Psicoanálisis y la Estafa Analítica.
* Ud. afirma
que el psicoanálisis no es psicología y hace una dura crítica a esta última
incluso con un tono un poco despectivo… en un video suyo publicado en el blog
del diario Clarín, en Buenos Aires, hay comentarios de los oyentes bastantes
punzantes en torno a sus palabras… Más allá de que lo invitamos acá a defender
su posición; nos gustaría que nos explique –si es posible sintéticamente- el
porqué de su postura.
Ojalá fuese una postura mía, como ud. dice. En realidad por supuesto que concuerdo y la trasmito –y con mucha pasión- pero nada de lo que yo digo me pertenece. Fueron palabras, a las que adhiero –repito-, de Jacques Lacan y de todos los psicoanalistas que seguimos su enseñanza. No es mi intención defenderme puesto que no me siento atacado; pero sí volver a explicar lo que usted me pide. Por otro lado, y lo digo de entrada, lo que pretende generar el editor de Clarín publicando ese video (que es una serie y no algo aislado de otros subidos a mi web) es lo que ha generado: que la gente se infatúe demostrándose entre ellos “quien la tiene más larga”, “quien sabe más”, porque de hecho se ve rápidamente que no han escuchado todo el video y que la idea no es –en general digo- facilitar una epistemología sino arrogarse una posición que, paradójicamente, me la endosan a mi. Digo "en general" porque he leído algunos comentarios que sí realmente valen la pena -hay uno de un tal horacio, por ejemplo- que se nota que están en el foro para algo más que bardear o atacar sin ton ni son. Yo como psicoanalista no puedo ser fundamentalista en ningún aspecto –y esto lo digo de entrada en otro video- pero confunden el tono de mis palabras con algo en el orden de lo religioso. Sí: no niego que el tono es bien pasional; pero cuando uno se posiciona ante una idea y ama su oficio, lo trasmite de esa forma: de hecho los colegas que me buscan para formarse me dicen en coincidencia total que lo que les seduce es la claridad con que bajo los conceptos y el tono. Por supuesto a otros oyentes eso les resultará soberbio.
* ¿Pero por qué afirmar una postura tan categórica tratando
de separar tanto e incluso de discriminar, si me permite; e incluso de atacar a
la psicología?
Primeramente: uno de los lugares desde donde más se lo ataca al psicoanálisis, es desde la misma psicología. Segundo: el psicoanálisis está todo el tiempo siendo vapuleado y los analistas no nos defendemos porque sabemos que es así de Freud para acá y porque, en la mayoría de los casos, es una cuestión política-comercial. Tercero: la idea por supuesto es separar. El psicoanálisis no es una psicología, no puede serlo, porque no funciona ni técnica ni conceptualmente como las diferentes psicologías del mercado. Su campo epistémico parte de dos o tres cuestiones que separan directamente al analista del psicólogo. En psicología se suele creer que el lenguaje es una herramienta del hombre e incluso un órgano. El psicoanálisis plantea que estamos habitados, como diría Heiddeger- por el lenguaje; que primero está el lenguaje y después el sujeto; que no existe sujeto previo al lenguaje. Lejos de ser una herramienta de comunicación, el lenguaje no sirve para comunicarse. De hecho los únicos que realmente se comunican son los animales; y si son o están domesticados, ahí ya ni siquiera. Ese es otro punto diferencial: para nosotros no existe lo que puede ser una teoría gnoseológica. Lacan decía: “uno le habla al que no es de lo que no sabe”. Segundo punto: la psicología trata de estudiar conductas. A partir de ahí, diagnostica y opera. El psicoanalista nada puede decir a partir de una conducta. La estructura se escucha, se lee. Tercer punto: la psicología habla de evolución. De hecho existe lo que se conoce como psicología-evolutiva. Por supuesto Freud habló de fases… de etapas… pero parece que no se lo terminó de leer o de entender. Si existiese evolución directamente no existiría neurosis. La neurosis del sujeto es la prueba de que hay un real que empuja y que la pulsión se vale de cualquier tapa-agujero para satisfacerse. El sujeto no pasa de una etapa oral a una anal y después es adulto cuando llega a la genital. El sujeto que tenemos en diván es siempre un niño, aunque tenga 70 años. La neurosis es neurosis infantil, por definición: y el colega que no entiende esto no puede entender lo que es el psicoanálisis. Por otro lado; y como decía Lacan en el Seminario I de su enseñanza, “cuando el analista cree saber algo, de psicología por ejemplo, empieza ya su perdición…” y agregaba: “la psicología es un error de perspectiva del ser humano”. Este es uno de los puntos más importantes. El psicólogo sabe. El analista no sabe nada frente al paciente. Porque de lo que sí sabe es que el saber lo tiene el sujeto; lo inconsciente es un saber-no-sabido. Y quiero aclarar rápidamente que cuando hablamos de saber no estamos diciendo un mero conocimiento o la estupidez que a veces suele creerse de que el analista tiene que ser un ignorante académico: la formación del analista no termina nunca. Como cualquier oficio que uno ama, la formación de lectura siempre perdura. Pero frente al padeciente, el analista no sabe. Por eso no da por supuesto nada. Si el paciente dice “está todo bárbaro en mi pareja” eso puede querer decir “nos amamos mucho” o “no cojemos desde hace un año”… no sabemos qué quiere decir “todo bárbaro”… el otro día, justamente, un analizante que decía “porque la casa, la casa…” le pedí que me defina que era “una casa” para él y me contestó: “la rutina y la opresión”. Como se ve el no saber genera otro saber y abre significantes.
Primeramente: uno de los lugares desde donde más se lo ataca al psicoanálisis, es desde la misma psicología. Segundo: el psicoanálisis está todo el tiempo siendo vapuleado y los analistas no nos defendemos porque sabemos que es así de Freud para acá y porque, en la mayoría de los casos, es una cuestión política-comercial. Tercero: la idea por supuesto es separar. El psicoanálisis no es una psicología, no puede serlo, porque no funciona ni técnica ni conceptualmente como las diferentes psicologías del mercado. Su campo epistémico parte de dos o tres cuestiones que separan directamente al analista del psicólogo. En psicología se suele creer que el lenguaje es una herramienta del hombre e incluso un órgano. El psicoanálisis plantea que estamos habitados, como diría Heiddeger- por el lenguaje; que primero está el lenguaje y después el sujeto; que no existe sujeto previo al lenguaje. Lejos de ser una herramienta de comunicación, el lenguaje no sirve para comunicarse. De hecho los únicos que realmente se comunican son los animales; y si son o están domesticados, ahí ya ni siquiera. Ese es otro punto diferencial: para nosotros no existe lo que puede ser una teoría gnoseológica. Lacan decía: “uno le habla al que no es de lo que no sabe”. Segundo punto: la psicología trata de estudiar conductas. A partir de ahí, diagnostica y opera. El psicoanalista nada puede decir a partir de una conducta. La estructura se escucha, se lee. Tercer punto: la psicología habla de evolución. De hecho existe lo que se conoce como psicología-evolutiva. Por supuesto Freud habló de fases… de etapas… pero parece que no se lo terminó de leer o de entender. Si existiese evolución directamente no existiría neurosis. La neurosis del sujeto es la prueba de que hay un real que empuja y que la pulsión se vale de cualquier tapa-agujero para satisfacerse. El sujeto no pasa de una etapa oral a una anal y después es adulto cuando llega a la genital. El sujeto que tenemos en diván es siempre un niño, aunque tenga 70 años. La neurosis es neurosis infantil, por definición: y el colega que no entiende esto no puede entender lo que es el psicoanálisis. Por otro lado; y como decía Lacan en el Seminario I de su enseñanza, “cuando el analista cree saber algo, de psicología por ejemplo, empieza ya su perdición…” y agregaba: “la psicología es un error de perspectiva del ser humano”. Este es uno de los puntos más importantes. El psicólogo sabe. El analista no sabe nada frente al paciente. Porque de lo que sí sabe es que el saber lo tiene el sujeto; lo inconsciente es un saber-no-sabido. Y quiero aclarar rápidamente que cuando hablamos de saber no estamos diciendo un mero conocimiento o la estupidez que a veces suele creerse de que el analista tiene que ser un ignorante académico: la formación del analista no termina nunca. Como cualquier oficio que uno ama, la formación de lectura siempre perdura. Pero frente al padeciente, el analista no sabe. Por eso no da por supuesto nada. Si el paciente dice “está todo bárbaro en mi pareja” eso puede querer decir “nos amamos mucho” o “no cojemos desde hace un año”… no sabemos qué quiere decir “todo bárbaro”… el otro día, justamente, un analizante que decía “porque la casa, la casa…” le pedí que me defina que era “una casa” para él y me contestó: “la rutina y la opresión”. Como se ve el no saber genera otro saber y abre significantes.
(…)
* Pero
¿entonces? ¿Para qué paga un paciente a un analista?
El paciente que recurre a un analista lo hace porque cree que tiene que curarse de algo, pero no es tan ingenuo de pensar que esa curación tiene que ver con los parámetros de la medicina. Yo debería contestar a esa pregunta desde dos lugares, desde el paciente y desde el analista. Desde el lugar del pensamiento que puede hacer-se un paciente, está el hecho de “me tengo que curar de esto…” pero el mismo paciente –con el correr del tratamiento- advierte que no está recostado en el diván por lo que creía o que lo que creía en realidad tiene que ver con otras cuestiones que hay que resolver… No es raro encontrar que el paciente que al principio inicia un tratamiento porque no puede dar la última materia a los seis meses advierta que es porque se quiere divorciar y un poco más adelante eso lo lleve a preguntarse –por ejemplo- qué hace que siempre se relacione con el mismo tipo de parejas y que eso le produzca tanto malestar a posteriori. Desde el lugar del analista, teórico digo, el paciente golpea nuestra puerta por una división que percibe en su trazo. Esa división, que suele manifestarse en forma de angustia, hace que un sujeto tenga ciertas preguntas para plantearse en un análisis y que esté advertido que la pastilla de la farmacia de la esquina o el consejo de la tía no pueden responder. Nosotros sabemos que la Estructura no se cura, pero sabemos también que el padecimiento sintomático puede disolverse o re-significarse… En Youtube una vez me preguntaron esta cuestión y cómo explicar esto que Lacan definió como “la estafa analítica”… Es un tema largo… La misma persona que me lo preguntaba dijo una frase muy pertinente: el psicoanálisis no nos enseña a vivir mejor, sino a sufrir mejor. Es interesante porque resume muchísimo lo que Freud ya nos expresó al comienzo de sus obras: existe algo que es estructural, existencial y original que es el sufrimiento. El psicoanálisis no se inventó para no sufrir, sino para saber soportarlo. En El Malestar de la Cultura, Freud vuelve sobre este tema y nos dice que justamente el hecho de ser parte de la Cultura es directamente proporcional a aceptarnos mortales y padecientes. La muerte y la sexualidad son, como decía Oscar Masotta, los dos juglares de lo inconsciente. Por eso también Lacan decía que el hecho de saber que la Felicidad no existe (él irónicamente decía que el único feliz es el Falo) no menoscaba el hecho de que se la busque. Y ahí estamos todos implicados. Por otro lado, la función del analista no se limita a una mera tarea de lectura del texto del analizante; sobre todo debe inscribir algo que, en el paciente, no estaba inscripto; para poder anudar.
* ¿En ese sentido Lacan dijo que el psicoanálisis es una estafa?
En varios sentidos. Primero hay que recordar que la verdadera creadora del psicoanálisis fue la histérica. Ella le dijo a Freud: “déjeme hablar” y ella fue la que, a través de su padecimiento, mostró que el síntoma se alejaba de la clínica médica para encontrarse encapsulado en el campo del significante. Ahora: la histérica estafa. Engaña. Nos dice: “no creas que es eso… lo que busco es otra cosa.” Nos enseña el concepto de falta y, por ende, de deseo. Segundo hay que pensar que lo que engaña, como nos enseñó Lacan, es el significante. La angustia, por otro lado, no engaña. Esto quiere decir que si el psicoanálisis se conjuga con el sujeto de deseo y con el significante engañoso; entonces el sujeto vive engañándose a través de él. Por ejemplo: uno puede creer que se compra una Ferrari TestaRosa porque es rápida… el psicoanálisis descubre la implicancia del significante: no es por el motor sino por lo que ella simboliza… como nadie compra un Mercedes Benz por ser un coche fuerte, sino porque se denomina Mercedes Benz y eso, también obviamente, implica que sea fuerte; pero también que es alemán, etc. El ejemplo que doy en una charla es el de la histérica que sólo podía tener orgasmos si se masturbaba con una botella de champagne, pero no de cualquiera sino de uno de los más caros del mundo: Don Perignon, trescientos dólares la botella. Esto que parece una locura es lo que investigó nuestro maestro Sigmund Freud. El signifcante engaña pero en eso estamos… El amor, en ese sentido, corre por la misma calle… Amar es engañoso… en el fondo no es más que desear-ser-amado: cuando alguien sentencia “te amo” está demandando escuchar “Yo también te amo”… La lectura de Fragmentos de un discurso amoroso, del genial Roland Barthes (semiólogo y apasionado lector de Lacan) ayuda a entender el engaño amoroso en que todos los sujetos nos implicamos.
Marcelo A. Pérez
Fragmentos Entrevista
Para La Blog:
EncuentroCulturas
XI / 2008
Artes Visuales:
Alessandro Sicioldr
[ Italia, 1990 ]