El goce del Otro
Parece que corren tiempos de discusiones Lacanianas. En realidad siempre las hubo porque el psicoanálisis no es un fundamentalismo. Y de algún modo implican ponernos a re pensar nuestras propias apreciaciones, prejuicios y modelos teóricos que obviamente se corresponden al modo de nuestra (escucha) clínica. Resulta harto interesante el modo con que los colegas escuchan (¡y son escuchados!) en función de sus teorías y prejuicios. En uno de los Grupos que coordinaba hace un año, una alumna expresó que -según su analista, a la que ella le había comentado una apreciación mía del concepto de enfermedad- yo no creía en el real. Habría que preguntarle a esa analista, parafraseando a Borges, si se refería a su real.
En algunas conceptualizaciones tratamos de hilar fino. Por supuesto no nos vamos a poner a discutir con pseudoanalistas que sin tener una línea de lectura de Lacan se dan el lujo no sólo de citarlo sino hasta de explicarlo. Como digo a veces, resulta -al menos para mi- más interesante discutir con neurofisiólogos o con biólogos. En este tren de hilar el tejido conceptual, uno de los puntos cruciales en nuestra praxis es la cuestión del goce. Cuestión que en la gran mayoría de analistas no pueden desvincular de otro sintagma muy repetitivo: que no hay Otro, que el Otro no existe.
No hay duda que el goce es del Otro. Como tampoco es falso que el neurótico lo sostiene con su propio cuerpo. Cuando Jacques Lacan enuncia que no hay goce del Otro, nos esta diciendo, justamente, que el síntoma, o el delirio, es el modo que tiene el cuerpo del sujeto de velar la falla en el Otro. Todo síntoma es una respuesta al goce del Otro. Si el goce no fuese del Otro de nada serviría el psicoanálisis que pretende, vía la presencia del analista, hacer algo en función de ese goce. Traduzco: el Otro goza al sujeto (el fantasma tiene al sujeto, lo inconsciente es previo, y así su ruta) y por tanto el análisis iría en camino de la pregunta por ese Otro. Pregunta donde la Deuda, la Culpa y el sobre todo el afán de tapar la barradura (del Otro), construyen el aparato simbólico puesto en lo imaginario.
Así como muchos analistas creen que el Otro no existe, también hay (y seguramente son los mismos) quienes piensan que el fantasma neurótico es un delirio de puro masoquismo que vaya a saber cómo se construyó. Raro que no hayan leído uno de los axiomas básicos de Lacan: el inconsciente es el discurso del Otro. Es decir: primero el Lenguaje (agujereado, condición de lo inconsciente), después el Sujeto. El Otro no es Don Francisco ni Doña María: el Otro es la Estructura. Y la Estructura es el Lenguaje. Creo que uno de los problemas fundantes en relación a estas divergencias no sólo nacen de políticas e ideologías varias sino que surgen de las aulas Universitarias. El colega esta impregnado de consignas y repite enunciados hartos mas ecolálicos que analizados. En la misma dirección podemos ubicar la pregunta por la Universalidad del goce. Si se repite tanto que es lo singular de cada sujeto (cosa que hasta cierto punto compro si consideramos singular como sinónimo de dolor de existir empaquetado en el síntoma) es que nos hemos olvidados ipso facto de lo universal del goce Sadiano al que Lacan nos ha convocado en su texto Kantiano.
Falta dar una pequeña vuelta a esto. En términos clínicos ya sabemos entonces de qué se trata el goce (del Otro). Ahora bien: ¿qué es el goce en términos conceptuales? Simplemente la imposibilidad estructural de que Aquiles alcance a la Tortuga. La podrá superar, pero nunca alcanzar; puesto que entre dos puntos de una recta hay infinitos puntos. Es decir: es la cola de un número irracional de cifra no periódica que Lacan ha llamado de muchos modos pero que prefirió nos acostumbremos a denominar (a) y que viene acoplado a su otro matema: S(/A). Es la falla también estructural que se produce por el agujero de lo simbólico y que ha quedado obviamente adentro del conjunto de elementos que contienen al Sujeto. Pero que, sin embargo y por ser justamente agujero, ya no está. Es importante acotar que esta falla viene dada por el hecho de hablar. Lejos de ser un error es el único modo que tenemos de habitar el lenguaje. Es decir: sin esa hiancia no hay hablaje.
Finalmente habría que rodear el tema del núcleo al que ese goce (del Otro) remite en su función y su mecanismo constitutivo. Quiero decir, ¿será posible desarticularlo, será posible modificarlo? Nos hemos comprometido con un colega a versar sobre ello, así que por ahora sólo me permito cerrar con un enunciado de Lacan, en su Seminario sobre el Acto, clase de 28 de febrero de 1968:
“El Otro es, pues, un campo marcado por la misma finitud que el sujeto. Lo que hace depender al sujeto de los efectos del significante hace simultáneamente que el lugar donde se asegura la necesidad de verdad esté fracturado en sus dos fases, del enunciado y la enunciación.”
Marcelo Augusto Pėrez
El goce del Otro en (el Síntoma de) el Sujeto.
V / 2018
Artes Visuales:
Tommy Ingberg
[Estocolmo, 1980]