca por la enfermedad donde siempre es mucho más simple establecer parámetros: nadie se le ocurriría discutirle a un médico sus honorarios y además siempre es mejor que la culpa de mis males la tengan los virus o las bacterias.

Marcelo A. Pérez
Sobre el Costo de la Sesión de Análisis.
Una introducción.
XI / 2018


Video sobre El Costo de la Sesión de Análisis
Juan Manuel Martinez
[ Argentina ]

https://youtu.be/nsX_PqnM0l4

Texto de Luciano Lutereau sobre la misma temática citado por J. M. Martínez:

www.pagina12.com.ar/35501-mi-analista-me-ama


Artes Visuales:
Carlos Alonso
 [Tunuyán, Mendoza; 1929 ]
La Oreja
Acrílico s/Tela.
1972

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